En agosto de 2002, el ex CEO de Halliburton declaraba: Con un arsenal terrorífico y sentado sobre 10% de las reservas, Saddam Hussein podría dominar la región entera, controlar gran parte del combustible mundial, amenazar a nuestros aliados y someternos a chantaje nuclear.
Curiosamente, el vice no reparaba en el papel de Irán ni recordaba que Irak no logró doblegarlo en una guerra de cinco años. Las obsesiones del dirigente, subraya Sachs, datan de hace 30 años, cuando era jefe de gabinete bajo Gerald Ford (1974-7) y la Opep había declarado el primer embargo. Pero su idea de emplear el poder militar para asegurarse reservas petroleras es tan errónea como sus presunciones sobre las armas de destrucción masiva ADM en poder de Irak, Irán, Siria, etcétera.
Esos planteos extremos derivan de cálculos y estimaciones globales sobre existencias de hidrocarburos. Con la producción y el abastecimiento tan concentrados en Levante, Cheney y sus asociados creen que Estados Unidos tiene el imperativo estratégico de respaldar militarmente sus intereses en el área. Ésta es la idea matriz que llevó a la invasión. Pero se basa en premisas geopolíticas y económicas equivocadas.
En lo económico, el error consiste en confundir petróleo o hidrocarburos con combustibles en general. Aparte, la moda de decirles energy, siendo en realidad sólo fuentes, confunde más las cosas. Sin duda, se avecina un cuello de botella petrolero en el mediano plazo pero no necesariamente en todos los combustibles ni, mucho menos, en todas las fuentes de energía. Pero el riesgo igual exigirá aprovechar mejor tanto hidrocarburos como fuentes no renovables y, después, renovables.
Costos ocultos
A criterio de Sachs y otros analistas ajenos a las empresas, también será preciso desarrollar nuevas fuentes de energía. En teoría, los sustitutos del petróleo parecen caros. En realidad, deben tenerse presentes dos componentes: a) el desarrollo y la aplicación de combustibles no convencionales se mantienen caros por maniobras del propio negocio petrolero; b) existen hoy explicaba el hombre de Davos altísimos costos ocultos, en vidas y gastos militares, que podrían sumar este año US$ 100-150.000 millones. Ello equivale a un subsidio indirecto de US$ 10/15 por barril de crudo.
| Shell: demandas e incertidumbre sobre reservas Semanas atrás, calificadoras, analistas y accionistas exigían a Royal Dutch-Shell –tercera petrolera mundial– y algunas rivales dar detalles de yacimientos y reservas cubicadas. Eso, a raíz de estimaciones corregidas hacia abajo a principios de año. El 7 de enero, en efecto, la empresa admitió haber sobrestimado en 20% sus reservas de crudos y gas natural. La crisis consiguiente probablemente lleve a la renuncia del presidente, Philip Watts. Entretanto, cundían temores de que el problema tuviese ribetes más amplios. Pese a reiteradas seguridades –por parte de los demás gigantes–, muchos expertos esperaban nuevas proyecciones de reservas. Mientras tanto, la Securities & Exchange Commission (SEC) analizaba pautas más estrictas sobre las cotizantes sectoriales. Según las normas actuales, las empresas deben asegurar que cada proyecto exploratorio se halle razonablemente avanzado, antes de formular estimaciones. Pero “razonablemente” es un término muy impreciso. Por su parte, algunos accionistas de Shell –tras pedir tiempo antes la dimisión de Watts– entablaron el 23 de enero una demanda colectiva en Estados Unidos. Según el estudio Milberg Weiss Bershad Hynes & Lerach, RD-S, su presidente y otros directivos “deliberadamente infringieron normas contables atinentes a reservas de combustibles”. Días antes, la propia empresa confirmó que debía “reclasificar y reestimar datos sobre unos 4.000 millones de barriles. |
Lógicamente, a las compañías eso no les importa. Pero a los contribuyentes norteamericanos ha dicho varias veces Paul Krugman, debiera interesarles aun más que los contratos de favor logrados por Halliburton.
La geopolítica de Cheney también es errónea, como lo muestra la historia. Siendo secretario de Defensa bajo Bush padre recordaba Sachs, inició un despliegue de tropas en Arabia Saudí que duraría más de diez años y causaría un descontento que, a su vez, dio origen a Al-Qaeda. Hoy, Estados Unidos mantiene otro país ocupado sin desenlace claro a la vista.
Al menos hasta mediados de febrero, nadie sabía a ciencia cierta si, por fin, la ONU tendría manos libres para organizar la larga transición a un gobierno legal. En buena medida, porque la dura campaña por la reelección presidencial dura hasta noviembre.
Un error de fondo
Sea como fuere, la estrategia de Cheney, Donald Rumsfeld secretario de Defensa y el entorno imperial del presidente ha conducido en Irak a una situación sin salida clara. Lo peor (reflexionaba Sachs) es que Estados Unidos se metió en Irak para salir de una Arabia Saudí cada día menos estable.
Pero existe una equivocación fundamental que, en otro tiempo, hizo caer al sha de Irán, y hoy, hace popular a Bin Laden o crea dificultades en Irak. Reside en suponer que Washington pueda asegurarse el control de recursos vía ocupación militar o, después, un protectorado (fórmula agotada por los británicos antes de la segunda guerra mundial). Esto es 2004, no 1932. Además, cada régimen islámico que apoya a Estados Unidos pierde legitimidad.
No sin alarma, Sachs veía en enero que su país estaba llevando a cabo una fantasiosa visión de Cheney sobre seguridad nacional, donde una futura puja por reservas petroleras escasas y vitales pudiera desencadenar una especie de tercera guerra mundial.
