“No exagerar con los controles regulatorios”

    ­Los entes regulatorios se han puesto muy exigentes después de los grandes escándalos. ¿Cómo incide eso en la actividad normal de las empresas?
    Michael Rake: ­Los escándalos provocaron el colapso de la confianza en los mercados de capitales. Hoy la gente desconfía de auditores, directores, abogados, bancos de inversión todos perdieron credibilidad. Es indudable que la reforma era necesaria luego de semejantes incidentes, pero debe ser equilibrada. Nos preocupa una reacción exagerada que pierda de vista el objetivo. La ley Sarbanes-Oxley exige cosas necesarias (rotación de auditores, más poder a las comisiones internas de auditoría). Lo que me parece desproporcionado es el tiempo que se dedica ­ en Estados Unidos y otros países ­ a repensar el gobierno de la empresa, a aplicar controles internos y externos que llevan mucho tiempo y no siempre son productivos. Si no se encuentra el equilibrio justo se distrae tiempo que debería usarse para trazar la estrategia.

    ­¿Qué opinan sobre la ley Sarbanes-Oxley?
    M. R.: ­Creo que es un marco razonable para comenzar a mejorar el gobierno de la empresa. Sin embargo, por más que éste se modifique, algunas empresas van a fracasar. La gente tiene que entender que hacer negocios significa correr riesgos. Así es como las empresas a veces ganan dinero y otras lo pierden. Y no necesariamente porque alguien haga algo mal, sino porque no todas las empresas triunfan. El tema es, en el caso de un fracaso, si se actuó de buena fe. Por más que cambie la manera de gobernar la empresa, la ley nunca va a poder impedir que un bandido inteligente y decidido haga trampa. Las leyes no alcanzan para cambiar la conducta humana. Debemos entender que en una empresa una personalidad dominante puede tener también una influencia dominante, y ante eso no hay reglamentación que valga. Lo que sí se puede ­y esta ley lo hace­ es establecer un marco de referencia que defina la manera adecuada de gobernar la compañía con mecanismos de control que impidan el abuso de un poder individual.

    ­¿Wall Street está reemplazando los valores democráticos por los de una selecta minoría?
    M. R.: ­La razón de ser del capitalismo es crear riqueza y empleo, no para unos pocos sino para un gran número de personas. En caso contrario, nada puede decirse en su favor. Las empresas deben entender que tienen una responsabilidad con la comunidad y con la sociedad. Si no actúan con responsabilidad no van a prosperar por una simple razón de negocios. Los consumidores eligen. A igual calidad, precio, etc., van a preferir comprarle a la compañía con reputación de buen ciudadano. Lo mismo ocurre con los graduados, ellos también van a preferir trabajar en una empresa que se haya ganado el respeto de la sociedad.

    ­A las auditoras se las acusa de haber hecho la vista gorda ante muchos de los desmanes. ¿Cuál es la responsabilidad social de la profesión contable?
    M. R.: ­Las firmas de auditoría, creo, en muchos casos pecaron de ingenuidad al tratar con las empresas. También debería haber habido mucha más comunicación entre los auditores y los comités de auditoría. La pregunta es: ¿se dieron cuenta los auditores de que había cosas que tal vez parecían estar bien en forma individual pero que juntas definitivamente no estaban bien? Creo que tendrían que haber batido el tambor muy fuerte ante los comités de auditoría. Aquí es donde la profesión tiene que aprender a mostrarse firme en la ejecución de su responsabilidad. Cuando un auditor llega supone que todos son honestos y competentes. Si luego descubre que no son competentes, trabaja más. Pero si descubre que no son honestos tiene que renunciar. Es muy difícil auditar una compañía con gente deshonesta.

    En algunos de los casos hubo fraude o mala representación de los hechos. En otros, parecería que el auditor no actuó con la suficiente firmeza. Mi opinión personal es que todas las personas vinculadas al mercado de capitales ­y eso nos incluye a casi todos: los que informan, negocian, auditan, asesoran, etc.­ todas le fallaron al sistema. Por eso el problema que tenemos ahora es de falta de confianza. La gente no cree en las declaraciones financieras, no sabe cuándo un sueldo es justo, no sabe quién es honesto, ni quién maneja la compañía para los accionistas o para sí mismo.

    ­¿Creen que el gobierno de la empresa es un tema que va a discutirse pronto en nuestro país?
    Alberto Schuster: ­Ya es tema de discusión. Hemos redactado, con el grupo Idea Fundece, un código de mejores prácticas empresariales para la Argentina. Lo presentaremos en breve en una conferencia sobre gobierno de la empresa. La idea es ir a las autoridades, presentar el código e intentar que lo apliquen las empresas argentinas, no sólo las compañías que cotizan, que acá son pocas, sino las muchas que tienen una alta responsabilidad social, las de servicios públicos, las AFJP o los bancos. Idea Fundece propone que todas adopten las reglas del código y que las autoridades hagan un poco más para obligar a que se cumpla. El código reclama una mayoría de directores independientes dentro del directorio; reforzar las atribuciones del comité de auditoría; reforzar lo que tiene que ver con la transparencia, el tratamiento de los accionistas minoritarios, que en la Argentina no han sido muy bien tratados; todo lo que es la información que se le da al mercado vía Internet o lo que se da antes de las asambleas; cómo funcionan los directorios; cómo se da la relación entre el presidente del directorio y el ejecutivo principal de la compañía.

    ­Usted ha dicho que cree firmemente en el modelo de oferta multidisciplinaria (asesoramiento financiero, comercial, impositivo y legal) para una firma contable. Sin embargo, KPMG vendió en 2002 su división consultoría. ¿Fue sólo para cumplir con la exigencia de los reguladores?
    M. R.: ­Ya en 1998 habíamos decidido desprendernos de los grandes negocios de consultoría. Primero ­y esto lo he dicho en público muchas veces­ porque advertíamos un problema comercial. Ese negocio había crecido demasiado para una firma contable. Para manejarlo necesitábamos ser empresa pública, comprar empresas de tecnología y contratar profesionales que pretendían opción de acciones. Aquella decisión aludía sólo a los grandes proyectos de asesoramiento. El segundo problema era de independencia. Hacer integración de sistemas con clientes que auditábamos podía interpretarse como un gran conflicto de interés.

    Hecha esta aclaración, sigo creyendo que debemos ser una firma multidisciplinaria. Se necesitan muchas habilidades para auditar áreas diferentes y dar esos servicios separadamente. No podemos auditar sólo con contadores. Además, aunque está bien que se restrinjan los servicios de auditoría a las empresas públicas, 80% del negocio está en el mercado medio, en empresas que no tienen mucho personal, que no pueden tener varias empresas asesoras y quieren, por tanto, que una sola les brinde todo el asesoramiento que necesitan. Las restricciones se mantienen para las grandes empresas públicas donde puede haber conflictos de interés. Lo que no vamos a hacer más es asesoramiento legal. Haremos auditoría, asesoramiento en impuestos, presupuesto, asesoramiento de riesgo y financiero. El plan es limitarnos a hacer lo que mejor hacemos. Si no brindáramos este surtido de servicios para las empresas medias, en muchos países no podríamos operar. Hay clientes que no nos dan la auditoría si no damos este otro tipo de servicio.