¿El mundo se queda sin petróleo?

    ExxonMobil, Royal Dutch-Shell (RD-S) o British Petroleum debieran encarar este año y el próximo con optimismo. En 2003, obtuvieron ganancias netas superiores a US$ 50.000 millones, merced a precios altos. Pero el paulatino agotamiento de reservas cubicadas y los objetivos hegemónicos de Richard Cheney vicepresidente y eminencia gris de George W. Bush en Levante trazan un futuro pleno de incertidumbres.

    ¿Por qué los directivos petroleros muestran caras tan largas?, preguntaba en enero David Morrison, analista de Wood Mackenzie, influyente consultora de Edimburgo. Porque no les gustan los rindes bursátiles. Quien tenga opciones de estas firmas probablemente no se sienta bien remunerado.
    En verdad, muchas compañías, en particular europeas, no han tenido mejoras accionarias como las esperadas, tras 20% de aumento en los crudos. Los niveles, además, llegaron a quedar 50% sobre los promedios históricos a largo plazo y, no hace mucho, el gas natural se anotó un máximo absoluto.

    Activos inestables

    El caos iraquí resultado de una invasión políticamente innecesaria y la creciente demanda china les han generado ingresos casi sin precedentes a las cinco principales petroleras occidentales. No obstante, sólo ChevronTexaco superó las expectativas de los analistas de mercado (+2,3%). De acuerdo con Britannic Asset Management las restantes no satisficieron expectativas en 2003 debido a que los inversores prefirieron sectores más atractivos o menos inestables.
    Una clave del problema es que, cada 18 meses, las mayores petroleras occidentales deben descubrir o cubicar yacimientos equivalentes a otro Mar del Norte. Eso sólo para evitar una reducción de reservas disponibles en explotaciones existentes. Pero reemplazar campos desarrollados en los 70 y 80 se hace cada año más difícil. En los últimos tiempos, la exploración viene dando escaso rédito y 2004 no parece mejor. Así explican las especialistas Sheila McNulty y Carola Hoyos en el Financial Times.
    En 2003, Rusia parecía ser la respuesta. Por un lado, British Petroleum (BP) cerraba una alianza de US$ 8.000 millones con TNK, que le permite elevar 30% sus reservas y 13% su producción. ExxonMobil y ChevronTexaco salieron a emularla, pero las negociaciones fueron frustradas por la detención de Míjail Jodorovsky, el máximo potentado petrolero del país (controlaba Yukos, cuarta del mundo).

    Por el lado de los precios, el panorama es menos volátil. Algunas firmas todavía usan un umbral de US$ 14 por barril de crudo como patrón para estimar si un proyecto a menudo, a diez años vista o más constituye una inversión atinada. Pero, después de 2003, BP en Rusia, RD-S y la francesa Total (ambas en Arabia Saudí) muestran mayor optimismo por la rentabilidad a largo plazo.

    ¿Se acaba el oro negro?

    Ahora bien, ¿es verdad que el mundo se vacía de hidrocarburos? Hace seis meses, las importaciones petroleras británicas superaron las exportaciones, porque el rendimiento en el Mar del Norte viene bajando desde el pico registrado en 1999 (2,9 millones de b/d) y, según previsiones, irá cediendo hasta 1,6 millón hacia 2007. Ni siquiera el descubrimiento del yacimiento Buzzard (buitre), que contiene unos 500 millones de barriles, altera el cuadro de fondo, apunta McNulty.

    Similares tendencias se manifiestan en todo el globo. Los tres grupos principales son la Opep (Organización de Países Exportadores de Petróleo), la Comunidad de Estados Independientes (CEI, ex Unión Soviética) y el resto del mundo. De acuerdo con trabajos presentados en la reciente reunión anual de la Association for Studies on Peak Oil, la producción total de la Opep llegará al máximo de 40-45 millones de b/d hacia 2020. Diez años antes, la CEI alcanzará un pico de 10 millones de b/d.
    En conjunto, los tres bloques dominantes proyectan el máximo posible de reservas explotables pasadas y futuras en alrededor de 2,2 billones de barriles. En este marco, la mayor extracción asequible, unos 80 millones de b/d, será entre 2010 y 2020. Por su parte, los hidrocarburos no convencionales factibles de comercializar a medida que los comunes se tornan más escasos y caros (derivados de carbón, esquistos o bitumen, sintéticos, crudos extrapesados, reservas abisales o polares, etc.), representan unos 800.000 barriles y un pico de 20 millones de b/d hacia 2050. Un modelo combinado de todas las fuentes proyecta un máximo de 90 millones b/d para 2015.
    Actualmente, la producción diaria promedia 75 millones de barriles pero, para cubrir la demanda estimada hacia 2015, sería preciso abrir nuevos yacimientos capaces de aportar 60 millones. Eso es un imposible, pues equivaldría a más de diez yacimientos del tamaño del Mar del Norte.

    Crisis en seis a once años

    En síntesis, los expertos prevén una escasez mundial de petróleo para algún momento entre 2010 y 2015. Las reservas de los yacimientos mayores van achicándose a razón de 4 a 6% anual y no quedan grandes áreas por explotar o cubicar, salvo en los polos (a costos siderales).
    Entretanto, ninguna fuente alternativa de energía primaria podría reemplazar a los hidrocarburos en corto o mediano plazo.

    Las implicancias son apabullantes, dado que el petróleo y sus derivados aportan 40% del combustible con fines energéticos y más de 90% del empleado en transportes.
    Por tanto, el imperativo es claro: seguir aumentando el consumo y asegurarse de antemano el control sobre toda fuente no renovable conocida, de ser preciso por vía militar. Pero eso no evitaría el agotamiento global.
    ¿La alternativa? Ir pasándose a fuentes renovables, adoptar pautas mucho más severas en cuanto a eficiencia y ahorrar la mayor proporción posible de hidrocarburos. Esto involucrará masivas inversiones en tecnología de generación y transmisión de energía. Eso sostiene Michael Meacher, ministro británico del Ambiente entre 1997 y 2003.

    Reacción alarmante

    Ahora bien, la reacción de Estados Unidos ante el dilema es alarmante. El programa de política energética nacional preparado por Cheney, veterano ejecutivo petrolero (mayo de 2001), proponía explotar reservas en ecosistemas vírgenes protegidos, especialmente en Alaska. El inevitable rechazo de este esquema hizo que Bush, remiso a sofrenar la creciente sed norteamericana por petróleo, permitiera mayores importaciones.
    Ello significa, sólo para Estados Unidos, que las compras de hidrocarburos aumentarán de 11 millones de b/d (2003) a 18,5 millones (2020). Ese 68,2% de incremento iguala el presente consumo total de China e India juntas y explica la agresiva estrategia que, desde 2002, asocia petróleo e intervenciones armadas.
    Pero casi todos los países seleccionados como objetivos muestran conflictos internos, brotes antinorteamericanos o ambas cosas. Afganistán e Irak son sólo los primeros ejemplos de cuánto cuesta en fondos y vidas librar guerras por recursos en regiones petroleras o cerca de ellas. Aun Estados Unidos puede hallar insostenible ese tipo de situaciones.
    La conclusión de Meacher: Si los grandes consumidores de hidrocarburos no se ponen a planear una reconversión a fuentes renovables más veloz y mejor financiada que las puestas en marcha, el planeta afrontará violentas dislocaciones. En un plano, serán las peores desde la segunda guerra mundial.