Diferencia entre el discurso y la acción

    El nuevo Presidente ha sido cauteloso en materia económica. No quiere
    crear expectativas que a poco pueden convertirse en frustración. Además,
    al poner el acento de las primeras medidas en los planos institucional, político
    y social, refleja una tónica que pretende dar contenido a su gestión.
    Es cierto que hay temas centrales del campo económico en debate y que
    el FMI pone presión para su pronto abordaje. Pero también lo es
    que el Ejecutivo conoce las batallas que deberá librar en el Congreso
    y la necesidad de consolidar el incipiente proceso de recuperación.
    Las exigencias del Fondo pasan por formular una reforma impositiva integral;
    por asegurar un nuevo sistema de coparticipación federal en la distribución
    de lo que se recauda por tributos, una reformulación del sistema financiero,
    un pronto aumento en las tarifas de servicios públicos, y una reestructuración
    de la deuda externa.
    Habrá un simulacro de ofensiva sobre el Parlamento con la presentación
    de varios proyectos de ley, pero en el Ministerio de Economía nadie se
    hace ilusiones.
    En la batalla parlamentaria, áspera y de larga duración, habrá
    que mechar los temas urgentes que reclamará la Casa Rosada, como la vía
    libre para el programa de obras públicas.
    Con certeza, se enviarán al Congreso proyectos para obtener acuerdos
    sobre un nuevo método de coparticipación federal (que será
    difícil definir este año); para compensar al sistema financiero
    por la pesificación asimétrica (se renovará el interés
    por la iniciativa a consideración legislativa); reformas al sistema financiero
    y a la carta orgánica del Banco Central (sin incluir la pretensión
    del FMI de privatizar la banca pública); y también sobre cambios
    en la estructura impositiva, tratando de eliminar los gravámenes distorsivos
    (sin mucha prisa de parte del Ejecutivo, que necesita mantener los niveles de
    recaudación fiscal).
    En cuanto al delicado tema de las tarifas, habrá seguramente un aumento
    de emergencia para calmar a las privatizas sin irritar demasiado a la opinión
    pública. El tema de fondo, la recuperación de rentabilidad de
    las empresas afectadas quedará supeditada al análisis previo de
    las ganancias obtenidas por las privatizadas y al cumplimiento de los contratos
    originales. Roberto Lavagna busca una ley que faculte al Poder Ejecutivo a redefinir
    un nuevo esquema, una meta realmente ambiciosa.
    Sobre la deuda externa, lo más probable es que el esfuerzo se centre
    en renovar otro acuerdo para dilatar pagos con los organismos multilaterales
    de crédito. Sería sorprendente que antes de fin de año
    comenzara una negociación en serio con los tenedores privados de deuda
    pública.

    Consensos

    La definición que finalmente tuvo la elección presidencial le
    agrega al análisis de la marcha de la economía y, en particular,
    a las perspectivas para los próximos meses un ingrediente negativo, si
    bien no del todo inesperado.
    Es cierto que aun cuando el Presidente hubiese triunfado en el ballottage con
    70% de los votos, esto no implicaba de modo alguno un cuadro político
    cohesionado que asegurara la gobernabilidad, ni mucho menos que la sociedad
    extendiera un cheque en blanco a partir del apoyo irrestricto a las personas
    o a las ideas del gobierno electo.
    No menos cierto es que, si de todas formas iba a ser necesario un arduo trabajo
    de construcción de consensos a partir de la gestión de gobierno,
    puede hacerse más difícil dada la forma en que el Presidente asumió
    (sin la consagración de la segunda vuelta).
    Lo más probable es que, en la medida que Néstor Kirchner se muestre
    firme en sus convicciones y sólido en sus argumentos, la inquietud inicial
    irá disipándose y los mercados seguirán en calma.

    No hay demasiado margen en lo inmediato para cambiar la estructura impositiva
    ni para encarar la reforma del régimen de coparticipación, dado
    el peso que hoy tienen las retenciones en la recaudación. Tampoco habrá
    avances significativos en la renegociación de la deuda ni recursos suficientes
    como para encarar la reforma del sistema financiero.
    Lo que cabe esperar es alguna iniciativa orientada a conseguir una renovación
    provisoria del acuerdo con el FMI que permita finalizar el año en calma
    y tomarse algún tiempo para discutir las condiciones para alcanzar un
    acuerdo de mayor alcance.
    En esta línea, lo más probable es que haya alguna ofensiva oficial
    para cumplir con los compromisos asumidos en el acuerdo vigente y que aun están
    pendientes, tales como el ajuste de las tarifas públicas, la definición
    de la compensación a los bancos por la pesificación asimétrica,
    y los amparos y la cuestión de la suspensión de las ejecuciones
    hipotecarias.
    Con relación al primer tema, lo más probable es que se intente
    con las privatizadas un acuerdo basado en una recomposición gradual y
    parcial de las tarifas que permita mejorar el cuadro actual con el menor costo
    político posible.
    Respecto de la compensación a los bancos, hay un proyecto de ley en el
    Congreso que incluye una discutida cláusula de atar el otorgamiento de
    los títulos públicos al aumento del crédito de las entidades
    financieras al sector privado. Más allá del loable objetivo de
    aumentar el crédito, no parece muy prolijo imponer un condicionamiento
    de este tipo, además de que parece bastante dudoso que el FMI lo acepte.
    En la cuestión de las ejecuciones, el objetivo de mínima sería
    asegurarse de que no habrá una nueva dilación impuesta por el
    Congreso.
    Por lo demás, lo más probable es que no vayan a producirse otros
    cambios de importancia, ni tampoco desvíos significativos en relación
    con la calma de los mercados financieros o respecto del sendero de recuperación
    de la actividad económica. M