Las grandes petroleras no invierten en exploración

    Eso viene ocurriendo desde la primera gran crisis (1973-5), provocada
    por las propias compañías vía los jeques y la Organización de Países Exportadores
    de Petróleo (Opep). Pero, esta vez, “hay serios riesgos de que la codicia cortoplacista
    ponga contra la pared a grandes países importadores”, sostiene Paul Stevens
    en Middle East Economic Survey.
    El experto pone un ejemplo: British Petroleum planea distribuir entre sus accionistas
    dividendos por US$ 18.000 millones en el trienio 2005-7. Para ello, necesita
    que -en adelante- los precios no bajen mucho de US$ 50 el barril en el mercado
    a término neoyorquino. Mientras tanto, Deutsche Bank revela que las grandes
    empresas han reducido 27% los presupuestos exploratorios este mismo año. “Si
    no fuera porque el gobierno federal está controlado por texanos, Washington
    haría un escándalo”, comenta al respecto nadie menos que Míjail Jodorkovsky,
    ex amo de Yukos.
    Por supuesto, la historia viene de lejos. Exactamente de diez años atrás, cuando
    la francesa Total analizaba posibilidades de extraer crudos extrapesados en
    la cuenca central del Orinoco venezolano. En 1994, los técnicos opinaban que,
    para tornar rentable el proyecto, el barril debía aumentar US$ 10 en Nueva York.
    Eso equivalía a un tercio del nivel imperante entonces.
    Finalmente, los precios aumentaron cerca de US$ 20. Pero el esquema se hizo
    posible no sólo por eso, sino porque aparecieron tecnologías aptas para extraer
    “crudos no convencionales”. Vale decir, difíciles de bombear y procesar. Por
    supuesto, esas tecnologías existían, pero el sector las mantenía en secreto
    porque no eran rentables.
    Hacia 1998, los galos y la norteamericana ConocoPhilips iniciaron los trabajos.
    Hoy, algunas firmas se aventuran en áreas aún más dificultosas. Así, ExxonMobile,
    Royal Dutch/Shell y ChevronTexaco, explotan arenas bituminosas en Canadá, una
    labor tan engorrosa y cara que sus competidores la califican de desatinada.
    Hace falta procesar dos toneladas de arena para sacar un barril de crudo.
    Pero, ¿son opciones reales para paliar la escasez de reservas cubicadas? David
    O´Reilly (director ejecutivo de ChevronTexaco) sostiene que la merma de capacidad
    disponible exige no descuidar solución alguna, por parcial que sea. Ocurre que
    Canadá y Venezuela, inclusive sus “reservas no convencionales”, doblan el potencial
    de Arabia Saudita. Pero éste es “convencional”, o sea accesible a costos más
    bajos.
    El punto es clave, porque las recientes exploraciones en pos de yacimientos
    nuevos no han sido alentadoras. Los detectados en 2000-3, tras el descubrimiento
    del vasto campo en Kashagán (Kadzajstán), han sido -en total- 40% inferiores
    a los del cuadrienio anterior.
    El fracaso en ubicar reservas fácilmente explotables deja a la industria apenas
    dos opciones. Por un lado, costosos proyectos no convencionales que, amén de
    reducir ganancias y dividendos, podrían quedar en el aire si los precios volviesen
    a menos de US$ 40. Por el otro, presionar para aumentar participación de países
    “seguros”, como Arabia Saudita o Rusia, pero cuyas políticas son inciertas.

    Pronósticos
    Tampoco la declinación de existencias es cosa nueva. El experto norteamericano
    King Hubbert pronosticaba -48 años atrás- que hacia 1970 la producción en América
    del Norte llegaría al máximo. El mismo punto se alcanzaría, hacia el 2000, en
    el resto del mundo. Pero las compañías continuaron descubriendo reservas de
    explotación rentable, aunque en áreas nuevas y merced a precios más altos.
    En la actualidad, el Departamento Federal de Energía cree -con exceso de optimismo
    y amplitud- que el próximo pico será entre 2030 y 2075. Pero los discípulos
    de Hubbert vuelven a ser escuchados porque el precio de los crudos ronda los
    US$ 50 el barril.
    Tienen un punto a favor: después de Kashagán, no han aparecido yacimientos importantes.
    Además, las reservas estimadas por países como Arabia Saudita o Rusia se exageran
    para aumentar o retener poder de negociación. El propio ministro saudí del ramo,
    Alí Naimí, sostiene que la declinación de campos abiertos tras la crisis de
    1973-5 (Mar del Norte, Estados Unidos) promedia 8 a 10% anual.
    Los especuladores tampoco son optimistas. “Hace 30 años que las Casandras auguran
    desastres. Hoy tal vez tengan razón, pero no las escuchan”, teme Peter Thiele,
    que maneja un fondo de cobertura (futuros, opciones, derivados) cuya cartera
    está dominada por papeles petroleros. A su juicio, “los precios actuales o previsibles
    son demasiado bajos y ya no reflejan la verdadera situación de reservas”. Recordando
    que, a dólares constantes, el máximo de 1981 sería ahora US$ 113 el barril,
    Thiele advierte que “la última auditoría independiente sobre reservas árabes
    se hizo hace 20 años”.
    Las compañías vienen teniendo dificultades para localizar reservas económicamente
    explotables y, al revés que los gobiernos, no pueden exagerarlas mucho tiempo.
    Así lo demuestra el escándalo Royal Dutch/Shell, que debió reducir 20% de las
    reservas estimadas y admitir ante la Comisión Federal de Valores que le había
    proporcionado datos falsos de 1994 a 2002. Pero este problema abarca toda la
    industria: en el trienio 2001-3, sólo seis de las 15 principales petroleras
    -subraya Deutsche Bank- lograron compensar las reservas explotadas.
    Por supuesto, de la boca para afuera, la mayoría de directivos y ejecutivos
    rechaza la idea de que el petróleo pueda agotarse pronto. Pero casi todos reconocen
    que el problema real es la escasez de inversiones en infraestructura para localizar,
    medir, extraer y transportar reservas. Distintas causas, el mismo efecto.
    En el pasado, los períodos de precios altos estimulaban ese tipo de gastos y
    también la innovación tecnológica. Hoy eso no parece ocurrir. “La reacción natural
    ante el aumento de cotizaciones consiste en invertir más, pero los actuales
    criterios empresariales prefieren elevar utilidades y dividendos”, señalan Daniel
    Yergin (Cambrige Energy Reserch Associates) y O´Reilly.
    En general, los estados petroleros se comportan como las empresas: tres años
    de vacas gordas no han alcanzado para que reinviertan las ganancias. Por el
    contrario, han tirado dinero en mejorar el escandaloso nivel de vida de sus
    oligarquías. Los más progresistas (Libia, Venezuela, Arabia Saudita) financian
    clientelismo político o social. Los más cerriles (Sudán al frente), gastan en
    reprimir y hasta masacrar minorías étnicas o religiosas.
    En lo tocante a Rusia y su satélite estalinista, Bielorus -campo de ensayo para
    las aspiraciones totalitarias de Vladyímir Putin-, las oportunidades petroleras
    quedan acotadas por la inseguridad jurídica y política. Así lo ejemplifican
    el asalto contra Yukos y el proyecto de suprimir autonomías locales. Por supuesto,
    los riesgos políticos nunca les han quitado el sueño a las petroleras.
    Sea como fuere, la consultora especializada Sanford Bernstein estima que la
    producción rusa alcanzará un máximo en 2007-8. Mientras, el ritmo de crecimiento
    irá cediendo de 7,5% este año a 6% en el 2005, 4% en el 2006 y 2% en el 2007.
    El cálculo se basa en las reservas cubicadas. A su vez, DB cree que, después
    del 2008, casi tres cuartos de oportunidades en el mundo se cifrarán en hidrocarburos
    no convencionales (con Venezuela a la cabeza), arenas bituminosas (Canadá) y
    yacimientos en altamar. En cuanto a yacimientos árticos o antárticos, hoy exigirían
    precios superiores a US$ 200 el barril para ser rentables.
    Ambas fuentes coinciden en que las estrecheces actuales se originan parcialmente
    en el excesivo optimismo de fines de los ´80 e inicios de los ´90. Las empresas
    estaban seguras de llegar a arreglos veloces con Angola, Azerbaiján, Georgia,
    países centroasiáticos y árabes. No ocurrió. En cuanto a la presente escasez
    de inversiones, se sentirá en diez años, como ahora se sienten dos factores
    absolutamente imprevisibles una década atrás: la demanda de China e India.