Nacida hace 65 años como una empresa familiar, el grupo de empresas farmacéuticas Sidus, formado por las empresas Sidus, Lasifarma, BioSidus, Tecnoplant y Centro Médico Molecular, es hoy el consorcio nacional líder en tecnología aplicada. Con más de 900 empleados, todos argentinos, como se encarga de resaltar su presidente Marcelo Argüelles, Sidus colocó a nuestro país en el selecto club de naciones en todo el mundo capaces de lograr vacunos clonados y transgénicos.
Este liderazgo indiscutible en un sector al que los países de desarrollo similar al argentino tienen dificultades de acceder se logró a partir de años de inversión y de un equipo de trabajo multidisciplinario que a comienzos de los 80 comenzó a coordinar los esfuerzos de investigadores y empresarios. Entonces, esta relación entre ciencia y capital privado era todavía impensable en la sociedad local.
Tuvieron que pasar 10 años para que en 1990 la apuesta que significó el lanzamiento de Bio Sidus, la división del grupo dedicada a la biotecnología, rindiera sus primeros frutos. Comenzó con la obtención de Eritropoyetina, aunque el equilibrio económico le llegó en 1993, a partir del desarrollo y comercialización de otras biomoléculas, cuyas marcas en nuestro país son Hemax, Bioferon, Neutromax y HHT.
Pero la verdadera revolución se produjo en agosto de 2002, con el nacimiento de Pampa, la primera vaca clonada transgénica del país y de Latinoamérica. Este avance científico generó además un enorme ahorro en infraestructura y costos, ya que una sola vaca es capaz de producir semanalmente la misma cantidad de hormonas que un fermentador tradicional de 50.000 litros. Lo que es aún más impresionante, la leche de un solo vacuno alcanza para satisfacer la demanda de hormonas de crecimiento de todo el país e incluso deja márgenes para la exportación.
El desafío de Bio Sidus para los próximos años pasa por el posicionamiento y la expansión global de la empresa en el terreno de la biotecnología, objetivo con el cual actualmente negocian acuerdos de producción y comercialización en mercados como China e India, países a los que ya exporta y que, combinados, concentran a casi 2.500 millones de personas. En total, el consorcio vende a más de 30 países en los cinco continentes.
¿Por qué el grupo Sidus tomó la decisión de hacer biotecnología en la Argentina?
En primer lugar, por motivos estratégicos. Somos un grupo farmacéutico que tiene por objetivo ideal lograr integración vertical y autonomía para alcanzar una mayor libertad y así optimizar los costos. Un laboratorio tiene dos maneras de conseguir esta integración: por medio de la farmoquímica o la biología. Nosotros elegimos la opción biológica, debido a que presenta una complejidad menor que la farmoquímica. Cuando uno apunta a lo biológico, apuesta a sustituir productos ya existentes como por ejemplo la insulina, que ya es producida por el cuerpo humano. En el caso de las vacunas, optamos por lo biológico que, con el paso del tiempo, se transformó en biotecnológico.
¿Cómo se llegó a la decisión de invertir en innovación tecnológica?
La Argentina tiene una escuela biológica muy sólida. Tenemos el sustrato científico necesario para hacer biotecnología. Pero, ¿se puede comprar todo el proceso? No. Después de más de 20 años de experiencia en este campo creo que uno tiene que tener su propio equipo de trabajo, porque si no, le venden un paquete.
En relación con los animales transgénicos, ¿en qué etapa de desarrollo se encuentra este proyecto?
Ahora estamos inmersos en el proceso de tratar de mejorar, por medio de los animales transgénicos, la capacidad productiva de las moléculas que hoy fabricamos dentro de la biología, pero con técnicas ya tradicionales como la del ADN recombinante. Lo que buscamos es que esa hormona de crecimiento que producimos en bacterias pueda ser extraída de la leche de la vaca transgénica. El primer paso es contar con animales clonados para tener una producción uniforme. Luego los transformamos en vacunos transgénicos, es decir en animales que tienen acoplado un gen, en este caso de producción de hormona de crecimiento, para que se exprese en la leche. Afortunadamente, en agosto del año pasado apareció en Pampa Mansa, una de nuestras vacas transgénicas, la leche que buscábamos y en cantidades muy importantes. La vaca tiene una capacidad de reconversión fenomenal sobre la base de pasto y agua solamente.
En un sector de alta complejidad y en el que se requieren elevados niveles de inversión, ¿de qué manera el Estado debería alentar a otras empresas a que tomen el ejemplo de Bio Sidus, para traducir esa capacidad científica en la producción de patentes que aporten a la renta del país, tal como sucede en otros países?
Hoy estamos viviendo un clima casi óptimo. El ministro de Educación, Daniel Filmus, me comentó que tiene la impresión de estar hablando con más empresarios que con docentes. Y eso está muy bien. Él tiene una actitud muy favorable con respecto a la vinculación entre ciencia y empresa, lo que permite mejorar los niveles de educación, optimizar los recursos y, también, frenar la emigración de científicos formados en el país que, finalmente, terminan trabajando en la actividad privada, pero en el exterior.
¿Cuál es su lectura de este proceso de cambio de mentalidad que parece estar abriéndose camino en el país en relación con la vinculación entre ciencia y empresa, así como respecto del papel que debe jugar el Estado en el desarrollo científico?
Ha habido dos factores complejos en este proceso que se dio en la Argentina. En los años 80 primó el objetivo financiero, de corto plazo, que se manifestó en empresas como las mesas de dinero, que hacían que la inversión en investigación pareciera ridícula. Luego, en la década siguiente, el aparato productivo se fue deteriorando. Ahora, en el fondo del pozo, parece surgir una oportunidad clara que cuenta con apoyo político por parte del Ministerio de Educación, de la Secretaría de Ciencia y Técnica e Innovación Tecnológica, así como por parte del Ministerio de Economía. La Secretaría de Industria, por ejemplo, tiene planes de fomento en sectores productivos con objetivos precisos, como la biotecnología, el gas natural, la informática y el diseño, todas áreas en las cuales el país puede tener ventajas comparativas.
¿Cree que también se está dando un cambio de mentalidad por parte de los científicos?
El concepto de la ciencia argentina fue el de no hacer ciencia aplicada. No es muy agradable decirlo públicamente, pero el tener tres premios Nobel fue un gran logro pero también un problema. Porque el científico sueña con ser premio Nobel y no con ser el gerente de producción o desarrollo en una empresa o un laboratorio privado. Esto ha cambiado mucho. En primer lugar, por motivos económicos. Y también porque el Estado ha ido comprendiendo todo este proceso de cambio.
¿Cómo ha sido, en el caso de Bio Sidus, ese encuentro entre el empresario y el científico? ¿Cómo se superaron esos prejuicios mutuos de los que hablaba?
Se necesitaron 20 años. Pero, hoy, la integración es fantástica, muy formativa. Bio Sidus es un modelo diferente dentro de la biotecnología porque, en general, estas empresas surgieron de científicos que decidieron tomar el camino empresarial y muchos de los cuales luego fracasaron por cuestiones ajenas a lo estrictamente científico, como las patentes. Por otro lado, las empresas que sobrevivieron y crecieron casi inevitablemente fueron compradas por multinacionales farmacéuticas y del ramo alimenticio. En cambio, nosotros somos un consorcio farmacéutico que financió un grupo de investigación durante 13 años, desde principios de los 80 hasta 1993, año en el que se alcanzó el punto de equilibrio. Aunque debo aclarar que posteriormente devolvió toda la inversión.
¿Cómo está ubicada Bio Sidus con relación a sus competidoras internacionales? ¿Hay una verdadera competencia o se trata, más bien, de dividir el mercado según objetivos y enfoques diferentes?
El plan de negocios de Bio Sidus está planteado en tres etapas. La primera, que mayoritariamente ha sido cumplido, consiste en comercializar los productos Interferón, Eritropoyetina, Filgrastim y Hormona de Crecimiento Humana, para el tratamiento del enanismo hipofisiario. En una segunda etapa, la empresa planifica a mediano plazo ingresar en los mercados de los países centrales con sus productos biogenéricos. Por último, el desarrollo de productos dentro del marco de patentes, es decir altamente innovadores y autónomos. En ese aspecto hemos sesgado la investigación al desarrollo de moléculas que den solución terapéutica a las enfermedades del Tercer Mundo, como el cólera, la malaria y el dengue.
¿A qué obedece este enfoque regional y, de alguna manera, también marginal?
En primer término, porque no se trata de megamercados farmacéuticos, como pueden ser el del Alzheimer, el de productos coronarios o del HIV/Sida. En segundo, porque las compañías multinacionales no hacen foco en estos campos, que muchas veces son ajenos a sus realidades y cuyo volumen de negocios no les resulta tan atractivo. Otro factor importante es que existe una red de conocimientos, tanto en la Argentina como en otros países con nuestro mismo nivel de desarrollo, como son Brasil, México o India, que puede permitir el trabajo en equipo y generar un núcleo de investigación para dar solución a los problemas que aquejan a nuestros países.
¿Cuáles son sus mercados actuales?
Actualmente le vendemos a toda América latina, desde México hasta la Argentina, con Brasil como uno de los principales mercados. Además, exportamos a China, India, Pakistán, Indonesia, Marruecos, Túnez, Tailandia y Líbano, entre otros. Ahora, lo que se abre es el mercado de los biogenéricos, que es de un volumen fenomenal y al que tenemos que entrar con algún socio. Pensar que podemos ir a Europa a vender nuestros productos con la marca Bio Sidus es bastante utópico y arriesgado.
Biotecnología: lento regreso de inversiones
Corren aires primaverales en biofarmoquímica. Después de casi tres años en un cono de sombras creado por el derrumbe de acciones tecnológicas, las empresas tienen más confianza: varias drogas de vanguardia han hecho progresos y vuelven las inversiones en el área. El índice bursátil global del sector llegó a recobrar hasta 45% en 2003. Recursos para IyD La biotecnología también saca partido de problemas farmoquímicos. En particular, la declinante productividad del área IyD. En tanto la cantidad de drogas autorizadas no ha cambiado en los últimos años, los gastos en IyD subieron con ímpetu. |
¿Ya tienen seleccionados los socios para esos mercados?
Estamos conversando, pero aún no hay acuerdos firmados. Lo que buscamos es una mecánica de complementación. La idea es hacer dos inversiones muy importantes; la primera, destinada a adecuar nuestra planta de producción de materias primas a los requisitos europeos y estadounidenses. Además, uno de nuestros objetivos es contar con una planta de manufactura que responda a esas exigencias y que puede estar en Europa, e incluso ser una planta existente. Pretendemos tener una planta de manufactura en Brasil y otra probablemente en China o India.
¿Cuál es el grado de dificultad que presenta ingresar en esos mercados?
Hoy producimos más de 55% de la Eritropoyetina que se vende en Latinoamérica. En la Argentina vendemos más de 70% del total. Y lo logramos compitiendo con multinacionales de primer nivel. Se trata de una competencia muy dura porque las empresas multinacionales, que en los mercados del primer mundo venden un producto a US$ 40, pueden llegar a bajarlo a US$ 6 para ganar una licitación en Brasil.
¿Cuál es el componente social de una empresa como Bio Sidus?
No es lo mismo hacer bulones que hacer un desarrollo transgénico; es diferente ganar dinero haciendo algo con cierta trascendencia. Desde lo económico tal vez sí, pero la trascendencia y la gratificación no son las mismas. Además de los criterios éticos y el sentido nacional, también hay una responsabilidad social, que pasa por que lo que se produzca tenga un fin que llegue a la sociedad. Esto es lo que más atrae a los investigadores. Los científicos se dan cuenta de que finalmente colaboran con el proceso productivo del país y ésa es una satisfacción muy importante. La inversión en tecnología tiene esas satisfacciones, pero además hay que transmitirle a los empresarios que la inversión en biotecnología es tremendamente rentable al final es lo más atractivo.