La desregulación del mercado energético (que abrió la posibilidad de realizar contratos a largo plazo y a valores de referencia internacionales), el afianzamiento del Mercosur y la mejora de los precios de las materias primas fueron los factores que en mayor medida impulsaron el fuerte crecimiento de la industria petroquímica en la Argentina.
A pesar de la persistencia de la recesión, el complejo petroquímico argentino duplicará su capacidad instalada en el 2002. Según las cifras de la Cámara de la Industria Química y Petroquímica, desde 1998 y hasta fines del año que viene, se habrán invertido algo más de US$ 2.500 millones en el sector, lo que permitirá incrementar la capacidad exportadora a US$ 1.500 millones anuales.
El impacto de estas inversiones se observa, incluso, en el corto plazo. Un estudio de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (Fiel) revela que el índice de productividad industrial de la Argentina será positivo este año gracias a la expansión del complejo petroquímico.
Para citar sólo un ejemplo, Profertil, una empresa de Repsol-YPF y la canadiense Agrium, invirtió US$ 670 millones en la construcción de la mayor planta de urea del mundo, localizada en la costa de Bahía Blanca.
La magnitud de la inversión se justifica si se considera que el consumo local de este fertilizante nitrogenado se multiplicó por siete durante la última década y desde el puerto de Profertil se exportará la mitad de la producción a los países del Mercosur, Sudáfrica, Australia y Estados Unidos.
Repsol-YPF, por su parte, planea inaugurar el año que viene en Neuquén una planta de etanol en la que invirtió US$ 140 millones. Su controlada Petroken ya ha destinado US$ 50 millones a la ampliación de su planta en el polo petroquímico de La Plata y para el 2002 habrá desembolsado US$ 90 millones en su proyecto de fabricar más polietileno.
La nueva YPF, Petrobrás y Dow Chemical invirtieron algo más de US$ 600 millones en Mega, una empresa que explota el gas natural de la cuenca neuquina a través de una planta de separación de componentes líquidos en Loma de la Lata. Los componentes son bombeados a través de un poliducto de 600 kilómetros hasta el polo petroquímico de Bahía Blanca para satisfacer las necesidades de las empresas que se encuentran instaladas allí.
Una de ellas es la propia Dow Chemical, que se apresta a inaugurar su nueva planta de producción de etileno, con una inversión superior a US$ 800 millones.
Por la vuelta
Dow Chemical es el principal productor de polietileno en el mundo, pero los US$ 28.000 millones que factura anualmente se explican también por la creación de productos que van más allá del plástico, como los químicos y agrícolas. La empresa tiene más de cien años de historia. En 1890, Herbert Dow fundó la compañía Midland Chemical para fabricar bromuro ferroso a partir del agua salada de un pozo de salmuera cercano a un molino de harina. Recientemente el gobierno estadounidense aprobó su fusión con Union Carbide, cuyas ventas suman US$ 6.000 millones anuales, que le permite a Dow ganar mercados en Estados Unidos y el sudeste asiático, además de ingresar a negocios complementarios.
Union Carbide controla 22% del mercado mundial de pinturas y 20% del de envases y plásticos de consumo masivo.
La fusión también tiene un impacto significativo en el mercado argentino. Dow está presente en el país desde 1970, cuando construyó su primera planta en San Lorenzo, a 30 kilómetros de Rosario. Unos años después se la vendió a Union Carbide, con lo que la historia parece haber completado uno de sus curiosos círculos.
Pero, más allá de las idas y vueltas que involucran las fusiones y adquisiciones, Dow comenzó a registrar con trazos más visibles su actividad en la Argentina a partir de 1995, cuando adquirió una participación mayoritaria en la productora de etileno Petroquímica Bahía Blanca (PBB). Un año después colocó otra apuesta fuerte en el fabricante de polietileno Polisur. Hasta hace unas semanas, Dow controlaba 72% de ambas empresas. Con la reciente compra de 10% del capital accionario que Itochu poseía en PBB, Dow logró fusionarla con Polisur, para formar una nueva empresa (PBBPolisur).
El capítulo argentino de Dow facturó US$ 700 millones el año pasado y se estima que antes de que termine el 2001 las ventas llegarán a los US$ 800 millones, impulsadas por la puesta en marcha de su nueva planta de etileno y otra de polietileno en Bahía Blanca.
Del gas al plástico
La mitad de la facturación de Dow en la Argentina proviene del negocio del plástico, lo que contribuye a explicar que la empresa invierta US$ 720 millones en sus dos nuevas plantas en Bahía Blanca. “La Argentina tiene ventajas importantes en productos basados en el gas natural, por su bajo costo. Lo que hacemos es sacarle al gas natural una de las materias primas para transformarlo en etileno, es decir que del gas se hace plástico. Entonces, con una escala adecuada, se crea una base regional de producción que nos permite participar en el crecimiento de una industria muy pujante”, señala Oscar Vignart, presidente de Dow Química Argentina y titular de la Cámara Química y Petroquímica.
Aunque la mitad de la producción se dirige al mercado interno, los principales destinos de las exportaciones de los productos de la filial local de Dow son Chile, Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia. Y en cuestión de días comenzarán a concretarse embarques a Europa y Asia.
Mercosur vs. Alca
Vignart no duda en afirmar que la consolidación del Mercosur tiene una importancia clave en la ola de inversiones en el sector petroquímico. “En este campo, el Mercosur siempre funcionó muy bien. En este sector de la industria no hubo conflictos como los que tuvieron las automotrices, por ejemplo”.
Pero los plásticos brasileños tienen una presencia muy fuerte en el mercado argentino, casi 50%. “Este funcionamiento ha sido bastante desequilibrado”, admite Vignart. “Pero creo que esto va a seguir siendo así y, de alguna manera, nuestro proyecto va a servir para compensar, en parte, la situación. A favor del Mercosur hay que decir que el nuestro es uno de los sectores que generó comercio e inversiones muy importantes, y no hubo problemas paraarancelarios”.
Cuando se le pregunta si la incorporación del país al Alca podría tener un impacto desfavorable en el ritmo de inversiones, Vignart dice que contempla esta iniciativa en un horizonte bastante lejano. “Hay una decisión política en el gobierno argentino y en otros de América latina de trabajar con Estados Unidos en la búsqueda de un mercado ampliado, pero eso va a llevar tiempo. El país debe hacer un esfuerzo muy grande para transitar ese camino. Y creo que nuestras inversiones en Bahía Blanca van a generar competitividad porque siempre fueron pensadas desde el punto de vista regional. Como empresa estadounidense, el Alca nos beneficiaría, pero la industria debe hacer un análisis de sus fortalezas y debilidades, y ésta es una asignatura pendiente. Porque lo fundamental es que esto sea un negocio para la gente. Si la Argentina ingresa al Alca y esta decisión no es convalidada por la sociedad, todo irá para atrás”.
La mano del Estado
Vignart observa que la Argentina ofrece incentivos muy importantes para realizar inversiones: no hay restricciones tecnológicas y la desregulación del mercado energético permite realizar contratos a largo plazo. “Sin embargo, el país debe actualizarse en materia tributaria. El IVA a las inversiones genera costos muy importantes cuando las fábricas están en su etapa de construcción”, argumenta.
Vignart es contundente a la hora de hablar sobre las asimetrías entre Brasil y la Argentina y el papel del Estado. “Durante los últimos dos años, se invirtieron algo más de US$ 1.500 millones en el polo petroquímico de Bahía Blanca, pero ni el gobierno nacional, ni el provincial aportaron infraestructura. En Brasil, una inversión como ésta viene acompañada de un papel muy activo por parte del Estado”.
A pesar de la recesión, Vignart no observa signos desalentadores para el negocio local del plástico. Hasta mediados de 1999, el mercado crecía a un ritmo de 7% anual, dos o tres puntos por arriba del producto bruto. Pero la industria creció menos de 1% durante el año pasado y no registró índices negativos sólo gracias a la aparición de nuevas aplicaciones. “Por ejemplo este año crece mucho el uso del polietileno en silos y caños de gas”, comenta Vignart.
El sector tiene un fuerte impacto en el empleo, tanto en términos de remuneraciones como de ocupación. El promedio del salario es superior a $ 800 en el caso de los técnicos, y se estima que por cada puesto directo se crean siete indirectos.
“Cuando decidimos esta inversión nadie pronosticaba tres años de caída de la actividad económica en la Argentina”, admite Vignart. “Pero creo que el país no va a seguir en recesión más allá de este semestre. El futuro de la economía dependerá claramente del costo del dinero. Con las tasas de interés actuales, no hay oportunidades de crecer, sino tendencia al achicamiento.”
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“Acuerdo entre Repsol y Dow Chemical“. Home page de MERCADO Digital, 16 de mayo de 2001. “Estrategia de supervivencia”. Revista Petroquímica. Petróleo, “Conozca a Polisur”. Home page de Dow Chemical Co. “Pusieron en marcha el proyecto Mega”. El Cronista, 5 de diciembre “Más inversiones de Dow en la Argentina”. La Nueva Provincia, |
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