¿A qué responde el hecho de que las empresas locales sólo se acercan a las universidades con el propósito de incorporar recursos humanos? ¿Cómo se revierte esta situación? ¿Pueden citarse otras modalidades de interacción?
Para el secretario de Políticas Universitarias, Juan Carlos Pugliese, debe hacerse un distingo en relación con el modelo económico: En los 90, las empresas no requerían de las universidades más que la formación de personal calificado, principalmente en lo financiero y en el área de servicios; de allí las pasantías. Ahora, con otro enfoque económico y con el proceso de sustitución de importaciones en crecimiento, se advierte una mayor demanda y mayor exigencia por parte de las empresas.
Por otra parte, en el marco de la sociedad del conocimiento, con universidades que cumplen el papel que las fábricas tuvieron en la sociedad industrial, la interacción debe ser intensa, observa Pugliese. Y agrega que en la actualidad se desarrollan experiencias de gran valor, como por ejemplo el cluster de empresas que participan en el polo informático de la Universidad Nacional del Centro de la provincia de Buenos Aires, y la producción de hormonas del crecimiento entre la UBA y el laboratorio Bio Sidus, entre otras experiencias apoyadas por la Agencia Nacional de Ciencia y Tecnología.
En teoría
Sin lugar a dudas, la promoción del vínculo entre la universidad y la empresa (U-E) no es una preocupación reciente en la Argentina. Por el contrario, la idea de relacionar a estos dos actores está presente en la bibliografía especializada desde hace más de cuatro décadas. No obstante, y aunque los planteos de entonces no diferían en sustancia de los actuales, han sido escasos los avances en el asunto.
Para el sociólogo e investigador Leonardo Vaccarezza, profesor de la Universidad Nacional de Quilmes, según afirma en un artículo de su autoría, hablar de la vinculación U-E (incluso) en América latina se ha convertido en un lugar común que quizá vaya perdiendo su atracción inicial.
Y añade que, en los últimos tiempos, el discurso al respecto se ha desplegado al conjuro de las reformas estructurales propugnadas desde el neoliberalismo económico dominante en los años 80 y 90, formando parte de un pensamiento coherente en el que se conjugan, entre otros:
- la revalorización de las universidades como principales instituciones del entorno empresarial;
- la revalorización del empresario como agente primario de innovación y del sistema productivo;
- la disolución del papel del Estado en tanto motor del desarrollo tecnológico;
- el desentendimiento estatal (relativo) respecto del financiamiento de la educación universitaria y de la investigación científica en general;
- la consigna indiscutible de que la tecnología es la fuente primaria de competitividad internacional.
Tal visión, denominada neovinculacionismo, se diferencia de la propuesta política anterior, la vinculacionista, cuyo planteo se basaba en una conceptualización lineal de los procesos de innovación, dependiente del accionar estatal y demás unidades públicas de investigación y desarrollo (I+D). No obstante, en la actualidad coexisten y se combinan ambas perspectivas.
Según un trabajo elaborado por Hernán Thomas y Mariana Versino (especialistas en política científica y tecnológica), el recorrido neovinculacionista se inicia asumiendo la teoría elaborada de los países centrales como universal y se asimila luego la propuesta en el plano local. Así, para los autores, las descripciones de los estudios de caso aparecen como ejemplos de ingeniería institucional.
Uno de los principales arreglos institucionales utilizados fue el de las incubadoras de empresas. Las experiencias de generación de incubadoras de empresas en la Argentina no parecen mostrar una trayectoria acorde a las expectativas iniciales. Muchas veces se han planteado explicaciones del fracaso relativo vinculadas a déficit de implementación o inexperiencia de los actores implicados en la concepción y planificación, explican Thomas y Versino.
Luego, concluyen que generar y formar agentes de mercado en este tipo de escenarios tal vez sea una misión excesivamente restringida y, por otro lado, excesivamente abrumadora para la universidad pública: Una cosa es que las universidades sean estatales y otra, muy diferente, es que puedan sustituir al Estado.
Obstáculos
Vaccarezza explica que la relación U-E es un fenómeno complicado: La universidad no es un prestador monótono de saberes sino una entidad afectada, tanto en su organización como en el contenido de su producción, por la vinculación con la empresa; de hecho, la agenda de investigaciones es con frecuencia influida por la fuente de interacción empresarial y los problemas tecnológicos puntuales estimulan nuevos campos de indagación académica. La interlocución con la empresa ha demostrado ser posible cuando existe en ésta una unidad de I+D desarrollada.
La receptividad de conocimientos no se refiere a saberes tecnológicos propiamente dichos sino a información científica que puede ser procesada, intercambiada y aplicada a los problemas concretos de la planta. Se ha demostrado que muchos otros actores intervienen en el proceso de innovación, por lo que la interacción U-E no es suficiente para garantizar el cambio: el proveedor de equipos, la consultora privada y el actor financiero del proceso, entre otras cuestiones, intervienen, no de manera pasiva, sino imponiendo condiciones, sugiriendo alternativas, reclamando en función de sus propios intereses, redondea.
A partir del trabajo de Vaccarezza, se observa que las peculiaridades que influyen de manera negativa en la viabilidad de la asociación U-E, se originan tanto en las universidades y comunidades académicas, y en las empresas como también en el plano gubernamental y de las políticas públicas.
En ese sentido, el rector de la Universidad Torcuato Di Tella, Juan Pablo Nicolini, hace un mea culpa al razonar: Cuando la relación entre U-E no funciona como en el mundo desarrollado, y efectivamente en la Argentina no funciona así, la pregunta que debemos hacernos, desde la autocrítica, quienes estamos en las universidades es: ¿qué estamos haciendo mal?.
Pugliese, en tanto, explica que desde hace un tiempo se advierte, por parte del empresariado argentino, en primer lugar, una fuerte toma de conciencia de la importancia del conocimiento en la producción económica y del rol de la universidad y, luego, la necesidad de recurrir a la universidad para mejorar la calidad de la producción y también para sugerir los cambios que deben realizar a fin de responder a las demandas de la época.
Puntos de partida
Ahora bien, ¿cuál es el grado suficiente de constitución de la estructura de vinculación U-E?
Según un trabajo elaborado por Vaccarezza hace tres años, ello implica: en primer lugar, una oferta y demanda de conocimientos entre la instancia académica de generación y acumulación y su incorporación a la producción de bienes y servicios. Aquí, la universidad, en mayor o menor medida, ejerce una función de oferta. En segundo término, una valoración económica del conocimiento en tanto bien que es equivalente a otros bienes económicos. Tercero, la adopción del punto de vista del otro (en particular del investigador académico para conocer las necesidades de conocimiento empresarial). Cuarto, la estabilización relativa de reglas y procedimientos de rutina, implicando una diferenciación más o menos explícita de funciones y especialización de roles. Quinto, la sujeción parcial de los objetivos académicos a las obligaciones emanadas de la vinculación. Y, por último, la construcción de un conocimiento tácito entre las partes, pues es sabido que una de las dificultades más severas para la viabilidad de la vinculación U-E es la ausencia de una comunidad de conocimiento entre las partes, concluye.
Algunos autores dan cuenta de que la viabilidad de la asociación U-E es mayor en la medida que las empresas han incorporado investigadores expertos que pueden dialogar con el medio académico.
La comunidad científica
Diego Grosz, doctor en Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN), que trabajó durante más de tres años en Lucent Technologies (una de las empresas más importantes en sistemas de comunicación en el mundo), considera que faltan unos cuantos eslabones en la cadena. En las empresas hay muy poca gente con conocimientos técnicos y capacitada como para evaluar un proyecto científico, remarca. Enseguida completa: Si un director no entiende un tema puntual, debería contar con un especialista o, al menos, con un conocido a quien pueda llamar para comprender el problema.
Porque considera que ese punto representa una de las falencias más preponderantes que exhiben las empresas argentinas orientadas a la materia de su especialidad, las telecomunicaciones, Grosz agrega: En nuestro país, hay sistemas de comunicación instalados en los 90 que son muy modernos. Sin embargo, ese nivel de innovación no se tradujo en la capacitación de los recursos humanos que supieran qué pasa dentro de esos sistemas. Sucede en muchos casos que empresas líderes, cuando tienen alguna dificultad o desperfecto, deben recurrir a los proveedores de esas tecnologías, que son extranjeros, porque por sí solos no pueden resolverlo.
Del mismo modo, en algunos casos los profesionales a cargo de mantener, por ejemplo, una red de fibra óptica de 13.000 kilómetros son sólo tres cuando deberían ser más de 100 y con una formación mucho mejor, cuenta resignado.
El economista Andrés López, investigador principal del Centro de Investigaciones para la Transformación (Cenit), coincide con sus colegas en que debe alentarse la asociación entre U-E, a la vez que subraya la necesidad de despejar algunos malentendidos ideológicos que se dan en el marco académico, según los cuales muchos sostienen que si la universidad pública se vincula con el sector privado es como venderle el alma al diablo.
Vocación empresarial
Ernesto Calvo, director del Laboratorio de Electroquímica Molecular de la FCEN, como otros entrevistados, destaca el papel del grupo Techint en su vocación por la investigación y el desarrollo científico en la Argentina. Además, de la empresa de la familia Rocca menciona los convenios que su departamento tiene firmados con Motorola de Estados Unidos y Samsung de Japón.
A López, que también trabajó con Techint, le preocupa que sean tan pocas las empresas comprometidas en la misma línea que ese grupo. Haciendo ostentación de título, critica: Parece que en nuestro país la política económica está regida sólo por la política del tipo de cambio, y sugiere la implementación de incentivos o algún tipo de traba arancelaria tal como ocurre en Brasil, que tiene un importante desarrollo en las áreas informática y de telecomunicaciones protegidas con aranceles moderadamente altos.
Pugliese se muestra optimista una vez más: Estoy convencido de que la vocación empresarial pasa hoy por articular políticas de formación con las universidades y que éstas responderán muy bien a esa vocación que hoy es una necesidad. Vivimos el comienzo de otro tiempo donde la interacción U-E será natural. Nuestro punto de partida es muy bajo, pero tenemos un diagnóstico muy certero, un rumbo trazado y estamos dando firmes pasos en la dirección correcta.
A su vez, Nicolini aporta: Yo creo que desde las universidades debemos mostrar a las empresas que somos una herramienta para construir un país mejor, para que el mercado que ellas deban enfrentar dentro de diez años, duplique al actual. Ése es un rol que las universidades no podemos eludir, porque si las empresas no se involucran debemos saber por qué. A su juicio, la respuesta es que las universidades argentinas, en los últimos 30 años, no se han mostrado como instituciones donde valga la pena invertir: tenemos que trabajar para que dentro de diez años la sociedad nos mire de manera distinta.