Sin temor a la hiper

    Hacía casi dos meses que el dólar permanecía estable cuando
    agosto comenzó. Se movía sin agitaciones, cerca de los $ 3,60.
    Los analistas aseguraban que la calma era destacable porque la mayoría
    de las monedas latinoamericanas caía frente a la divisa estadounidense,
    la estabilidad se mantenía sin la intervención del Banco Central
    y porque, además, el tipo de cambio no era afectado por la incertidumbre
    política generada por el llamado a elecciones para 2003. Había
    otro ingrediente: hasta mediados de julio varios especialistas aseguraban que
    la divisa se situaría en torno a los $ 5 antes de fin de año.
    Una estimación optimista si se tenía en cuenta que a principios
    de 2002 otros aseguraban que llegaría a los $ 20 mucho antes de diciembre.
    De esta manera, la economía argentina se alejaba de la hiperinflación.
    También de una recuperación sostenida del nivel de actividad.
    La depresión que sufría entonces era más intensa que la
    de 1890 y tan grave como la que vivió Estados Unidos entre 1929 y 1933.
    La Argentina superó la crisis de fines del siglo XIX porque sus exportaciones
    crecieron a un ritmo inusual para abastecer la demanda inglesa de alimentos.

    En 2002 el crecimiento de las exportaciones era vital para pagar la deuda y
    comprar insumos y bienes de capital importados. El problema radicaba en que
    este crecimiento no sólo dependía de la preservación de
    un tipo de cambio real alto sino de un enfoque que contemplase mayor competitividad.
    La inversión se había derrumbado 70%, y no había señales
    de reactivación sin reglas de juego más claras, aunque a mediados
    de mes se computaron tres meses con un nivel de actividad industrial en crecimiento.
    La demanda de dinero transaccional crecía. A siete meses y medio de la
    devaluación, se colocaban letras del Banco Central por unos $ 400 millones
    por licitación y a tasas de interés decrecientes.

    Finanzas y servicios

    Las demandas judiciales por los depósitos a plazo fijo seguían
    adelante y el peso no se restablecía como reserva de valor. Los bancos
    exhibían su situación con el stock de depósitos no disponibles,
    que ascendía a casi $ 78.000 millones el último día de
    200. Siete meses más tarde, esa suma era de $ 52.000 millones. Por un
    lado, los plazos fijos reprogramados, erosionados por los amparos judiciales
    y la conversión de la deuda pública, bajaron de
    $ 36.000 a $ 26.000 millones, al tiempo que las cuentas corrientes se mantenían
    constantes en unos $ 11.000 millones. Las cajas de ahorro cayeron –en
    el mismo período– de $ 24.000 millones a $ 9.000 millones. En este
    contexto, los bancos Comafi y Macro se hicieron cargo del Scotiabank-Quilmes,
    que luego de ser suspendido por el Banco Central abandonó el país.

    En paralelo, Roberto Lavagna intentaba cristalizar una negociación seria
    con la reformulación de condiciones y tarifas con las empresas de servicios
    públicos. El ministro parecía tener claro un punto: no otorgaría
    incrementos tarifarios mayores a 15% aunque esto implicase un recorte en las
    inversiones y, por ende, en la calidad de los servicios.
    Otros índices se tornaban preocupantes. El superávit fiscal primario
    no sobrepasaría 0,6% del PBI durante 2002; una cifra poco sólida
    en vistas a una negociación con el FMI y los acreedores externos. Esa
    fragilidad fiscal tenía consecuencias monetarias. Hasta agosto se habían
    emitido $ 8.000 millones para auxiliar al sistema financiero y $ 10.000 millones
    para financiar los desequilibrios del sector público.
    De todas maneras las negociaciones entre la Argentina y el FMI adquirían
    el formato de un culebrón que parecía interminable. El cuadro
    adquirió ribetes más complejos luego de que la Corte Suprema de
    Justicia declarara inconstitucional los recortes salariales en el sector estatal
    que había aplicado la administración De la Rúa. La devolución
    se haría con una nueva emisión de bonos.
    También Estados Unidos comenzó a vislumbrar cierta recesión,
    lo mismo que Europa. Con un escenario mundial en crisis, se estimaba que la
    salida exportadora argentina tendría dificultades. Según el Indec,
    en agosto el aumento en el índice de precios al consumidor fue de 2,3%
    y en lo que iba del año el incremento era de 37,8%. M