Polémica: ¡Es la economía, estúpido!

    La famosa frase, que se convirtió en emblemática de la victoriosa
    campaña electoral de Bill Clinton a principios de la década pasada,
    tiene hoy más vigencia que nunca en nuestro contexto.
    No hay que llamarse a engaño: las urgencias económicas existen
    aunque no se las quiera reconocer. Antes vivíamos la ilusión del
    uno a uno, y ahora la de que no existe la deuda. Como no la pagamos, no es un
    problema. Pero los márgenes se achican cada vez más y la realidad
    impondrá su dureza. Lo mismo vale para las tarifas: alguna vez habrá
    que aumentarlas.
    La sabiduría convencional –que no suele ser sabia– acuñó
    hace tiempo un axioma: el problema argentino no es la economía. Es la
    política, se dice. Las turbulencias de la economía y toda la conmoción
    social se explican, en esta idea, con los desaciertos de los políticos
    o, en todo caso, con el exagerado énfasis que se pone de manifiesto en
    un incesante bullicio político.
    Tal vez sea tiempo de replantearse este concepto. Alfonsín popularizó
    aquello de que “con la democracia se come, ….”. Pero fue su desentenderse
    de la realidad económica lo que precipitó su salida. De la Rúa
    no quiso hacer más que menemismo prolijo cuando ya no había margen,
    y su incomprensión de la realidad económica terminó en
    catástrofe.
    En cambio, Carlos Menem durante su primer mandato, y Eduardo Duhalde en su corto
    interregno, privilegiaron las exigencias económicas y tuvieron éxito.
    Uno consiguió la reelección, y el otro entregó el poder
    sin sobresaltos cuando un año antes el país estaba en llamas.
    Todo lo que ha venido haciendo el presidente Kirchner es comprensible desde
    la perspectiva política y de la urgente necesidad de acrecentar el magro
    poder con el que llegó a la Casa Rosada. Puede que los dichos del vicepresidente
    Daniel Scioli fueran inoportunos o inexpertos. Sin duda no estaban destinados
    a entusiasmar a la opinión pública. Pero tenían un atento
    auditorio.
    El fulminante castigo presidencial dejó huellas tal vez irreparables.
    Néstor Kirchner comenzó además a frecuentar empresarios,
    un frente que había descuidado en demasía. Pero una cosa es atenderlos
    y otra es crear una relación sólida. Lo que el entorno presidencial
    vio con preocupación es cómo alrededor del vicepresidente se iba
    nucleando la base de lo que podría llegar a ser una poderosa coalición
    de desencantados e irritados.
    Y no fue por mérito de Scioli. El accionar presidencial puede haber sido
    decisivo en empujar a tantos adversarios diversos a las vecindades del antiguo
    motonauta.
    Lo cierto es que las últimas semanas estuvieron marcadas por la contradicción
    entre las buenas noticias que surgen de los indicadores económicos y
    los fantasmas que desata la disputa surgida en el seno del Poder Ejecutivo.
    La economía continúa creciendo. Cerró el segundo trimestre
    del año con un crecimiento mayor a 7% en relación con el mismo
    período de 2002 y terminará el año con un aumento del PBI
    cercano a 6%.
    En el mismo sentido, el indicador de la actividad industrial volvió a
    mostrar una variación positiva, después de tres meses consecutivos
    de caídas. El EMI creció 1,5% en términos desestacionalizados
    respecto de junio, impulsado por el buen comportamiento que mostraron algunos
    sectores tales como la producción de alimentos, las actividades de impresión
    y editoriales, la producción de materiales para la construcción,
    de productos químicos, de caucho y plásticos y la metalmecánica.
    El cambio de precios relativos derivado de la salida de la convertibilidad y
    el manejo ordenado de las políticas monetaria y fiscal, que permitieron
    estabilizar la situación después del desborde de hace poco más
    de un año alcanzan, por ahora, para sostener un aumento del nivel de
    actividad.
    Este crecimiento surge de la mera normalización de las actividades económicas,
    aun a pesar de la ausencia de políticas públicas específicas
    y de la demora en resolver cuestiones pendientes que requerirán en algún
    momento una definición, tales como el aumento de tarifas de los servicios
    públicos y la normalización de las relaciones financieras.
    La segunda de estas cuestiones, comprende un arco complejo que va desde el acuerdo
    con el FMI y el paulatino saneamiento del sistema financiero, para culminar
    con la reprogramación de la deuda externa y el reingreso del país
    a los mercados financieros internacionales.
    Sólo cuando todo este trayecto haya sido recorrido con éxito,
    podrá la economía volver a contar con la oferta de crédito
    necesaria para financiar un proceso de crecimiento sostenido.
    Mientras tanto, el impulso alcanza para crecer este año y tal vez el
    próximo, lo que no es poco si recordamos de dónde venimos, pero
    tampoco alcanza para festejar demasiado, si tenemos en cuenta que crecer 6%
    este año y 4% el próximo apenas nos dejan algo por encima del
    nivel de PBI del año 1996 o, peor aún, con un PBI per cápita
    apenas superior al del año 1992.
    Estas comparaciones no dejan dudas acerca de lo largo y difícil que es
    el camino a recorrer, sobre todo si el poder político no sólo
    se maneja, en muchas ocasiones, con excesiva parsimonia, sino incluso, como
    ocurre ahora, emite señales preocupantes, sobre todo teniendo en cuenta
    la historia cercana.

    Tecnología: la gran y nueva revolución

    Comenzará en los próximos meses, cuando el gobierno de Singapur
    y las grandes empresas de tecnología inicien una prueba de alcance y
    duración sin precedentes. Objetivo: acercarse a la “casa interconectada”.

    Mientras no se reactive la venta de computadoras o de teléfonos celulares,
    la casa del futuro se presenta como el gran mercado para productos tecnológicos.
    Las empresas de tecnología calculan que pronto podría manifestarse
    una mayor demanda de objetos cotidianos para conectar a las redes de banda ancha.
    Hasta ahora, los diversos experimentos han sido encarados siempre por empresas
    individuales. El de Singapur es el primer intento serio de ampliar el alcance.
    Más de 400 familias se están mudando a hogares diseñados
    especialmente para poner a prueba cinco visiones diferentes de la “casa
    interconectada”.
    La tecnología para este proyecto proviene de cinco consorcios: fabricantes
    de electrodomésticos, empresas de redes de banda ancha, especialistas
    en entretenimientos digitales, empresas de pago on line y compañías
    de bienes raíces. Entre las 33 empresas involucradas figuran Samsung,
    Philips, LG Electronics, Sun Microsystems, Real Networks y Visa.
    Cada grupo arma una forma de hogar interconectado ligeramente diferente. Por
    ejemplo, el consorcio Unihome, que incluye a Philips, conecta gran parte de
    su tecnología usando banda ancha Wi-Fi inalámbrica e infrarroja,
    mientras que el consorcio world@Home, donde está Samsung, propone tecnología
    que permite a los usuarios controlar cosas como el televisor o el video grabador
    con la función texto de sus teléfonos celulares.
    Las pruebas tienen como misión demostrar cuáles sistemas funcionan
    mejor. El gobierno de Singapur se propone publicar los resultados de la investigación
    a principios de 2004.
    A primera vista las casas parecen convencionales. Pero, al mirar con detenimiento,
    se advierte que hay menos cables que en una casa cualquiera. Todos los aparatos
    eléctricos (aire acondicionado, artefactos lumínicos, etc.) están
    conectados con tecnología inalámbrica (Wi-Fi o infrarroja). Hay,
    además, algunos objetos nuevos que pueden llamar la atención.
    Por ejemplo, todas las casas equipadas por Philips incluyen un iPronto, una
    pantalla electrónica portátil del tamaño de un mantel individual,
    desde donde los usuarios pueden controlar toda la red hogareña.
    En las casas equipadas por Samsung, en cuanto alguien toca el llamador de la
    puerta de entrada, una cámara toma la foto de la persona y la envía
    al celular de los dueños.
    Hay por lo menos ocho tipos diferentes de formatos propuestos para la interconexión
    hogareña. Uno de ellos es Bluetooth, una tecnología infrarroja
    conocida como IEEE 1394 que aprovecha la energía de los cables domésticos.

    Los costos de este ensayo ascienden a US$ 12,5 millones. Esto da una idea del
    interés de las empresas por acelerar la llegada de este tipo de productos
    al mercado. Sin embargo, muchos creen que los consumidores serán el factor
    determinante para que la tecnología sobreviva o no.

    Hacia dónde van las reformas contables

    La ola de cambios propuestas desde Enron ha creado un mar de confusión
    donde nada se ve con claridad. No se sabe cuáles se adoptarán
    y en qué forma, dice Robert E. Litan, vicepresidente de investigaciones
    económicas de Brookings Institution.
    En cuanto estallaron los escándalos aparecieron toneladas de propuestas,
    dijo Litan en una conferencia titulada “Agenda para la reforma”. El
    mercado entró en una etapa en la cual trataba de inducir correcciones
    a directorios y contadores. Luego se sumaron a la cruzada los organismos de
    vigilancia financiera (la Bolsa de Nueva York y el Nasdaq).
    Más tarde hizo su entrada el Congreso, que en julio de 2002 propuso y
    aprobó la ley de reforma contable y protección al inversor, que
    luego pasó a llamarse Ley Sarbanes-Oxley, por sus redactores.
    Todo esto es importante, dice Litan, porque exige un nuevo organismo supervisor
    para la actividad auditora, porque limita las atribuciones de los auditores
    al impedirles ejercer simultáneamente funciones de consultoría
    y porque fija penas carcelarias a quienes violan sus términos.
    Cuando los problemas de Enron y sus sucesoras tomaron dominio público,
    el sistema estadounidense de principios contables generalmente aceptados (Generally
    Accepted Accounting Principles, o GAAP) fue acusado de ser corresponsable de
    las malas prácticas descubiertas. Litan lo defiende porque, a su entender,
    los problemas en Enron, WorldCom, Tyco y Xerox fueron simplemente equivocaciones
    en el asentamiento de ingresos y gastos.
    En lo único que Litan sí adjudica responsabilidad al GAAP es en
    lo que se refiere a la contabilización de opciones accionarias. En lo
    que se refiere a la capacidad de hacer cumplir las nuevas reformas, Litan es
    ”cautelosamente optimista”, aunque se preocupa por la aguda politización
    de un proceso en el cual la elección del presidente del directorio del
    nuevo cuerpo de vigilancia exigido por la ley Sarbanes Oxley, fue manejada por
    la SEC.
    Otra de las preocupaciones del disertante es que la SEC no haya recibido los
    US$ 300 millones del presupuesto que necesita para hacer cumplir sus resoluciones.
    La administración Bush envió US$ 100 millones.
    Litan duda, también, de que el FASB y el International Accounting Standards
    Board (órgano que supervisa la contabilidad europea) logren ponerse de
    acuerdo y acepten un único conjunto de normas internacionales para 2005.

    Pero aun en el caso que haya acuerdo para 2005, Litan se pregunta si tendrá
    éxito. Ya hay un gran atraso en el proceso de ajustar la contabilidad
    a los cambios en el mundo comercial y financiero. Si el FASB y el IASB tienen
    que redactar nuevas reglas en tándem, eso podría llevar más
    tiempo. Y si los ajustes se atrasan, FASB, IASB o países individuales
    de Europa podrían comenzar a emitir interpretaciones provisorias. “Con
    el tiempo estaremos de nuevo en la torre de Babel”, vaticina Litan.

    Fin de las opciones remuneratorias

    “Sin duda, la eliminación de opciones accionarias como forma de
    pago en Microsoft tiene un valor simbólico enorme. Además, el
    acuerdo con J. P. Morgan Chase para recomprarlas barato liquida el mito de su
    valor como incentivo al personal”. A criterio de John Pender, analista
    londinense, el segundo punto es quizás el más trascendente. Se
    trata del convenio entre Microsoft y J. P. Morgan Chase, por el cual éste
    recomprará a precio bajo opciones próximas a vencer, en poder
    del personal. Ello significa que el sector tecnológico desinfla el mito
    de las opciones como incentivos de alta motivación, capaces de identificar
    los intereses de la gente con los de los accionistas de la empresa.
    “La triste realidad –sostiene el experto– es que, por años,
    las opciones accionarias han ejercido perversa influencia en los negocios. Para
    empezar, alumbraron una generación de managers dedicados a saquear activos
    o a traicionar accionistas”. Tangencialmente, a menudo también se
    vaciaban fondos jubilatorios del personal. Pender admite que “los abusos
    no eran tanto premeditados como promovidos por una contabilidad laxa. Dado que
    las empresas no estaban obligadas a registrar esas opciones entre los gastos,
    muchos ejecutivos acabaron creyendo que eran gratis”.
    Ese equívoco permitió otorgar opciones como caramelos a directores,
    gerentes, profesionales y técnicos. Es más: se convertían
    esos costos invisibles en ingresos, porque eran deducibles a fines tributarios.
    Por ende, el abuso de opciones remuneratorias y la falta de transparencia contable
    contribuyeron a la burbuja bursátil (punto com, vanguardia tecnológica,
    telecomunicaciones) de 1997 en adelante. Hoy, cuando el pago con opciones se
    elimina o se asienta como gasto, resulta mucho más difícil sostener
    burbujas como la desencadenada el trimestre anterior, centradas en paneles tecnológicos.
    De ahí la “politización” –apoyo bursátil
    a la reelección de George W. Bush– y la consiguiente batería
    de indicadores, pronósticos y análisis a medida del mercado, no
    de la realidad económica.
    Pero el recurso tenía otro aspecto peligroso, que surgió cuando
    las empresas norteamericanas –especialmente las tecnológicas–
    se dedicaron a recomprar acciones. ¿Para qué? Para compensar la
    sobreemisión implícita en la entrega masiva de opciones, que significaba
    un exceso de papeles que descapitalizaba el paquete y su valor para los accionistas
    verdaderos. De acuerdo con estimaciones privadas, más de 90% de los US$
    150.000 millones en acciones recompradas durante el año pico de la burbuja
    (2000) fue a manos de ejecutivos y empleados.
    El tercer factor de riesgo fue aun menos advertido: “Las recompras de acciones
    originadas en opciones –explica Pender– se financiaban vía
    endeudamiento. Ergo, ahora los balances sufren las consecuencias de un apalancamiento
    excesivo y el abuso de opciones remuneratorias como incentivos”. En este
    aspecto, WorldCom, Vivendi Universal o Enron fueron sólo casos patológicos,
    pero no excepciones.
    En suma, las opciones accionarias fueron tan estimulantes en la burbuja como
    desmotivadoras al desinflarse los mercados. Su empleo “es un excelente
    ejemplo de incentivos aplicados por comités de remuneración y
    consultores con una charlatanería y un amateurismo increíbles”.
    Al respecto, el columnista se detiene en la banca, “cuyos gerentes de créditos
    eran premiados por prestar a cualquiera. Así estallaron crisis de solvencia
    en Latinoamérica, el negocio inmobiliario en Estados Unidos, las redes
    de fibra óptica, etc. Ahora, tenemos operadores, analistas y medios incentivados
    para promover otra manía de fusiones y adquisiciones”. Para peor,
    bancas de inversión y firmas de valores “no ajustan bonificaciones
    según riesgos y esto eriza los pelos”. M