Ganes o pierdas, no me pidas que no invierta

    Por
    Matías Franchini

    Varias
    compañías se pelean por ligarse al combinado y no tienen
    reparos en desembolsar jugosas cifras con tal de lograr su objetivo, porque
    para ellos el cantito más festejado no tiene discusión:
    “Aunque ganes o pierdas, no me pidas que no invierta”.
    Claro que en esa desesperada carrera hacia el más seductor de los
    representativos deportivos locales, y a partir de un riguroso manejo de
    los derechos comerciales del mismo, algunos ingresan por derecha y otros
    pretenden hacerlo por izquierda. Los primeros están representados
    por las ocho empresas que pagan atractivos cánones para ser sponsors
    y/o proveedores oficiales.
    El otro grupo lo conforman varias firmas que quieren subirse al caballo
    del comisario sin abonar los aranceles correspondientes, algunas de las
    cuales, como consecuencia de ello, se exponen a afrontar procesos judiciales.
    Todos saben que cualquier acción publicitaria vinculada al equipo
    despierta un interés especial entre los argentinos. “Es que
    muchas marcas tratan de nacionalizarse para adoptar una imagen bien argentina,
    ligada a un supuesto aporte a la comunidad y a una fidelidad sin límites,
    no sólo en los mejores momentos sino también en los peores”,
    reflexiona Juan Manuel Marín Fraga, creativo de Young & Rubicam.
    Años atrás, ni la ferviente devoción empresarial
    por el conjunto albiceleste ni esta nueva política comercial a
    su alrededor existían. La comercialización de todo derecho
    vinculado al representativo tuvo un punto de inflexión con la irrupción
    en escena de la firma Puntogol. Desde junio de 2001, la compañía
    –fundada por Martín Redrado– se convirtió en el
    agente comercial de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA)
    a escala mundial. A partir de entonces, varias cosas empezaron a cambiar.

    Desde que tomó el mando, y con la posesión de los derechos
    hasta 2014, Puntogol se encargó de mejorar algunos contratos y
    hacer que la Selección se transforme en una marca de enorme fortaleza.
    “Lo que nosotros estamos haciendo es revalorizar el programa comercial
    de la AFA. La clave del éxito está en que cuidamos mucho
    a los sponsors y trabajamos con ellos en conjunto. Antes, cualquiera asociaba
    su marca a la Selección sin abonar un peso. Ahora todo es distinto;
    estamos atentos a aquellos que quieren pasarse de vivos e infringir las
    normas”, asegura Cintia Cordero, responsable de Relaciones Institucionales
    de Puntogol.

    Es la historia
    de un amor…
    Este
    severo manejo, contrariamente a lo que podría suponerse, no le
    restó interesados a la lista de empresas que hacen cola por auspiciar
    al equipo; todo lo contrario. A principios del 2003, la AFA y Puntogol
    decidieron unificar los contratos tanto de sponsors como de proveedores
    oficiales. Desde ese momento, quedó estipulado que los cuatro patrocinadores
    abonen $ 2 millones anuales –con presencia en los murales de las
    conferencias de prensa y libertad para explotar su imagen junto a la del
    equipo entre los principales ítems–, y los dos proveedores,
    $ 1 millón cada 12 meses (sus derechos están restringidos
    y, entre otras cosas, sólo pueden hacer un comercial por año
    vinculado al equipo).
    Por fuera de estas condiciones quedaron Coca-Cola y Adidas, debido a que
    sus convenios fueron arreglados antes de que Puntogol tomara las riendas
    del asunto. Ahora, nada parece faltarle a la Selección, que ya
    tiene quién la vista (Adidas), tarjeta de crédito (MasterCard),
    cadena de supermercados (Carrefour), petrolera (Repsol-YPF), cervezas
    (Quilmes), gaseosas (Coca-Cola), agua mineral (Villavicencio), y también
    la automotriz (Volkswagen).
    Quedó en el tintero la posibilidad de sumar una línea aérea,
    tal como pretendían desde la casa madre del más popular
    de los deportes en la Argentina.
    Claro que cada negociación fue una historia aparte. A excepción
    de Coca-Cola y Adidas, todos los contratos de patrocinio vencieron en
    el mismo momento en que el Seleccionado quedó eliminado del Mundial
    de Corea-Japón. A partir de ese momento, la AFA tuvo que salir
    a renovar los acuerdos, con expectativas bien distantes a las de la época
    en que el equipo de Bielsa ganaba y se perfilaba como el gran candidato
    a calzarse la corona mayor, cuando la entidad llegó a embolsar
    alrededor de US$ 12 millones al año en publicidad.
    Tras la decepcionante actuación en el certamen de Oriente, las
    empresas se cuestionaron la real necesidad de mantenerse junto al equipo.
    El paso del tiempo cicatrizó las heridas y, curiosamente, muchas
    compañías renovaron sus vínculos por cifras aún
    mayores. “No importan los resultados. Aunque venga de fracaso en
    fracaso, la selección gana dos o tres partidos seguidos y, nuevamente,
    despierta el interés de buena parte de los argentinos. Y eso, las
    empresas, a esta altura, lo saben mejor que nadie”, opina Javier
    Mentasti, director creativo de J. Walter Thompson.
    Quilmes, a principios del 2003, se convirtió en la pionera en renovar
    su apoyo y cerrar un nuevo contrato como sponsor oficial. La cervecera
    selló un acuerdo que incluye, entre otros puntos, exposición
    en los murales de las conferencias de prensa, en la estática del
    complejo de Ezeiza y en los partidos amistosos, además de derechos
    promocionales. Y se comprometió a abonar $ 2 millones anuales hasta
    2006, 53% más de lo que pagaba hasta entonces. “El acuerdo
    también supone el pago de un plus por objetivos. Como líderes
    de mercado, no podíamos quedarnos afuera”, dice Jorge Mastroizzi,
    gerente de Marca. Una encuesta propia realizada por la empresa después
    del último Mundial, arrojó como resultado que Quilmes era
    la marca más asociada como sponsor de la Selección, con
    51% de reconocimiento contra 37% de Coca-Cola.
    El caso de MasterCard es singular. Había sido auspiciante cuando
    el Seleccionado dirigido por Basile, todavía con Maradona en su
    esplendor, disputó el Mundial de Estados Unidos. A comienzos del
    2002, previo al torneo de Japón, había intentado volver
    a ocupar su lugar de patrocinador, pero la AFA ya había cerrado
    trato con su competidora Visa, que pese al $ 1,4 millón ofrecidos
    por su archirrival por la compra del resto del contrato, no accedió.

    Tras el fracaso deportivo del 2002, Visa decidió no renovar el
    vínculo y MasterCard volvió a apostar al combinado argentino,
    previo compromiso de abonar $ 2 millones por temporada hasta el 2006.
    “Creemos que el fútbol nos aporta una plataforma de patrocinio
    inigualable. El valor principal que nos movió es la pasión
    característica del hincha argentino que, además de estar
    muy informado, es capaz de establecer un vínculo emocional con
    su equipo”, explica Gonzalo Carriquiri, director de Marketing de
    MasterCard.
    Desde Repsol-YPF, por su parte, se esmeran en implantar el eslogan: “Más
    que sponsor, hincha oficial de la Selección”. El año
    pasado, la firma renovó su contrato con la AFA hasta la finalización
    del Mundial de Alemania 2006. “Porque el fútbol es el más
    popular de los deportes en nuestro país y queremos acompañar
    la pasión que todos los argentinos sienten por este deporte”,
    cuenta Fabián Falco, director de Relaciones Externas. La petrolera
    acordó pagar $ 6 millones, a razón de $ 2 millones por año.
    “La idea es asociarse al valor de argentinidad que tiene la Selección,
    porque cuando juega, jugamos todos”, dice Falco. Recientemente, la
    empresa produjo un nuevo comercial. El presupuesto para la tanda publicitaria
    trepa a $ 4 millones, y abarca canales abiertos, cable, gráfica,
    vía pública, Internet, radio y algunas acciones de marketing
    especiales.

    Severidad
    nacionalista
    El cuarteto de los que abonan $ 2 millones lo completa Carrefour. “La
    gente nos identifica como sponsors oficiales y sólo eso ya es muy
    bueno“, aseguran voceros de la cadena francesa, cuya cúpula
    puso el grito en el cielo en junio de 2002. Entonces, todos los empleados
    de Wal-Mart se vestían con la camiseta argentina, al tiempo que
    el grupo estadounidense definía a su empresa como “el híper
    de los hinchas”. Por su lado, la cadena chilena Jumbo programaba
    una serie de sorteos para sus clientes cuando jugaba la Selección.
    En Carrefour alertaron a Puntogol que, rápida de reflejos, intimó
    a las competidoras a que desistieran de dichas acciones, que serían
    moneda corriente a partir de entonces.
    La más perjudicada en este sentido fue Adidas que, junto con Coca-Cola,
    conforma el dúo de sponsors históricos emblemáticos.
    La firma de indumentaria es la principal contribuyente a las arcas de
    la AFA, con un contrato por una década cerrado oportunamente, que
    contempla el pago de US$ 7 millones anuales hasta 2010. Por ello, y para
    proteger al niño mimado, hace dos años Puntogol salió
    con los botines de punta a defender a la firma alemana cuando días
    antes del inicio del Mundial, 70% de las camisetas de la Selección
    que se vendían eran truchas (con precios de entre $ 20 y $ 40).
    Adidas tenía los derechos para la comercialización de la
    casaca oficial, cuyo valor alcanzaba $ 80. En aquel entonces, Puntogol
    envío rápidas cartas documento y amenazó con iniciar
    acciones legales contra empresas como Mercado Libre y De Remate –los
    dos mayores sites de subastas del país– además de Punto
    Trading, una casa de deportes con presencia en todos los shopping de los
    Altos. También se dedicó a investigar a otros minoristas
    que comercializaban indumentaria ilegal de la Selección; la mayoría
    de ellos, puestos callejeros sin la correspondiente habilitación.
    Muchos de estos procesos desembocaron en juicios comerciales. No era para
    menos: durante el anterior Mundial, Adidas llegó a vender 500 camisetas
    diarias (una facturación de $ 40.000 cada 24 horas); sin la existencia
    de imitaciones, la firma hubiera despachado, según estiman, 50%
    más.
    Pero no fue el único caso. Puntogol también puso la mira
    sobre otras compañías que estaban utilizando la marca “selección
    argentina” para sus promociones sin pagar el fee correspondiente.
    Hubo desde acciones legales hasta advertencias que no pasaron a mayores.
    Algunas de las empresas involucradas fueron Arcor, Ford, Frávega,
    General Motors, LG Electronics, Isenbeck y CableVisión.
    La más sonada, fue la embestida de Puntogol contra Aerolíneas
    Argentinas, que publicó innumerables afiches en Buenos Aires con
    la arenga “Vamos Argentina”, durante el Mundial. Ni lerdos ni
    perezosos, intimaron a la compañía del grupo Marsans a frenar
    la campaña y los amenazaron con promover acciones ante la Secretaría
    de Defensa del Consumidor. La empresa aerocomercial argumentó que
    la leyenda no se circunscribía únicamente al deporte de
    la pelota y apuntaba a levantar el ánimo de la población.
    Pero, ¿cuál es el verdadero límite entre lo permitido
    y lo prohibido? “Esa línea es muy delgada. Desde ya que no
    pueden utilizar camisetas ni hacer alusión a la marca ‘selección
    nacional’. Pero tampoco pueden crear una leyenda como “Vamos
    a Perú a alentar a la Argentina”, como hizo una empresa durante
    la reciente Copa América; estaba claro que se refería al
    equipo de fútbol. Las compañías están muy
    bien asesoradas y buscan ir por ese lado gris que no nombra la marca.
    Ahora, por suerte, estamos acumulando muchísima jurisprudencia”,
    relata Cordero.
    Entre las que hoy se encuentran en juicio, están Nobleza Piccardo
    (por una promoción de sus cigarrillos Derby que, con afiches en
    la vía pública, invitaba a la gente a alentar a la Selección),
    el proveedor de Internet AOL (que regalaba a sus nuevos suscriptores camisetas
    argentinas con el logo de la empresa) y los colchones Piero (con su eslogan:
    “Piero, sponsor oficial del sueño argentino”. Más
    tarde, otro de los supuestos beneficiados, siempre según Puntogol,
    fue Peñaflor. A raíz del partido que por las eliminatorias
    disputaron Brasil y la Argentina en mayo pasado, la empresa lanzó
    un concurso para su marca Termidor, que consistía en el sorteo
    de dos viajes para ver el partido en el país vecino. Sumando todos
    los procesos, Puntogol inició diez juicios que aún están
    en marcha, por montos que van de $ 300.000 a $ 3 millones.

    Últimos
    tres
    El trío restante de firmas que apuestan de manera oficial a la
    Selección, lo componen Coca-Cola, Volkswagen y Villavicencio.
    La bebida cola es una histórica compañera de las emociones
    de la Selección. Inició su vínculo con la AFA en
    1988 y, desde entonces, luce su logo en la indumentaria de entrenamiento
    de jugadores y cuerpo técnico, además de proveer de bebida
    al plantel y estar presente mediante publicidad estática cada vez
    que la Argentina juega de local. “El fútbol goza de gran popularidad
    en el país y es una asociación que hemos disfrutado y compartido
    con los hinchas durante años. La Selección es un motivo
    de encuentro y unión. Más allá del resultado, siempre
    genera momentos memorables”, dice Daniel Serra, gerente de Marketing
    de Coca-Cola de Argentina. Y agrega que el acuerdo, por el que la firma
    paga $ 1,4 millón anual, incluye a todos los seleccionados nacionales
    de fútbol (Mayor, Sub-23, Sub-20, Sub-17 y Femenino).
    Volkswagen, a mediados del año pasado y tras largas negociaciones,
    acordó ser proveedor oficial del equipo por cuatro años.
    El contrato contempla el pago anual de $ 1 millón entre dinero
    en efectivo y provisión de vehículos para jugadores, cuerpo
    técnico y dirigentes. Además, la Selección podrá
    utilizar algunas instalaciones de la casa matriz, en caso que clasifique
    para el Mundial. “Siempre nos hemos dedicado a los deportes: tenemos
    un club en Alemania que compró muchos jugadores argentinos e invertimos
    160 millones de euros para el estadio. Por todo eso decidimos apostar
    a la Selección; es una estrategia a escala mundial”, explica
    Ronnie Frost, director de Asuntos Externos de VW Argentina.
    La apuesta tiene un doble incentivo: además de pegar su nombre
    a una de las selecciones más prestigiosas del planeta, el próximo
    Mundial se desarrollará en Alemania, sede de la casa matriz.
    Villavicencio, en tanto, se incorporó luego del Mundial 2002, con
    un acuerdo que se extiende hasta 2006. “Nos sumamos porque somos
    la marca argentina de mayor trayectoria en el mercado y porque el agua
    está ligada al deporte. Nuestra estrategia apunta, además,
    a acercar emocionalmente al consumidor a nuestra marca”, dice Leonel
    Nicola, jefe de producto Villavicencio. La marca, propiedad de Danone,
    desplazó a Eco de los Andes por una sencilla razón. Eco
    pertenece al grupo de la familia Bemberg y la brasileña AmBev –dueño
    de Quilmes– y, por tal motivo, el arreglo con la cervecera incluía
    a su marca de agua.
    Hoy, el acuerdo con Villavicencio le aporta $ 1 millón anual a
    las arcas de la AFA. Porque, como quedó demostrado, además
    de una pasión, la Selección es, definitivamente, un negocio
    redondo