Archipiélagos de la globalización

    “La crisis seguirá latente y los repuntes serán lentos, parciales.
    En esta fase, la globalización no genera un nuevo mundo, sino un archipiélago
    de bloques disímiles cuya hegemonía les cabrá a Estados
    Unidos, la Unión Europea y Asia oriental”.
    Así resume el cuadro de situación y las perspectivas internacionales
    un estudio conjunto de Lazard Frères y el Centro Einaudi (un sucesor
    del Club de Roma, pero en Milán). Técnicamente, el trabajo replantea
    las estadísticas económicas estadounidenses –los “grandes
    números”– para el trienio 1999-2001y saca una conclusión
    clave: “Gobierno y operadores advirtieron con notable retraso los tres
    trimestres de recesión vividos en 2001”.
    En otras palabras, la economía real estadounidense no comenzó
    a salir de la recesión de 1999 a fines de 2000, sino en octubre de 2001.
    Por lo mismo, los ataques terroristas del 11 de septiembre no ocurrieron en
    plena reactivación, sino a final de un repliegue. De hecho, algunos sectores
    mostraban exactamente ese perfil; por ejemplo, empleo, aerotransporte comercial,
    telecomunicaciones inalámbricas, hardware informático y entretenimiento.
    Por eso, Irak afectó diversas variables (en Estados Unidos) más
    de lo que podía esperarse y tuvo un impacto en la conducta de los consumidores
    poco proporcional al alza de los combustibles. Esa “recesión después
    de la recesión” fue disimulada por tasas exiguas, que estimulaban
    el endeudamiento familiar vía créditos hipotecarios y abuso del
    dinero plástico. A juicio del análisis, también la Unión
    Europea (UE) atraviesa una etapa de estancamiento y crisis sectoriales, aunque
    sin el peso que –para Estados Unidos– representan la ausencia de ahorro
    interno y los enormes déficit fiscal, comercial y de pagos.
    A pesar de la larga recesión japonesa o los riesgos deflacionarios que
    afrontan Estados Unidos y la UE (en vísperas de “una ampliación
    quizá prematura”), esos dos bloques y Asia oriental (Japón,
    China, Taiwán, Surcorea) plantean dos tendencias convergentes. Por una
    parte, dominarán la economía mundial –ya controlan la mitad
    del comercio– y, por la otra, segmentarán la globalización
    en “archipiélagos”. Como algunos son y serán, forzosamente,
    más influyentes que otros, el proceso no será equitativo. En este
    plano, volverá a su origen: la desigual globalización financiera
    iniciada en 1973, que llevó a dos ceses de pagos mexicanos (1982, 1994)
    y una crisis sistémica (1997-8) generalizada, pero fuera de los tres
    bloques hegemónicos.
    Nada de lo anterior ni una variedad de fuentes técnicas convalidan el
    curioso optimismo del Departamento de Estado, según lo trasunta un opúsculo
    –titulado “La cuenta del reto del milenio” en la versión
    castellana– distribuido hace poco. Amén de que 1.000 años
    parece un período algo desmesurado (el capitalismo apenas pasa los tres
    siglos), el término remite a los “neomilenaristas” que rodean
    a George W. Bush y lanzaron, en 1997, un “proyecto para el nuevo siglo
    (norte)americano”.

    Reformas que inquietan a los bancos del mundo

    Terminada la asamblea del Banco de Ajustes Internacionales (BAI), comienza una
    etapa que tendrá honda influencia entre los bancos. Se trata de “Basilea
    II”, que recién se completará en 2007 y no es buena noticia
    para países pobres o en problemas.
    En realidad, ya antes de esta reunión los mayores bancos del mundo se
    preparaban para cambios de largo alcance en las normas internacionales sobre
    operación y, en particular, en torno a los capitales exigibles. El comité
    de Basilea abarca los principales bancos centrales y, junto con el propio BAI,
    son los únicos organismos multilaterales que incluyen a Suiza. Por eso,
    ambos representan la última instancia en materia de pautas sectoriales.
    Por de pronto, “Basilea II” llevará a un apreciable aumento
    de exigencias en lo tocante a capitales, lo cual resentirá la capacidad
    o la conducta crediticia, en perjuicio de países y empresas en problemas.
    Si bien el peso de las reformas tal vez no se sienta hasta 2007, un documento
    consultivo –publicado al comenzar la asamblea– señala que “por
    lo menos 365 entidades deberán elevar capitales contra riesgos”.
    Esto resultará de cierto equilibrio futuro entre menores cargas por riesgos
    crediticios –excepto los soberanos– y mayores por riesgos operativos
    (que son múltiples y pueden involucrar el área de seguros y reaseguros).
    Aunque los mínimos regulados por el comité no se modifiquen, es
    probable que cada banco central añada cargos, a su criterio, para mantener
    una capitalización superior a la planteada por “Basilea II”
    desde 2007. Esto quizá se haga en forma paulatina y ya desde 2004. Pero
    el documento pone en descubierto un detalle inquietante: virtualmente ningún
    banco llega al nivel promedio. Muchas entidades especializadas en custodia de
    títulos, administración de carteras y activos, etc., se verán
    muy afectadas por las nuevas normas. Entretanto, los bancos minoristas emergerán,
    en general, con 20% menos de exigencias; salvo los muy comprometidos con el
    negocio del dinero plástico.
    Una mayoría de expertos coincide en que “Basilea II” representa
    una mejora cualitativa sobre “Basilea I” (rige desde 1988, pero su
    cumplimiento dista de ser estricto, aun en economías líderes).
    Una minoría sostiene que el proceso no profundiza lo suficiente en cuanto
    a permitir que los bancos empleen técnicas tales como modelos matemáticos
    de riesgo. También se nota cierta renuencia a encarar el grave problema
    de los instrumentos derivativos y sus contratos derivados, claves de la globalización
    financiera iniciada en 1973 y de un proceso que ha ido quitándoles poder
    a los propios bancos centrales. El solo hecho de que Alan Greenspan, presidente
    de la Reserva Federal, haya defendido los derivativos en Basilea crea alarma
    y suspicacias.

    ¿Todo igual en los paraísos fiscales?

    Treinta meses después de salir una lista negra, hoy célebre, su
    impacto en las plazas financieras extraterritoriales –offshore– de
    las Antillas es cualquier cosa menos claro. Salvo una, las mayores siguen prosperando.
    La nómina fue publicada por la Organización para la Cooperación
    y el Desarrollo Económico (Ocde, club de países ricos, París).
    Funcionarios de la entidad admiten que el blanqueo de dinero continúa
    en esas islas. Algunas, como San Vicente y Granadinas, ni siquiera muestran
    cambios.
    El mayor lavafondos, Caimán, perdió bancos pero incorporó
    compañías financieras dedicadas al métier. El archipiélago
    domina el lavado latinoamericano y es el quinto offshore del planeta. ¿Cuáles
    son los otros cuatro?… Pues, Nueva York, Londres, Hong Kong y Tokio. Tras
    la difusión de la lista negra, desapareció apenas 7% de operadores
    dudosos y quedan 69.259 en el registro.
    Bahamas vio esfumarse gran parte de bancas de papel pero, como sucede ahora
    en Luxemburgo, el Gobierno mismo hizo de escoba. Por el contrario, St. Kitts
    Nevis, la pionera, casi ha desaparecido del elenco, tras aplicar las mismas
    medidas que ahora pone en práctica Bahamas: normas estrictas en cuanto
    a divulgación de cifras y cooperación con autoridades tributarias
    del exterior.
    Hubo un éxodo pero, todavía, el registro oficial incluye 317 bancos.
    Apenas 23,6% menos que un año antes de la publicación de la lista
    negra, si bien fuentes privadas sostienen que sólo unos 150 realmente
    operan.
    Respecto de todo el negocio offshore caribeño, el abogado Vincent Hubbard
    (se le atribuye la introducción del sistema, vía St. Kitts-Nevis,
    en 1980) estima que el volumen ha disminuido casi a la mitad, por culpa de la
    Ocde, y tardará años en recobrarse (algo que Estados Unidos hará
    lo imposible para evitar). Finalmente, hay una extraña omisión
    en la famosa lista: las Antillas Meridionales. Allá, la banca holandesa
    opera offshore desde mucho antes que Hubbard, pues ya gestionaba complejos y
    fructíferos mecanismos de lavado… en 1973.

    Lobby contra la transparencia

    De pronto, senadores, banqueros y empresarios de Estados Unidos atacan a la
    Junta de Normas Contables. No quieren que las opciones accionarias incluidas
    en remuneraciones se registren como gastos en los balances. Esto es lo que prevé
    la ley Sarbanes-Oxley.
    En rigor, la Financial Accounting Standards Board (FASB) simplemente dictaminó,
    en abril pasado, que el pago a ejecutivos mediante opciones accionarias debiera
    deducirse de las utilidades. En otras palabras, se hizo eco de recomendaciones
    originadas en la Securities & Exchange Commission, en cuanto a que esas
    bonificaciones han de asentarse como egresos en los estados financieros. Tanto
    la SEC como la FASB –que está preparando una norma adicional al
    respecto– se apoyan en la ley general Sarbanes-Oxley.
    A su vez, la Junta Internacional de Normas Contables (IASB, International Accounting
    Standards Board), acaba de difundir un proyecto sobre el mismo tema. Ambas entidades
    han sido objeto de durísimas críticas desde grupos de interés;
    por ejemplo, empresas, auditores, contadores. Pero nadie esperaba que este lobby
    fuese tan poderoso como para influir en el Congreso.
    Lo cierto es que, de repente, un grupito de senadores sale a proponer una ley
    que posponga toda reforma en cuanto al empleo de opciones accionarias como instrumentos
    remuneratorios. “Algunos colegas y yo tememos que la IASB y la FASB se
    hayan excedido en esta materia”, decía días atrás
    Michael Enzi (republicano, Wyoming). Al mismo tiempo, legisladores, dirigentes
    políticos –de ambos partidos–, ejecutivos y docentes universitarios
    exigían a Robert Herz (presidente de la FASB), “reconsiderar el
    efecto de la futura norma en la economía nacional y los ingresos del
    personal, que podrían disminuir si las opciones pasan a contabilizarse
    como gastos”.
    Estas palabras provienen de James Barksdale, ex CEO de Netscape y jefe informal
    del lobby contra la FASB. Por supuesto, el sector tecnológico encabeza
    la ofensiva porque tiene serios problemas para evaluar el costo de opciones,
    dada la volatilidad de sus papeles. M