Diez mitos sobre la convertibilidad

    Hay, en la actualidad, un amplio debate entre economistas y legisladores sobre los costos y beneficios de las cajas de conversión, el nombre que en inglés se le da a la convertibilidad. En tiempos recientes, la convertibilidad fue elegida por países como Hong Kong (1983), la Argentina (1991), Estonia (1992), Lituania (1994) y Bulgaria (1997). Además, una serie de países asiáticos (Indonesia en particular, pero también Tailandia y Malasia) consideraron en su momento adoptar el sistema de convertibilidad. El tema está muy difundido en América latina donde países como Venezuela, Brasil y México también analizaron imitar la exitosa experiencia de la Argentina.


    Yo quiero plantear aquí, a pesar de su actual popularidad, que la convertibilidad es en general una idea política muy mala. Lo que importa para una economía es tener políticas económicas creíbles, estables y sensatas, y no una caja de conversión. Presentaremos los argumentos contra ellas, considerando 10 mitos sobre los supuestos beneficios que presentan.


    Mi posición será que el caso a favor de la convertibilidad es muy endeble y que la experiencia con ella ha sido de lo más variada. Hay países donde parece funcionar por un tiempo; sin embargo, esos países tienen éxito no por el sistema mismo sino porque siguen políticas macroeconómicas y de liberalización estructural que son consistentes con el mantenimiento del tipo de cambio fijo. Cambio fijo y convertibilidad sin buenas políticas conducen al colapso de la moneda y al desastre económico. Contrariamente, cuando un gobierno adopta adecuadas políticas económicas no necesita de la convertibilidad y le irá muy bien sin ella; adoptarla sólo servirá para hacer daño cuando sobrevienen convulsiones verdaderamente exógenas que requieren un ajuste de la paridad cambiaria nominal.


    Hay, es verdad, ciertos beneficios marginales de la convertibilidad que puedo señalar: credibilidad de corto plazo cuando se la aplica a partir de una hiperinflación (como en la Argentina), fuertes incentivos para no monetizar y acumular déficit presupuestario bajo ciertas condiciones. Pero ésos son todos resultados que un país puede lograr sin una caja de conversión y, por lo tanto, puede evitar los otros costos de adoptarla. Si bien en estos días se habla de los sistemas de convertibilidad como si fueran el Santo Grial que curará todos los males y colmará de bendiciones a un país, sus inconvenientes son serios y su adopción puede realmente hacer más daño que beneficio en el objetivo de mejorar desempeño económico de largo plazo.


    Consideremos los argumentos, o mitos, sobre las cajas de conversión en más detalle.

    Mito 1. Los ataques especulativos contra una moneda no ocurren en un sistema
    de convertibilidad porque el gobierno se ha comprometido en forma creíble
    al cambio fijo.


    Uno de los principales mitos sobre la convertibilidad es que los ataques especulativos contra una moneda no pueden ocurrir cuando se la ha adoptado porque existe el compromiso de mantener el cambio fijo. La verdad empírica es que la convertibilidad no impide los ataques especulativos contra la moneda. Y esto se evidencia en la reciente experiencia de la Argentina y Hong Kong. Cuando el peso mexicano colapsó en 1994 y las monedas asiáticas se derrumbaron en 1997, las monedas de la Argentina (en 1995) y de Hong Kong (en 1997) también fueron objeto de ataques especulativos. Si bien es cierto que esas monedas no colapsaron (hasta ahora), los ataques tuvieron costos económicos muy grandes.


    Como el ataque implicó que los inversores percibieran que la probabilidad de devaluación era positiva y alta, las autoridades monetarias de esos países tuvieron que reducir la oferta de dinero (porque la salida de capitales lleva a un automático recorte en la base monetaria en una caja de conversión mecánica) y aumentar notablemente las tasas de interés internas (tanto como 20% en términos reales en ambos países). Este enorme aumento en las tasas de interés empujó a la Argentina hacia una severa recesión en 1995, cuando su producción colapsó 6% y el desempleo aumentó a 18%.


    En la retórica de los defensores de la convertibilidad, un ataque nunca debería ocurrir y, por lo tanto, las tasas de interés internas deberían mantenerse al nivel del país al cual el gobierno ha decidido pegarse (por ejemplo, 5% porque ambas se anclaron al dólar estadounidense). Esto demostró ser falso y la expectativa de una devaluación forzó a las autoridades monetarias a aumentar notablemente las tasas de interés.


    No debe olvidarse que una caja de conversión no elimina la posibilidad de devaluación (es simplemente una forma más rígida de paridad fija) y, cuando ésta se produce, en caso de un ataque especulativo, las autoridades nacionales no tienen otra opción más que subir las tasas de interés para mostrar en forma creíble que están comprometidas con el cambio fijo.


    Esas altas tasas de interés pueden llevar a la quiebra a bancos y empresas nacionales, y conducir hacia una profunda recesión. Ocurrió en la Argentina en 1995 y ocurrirá en Hong Kong este año: las altas tasas de interés ya están destruyendo el crecimiento en Hong Kong en 1998.


    Comparemos, en cambio, la conducta de Hong Kong con la de Taiwán y Singapur, que no optaron por la convertibilidad y abandonaron el cambio fijo con el dólar cuando sus monedas fueron atacadas: devaluaron levemente sus monedas pero evitaron una crisis mayor. El crecimiento en Taiwán y Singapur será mayor que en Hong Kong este año porque esos países no tuvieron que aumentar tanto las tasas de interés y permitieron que se depreciara su tasa de cambio real.

    Mito 2. La convertibilidad es buena para la estabilidad de la banca y el
    sistema financiero.


    La realidad es justamente la contraria: un ajuste monetario y aumento de tasas de interés cuando la caja de conversión es objeto de un ataque especulativo pueden quebrar el sistema financiero nacional y los bancos nacionales; una base monetaria ajustada significa que, dados los niveles de reservas requeridos, los bancos se ven forzados a retirar los préstamos del mercado y que las empresas van a quebrar. Por eso es muy peligroso introducir una caja de conversión en un país como Indonesia justo ahora, cuando se está produciendo una gran crisis financiera y los bancos están al borde del colapso aun sin convertibilidad. Si todo lo demás se mantiene igual, la fragilidad del sistema bancario es un factor importante para tener en cuenta al estudiar la conveniencia de un sistema de caja de conversión; cuanto más débiles los bancos, más peligrosa es la convertibilidad.


    Otra de las razones que se esgrimen para justificar la aplicación de la convertibilidad es la preocupación por el colapso del sistema bancario, pero la justificación encierra siempre cierto grado de engaño. Cuando la Argentina se vio atacada en 1995 las reglas de una estricta caja de conversión deberían haber forzado al país a reducir la base monetaria por una cantidad equivalente a la gran salida de capitales. Como esta caja de conversión mecánica habría conducido, a través del multiplicador de dinero en el sistema bancario, a una aguda contracción de los préstamos bancarios y al colapso de los depósitos y de la banca, las autoridades monetarias hicieron trampa: redujeron la base monetaria pero al hacerlo redujeron significativamente las reservas que debían tener los bancos para evitar una aguda caída en la oferta monetaria, préstamos y depósitos.


    Esto no es lo que debe ser una caja de conversión y, por lo tanto, durante la emergencia, se restituyó el papel de prestamista de última instancia del banco central, que debería haber sido eliminado por la convertibilidad. Es cierto que habría que aprobar la política argentina de aflojar la restricción monetaria alterando la relación de reservas: la alternativa habría sido tasas reales todavía más altas, colapso bancario y aun más recesión de la que sobrevino con el ajuste monetario en 1995. Sin embargo, el aflojamiento de las reservas en la Argentina prueba lo que quiero decir: una verdadera caja de conversión no funciona, porque si uno la deja funcionar como debiera, cuando se produce un ataque, el país y su sistema bancario se irían a la quiebra. Algún papel de prestamista de última instancia siempre es útil conservar, y una estricta caja de conversión eliminaría ese rol y causaría más mal que bien cuando ocurre una crisis financiera.

    Mito 3. Los regímenes de cambio fijo, y los sistemas de convertibilidad
    en particular, funcionan mejor que los regímenes de cambio más
    flexible.


    La experiencia de los ´90 sugiere que son los tipos de cambio rígidamente fijados los que provocan una crisis monetaria y no los flexibles. Las monedas se caen cuando están fijas durante demasiado tiempo a paridades que no son consistentes con el equilibrio fundamental del valor de una moneda. La crisis en el Mecanismo de Paridad Cambiaria (MPC) en 1992-93, la crisis del peso mexicano y el efecto Tequila en 1994-95 y la crisis asiática de 1997-98 fueron todas causadas por sistemas de cambio fijo. La gente se olvida de que las grandes crisis monetarias de los ´90 ocurren con regímenes de paridad fija (primos hermanos de las cajas de conversión) no bajo regímenes más flexibles de paridad cambiaria. La lección de América latina es que un gobierno debería evitar la apreciación real que casi siempre se asocia con el cambio fijo (o convertibilidad): debería, en cambio, orientarse hacia una tasa de cambio real e introducir controles a los capitales entrantes para evitar que el dinero caliente produzca una apreciación real y nominal de la moneda nacional y la pérdida de competitividad.


    La convertibilidad, como casi todos los regímenes de paridad fija, es nada más que una receta para el desastre: en el corto plazo las cosas se ven bien hasta que el régimen colapsa con grandes costos económicos. Habría que observar, además, que la experiencia histórica con docenas de experimentos de esta índole sugiere que todas terminan cayendo estrepitosamente o desapareciendo gradualmente (es lo que Lituania y Estonia están tratando de hacer ahora, después de optar equivocadamente por la convertibilidad a principios de los ´90).

    Mito 4. La convertibilidad es buena para países que exportan al
    mundo productos primarios valuados en moneda extranjera, porque esos países
    no pueden usar la tasa de cambio para afectar a su tipo de cambio real.

    Este argumento se escucha en Venezuela donde algunos grupos políticos
    están recomendando la adopción de una caja de conversión.
    El argumento es que en un país como Venezuela la mayoría de las
    exportaciones está formada por petróleo y otros productos primarios
    cuyos precios no pueden ser afectados por una devaluación.


    Es verdad que en el caso de un país donde una gran fracción de las exportaciones está fijada en los mercados mundiales, es limitada la capacidad para usar la tasa de cambio para conducir a una real devaluación que estimule las exportaciones. Sin embargo, también podría resultar útil una cierta flexibilidad cambiaria. En realidad, el país también produce y vende exportaciones no petroleras y no tradicionales cuya demanda depende de la tasa de cambio nominal y real. Cuando ya se han dañado esas exportaciones no petroleras, lo peor que podría hacer el gobierno es empeorar las cosas adoptando una caja de conversión que aumentará todavía más la apreciación real y la pérdida de competitividad en esos bienes. Además, como ese país siempre va a estar sujeto a las convulsiones comerciales que afectan negativamente la demanda y el crecimiento, necesita mucho cierta flexibilidad cambiaria.


    Por ejemplo, el estado de Texas tiene caja de conversión (o más precisamente una unión monetaria con el resto de Estados Unidos). Cuando el precio del petróleo cayó a mediados de los ´80, los estados petroleros, como Texas y Luisiana, cayeron en profunda recesión. Supongamos que Texas hubiera tenido su propio dólar texano; entonces la depreciación nominal y real del dólar texano con relación al estadounidense habría reducido el efecto recesivo de una caída en el precio del petróleo. Como sus términos comerciales están dominados por el petróleo, una tasa de cambio fija en relación con el dólar estadounidense no es óptima: por ejemplo, Venezuela y Estados Unidos no hacen una óptima unión monetaria porque sus economías y los ataques que pueden sufrir sus respectivas productividades son completamente diferentes y no hay suficiente factor movilidad entre esos dos países. No existe una buena razón para que Venezuela fije su moneda al dólar de Estados Unidos (sea mediante cambio fijo o convertibilidad o unión monetaria).


    Además, en el caso de América latina, hay cierta posibilidad de que el cambio fijo colapse en el futuro cercano. La moneda brasileña está desfasada en términos reales y puede sufrir una gran devaluación (especialmente después de la reelección del actual presidente). Si cae la moneda brasileña, el peso convertible argentino también va a colapsar [N. de la R.: En efecto, ambas cosas ocurrieron]. En ese momento, cualquier otro país latinoamericano que esté considerando la adopción (como Venezuela) e implementando una caja de conversión se verá en problemas y sufrirá también los ataques.


    En términos más generales, en cualquier país con grandes exportaciones de productos primarios, una caja de conversión es mala idea. La alta volatilidad de los términos del intercambio y la gran dependencia de la economía de las exportaciones primarias necesita un banco central capaz de desactivar los flujos de capital. Una caja de conversión introduciría fluctuaciones tan grandes en la base monetaria de la economía que tendría una influencia profundamente desestabilizadora.

    Mito 5. La convertibilidad es mejor que la unión monetaria.


    La postura en pro de una caja de conversión frente a la unión monetaria (o dolarización si la unión monetaria es con el dólar) está basada en el argumento de que un país perdería los ingresos de señoreaje* (fuente de ingresos para el gobierno) al abandonar su moneda nacional. Sin embargo, bajo un sistema de convertibilidad, el señoreaje que un país puede cobrar es casi nulo porque el crecimiento monetario es muy limitado y el sistema monetario es muy pequeño (con relación al PBI) en economías con un sistema financiero desarrollado.


    Cuando un banco central imprime “dinero fresco” puede obtener bienes y servicios a cambio de esas nuevas piezas de papel. La cantidad de bienes y servicios que el gobierno obtiene imprimiendo dinero en un período dado se llama “señoreaje”.


    Si un país realmente quiere tener un sistema de cambio fijo creíble, podría optar por abandonar totalmente su moneda nacional e ir un paso más allá: formar una unión monetaria. En el caso de algunos de los países, por ejemplo, de América latina, eso significaría formar una unión monetaria con Estados Unidos. Una unión monetaria es mucho más creíble que una caja de conversión.

    Mito 6. La convertibilidad evita desestabilizar los flujos de capital internacional.


    Parece que es todo lo contrario. Los grandes ingresos de capital (en los períodos optimistas) y los egresos cuando se produce un ataque especulativo (como en la Argentina y Hong Kong), ocurren tenga o no tenga el país en cuestión un sistema de convertibilidad. Sin embargo, la convertibilidad dificulta mucho la tarea de manejar esos desestabilizadores flujos de capital. En verdad, un sistema de conversión introduce amplias fluctuaciones en la base monetaria de la economía que pueden tener una influencia profundamente desestabilizadora. Cuando hay convertibilidad, al banco central no se le permite esterilizar los efectos de los grandes flujos de capital sobre la base monetaria y esto es desestabilizador: cuando el capital huye, la base monetaria cae, las tasas de interés se ven forzadas a subir escandalosamente, el sistema bancario sufre severas presiones y puede sobrevenir una gran depresión. Por el contrario, cuando hay grandes ingresos de capital, al banco central no se le permite esterilizar sus efectos en la oferta monetaria. El crecimiento monetario excesivo puede entonces generar recalentamiento y más inflación.

    Mito 7. La convertibilidad impide la apreciación real y la pérdida
    de competitividad.


    Esto es mito porque la evidencia empírica sugiere lo contrario: los regímenes de cambio fijo, y las cajas de conversión en particular, están asociadas a apreciación de la tasa de cambio real, pérdida de competitividad, deterioro de la balanza comercial y cuenta corriente. Por eso es que las cajas de conversión terminan siendo objeto de ataque y, por lo general, colapsan.


    En general, sabemos que una real apreciación de la tasa de cambio real (provocada por grandes ingresos de capital o por cualquier otra razón) puede causar pérdida de competitividad y deterioro estructural de la balanza comercial que hace menos sostenible el déficit de cuenta corriente. Por eso, el déficit de cuenta corriente puede ser menos sostenible cuando viene acompañado de una apreciación de la tasa de cambio real que lleva a una distorsión en el valor de la moneda.


    En el caso de Asia, la apreciación real fue en parte la consecuencia de la elección del régimen cambiario, esencialmente una paridad anclada al dólar estadounidense (que es una variante menos rígida de la caja de conversión o convertibilidad). Las consecuencias de tal anclaje fueron dos. Primero, provocaron grandes ingresos de capitales que llegaban atraídos por los favorables diferenciales de tasa de interés y la expectativa de bajo riesgo cambiario dada la política de valor estable para la moneda. El ingreso de esos capitales impidió la depreciación de la moneda aun cuando la inflación interna era más alta que la mundial y, por momentos, hasta provocó una apreciación nominal de la moneda; eso, a su vez, llevó a una apreciación real, que era en parte la causa de los grandes y crecientes desequilibrios en la cuenta corriente.


    El problema con las políticas de estabilización antiinflacionarias que usan el cambio fijo como herramienta política para combatir la inflación (como la adopción de una caja de conversión o un anclaje total) descansa en que las tasas fijas llevan a una apreciación de la paridad real y a un importante deterioro de la cuenta corriente. Aunque los países asiáticos no habían experimentado la alta inflación de algunos países latinoamericanos, sus niveles estaban por lo general por encima de los del grupo de la Ocde (Organización de Países para el Desarrollo Económico, según sus siglas inglesas); por lo tanto, una política de cambio fijo (o de convertibilidad) puede haber contribuido a la apreciación real que se observó en toda Asia durante la década de los ´90.

    Mito 8. La convertibilidad no puede colapsar porque la base monetaria está
    totalmente respaldada por las reservas en moneda extranjera que tiene el país.


    Decir que las cajas de conversión no pueden colapsar porque la base monetaria está totalmente respaldada por las divisas extranjeras del país es, a todas luces, inexacto. Si se produce un ataque a la moneda, los habitantes del país pueden tratar de desprenderse de sus activos financieros nacionales y comprar activos extranjeros, lo que reduce las reservas de divisas del banco central. Los activos financieros nacionales que se pueden usar para comprar moneda extranjera no están limitados a la base monetaria (que en un sistema de convertibilidad está totalmente respaldada por reservas extranjeras) sino, más bien, por el total de activos monetarios líquidos que, por lo general, es un gran múltiplo de la base monetaria.


    Un mejor indicador de la adecuación de las reservas es, por lo tanto, la relación entre activos monetarios y reservas de divisas porque, en el caso de una crisis o pánico cambiario, los activos líquidos de dinero pueden ser convertidos a moneda extranjera.


    Una convertibilidad donde la base monetaria está totalmente respaldada por reservas extranjeras no podría impedir que tenga éxito un ataque especulativo porque en caso de ocurrir una crisis cambiaria o pánico, todos los activos monetarios líquidos pueden convertirse en divisa extranjera y ésos son mayores en magnitud que las reservas de divisas.

    Mito 9. La convertibilidad conduce a menores tasas de inflación
    que las tasas de cambio flexibles.


    El argumento es muy simple. La inflación es usualmente un fenómeno monetario causado por excesivas tasas de crecimiento de la oferta de dinero. Como las autoridades monetarias tienen las manos atadas en un sistema de convertibilidad y no puede haber un excesivo aumento monetario, la inflación se mantendrá baja. Además, la tasa de cambio fija es creíble e impide que las depreciaciones nominales conduzcan a mayor inflación. Una tasa de cambio fija y creíble, como una caja de conversión, por lo tanto, garantiza baja inflación permanente.


    La sugerencia que la baja inflación podría estar asociada a bancos centrales independientes y creíbles ha sido confirmada en una serie de estudios empíricos: hay fuertes pruebas de que las bajas tasas de inflación están asociadas con bancos centrales independientes.


    La mayoría de esos estudios, sin embargo, reclama un tema de fundamental causalidad: ¿la independencia del banco central genera baja inflación o es que los países que deciden confiar menos (o más) en el señoreaje y la inflación van a elegir bancos centrales más independientes (o dependientes)? Si bien es cierto que las instituciones, una vez formadas, cambian sólo muy lentamente en el tiempo -de modo que hay cierta inercia institucional que se deriva de elegir un banco central independiente-, también es cierto que los países que deciden confiar fuertemente en el impuesto de señoreaje también decidirán tener un banco central débil que va a monetizar los déficit a pedido del gobierno.

    Mito 10. La convertibilidad conduce a más disciplina fiscal que
    los regímenes de cambio flexible.


    La inflación es generalmente un fenómeno monetario causado por excesivas tasas de crecimiento de la oferta monetaria. Tal como se plantea, como las autoridades monetarias tienen las manos atadas en un sistema de convertibilidad y el excesivo crecimiento monetario no puede ocurrir, la inflación se mantendrá baja. Además, como la monetización de los déficit fiscales no es posible en una convertibilidad, el incentivo para tener grandes déficit presupuestarios debería verse reducido: si las autoridades fiscales saben que el déficit fiscal no será monetizado por el banco central, sus incentivos políticos para gastar mucho y arrojar grandes déficit será reducido.


    La experiencia muestra que en los años ´80, la Argentina, Bolivia, Brasil e Israel experimentaron tasas muy altas de inflación, todas de más de 100% anual y algunas de más de 1.000. Pero ¿por qué fue alta la inflación y rápida la depreciación de la moneda? Si la relación entre crecimiento de dinero e inflación es tan clara, ¿por qué esos países no se dedicaron simplemente a imprimir menos dinero y a detener la depreciación de su moneda?


    ¡Como si fuera tan fácil! El verdadero problema que la mayoría de estos países tuvo, fue que tenían grandes déficit fiscales estructurales y necesitaban monetizar esos déficit imprimiendo dinero. Pensemos cómo eso influye en la política monetaria y las tasas de interés. Si un gobierno está dando déficit, tendrá que emitir algún tipo de pagaré para pagarlo. Hablando en términos generales, pueden emitir dinero (dólares o su equivalente local) o deuda con interés (bonos de la tesorería).


    Entonces, ¿por qué esos países aumentan la oferta monetaria? Generalmente, el problema es que una impasse política hace prácticamente imposible reducir el déficit. Dadas las limitaciones presupuestarias, el gobierno debe, entonces, emitir deuda. Ahora bien, si la deuda es de Estados Unidos parecería que no faltan compradores dispuestos, pero no ocurre lo mismo con la Argentina o Rusia. Si ellos no pueden emitir deuda y no pueden reducir el déficit, la única alternativa que les queda es imprimir dinero: en suma, cuando no pueden pagar sus cuentas de otra forma, las pagan con dinero, que es algo bastante fácil de imprimir. El efecto de esto, claro, es que esos países experimentan tasas extremadamente altas de inflación.


    El agregado monetario que los bancos centrales controlan directamente es la “base monetaria”, que consiste en moneda en las manos del público y las reservas de los bancos comerciales depositados en el banco central. Así, cuando decimos que un banco central “está imprimiendo más dinero”, queremos decir que está aumentando la base monetaria.


    Como el gobierno, al imprimir dinero, adquiere bienes y servicios reales, el señoreaje es, efectivamente, un impuesto aplicado por el gobierno a los agentes privados. Tal impuesto de señoreaje también es llamado tasa de inflación.


    Podríamos decir: “La inflación es siempre y en todas partes un fenómeno fiscal”. Para comprender mejor por qué la inflación es un fenómeno fiscal, nótese nuevamente que un gobierno que tiene un déficit de presupuesto puede financiarlo imprimiendo dinero (lo cual lleva al señoreaje o al impuesto a la inflación) o emitiendo deuda pública.


    Por lo tanto, mientras la causa más próxima de la alta inflación es siempre monetaria porque la inflación está asociada con altas tasas de crecimiento de dinero, la verdadera causa estructural de la alta inflación persistente es más a menudo un déficit fiscal que no es eliminado con recortes en el gasto y o aumentos en los impuestos (no señoreaje).


    La discusión precedente es importante porque sugiere que introducir convertibilidad no es, en sí mismo, suficiente para reducir inflación y eliminar déficit presupuestario. En cambio, un país necesita perseguir reformas fiscales estructurales como una reducción en el gasto del gobierno y una reforma en el sistema impositivo (que conduce a mayores impuestos no señoreaje) para eliminar los déficit fiscales y reducir la dependencia de los ingresos por señoreaje. Si se hacen esas reformas fiscales, las necesidades de señoreaje caerán, los déficit de presupuestos serán menores y la inflación y depreciación caerán notablemente cualquiera sea el tipo de cambio que elija el país.


    En conclusión, nuestro análisis sugiere que el caso de la convertibilidad es muy endeble y la experiencia con ella es muy variada. Hay países en los que parece funcionar durante algún tiempo; sin embargo, esos países tienen éxito no por el sistema mismo de convertibilidad sino porque siguen políticas macroeconómicas y políticas de liberalización estructurales que son consistentes con el mantenimiento de cambio fijo. Quien siga las adecuadas políticas económicas no necesita un sistema de convertibilidad. Le irá bien sin ella y, si la adoptara, podría dañar la economía cuando los verdaderos cimbronazos exógenos requieran un ajuste en la paridad nominal.


    Hay, sí, algunos beneficios marginales de la convertibilidad que uno puede señalar: credibilidad de corto plazo cuando se comienza a partir de una hiperinflación (como en la Argentina), fuertes incentivos para no monetizar y arrojar déficit bajo ciertas condiciones. Pero todos ésos son beneficios que un país puede lograr sin la convertibilidad y, por lo tanto, evitar los otros costos de tenerla. Mientras en estos días la convertibilidad está siendo propuesta como el Santo Grial que va a curar todos los males y colmar de bendiciones a un país, sus inconvenientes son serios y su adopción puede en realidad hacer más daño que beneficio en el desempeño económico de largo plazo.

    ¿Quiere saber
    más?

    En la sección
    Los grandes debates económicos del sitio de MERCADO http://mercado.com.ar/gran
    desdebates/, cliqueando sobre el ícono Dolarización, el
    lector puede acceder a un listado de notas y/o documentos relacionados
    con el tema, a saber:

    • Should
      Argentina Dollarize or Float? The Pros and Cons of Alternative Exchange
      Rate Regimes and their Implications for Domestic and Foreign Debt Restructuring/Reduction,
      by Nouriel Roubini, Stern School of Business, New York University.
      (Este documento se da en idioma inglés.)
    • Manifiesto
      para la reforma económica argentina,
      por Steve H. Hanke,
      profesor de The Cato Institute in Washington, y Kurt Schuler, economista
      jefe de The Joint Economic Committee of the US Congress. (Este documento
      fue presentado al Dr. Carlos Menem en el Cato Institute, Washington,
      el 11 de junio de 2002.)
    • Por
      qué la dolarización es más chaleco de fuerza que
      salvación
      , por Jeffrey Sachs, del Harvard Institute
      for International Development y Felipe Larraín, de la Cepal.
      (Artículo publicado a fines de 1999.)
    • ¿Cuántas
      monedas debería haber? ¿Cinco o ciento cinco
      , por Ricardo
      Hausmann, ex director del Departamento de Investigaciones Económicas
      del Banco Interamericano de Desarrollo (1994-2000). Actualmente, profesor
      de la John F. Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard.

    * Señoreaje: derecho del Príncipe sobre las casas de moneda por su fabricación.