“Hay razones para creer”

    En los últimos 30 años, el obispo de Morón, Justo Laguna, casi no ha hecho otra cosa que protestar. Es un hombre pequeño y apenas encorvado, que ha dejado oír muchas veces su voz aflautada en los medios de comunicación para exigir de la Iglesia una autocrítica más inflexible sobre su propia actuación durante la última dictadura militar, para denunciar la inutilidad del indulto o para pelearse con casi todo el staff del menemismo. Dice que su mayor referente en la Iglesia fue el papa Paulo VI y en la Argentina el cardenal Juan Carlos Pironio, asegura que la guerra de Malvinas fue un disparate total, y que lo mejor de los últimos treinta años fue el regreso a la democracia en 1983.


    “Mis recuerdos de los años setenta ­rememora­ hablan de una fuerte presencia montonera y del ERP que termina cuando el Ejército, de la manera más cruel de la que se tenga memoria, aniquila la guerrilla alrededor del año 1978. Y digo esto en comparación con otros casos. Ni Adolfo Hitler, que es el demonio del siglo XX, tuvo desaparecidos, porque está todo registrado día por día. Acá te sacaban de tu casa y no se sabía nada más. Los militares dicen que les costó mucho vencer a la guerrilla. Yo presidí la Comisión de Reconciliación cuando Reynaldo Bignone era presidente, y el 23 de diciembre de 1982 fui con tres obispos a recriminarle sobre este tema y él no me reconoció nada, pero me dijo: “Si hubiéramos hecho las cosas como usted dice habríamos perdido la guerra”. Y yo a esto lo tuve tan claro siempre, que le contesté: “Si para vencer a Adolfo Hitler, los aliados hubieran utilizado los mismos métodos que él, daba lo mismo quién ganaba la guerra”.


    -¿Usted no cree que la Iglesia apoyó a la dictadura militar?


    -La Iglesia ha sido ya muy castigada por el tiempo de los militares. Pero con sinceridad debo decir que la inmensa mayoría de los obispos enfrentó a los militares. Había un grupo, no extremadamente pequeño por cierto, como lo hubo con Carlos Menem, que tenía mucho miedo al comunismo y a la guerrilla y que apoyó a ese gobierno. Creo que fuimos débiles en nuestra actitud. En el ´76 fuimos muy duros, pero después nos aflojamos. Sin embargo, en marzo del ´81, el Episcopado sacó el mejor documento de su historia. Se llamaba Iglesia y comunidad nacional y hacía una opción impresionante por la democracia. En ningún otro país, ni en Chile ni en Brasil, que tenían episcopados más progresistas, se hizo una opción tan clara como la que hicimos nosotros en ese documento. No digo que eso lave nuestras culpas, pero es una causa importante para no pedir perdón. Y también tuvimos nuestros paladines de los derechos humanos, como Jaime de Nevares, Miguel Hesayne, Jorge Novak y, en una segunda línea, más discreta y menos valiente, Jorge Casaretto y yo.


    -La Iglesia de los setenta, antes de la dictadura, se vio revitalizada por el Concilio Vaticano II. ¿Cree que sin el Concilio hubiera seguido anclada en el pasado?


    -Sí. El Concilio la revitalizó de una forma muy fuerte durante un tiempo, pero después vinieron la decadencia, las deserciones y el retroceso. No todo lo que se hizo después se hizo en la misma línea del Concilio, e incluso diría que mucho se hizo en contra. La Iglesia argentina de los setenta fue posconciliar con muchas dificultades y con muchos excesos. Yo soy un hombre conciliar con toda mi alma, pero sin duda hubo problemas: falta de vocación, deserciones sacerdotales, religiosas. Hubo congregaciones que se quedaron sin una sola persona.


    -Usted nunca apoyó la Teología de la Liberación. ¿Por qué?


    -En la Argentina no cuajó, porque dos teólogos, Carlos Galli y Lucio Gera, intentaron darle un contenido populista, muy properonista. Eso impidió una renovación de las ideas. Esta Teología tuvo muchas formas, de modo que no se puede hablar de una sola. En general, tenía cosas rescatables, pero estaba demasiado teñida de marxismo.


    -¿Qué sintió cuando asesinaron al sacerdote Carlos Mugica?


    -Cuando mataron a Mugica yo estaba en Palma de Mallorca, a donde nunca he vuelto. Sentí dolor, por supuesto. En ese momento el país tenía una democracia muy mala. Héctor Cámpora fue un hombre que cumplió lo que había prometido, todo lo contrario de Juan Perón, que hizo una presidencia nefasta. Y lo más nefasto fue que nos dejó como sucesora a una persona totalmente inepta.


    -Se dice de usted que es un cura alfonsinista, ¿lo es?


    -En la Argentina, cuando te ponen un mote no te lo saca nadie. Es verdad que soy muy amigo de Raúl Alfonsín, es verdad que después de su accidente, la primera vez que se levantó fue para venir a la Catedral cuando cumplí mis 70 años. Quiero mucho a él y a su madre, que tiene 94 años y está leyendo un libro sobre Kosovo. Creo que Alfonsín nos dejó una apertura cultural no soñada. No estoy en contra de que Darío Lopérfido haga rock, pero eso no es abarcativo. Lo de Alfonsín fue notable. Se equivocó en la parte económica. Y se equivocó en no sostener el Plan Austral. Como ve, alfonsinista no soy, soy muy crítico. Pero sumando y restando fue un buen gobierno, a pesar de la inflación, que como todos saben tiene nombre y dueño y fue un señor que viajó a Estados Unidos a pedir que no nos prestaran un dólar más. Pero bueno, ahora ese señor se está portando bien.


    -¿Su cariño por Alfonsín es inversamente proporcional al que le tiene a Carlos Menem?


    -No creo que sea tan así. Menem no fue respetuoso conmigo. Sus adláteres, como Esteban Caselli, me trataron muy mal. El tenía buenas relaciones con un grupito de la Iglesia al que le daba el oro y el moro, pero no tenía buena relación con toda la Iglesia. Pero rescato algunas cosas del menemismo, como el ordenamiento de la Economía, aunque dejó un tendal de muertos. Claro que no son muertos físicos, pero la exclusión social desde el ´95 fue muy clara, hubo cada vez más pobres y cada vez ricos más ricos. Pobreza hubo antes en la Argentina, pero exclusión y miseria nunca. Eso se lo debemos a Menem. La mejoría económica no justifica el tendal de muertos.


    -El año 2000 llegó con un gobierno de signo contrario.


    -Sí. Y con el peronismo repitiendo lo mismo que hizo con Alfonsín respecto de los paros. Es un grave error. Creo que el ministro José Luis Machinea es uno de los mejores que tuvimos. Tiene sensibilidad social, aunque no se note. Es un técnico excepcional, como lo era Juan Vital Sourrouille.


    -¿Qué opina acerca de la renuncia de Carlos Alvarez a la vicepresidencia?


    -Yo soy muy amigo suyo, le tengo un gran afecto. Yo no hubiera hecho otra cosa, habría renunciado también. El país salió perdiendo, pero Chacho no tuvo otro camino: lo pusieron entre la espada y la pared.


    -¿Cómo ve la situación política después del primer año del gobierno de la Alianza?


    -Me preocupan mucho la desilusión y la desesperanza de la gente. Son exageradas. Se comió 10 años de menemismo sin decir una sola palabra y ahora todo es negativo. Fernando de la Rúa es un hombre transparente. Será ineficaz, en todo caso, pero no se lo puede comparar con Menem. Por mi parte, tengo esperanzas. Porque soy católico, porque soy obispo y porque hay razones para creer.