¿Mejorar tecnologías petroleras o pasarse al hidrógeno?

    Otrora, las empresas usufructuaban
    espectaculares progresos en exploración submarina, aprovechamiento de reservas
    vía perforaciones múltiples e imágenes sísmicas tridimensionales.
    Algunos expertos sostienen que ya se han hecho los últimos hallazgos relevantes
    y que “debe pasarse a mejorar información sobre yacimientos conocidos”. Así
    dice la Sociedad Estadounidense de Exploración Geofísica. “Antes, las técnicas
    geosísmicas se limitaban a mostrar imágenes de napas petrolíferas. Ahora, las
    técnicas tridimensionales permiten observar sus flujos internos”.
    Recientes experimentos en laboratorio demostraron que 80-90% de crudos retenidos
    en algunos campos podría ser recobrable, contra 25 a 50% que era lo usual. Se
    estima que las nuevas técnicas podrían llevar estos porcentajes a 50-70.
    Pero Benjamin Dell, analista especializado de la consultora Sanford Bernstein,
    advierte que las barreras geológicas impedirán que la recuperación roce 100%.
    No hace mucho, ExxonMobil presentaba una tecnología en embrión, la R3M, que
    emplea electromagnetismo en vez de imágenes sísmicas. Lo mismo ensayan OHM (Gran
    Bretaña) y EMGS (Noruega).
    Por cierto, es una opción más barata y podría brindar mejores datos, pero Dell
    afirma que el método sísmico sigue siendo imprescindible para exploración. Aparte,
    la tecnología de R3Ml no ha sido probada en campo.
    David O´Reilly, director ejecutivo de ChevronTexaco, y su contraparte en British
    Petroleum, John Browne, creen que el conocimiento de reservas mejorará con el
    empleo de la informática y sus recientes progresos en capacidad de procesar
    datos.
    Por su parte, las compañías de servicios petroleros han hecho por sí mismas
    mucha investigación y desarrollo. Pero sus presupuestos han sido recortados
    por presiones de las empresas extractoras. Stewart Johnston (de la consultoría
    Charles River Associates) observa que “la tecnología petrolera muestra una paradoja:
    no se duda de sus bondades a largo plazo, pero nadie atina a justificar inversiones
    en el corto”.

    Otra gran idea
    Los costos de exploración
    petrolera explican la ciega fe en el hidrógeno como solución mágica para la
    escasez de hidrocarburos y el efecto invernadero. Pero, como era inevitable,
    hoy el péndulo oscila en sentido inverso y los medios están repletos de artículos
    advirtiendo que los políticos y la gente esperan demasiado, demasiado pronto.

    En realidad, existen enormes obstáculos técnicos, logísticos y financieros.
    Aun Islandia, que busca aprovechar sus extraordinarias fuentes geotermales -y
    su aislamiento geográfico- para convertirse en la primera economía a hidrógeno,
    no lo espera en menos de 40 años.
    Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y otros se han comprometido a asignar
    miles de millones para programas pro combustibles de hidrógeno. No obstante,
    los escépticos arguyen que un énfasis excesivo en el tema restará recursos científicos
    y financieros a otras opciones tecnológicas -automotores petroeléctricos, células
    gasíferas-, capaces de usar con mayor eficiencia los combustibles fósiles.
    El problema básico del hidrógeno es que, siendo el elemento más abundante del
    universo, en este planeta sólo se encuentra combinado con otros; por ejemplo,
    carbono. Hay dos métodos principales para generar hidrógeno libre. El más barato
    hoy es “partir” moléculas de gas pero, como el proceso crea dióxido de carbono,
    sería más práctico seguir empleando el gas como combustible.
    El otro sistema -más promisorio- consiste en separar el agua en hidrógeno y
    oxígeno, aplicando corriente eléctrica. Pero, si esa electricidad procede de
    combustibles fósiles, no se ganaría gran cosa. Por supuesto, si la electricidad
    se genera en fuentes no fósiles (como hidroenergía), el proceso no liberará
    dióxido de carbono en la atmósfera, pero tendrá costos más altos.