Por Carina Martínez
En la era del conocimiento, el acceso a la formación se vuelve, como nunca, un imperativo. La innovación es el sustantivo que define nuestra época; y parece convertirse en el –casi– único camino para avanzar y crecer en este veloz, cambiante, poco predecible y abrumador mundo de hoy.
Por supuesto, los empresarios lo saben y, por ello, si bien se afianza la tendencia a valorar distintos tipos de cualidades en los empleados, que van más allá del título obtenido o la educación formal recibida, ésta cuenta. Y mucho.
Así lo refleja la tercera edición del estudio anual que realiza Mercado junto a Oh! Panel, bajo la dirección de Gonzalo Peña, que busca indagar cuál es la visión de los ejecutivos respecto de la formación académica en la Argentina y dar respuesta a una pregunta, en apariencia, sencilla ¿De qué universidades prefieren reclutar a sus empleados?
A continuación, un detalle de los resultados.
El valor del dónde
Mucho hemos leído, seguramente, respecto de cuáles son las cualidades que los empleadores suelen buscar hoy en potenciales candidatos. Flexibilidad, poder de adaptación, espíritu emprendedor, creatividad, capacidad de trabajar en equipo, proactividad, saber un poco de todo… Pero estos intangibles, muy valiosos, por supuesto, ¿sustituyen, de alguna manera, la formación académica? De acuerdo a las respuestas obtenidas a un nuevo set de preguntas que este año componen el estudio sobre universidades, definitivamente no.
De los 288 respondentes que conforman la muestra, el 90% asegura que, a la hora de elegir un posible empleado, la universidad de formación del candidato es relevante (43% muy y 47% algo).
También lo es el hecho de contar –o no– con estudios de posgrado. Así, para el 37% de la muestra que el candidato haya cursado estudios post-universitarios es muy relevante a la hora de elegir entre los postulantes, mientras que 50% considera que este atributo es algo relevante.
Como viene repitiéndose cada año, la Universidad de Buenos Aires es la que recibe más menciones de parte de los ejecutivos consultados, como preferencia a la hora de elegir postulantes para sus compañías. Con un contundente 53%, su excelencia académica es incuestionable y mantiene, cómoda, su liderazgo. La segunda posición vuelve a ser ocupada por ITBA, con 37%, mientras que en tercer lugar figura nuevamente Di Tella, con 23%.
Pese a haber perdido 6 puntos porcentuales, UTN se mantiene cuarta este año, con 20% de las menciones. Algo similar sucede con UdeSa (17%), UCA (17%) y Austral (15%) que, si bien conservan sus puestos (quinto, sexto y séptimo, respectivamente), lo hacen tras perder varios puntos porcentuales en esta medición. Las primeras 10 posiciones se completan con UADE (13%), UCES (13%) y Universidad del Salvador (10%).
Si bien esta jerarquización de preferencias es bastante clara, y se repite casi igual en las tres mediciones, existe un nuevo dato no menor: para el 83% de los encuestados, la universidad que valora de los postulantes está vinculada al puesto requerido. Esto significa que, según el puesto a cubrir, la preferencia puede variar.
Carreras adaptadas, pero largas
Los avances científico-tecnológicos y de las comunicaciones, entre otros múltiples factores, transformaron radicalmente el mundo; cómo vivimos, en general, y en particular, cómo trabajamos. Los negocios ya son otros –y se implementan de otra forma–, los puestos se reformulan, los saberes requeridos cambian. Pero los cambios en la academia no suelen ser, a veces, tan rápidos. Modificar la currícula de una carrera, principalmente en las organizaciones más grandes y, de alguna manera, “burocráticas”, como las universidades públicas más tradicionales, no es tarea fácil. Entonces, ¿están preparadas las universidades para formar profesionales acordes a los tiempos que corren?
Los datos recogidos en el presente estudio son, en principio, alentadores. Para casi siete de cada 10 respondentes (66%) las currículas están muy (13%) o algo adaptadas al contexto empresarial actual, mientras que para tres de cada 10 lo están poco (27%) o nada (7%); algo que, si bien muestra una visión mayoritariamente positiva, no debería ser soslayado.
Por otra parte, como bien sabemos, la currícula universitaria en la Argentina –fundamentalmente en las carreras con más trayectoria– suele sumar no menos de 35 materias. Esto se traduce en unos cinco o seis años de estudio regular para una carrera de grado. ¿Es esta la mejor alternativa, de acuerdo a los ejecutivos consultados? Para gran parte de ellos no. Según el criterio de seis de cada 10 de los respondentes, para el mundo actual, sería preferible una alternativa académica que contemple carreras cortas, con especializaciones posteriores.
Alta satisfacción
Respecto de las universidades que los mismos ejecutivos han elegido para su formación (90% de los respondentes es egresado universitario), la dispersión de universidades sigue manteniéndose, como en mediciones anteriores. Tres de cada 10 son egresados de la UBA, 13% de UTN, 10% de UCA y otro 10% de UB. El resto de las universidades no supera el 3% de la muestra.
Si bien el 78% asegura estar muy satisfecho con la universidad en que se formó, algunos de ellos elegirían otra si tuvieran que volver a estudiar. Así, ante la pregunta Si hoy, con su experiencia e información decidiera hacer una carrera universitaria, ¿cuál/es universidad/es elegiría para estudiar?, la UBA es la que recibió más menciones (36%), seguida de ITBA, con 27% (+7% respecto del año anterior) y Austral, 21%. Les siguen la Di Tella, con 20% y San Andrés, con otro 20%. El resto no supera el 13%.
En cuanto a los posgrados, la gran mayoría de los ejecutivos encuestados (90%) asegura estar muy (57%) o algo interesado en continuar su capacitación mediante formación post-universitaria.
Aportes valiosos
Miradas desde la experiencia
En el marco del estudio anual sobre las universidades que los ejecutivos prefieren para sus empleados, profesionales de distintas entidades dan su opinión sobre características, tendencias y opciones recomendadas en formación académica.
Ejecutivos de empresa, profesionales responsables de reclutamiento de personal y también expertos de casas de estudios brindan, desde su experiencia, opiniones valiosas sobre temas relevantes en cuanto a la formación académica en la Argentina de hoy. Una recopilación que abre al debate y lleva a una reflexión necesaria.
Bayton
En función del puesto
María Laura Scarano, gerente Nacional de Selección
Como compañía de personal temporario, muchas empresas clientes, más que nada multinacionales y con planes de Jóvenes Profesionales, expresan preferencia por la universidad de la cual hayan egresado los candidatos, sin descartar otras posibilidades; más que nada, dependiendo de la carrera o el título que se requiera.
A la hora de evaluar candidatos para puestos de trabajo, ¿influye la universidad de la cuál es egresado? ¿En qué medida? ¿Por qué?
A la hora de evaluar candidatos, dependiendo la carrera, sería un gran dato a tener en cuenta de qué universidad es egresado, qué tipo de carrera realizó y, si el puesto es regional, el alcance del título.
Históricamente siempre se le dio mayor importancia a títulos de las universidades estatales en carreras de grado como Medicina, Abogacía, Arquitectura, por el nivel académico de los profesores, el temario de cada carrera y el alcance y más aún los años de trayectoria de las universidades que cuentan con docentes ya doctorados en ciertas ciencias y carreras.
Por otro lado, existen también excelentes universidades privadas, enfocadas más que nada a la gestión empresarial, que han desarrollado carreras acorde a nuestros mercados laborales y a las exigencias de la industria, con posibilidades de rápidas salidas laborales. Carreras más cortas de las tradicionales, sumándose carreras intermedias, tecnicaturas que permiten títulos intermedios.
Si bien las universidades privadas fueron creadas en 1958, la matrícula es mayor en las privadas que estatales por la diversidad de carreras cortas y una salida laboral más pronta.
Volviendo a la pregunta, sí influye la universidad según el puesto requerido y también si la carrera fue cursada presencial, libre o a distancia.
De acuerdo a su experiencia ¿considera que los planes de las universidades en Argentina están adaptados a las nuevas tendencias sociales, económicas y tecnológicas? ¿Preparan a los estudiantes en las habilidades hoy requeridas?
Consideramos que sí. Las nuevas universidades tanto estatales como privadas, fueron cambiando sus currículas y se están a adaptando a una nueva tendencia tanto generacional como tecnológica y económica. Si bien en el 70% se prepara a los estudiantes para que cuenten con las habilidades requeridas para un futuro trabajo, hoy se necesita que el plantel docente se adapte y cuente con todas las herramientas necesarias para propulsar el cambio.
¿Cuáles son las principales carencias –o falencias– que nota en cuanto a la formación académica? (si es que las hay)
Es común escuchar que los alumnos no pueden tener materias prácticas por la falta de materiales y de bibliografía, que en muchos casos hasta en la universidades estatales es difícil y de alto costo poder acceder a dicha información fundamental para el estudio.
También hay falta de bibliotecas preparadas y destinadas para las carreras en sí, con información, apuntes, trabajos prácticos y documentación de las cerraras en curso.
A esto podemos sumarle los frecuentes temas de espacio en las aulas, para muchas universidades estatales y de provincia.
ITBA
Adaptación indispensable
Norberto Lerendegui, decano de la Escuela de Ingeniería y Tecnología
El ITBA ha sostenido una práctica histórica de formar a sus alumnos a través del aprendizaje activo, presentándoles sistemáticamente desafíos de problemas reales a resolver y proyectos de componentes, sistemas o procesos a implementar. El aprendizaje a través del hacer es una característica importante del proceso de formación del ITBA.
¿Considera que los planes de las universidades en Argentina están adaptados a las nuevas tendencias sociales, económicas y tecnológicas? ¿Preparan a los estudiantes en las habilidades hoy requeridas? ¿Qué falta?
El mundo de la educación nos sugiere que el aprendizaje será cada vez más social, experiencial, compartido y adaptado por el estudiante y, abiertamente compartido con la comunidad. La búsqueda del conocimiento será una tarea de toda la vida, inmersiva y sin fidelidad hacia una plataforma de aprendizaje determinada. Nutrir de conocimientos a los alumnos implicará suministrar lo que quieren, cómo, cuándo y dónde lo quieran.
En 2020 cerca de la mitad de la fuerza laboral estará formada por “millennials”, lo que generará un gran impacto en la cultura y expectativas organizacionales. La nueva cultura estará sostenida por el aprendizaje social y el trabajo colaborativo, habilidades que habrá que estimular en los estudiantes. El trabajo en red permitirá aprender más rápido y facilitará la innovación y los cambios en las formas en que se harán las cosas.
Las universidades argentinas, en mayor o menor grado, son conscientes del cambio en curso, pero muchas veces su propia inercia hace que la adaptación se produzca más lentamente que lo conveniente. Hay una fuerte concientización en incrementar el desarrollo de las así llamadas “soft skills”, particularmente en las ingenierías. El gran desafío es reconocer que el estudiante actual es distinto al de dos décadas atrás y que el proceso de enseñanza-aprendizaje requiere, como contrapartida, que el docente y la institución cambien y se adapten para lograr un proceso de enseñanza-aprendizaje eficaz y eficiente.
En su criterio, ¿es más conveniente un sistema universitario de carreras “largas” (de entre cinco y seis años) o de carreras más cortas y, luego, especializaciones?
El esquema de carreras en Estados Unidos es de 4 años para un primer título universitario (“bachellor”). Esto permite el ingreso laboral más temprano y acompañar la evolución profesional con estudios posteriores más específicos (por ejemplo, maestría de 2 años) que atiendan intereses personales o profesionales. Este proceso da más libertad al individuo, pero la comparación con el sistema educativo argentino debe hacerse con cuidado. En nuestro país, la formación básica de un ingeniero es intensa y conlleva 5 años como mínimo de formación, pero el título que ofrece es más que una constancia de conocimientos adquiridos; es en realidad un certificado de habilitación de ejercicio profesional independiente. En Estados Unidos para ser un ingeniero profesional, hay que alcanzar estudios posteriores al de “Bachellor” o “Master” y dar exámenes adicionales.
Univ. Católica Argentina
El tiempo necesario
Gabriel Curi, director del Departamento de Ingreso
El diferencial de la UCA tiene que ver con el prestigio académico que surge de ser una universidad integral con investigación y sólidos valores. Una universidad integrada por un grupo humano que se especializa en educación inicial hasta posgrados. Además, la interdisciplinariedad que se vive en sus pasillos enriquece los planes de estudios y el dictado de sus clases. Simultáneamente, y en línea con los cambios sociales, un área dedicada a la innovación provee de nuevas herramientas de aprendizaje en forma transversal para todas las carreras.
En su criterio, ¿es más conveniente un sistema universitario de carreras “largas” (de entre cinco y seis años) o de carreras más cortas y, luego, especializaciones?
Estamos en un mundo donde hay cambios permanentes en los estilos de vida y en las reglas económicas, escenarios políticos en constante modificación, transformaciones en lo ambiental donde la reputación y la sustentabilidad se transforman en tema de agenda cotidiana, demográficos con demandas cambiantes y crecimiento de expectativa de vida y sin dudas, tecnológicos con la digitalización y la hiperconectividad omnipresentes.
Ante esta situación, las carreras también deben adaptarse a esta realidad con planes de estudios que deben dar respuesta desde los contenidos. Pensar desde esta lógica implica poner en segundo plano la duración, que debe surgir a partir del tiempo necesario que se requiere para que los alumnos puedan aprender los contenidos. Por eso desde la UCA se ofrecen planes de estudios que abarcan desde cursos cortos, diplomados, especializaciones, carreras tradicionales hasta posgrados en todos sus formatos, con duraciones de semanas a 4 o 6 años.
Es cierto que puede haber una demanda social focalizada en la inmediatez y en soluciones de aprendizajes rápidos, pero… ¿se puede aprender medicina en menos de 5 años? Una universidad no debe caer en un marketing que se adapte a esas demandas para solo atraer alumnos, debe realizar planes de estudios que duren lo suficiente para mantener la calidad académica, sin caer en el facilismo. Por lo tanto, nuevas demandas laborales pueden surgir ante estos permanentes cambios que se deben hacer frente desde la educación con carreras que duren en tiempo necesario para generar un excelente profesional.
Unilever
Vínculo directo
Melina Cao, directora de RR.HH.
En Unilever tanto nuestro equipo de reclutamiento como los jefes que entrevistan para todos sus procesos de selección no pre–seleccionan candidatos por universidades. En algunas áreas donde no se precisa una habilidad técnica específica tampoco se pre-seleccionan candidatos por carreras.
Creemos que trabajar de esta forma fomenta la diversidad en los equipos y nos permite enfocarnos en las cualidades de las personas más allá de su background. Durante los procesos de selección capacitamos tanto a los reclutadores como a los jefes en ser muy conscientes de los sesgos que traen (por ejemplo, entrevisto a un candidato que estudió lo mismo que yo, en la misma universidad y ya tengo un sesgo positivo hacia él). Por esa razón creemos que también el uso de la tecnología en nuestros procesos de selección, como actualmente usamos inteligencia artificial, ayuda a reducir algunos de estos sesgos.
Es difícil generalizar en relación a la preparación que reciben los estudiantes en las diferentes universidades. Para nosotros, es muy recomendable que antes de terminar la universidad puedan hacer alguna práctica o pasantía en una empresa, porque van a vivir de forma real y concreta algunas cuestiones que aprendieron de forma teórica en la universidad.
En Unilever, las universidades tienen un lugar muy importante en el ecosistema, y hemos generando relaciones muy cercanas que nos habilitan a co–crear con ellas. Valoramos los espacios que tenemos en conjunto para desarrollar al talento del futuro; también nos enriquecemos de los aportes de sus académicos y en más de una ocasión hemos compartido prácticas y procesos para desarrollar investigaciones en conjunto. Además, consideramos que en este mundo es clave que las universidades y docentes estén en constante aprendizaje y transformación, y que puedan transmitir a los más jóvenes las tendencias y habilidades “blandas” y lo que se está por venir para ayudarlos a estar más preparados.
En Unilever fomentamos y le damos el espacio a los empleados para que puedan finalizar sus estudios universitarios, ya que para nosotros ser profesionales es un valor en sí mismo. Como también tenemos diferentes beneficios para hacer posgrados y MBA alineados a los planes de carreras de los empleados.
Universidad de San Andrés
Hacia las profesiones mutantes
Por Carina Martínez
Alejandro Artopoulos
Al ser consultado sobre los temas incluidos en este especial sobre universidades, Alejandro Artopoulos destaca la labor y voluntad de los docentes argentinos, indaga en el concepto de “alfabetización informacional” y repiensa los desafíos que la inteligencia artificial y la digitalización imponen al mundo del trabajo.
Alejandro Artopoulos es profesor de la Escuela de Educación y director de I&D, Centro Innovación Pedagógica, de Universidad de San Andrés. En el marco de este informe sobre universidades, dio su enriquecedora visión al responder a dos de las preguntas que lo atravesaron.
¿Considera que los planes de las universidades en Argentina están adaptados a las nuevas tendencias sociales, económicas y tecnológicas? ¿Preparan a los estudiantes en las habilidades hoy requeridas? ¿Qué falta?
Los planes de las universidades en Argentina están adaptados parcialmente a las nuevas tendencias sociales, económicas y tecnológicas. En gran medida gracias a la voluntad y decisión de los docentes que se actualizan y buscan contenidos actualizados y pertinentes para sus alumnos.
Gracias a esta dedicación, los docentes se ocupan de traer al aula nuevos temas que desafían a los alumnos. Sin embargo constantemente están luchando con diferentes problemas económicos e institucionales.
No tener internet en el aula impide a los docentes enseñar habilidades informacionales. Fundamentales para todas las profesiones y actividades. Tanto para los negocios digitales y el marketing en línea, la formación de los profesionales de la salud, ni hablar de las ingenierías o las carreras científicas, y para cuestiones más básicas como para ejercer los derechos de la ciudadanía en un entorno de redes sociales y big data.
Podríamos decir que hoy la alfabetización informacional, no confundir con la alfabetización digital, recién se puede completar en la educación superior, aunque debería hacerlo en la secundaria. La diferencia de la formación informacional con la digital no tiene que ver solo con el acceso y las capacidades de uso. La alfabetización informacional, tal como la define Unesco, es la que le permite “a la persona, cualquiera que sea la actividad que realice, a buscar, evaluar, utilizar y crear información para lograr sus objetivos personales, sociales, laborales y de educación”.
Una necesaria agenda de desarrollo
Ahora, el problema es que hay para cada profesión un “sabor” diferente de esta alfabetización informacional. Aprender a filtrar información depende de un contexto específico definido tanto por campo de conocimiento como por el lugar geográfico y tiempo en el que estemos ubicados. Solo se puede aprender capacidades informacionales si disponemos de internet de alta velocidad en el aula. En donde un docente especialista de la disciplina puede, además de la palabra, los textos y las imágenes, usar el nuevo lenguaje de los algoritmos con sus alumnos. La alfabetización informacional debería ser un objetivo educativo permanente, en todos los niveles educativos y a lo largo de toda la vida.
Estos problemas relacionados con la baja inversión en educación que el país sufre desde hace décadas también se cruzan con problemas institucionales que impiden la innovación curricular. Muchas buenas iniciativas a nivel piloto habitualmente no pueden escalar debido a que no es posible sostener los consensos necesarios para que las reformas curriculares dejen de lado las posiciones conservadoras, con una clara hegemonía enciclopedista.
Para que los cambios curriculares respondan a las nuevas tendencias sociales, económicas y tecnológicas es necesario pensarlos desde una agenda nacional de desarrollo de mediano y largo plazo que asegure consensos básicos. Aunque parezca casi un delirio plantearlo en estos días de incertidumbre económica, no hay mejor época para repensar estos desafíos de la educación del futuro.
En su criterio, ¿es más conveniente un sistema universitario de carreras “largas” (de entre cinco y seis años) o de carreras más cortas y, luego, especializaciones?
Me inclino por la segunda opción: carreras cortas y luego especializaciones. Es necesario promover la formación consistente de perfiles mixtos. Vamos hacia un mundo de profesiones “mutantes”.
David Autor y Daron Acemoglu, investigadores del MIT, escribieron en Skills, Tasks and Technologies: Implications for Employment and Earnings, que si bien hay muchos trabajos en riesgo no hay que pensar en apocalipsis laborales. Promueven una postura más aplomada que se opone a la exagerada idea de la sustitución agresiva de humanos por máquinas.
Se trata de una idea “interactiva” de una economía de “fuertes complementariedades entre automatización y trabajo que aumenta la productividad, los ingresos y la demanda de trabajo”. Estamos en la era de “cobotización” en donde habrá más presencia de robots, pero también la formación para el empleo se hará más compleja y requerirá de personas formadas en varias disciplinas que dialoguen entre sí.
Sin bien no nos espera el apocalipsis de la máquinas para el trabajo humano, sí hay que estar atentos a cuáles serán las tareas que están en riesgo por el avance de la digitalización. Como ya sucedió con la Revolución Industrial, el vapor y la diligencia fueron reemplazados por el tren, perdieron trabajo petiseros y marineros fluviales pero surgieron maquinistas, ingenieros ferroviarios, gerentes de estación y por el aumento del consumo del acero, trabajadores siderúrgicos, ingenieros de planta, técnicos en acero, etc.
Así y todo aunque consideremos que habrá muchos empleos nuevos que los reemplacen se estima que el 47% de empleos actuales están en riesgo. Los perdedores del cambio tecnológico serán los puestos de calificación media. Las profesiones genéricas y rutinarias, típicas de clase media consideradas económicamente “seguras”, como los contadores, abogados, analistas de recursos humanos, vendedores de seguros, operadores de maquinaria industrial, analistas financieros, y aquellos que hace tareas rutinarias como telemarketers, operadores telefónicos, cajeros de supermercado o cobradores de peaje.
Polarización
Hay en marcha un proceso de polarización del empleo, con caída de los segmentos medios y un crecimiento de los de baja y alta calificación (menos automatizables y complementarios a la tecnología, respectivamente). En las de baja calificación encontramos a los que atienden al público.
Países y personas están luchando por el acceso a los nuevos empleos de alta calificación. Como dijimos estos empleos serán “mutantes”. Son los trabajos creativos o empáticos que usan la caja de herramientas de habilidades humanas (inteligencia social, analítica, etc.) que si bien tienen un perfil definido combinan conocimientos de diversos campos en su despliegue. Profesiones con baja posibilidad de ser reemplazadas incluyen psicólogos, gerentes de recursos humanos, trabajadores sociales, neurólogos, diseñadores de moda, estilistas y artistas en general.
Otra área propia de la era digital son las profesiones tecnológicas que usan la programación como herramienta principal con la creatividad de aplicarla a escenarios cotidianos, trabajos en general “mutados” entre la tecnología, el entretenimiento y el diseño, tal como lo cristalizó las famosas charlas TED (Technology, Entertainment and Design).
Por eso se habla de promover la educación STEAM, por las siglas en inglés para Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Arte y Matemática. El cambio tecnológico está provocando fertilizaciones cruzadas entre campos de conocimiento que antes considerábamos distantes. Las nuevas herramientas de la inteligencia artificial y big data se cruzan con los entornos digitales de diseño.
Como sucede con el científico de datos, hay una cantidad nueva de profesiones que no existían hace apenas cinco años. Las tecnologías digitales traen nuevas profesiones tan variadas como los Community Managers, los mineros de datos (data miners), sociólogos tecnólogos (esto es lo que hago yo), economistas digitales y arquitectos de videojuegos.
Otras áreas en ascenso son las energías alternativas, agroindustria, nanotecnología, legislación internacional, ciencias de la salud, educación y construcción, y deben tenerse en cuenta profesionales como ingenieros ambientales, ingenieros en petróleo no convencional, agrotecnólogos, agricultores verticales, agroinformáticos, oficiales de cuarentena, consultores de bienestar de personas mayores, nano-médicos, bioinformáticos, neuroeducadores, nano-ingenieros electrónicos, nano-técnicos siderúrgicos, gerentes de responsabilidad social, entre otros.
Toda esta proliferación de nuevas posibilidades está muy bien teóricamente pero es posible aprovecharla sí y solo sí converge con una estrategia de desarrollo. Cuando salimos del terreno de las generalidades, y entramos en otro de informaciones precisas pensando específicamente en la Argentina no está claro cuáles son los sectores que van a demandar más trabajo de calidad.
En principio, el de agronegocios es un sector que ya está reactivándose y las tecnologías de la información nunca se detuvieron. En energía habrá inversores, y ciencias de la salud, educación y construcción son sectores en los que el Estado deberá trabajar.
Ahora bien, que haya demanda de trabajo no quiere decir que la formación esté disponible. De manera que es conveniente no dejar librada la formación para el trabajo futuro solo a la oferta académica disponible. Hay competencias y saberes que son fundamentales cuyo aprendizaje depende exclusivamente de la iniciativa propia. Es necesario tomar conciencia de que en la sociedad que nos toca vivir, conocimiento ya no es un sustantivo, sino un verbo.
Creatividad y pensamiento algorítmico
El conocimiento en la Sociedad del Conocimiento es fluido, transformador, algo que provoca que las cosas sucedan, ya no es una “cosa”, un objeto que está codificado en disciplinas, algo para darle play, disponible para su consumo, más bien se parece a la energía generada por las turbinas de los aviones, y esas turbinas, esos motores jet, son las tecnologías de la información que debemos usar para producirlo. El conocimiento ya no es importante, lo que cuenta es lo que se sepa hacer con las herramientas tecnológicas más poderosas para producirlo.
El trabajador del futuro ya no es el “trabajador del conocimiento” de Peter Drucker. A este pobre trabajador del Excel ya lo tenemos sentado en la oficina y cada día que pasa es más obsoleto. El trabajador del futuro será aquel que domine el pensamiento algorítmico y a la vez sea capaz de crear. Que sepa qué hacer con el tsunami de datos que generan las redes sociales, los sensores y las cámaras, aplicando y curando algoritmos para producir propuestas radicalmente nuevas.