Estados Unidos es la única locomotora

    Durante el año pasado tuvo un crecimiento moderado. Y lo mismo se espera
    para éste. Aun así, Estados Unidos es el único país
    capaz de encabezar una reactivación económica global. Las grandes
    naciones europeas y también Japón han exhibido peor comportamiento.
    Es cierto que China avanza sin pausa y amenaza ser un contendiente de peso por
    la primacía mundial, pero todavía le queda mucho para poder disputar
    la primera posición.
    En el grupo de las naciones ricas, solamente Canadá y Australia han tenido
    mejores resultados que la Unión durante los 12 meses precedentes y lo
    mismo se estima para los otros 12 que se acaban de iniciar. Pero ambas economías
    sumadas (representan juntas la séptima parte de la estadounidense) no
    tienen peso específico suficiente para revertir el estancamiento mundial.
    Japón, por su parte, que en los años ’80 supo actuar de
    motor económico, no logra siquiera impulsar mejor ritmo de crecimiento
    en su propia zona de influencia, en el sudeste asiático.
    La situación preocupa al Tesoro, donde se piensa que es el tiempo exacto
    para que los demás países exhiban tasas de crecimiento superiores
    a la estadounidense. En el caso japonés, la queja es contra el equivalente
    al banco central que, supuestamente, impuso condiciones extremadamente difíciles
    para que la economía de ese país se recupere. En cuanto a los
    peso pesado europeos, la acusación es que están obsesionados con
    una política monetaria extremadamente conservadora.
    Para Alemania hay un párrafo aparte: no puede replicar las ganancias
    en productividad de la economía estadounidense.
    En la cuenca del Pacífico, el movimiento febril se registra en China
    que sigue creciendo –al parecer– a tasas anuales entre 7 y 8%. Lo
    cierto es que la importancia de sus exportaciones comienza a preocupar a sus
    vecinos asiáticos, mientras que el gigante asiático concentra
    la mayor proporción de inversión extranjera directa que se registra
    en el mundo. Nadie quiere quedar fuera de ese colosal mercado (en cambio, las
    inversiones hacia Estados Unidos han disminuido).
    Cuando los observadores internacionales miran hacia América latina, Brasil
    encarna la gran expectativa que combina la oferta de un nuevo liderazgo político
    de izquierda con excelentes oportunidades. Por lo pronto, las cifras de la región
    reflejan que la inversión extranjera directa en América latina
    volvió a caer en 2001, a US$ 85.000 millones, 11% menos que en 2000,
    debido a una gran declinación en el flujo hacia Brasil y la Argentina.
    Comportamiento similar –se adelanta– reflejarán los números
    de 2002.
    En síntesis, la única esperanza de reactivación mundial
    se concentra en Estados Unidos, un país que sigue aumentando alegremente
    su déficit comercial, mientras siga atrayendo capitales foráneos.
    Si Estados Unidos perdiera esta fuente de financiamiento, se vería obligado
    a ahorrar más internamente, y el dólar se debilitaría frente
    a otras divisas. Pero el ciclo se revertiría en cuanto el resto del mundo
    comenzara a demandar bienes y servicios más baratos desde la gran economía
    estadounidense.

    El déficit, el primer actor

    En verdad, el déficit estadounidense es el gran protagonista de la saga
    económica global que refleja la falta de crecimiento del país
    y también de las más importantes economías del mundo. Por
    tanto, nadie quiere un cambio de política económica mientras subsista
    la actual situación.
    El déficit de cuenta corriente de Estados Unidos es la diferencia entre
    la inversión y el ahorro nacional y resulta igual a la tenencia de activos
    estadounidenses (en inversión directa, en acciones, o en bonos y títulos)
    por parte de inversionistas extranjeros.
    Ni el déficit es necesariamente malo, ni el superávit es siempre
    signo de buena salud. Con su tasa flotante para la divisa y su inserción
    en el escenario financiero internacional, el país puede financiar el
    déficit de cuenta corriente con la venta de acciones o de deuda pública
    y privada, denominada en dólares, sin necesidad de recurrir a su propia
    reserva de divisas.
    En 1988, el país pasó a ser un deudor internacional neto. Desde
    entonces, la deuda acumulada es igual a
    US$ 2 billones (millón de millones), que equivalen a una quinta parte
    del producto bruto interno de la primera potencia económica. El costo
    de servir esta abultada deuda, sin embargo, representa apenas 0,6% de esa cifra.
    ¿Por qué es tan barato el servicio de su deuda externa? Por una
    sencilla razón: las inversiones de Estados Unidos en el exterior son
    mucho más redituables que las de los capitales foráneos en ese
    país. Así, en 2000 (cuando hay cifras definitivas) el pago a inversionistas
    extranjeros demandó US$ 37.000 millones, mientras que lo percibido desde
    las filiales de empresas estadounidenses en el exterior ascendió a US$
    137.000 millones para el mismo período.
    Los recursos financieros mundiales, pasado el entusiasmo por los países
    emergentes durante la década pasada, y ante un panorama de estancamiento
    generalizado, no tiene mejor opción que invertir en Estados Unidos (con
    la excepción de China).
    Según la interpretación del Tesoro, las cifras de la cuenta corriente
    del país son el espejo de la falta de crecimiento en el resto del mundo.
    Mientras persista, el dinero fluirá hacia Estados Unidos y, por lo tanto,
    Washington no tiene la menor intención de modificar en nada su actual
    política económica.

    Greenspan analiza un horizonte deflacionario

    El titular de la Reserva Federal, Alan Greenspan, insiste en los riesgos de
    la deflación, achatamiento de precios y dólar débil. Cree
    que esos factores frenan el crecimiento más que la inflación.
    Máxime con un déficit fiscal en alza.
    Exponiendo ante el influyente Economic Club (Nueva York), Greenspan aclaró
    que, de todos modos, “Estados Unidos no está aún al borde
    de la deflación”. No obstante, dedicó al tema la mayor parte
    de una larga disertación e hizo alusión a “las tendencias
    recesivas en la Unión Europea, al desinfle en el valor de acciones y
    bonos, y a las pérdidas de bancos, empresas y aseguradoras”.
    “Estamos aprendiendo que ciertas ideas convencionales ya no son válidas
    y que, en determinadas coyunturas, la deflación es un peligro más
    grave que la inflación”, reflexionó Greenspan. “En
    cierto sentido –comentó Paul Krugman, que estaba presente en la
    conferencia– volvemos a los años ’30: hay temor a la deflación
    porque puede llevar a la depresión y se proponen mayores controles sobre
    firmas de valores y bancas de inversión.”
    En situaciones deflacionarias, explicaba el presidente del Sistema de la Reserva
    Federal, “el banco central tiene más dificultades para responder
    anticíclicamente, dado que las tasas de interés no pueden ser
    rebajadas a menos de cero. Ni siquiera a cero, en términos técnicos,
    como lo muestra la larga experiencia recesiva en Japón”. En este
    momento, los dos tipos referenciales en Estados Unidos están en 1,25%
    anual, contra 2,75 a 3,25% de sus contrapartes europeas.
    Las manifestaciones de Greenspan hacen pensar a varios analistas que, por el
    momento y quizá hasta abril, no habrá ajustes en tasas ni en otras
    variables monetarias. Por otra parte, “el riesgo de guerra en Levante
    sólo se ha postergado hasta fines de enero, pero no ha desaparecido y
    pesa en toda decisión del SRF”, apuntaban en Morgan Stanley y Nomura
    Securities.
    Eso sí, Greenspan sigue pensando que Wall Street paga hoy las consecuencias
    de la “exuberancia irracional” vivida en 1998-2000. Justamente,
    el término fue acuñado por el mismo funcionario –también
    exponiendo ante el Economic Club– hace tres años, cuando se les
    rendía pleitesía a la “nueva economía”, las
    punto com y la vanguardia tecnológica. Y, dejando la bolsa a un lado,
    terminó señalando: “Nuestra economía aún no
    emerge del túnel, las de Japón y la Unión Europea se ven
    débiles y suben los riesgos políticos”. Léase, los
    de una guerra en Levante.
    La opinión de la mayoría de los analistas económicos es
    que habrá más crecimiento a partir de junio próximo. La
    economía real de Estados Unidos recién recobraría impulso
    durante la segunda mitad de 2003. Según analistas consultados por Bloomberg,
    el primer semestre será más bien lento, irregular y heterogéneo.
    En general, los expertos –muchos de los cuales hace un año pronosticaban
    un sostenido repunte para 2002– creen, hoy, que la propia “suavidad”
    de la recesión 2000-1 explica la reticencia de la reactivación.
    Por lo mismo, el desempleo podría oscilar en torno del actual 6% hasta
    mediados de 2003, según las proyecciones medias de los 66 econometristas
    incluidos en la muestra.
    En lo tocante al producto bruto interno, el indicador podría subir 2,8%,
    en lugar de 2,4% presumible para 2002. Se trata de la misma cifra que espera
    el gobierno federal. Resulta curioso que, aun con desempleo y salarios estancados,
    el gasto de los consumidores –67% del PBI– haya sido y siga siendo
    la clave del repunte, detalle que preocupa a los técnicos del Sistema
    de Reserva Federal.
    Los analistas consultados por la agencia estiman que el ritmo de crecimiento,
    siempre en términos de PBI anual, será 2,5% en el primer trimestre.
    Después, pasará a 3% (abril-junio), 3,5% (julio-septiembre) y
    3,7% en el último cuarto de 2003.

    Anne Krueger sigue generando polémica

    Nuevamente, bancos acreedores y fondos que poseen bonos de deuda pública
    de países emergentes han salido contra Anne Krueger y su propuesta sobre
    quiebra soberana, similar al concurso preventivo de acreedores de la legislación
    estadounidense.
    Las ideas de Krueger “resultan contraproducentes y atentan contra las
    cláusulas pro acción colectiva que figuran en los propios bonos
    soberanos”, sostienen los directores del Instituto de Finanzas Internacionales
    (IFI) dirigiéndose al Grupo de los 10, es decir a las principales potencias
    económicas del mundo. La entidad es, en realidad, un lobby solventado
    por casi 300 bancos, aseguradoras, firmas de valores y fondos de inversión,
    entre otras entidades.
    Pero el borrador de “mecanismos para concursos y quiebras soberanas”,
    versión Krueger, data de marzo de 2002. Exponiendo ante el Instituto
    de Economía Internacional, la experta lanzó un esquema para reestructurar
    pasivos sin arriesgar demandas de acreedores privados, advirtiendo que se requerirían
    cambios en la carta orgánica del FMI, orientados a sortear instancias
    jurídicas nacionales. Fue la primera iniciativa ligada al título
    XI de la Ley Federal estadounidense sobre quiebras y concursos. Pero, en noviembre
    de 2001, la misma Krueger había secundado propuestas similares de Alan
    Meltzer, Adam Lerrick y Charles Calomiris, sólo que sin referencia directa
    a la legislación estadounidense. Por su parte, Calomiris partía
    de trabajos hechos por Krueger entre 1997 y 1999.
    En aquella conferencia, la funcionaria señaló que cualquier tipo
    de reestructuración debe ser supervisada por un comité técnico,
    no por el propio FMI, para calmar temores de que la entidad devenga juez y parte.
    “La clave –explicaba– sería un mecanismo que permitiese
    a una mayoría especial o absoluta de acreedores tornar mandatorios los
    términos de la reestructuración. Esto es esencial para afrontar
    deudas soberanas insostenibles”.
    A la sazón, una “reforma constitucional” en el FMI exige
    85% del voto válido y presupone crear “una instancia jurídica
    internacional única para arbitrar disputas e impedir que los acreedores
    apelen a jurisdicciones con mejores posibilidades para radicar demandas”.
    ¿Cómo? “Promoviendo tratados que tengan prioridad sobre
    instancias nacionales y locales”.
    Tras esa exposición, salió a replicar David DeRosa, CEO de la
    consultora homónima e ideólogo del IFI. “El FMI quiere convertirse
    en tribunal de quiebras soberanas, cuando ha fracasado en casi todas sus funciones
    orgánicas. Estados Unidos debiera abandonar la entidad a su suerte”.

    Como se sabe, el FMI fue creado en 1944 para gestionar el sistema de paridades
    fijas establecido en los acuerdos de Bretton Woods. La institución extendía
    créditos contingentes (standby, apoyo) a países con corridas cambiarias.
    Pero la red se volatilizó durante las crisis de 1971 a 1979, detonadas
    por la suspensión de la convertibilidad oro-dólar más el
    explosivo aumento de precios petroleros y de metales preciosos. “La culpa
    no la tuvo el FMI –admitía DeRosa–, sino el sistema de paridades
    fijas. El pecado del Fondo consistió en prolongarlo cuando ya había
    colapsado”.
    DeRosa definió como “suicida” la misión inicial del
    Fondo. A su criterio, su fracaso, tras el cese de pagos de México y la
    crisis resultante (1994-5), lo llevó –urgido por el gobierno Clinton–
    a costosos rescates multilaterales. Igual sucedió, en 1997-8, con Tailandia,
    Malasia, Indonesia, Filipinas, Brasil, Rusia, Surcorea, Ucrania, etc. Esta política
    alcanzó un punto crítico al estallar la crisis en Turquía
    y la Argentina, a partir de 2000-1”. En otros términos, el Fondo
    fue transformándose en prestamista externo de última instancia.
    A diferencia de George Soros, Joseph Stiglitz o Paul Krugman, DeRosa no interpola
    un factor previo: la globalización especulativa (iniciada en 1973), que
    ha deteriorado el poder de los bancos centrales como prestamistas internos de
    última instancia. Sea como fuere, el FMI ha fallado. Así lo trasuntan
    las agrias recriminaciones que desde julio intercambian Krueger, Anoop Singh,
    Michael Mussa, Claudio Loser, Teresa Ter Minassian, Horst Köhler, Michel
    Camdessus, Tomás Reichmann y otros.
    En abril, DeRosa ya decía: “El FMI es como el ave fénix;
    emerge de las cenizas con otro plumaje, después de haber contribuido
    al incendio. La propuesta de Krueger busca convertir a la entidad en una especie
    de comité de quiebras soberanas”. Exactamente lo que el Instituto
    de Finanzas Internacional ha reiterado.
    Sin duda, Krueger, Calomiris, Meltzer y Lerrick creen que los mecanismos jurídicos
    existentes no sirven para manejar un cese de pagos soberano, sin exponerse a
    presiones de grandes acreedores. Pero DeRosa y el IFI tienen una idea más
    simple: en vez de cambiar al FMI, ¿por qué no cerrarlo? “Sin
    duda –señalaba el ideólogo meses atrás–, la
    mayoría de los accionistas se opondrá. Entonces, Estados Unidos
    puede hacer algo aun más sencillo: retirarse de la entidad y, de paso,
    del Banco Mundial”.

    Hay esperanza en la recuperación local

    Éste será un año de inflación y tipo de cambio
    controlados en la Argentina, dicen los analistas locales. Si esta vez aciertan,
    la economía de 2003, sector por sector, será una fotografía
    extendida de la imagen que muestran los análisis sectoriales de los últimos
    tres meses. Cambió claramente el macroclima de tormenta y huracanes del
    primer semestre de 2002 por una calma sorprendente y alentadora durante el segundo
    semestre del año pasado.
    Esa calma, incluyendo un dólar controlado y en baja, aumento de la recaudación
    e incipientes signos de recuperación en varios sectores de la economía,
    dieron el marco a un final de año que, si todo sale como Lavagna quiere,
    permitirá transcurrir un 2003 donde –a pesar de las pujas políticas
    presidenciales por venir– se puedan acentuar los signos de recuperación
    que comenzaron a verse en noviembre y diciembre.
    ¿Qué es lo que puede fallar en este pronóstico de lenta
    y homeopática recuperación? Varias cosas, pero todas relacionadas
    con las consecuencias imprevisibles del camino del default iniciado con los
    organismos internacionales de crédito, por ejemplo, que genere reacciones
    políticas internacionales de alto impacto en la delicada estabilidad
    política nacional.

    El dinámico sector agrícola

    Los estudios económicos muestran que la recuperación de los precios
    internacionales, así como la expansión de la superficie sembrada
    de soja serán los grandes impulsores del negocio agropecuario durante
    2003.
    Para la campaña 2003, diferentes analistas estiman aumentos en la extensión
    de la superficie sembrada de 20% para girasol y de 5 a 6% para la soja, aumentos
    impulsados en ambos casos por las buenas perspectivas en la demanda de aceites.

    En el rubro de los pellets de soja, las proyecciones de la Secretaría
    de Agricultura y de analistas privados muestran que, si para el año 2002
    el volumen de exportación está en el orden de los 15 millones
    de toneladas a un precio promedio de US$ 156 la tonelada, ingresarían
    US$ 2.345 millones (la mayor cifra de ingresos de todo el complejo agroindustrial);
    para 2003 las proyecciones exhiben una capacidad de embarque de unos 15,5 millones
    de toneladas de pellets, a un precio de US$ 170 por tonelada (US$ 2.635 millones).
    Sin embargo, dado que no son tan buenos los resultados esperables para la cosecha
    de trigo, cuya siembra coincidió con los momentos de mayor incertidumbre
    de 2002, los saldos exportables para 2003 serán menores. En cuanto al
    mercado de trigo, de acuerdo con proyecciones de BBVA, “para el año
    2003, el menor saldo exportable será del orden de los 8,5 millones de
    toneladas: Brasil, nuestro principal comprador, necesitará dicho año
    unas 7,5 millones de toneladas y ya está gestionando posibles operaciones
    con Ucrania y Canadá, e incluso se habla de modificar las cláusulas
    de compra de trigo extra Mercosur, no sólo por el problema del volumen
    sino por problemas de calidad en el grano. Esto es una preocupación en
    la mente de los exportadores que se proyecta a futuros ciclos, ya que es peligroso
    dejar abierta las puertas a estos competidores”.

    La industria se estabiliza

    En 2003 hay que analizar la salud de la industria de acuerdo con el impacto
    de la mejora de los precios relativos en cada subsector, y según la capacidad
    de aprovechamiento de dicha mejora por cada una de las compañías.

    Los datos del Indec al cuarto trimestre de 2003 muestran claramente de qué
    manera se dio ese impacto y permiten proyectar, al menos para el primer semestre,
    una imagen espejada de dicho comportamiento.
    Así, el total de la industria muestra durante 2002 una fenomenal desaceleración
    de la caída, que va de 20% negativo en el primer trimestre a un estimado
    de 1,8% negativo en el cuarto. Según un reagrupamiento de segmentos industriales
    realizado por el estudio M&S en tres categorías: “bloque sustitución
    de importaciones” (bebidas, cigarrillos, textiles, papel, cartón,
    neumáticos, vidrio, metalmecánica), “bloque exportador”
    (harinas, aceites, aluminio, acero) y “resto de la industria” (pollos,
    lácteos, productos farmacéuticos, detergentes y jabones, productos
    químicos, agroquímicos, autos), la producción industrial
    mutó fenomenalmente durante 2002 conforme a la capacidad de adaptación
    a los ritmos del impacto de la devaluación.
    Así, mientras el bloque de sustitución de exportaciones alcanza
    un fenomenal crecimiento de 33%, con extremos que van de –28,4% para el
    primer trimestre y un crecimiento estimado de 18,1% para el cuarto, el bloque
    exportador muestra un crecimiento anual de 9%, con picos para el cuarto trimestre
    de 18%.
    En la otra punta, el resto de la industria, que en esta subdivisión de
    M&S representa nada menos que 58% del total de la industria, tuvo una caída
    constante, desde –18,3% en el primer trimestre hasta –11% estimado
    para el cuarto trimestre.
    El siguiente cuadro resumen permite proyectar comportamientos industriales por
    segmento para el año 2003, de acuerdo con comportamientos durante el
    cuarto trimestre de 2002, es decir, con la estabilidad de la segunda mitad del
    año pasado ya instalada:

    En término de proyecciones, M&S estima para el primer trimestre
    de 2003 un crecimiento de la producción industrial de 4,9% (variación
    anual) y para el segundo trimestre, de 6,3%. Lo cual arroja un crecimiento desestacionalizado
    de 1,5% para el primer trimestre de 2003 y de 1,5% para el segundo trimestre.

    El mismo informe de M&S resume el comportamiento industrial durante 2002:
    “La combinación de recesión con devaluación activó
    un proceso de sustitución de importaciones que comienza a hacerse notar.
    Hasta ahora puede decirse que llegó a un tercio de la producción
    industrial. Son sectores que se caracterizan por presentar un elevado grado
    de capacidad instalada ociosa y donde la penetración de importaciones
    (del mismo producto o de sustitutos) era sustancial. El envión se nota
    en la producción de maquinaria (especialmente agrícola), neumáticos,
    textiles, vidrio, papel, cigarrillos (por el menor contrabando) y algunos rubros
    de bebidas (fundamentalmente las alcohólicas). Ya en el tercer trimestre
    de 2002, este bloque produjo lo mismo que en igual lapso de 2001. En el cuarto
    trimestre, se prevé un aumento en la producción de entre 15% y
    20% contra el año precedente (recordando que la parte final de 2001 fue
    desastrosa en materia de actividad industrial)”.
    Por último, en lo que se refiere al sector servicios, mientras el pasado
    fue un año duro para las empresas privatizadas, el presente será
    un año de pelea y de barajar desde cero, en función de cómo
    evolucionen las negociaciones sobre tarifas. El indicador sintético de
    Servicios Públicos del Indec muestra variaciones mensuales durante 2002,
    con respecto a idéntico mes de 2001, que van de pisos de caída
    de 12,4% hasta cifras como las de octubre pasado, de 8,9% negativo. En todos
    los casos, la recesión pegó fuerte y las expectativas de recuperación
    del consumo son mucho más que moderadas para 2003. M