DOSSIER |
Por Virginia Vilariño (*)
Virginia Vilariño
En este contexto, tienen lugar una serie de consultas claves donde los consultados, a través del sistema de votación electrónica, manifiestan el pulso y sintonía respecto a los principales desafíos y oportunidades de la agenda de sustentabilidad.
Los resultados de este sondeo son analizados aquí para los dos últimos años, 2011 y 2012.
En 2011, se percibía una influencia real de los procesos internacionales –como los procesos de las Cumbre Mundial para el Desarrollo Sostenible Río 92, Río+10 y lo que se esperaba de Río+20– en la agenda empresarial.
La mayor parte de la audiencia evaluó que casi la totalidad de los conceptos y herramientas de sustentabilidad vigentes son producto de estos procesos. Asimismo, las empresas evaluaron el impacto potenciador que tendría el proceso Río+20 en las agendas empresarias en sustentabilidad en el plano local. Estos resultados conllevan una visión de riesgos y oportunidades del proceso Río+20 en particular, y de la agenda de sustentabilidad global en general.
Como venimos afirmando desde CEADS, la agenda de sustentabilidad global es ya una agenda de desarrollo económico y social cuya geopolítica impacta directamente en el escenario de los negocios.
Y en 2012, continuamos con este análisis de riesgos y oportunidades en la agenda empresarial, haciendo foco en los cambios radicales y veloces a los cuales acoplarnos en esta llamada “década turbulenta” que hemos iniciado. Y en este contexto, las empresas evaluaron que la agenda de la próxima década será predominantemente una agenda de oportunidades.
Este resultado evidencia que hay una mirada proactiva en la agenda de sustentabilidad, sin por ello entrar en el terreno de la ingenuidad, puesto que lo que se traduce de otras preguntas relacionadas, es que hay una clara percepción de que la sustentabilidad brinda a las empresas una capacidad diferencial para evaluar y gestionar riesgos complejos.
Sin embargo, la “obtención de permisos” y una marcada efervescencia regulatoria se perciben como problemáticas en las que deberemos seguir trabajando.
Agentes del cambio y expectativas
En 2011, se percibía que el proceso de Río +20 no llevaría a instalar la agenda de la sustentabilidad de manera genuina en el discurso político, pero sí que ayudaría al menos a instalar la temática en el ámbito político local con un enfoque diferente. Y en este contexto, anticipando el escenario post Río +20, las empresas consideraban prioritario la estrategia de alianzas con los think tanks de políticas y/o públicas y con los Gobiernos. Los medios de comunicación ocuparon un lugar destacado también en este enfoque.
En 2012, el sector público mantuvo su protagonismo y las empresas valoraron que la asociación empresa-Gobierno resultaría la más eficaz para influir en políticas públicas y desarrollo sostenible. Los tres niveles de gobierno –municipal, provincial y nacional– fueron considerados adecuados y necesarios.
Pero también la asociación empresa-consumidor fue muy valorada como canal para influir en políticas públicas sustentables.
Y en la misma línea, estos mismos actores –Gobierno, consumidores, medios de comunicación– compartieron el escenario a la hora de depositar las expectativas para liderar el cambio. En un contexto de moderadas expectativas de acuerdos innovadores en Río+20 y cierto rezago por parte del liderazgo político global, la principal compulsa se dio entre quienes apuntaron al liderazgo político como agente de cambio, y quienes pusieron su mirada en nuevos emergentes sociales.
Luego de un debate quedó claro que la síntesis ante ambas expectativas es que los nuevos fenómenos sociales (redes sociales, activismo verde, participación ciudadana) serían los que ejercerían una nueva forma de presión sobre los estratos políticos demandando gestión en esta materia.
Condiciones y motivadores
En 2012, el análisis y discusión se dio en torno a las condiciones prioritarias en lo local para generar escala ante los desafíos de la sustentabilidad.
Aquí nuevamente los resultados de la consulta se debatieron entre si se debían generar cambios de valores –en el consumo, en la producción, en la ciudadanía– para generar escala en las soluciones, o bien si debían darse ciertos incentivos y financiación que promuevan el largo plazo, y desincentiven el cortoplacismo.
Estas dos categorías permanecieron parejas, pero fue durante el debate donde cobró fuerza una tercera categoría, que sostenía que sin la generación de confianza, el resto carecía de factibilidad. Lo cual la colocaba como un “requisito previo” sobre el cual se debería comenzar a trabajar en el cortísimo plazo, sin olvidar las dos opciones anteriores.
La trascendencia de la generación de confianza en el sector empresario como pre-requisito, había empezado a evidenciarse en los resultados de 2011. En ese momento, analizando el impacto que tendría el proceso Río+20 en la agenda de las empresas, la percepción de la audiencia fue que las temáticas empresariarles con mayor trascendencia en un escenario post Río+20 serían las de ética, transparencia y compliance/reporting así como las mediciones de tercera generación (i.e: Footprints)
Resultaba evidente la importancia de implementar herramientas novedosas para la toma de decisiones y realizar comunicaciones efectivas que informen las decisiones de otros actores, como los consumidores.
Pareciera entonces que la generación de confianza, además de un pre-requisito para desarrollar cualquier tipo de alianzas, sería también un fin en sí mismo.
(*) Virginia Vilariño es coordinadora del Área de Energía y Clima del CEADS.
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