Según una reciente publicación del McKinsey Global Institute, hay tres actividades económicas –tecnología, finanzas y cuidado de la salud y farmacéutica– que vieron triplicadas sus utilidades desde finales de los años 90, lo que representa 45% de las ganancias obtenidas por el total de las corporaciones estadounidenses. El grado de concentración en esos sectores se ha incrementado durante estos años.
Un proceso que no se detiene solamente en sectores conectados con la propiedad intelectual, sino que se extiende a todas las actividades económicas.
Según una investigación de Brookings Institution, en las últimas dos décadas, más de 75% de todos los sectores económicos de Estados Unidos han aumentado su concentración en recursos e influencia.
Ocho de las empresas más valiosas del mundo, operan en el campo tecnológico. El valor de capitalización combinado de este grupo es de US$ 4,7 billones (millones de millones). Si se toman las 100 primeras empresas del planeta, estas ocho representan 30% del valor combinado de las restantes 92.
Las ocho empresas en cuestión son Apple, Alphabet (Google), Microsoft, Amazon y Facebook. Todas estadounidenses. Las otras tres son la surcoreana Samsung, y las chinas Alibaba y Tencent.
La explicación más evidente está en la globalización. Pero internamente hay otra razón de peso. El cambio de percepción en la legislación antimonopolios. En los años 80, cuando el tema estuvo de moda, apareció la doctrina Bork (por un juez federal, Robert Bork) cuya esencia es: mientras los precios al consumidor declinen, no hay amenaza a la competencia y por tanto no se aplica legislación anti trust. Ese consenso evitó que las autoridades regulatorias ignoraran el activo proceso de concentración que se estaba dando.
Pero la competencia (y los monopolios) ya no es como solía ser. Los productos son baratos – y a veces gratuitos–. Por tanto los precios ya no sirven como indicador exclusivo. Muchos de los nuevos jugadores pueden adquirir vastas porciones de market share, convirtiéndose en protagonistas casi exclusivos de un sector económico. El año pasado, por ejemplo, Amazon representó 44% del total de ventas e-commerce realizadas en Estados Unidos.
Monsanto –ahora a su vez, sujeto de una oferta de compra– adquirió 30 empresas en la última década. Oracle no se quedó atrás: compró 80. Google, más de 120. Ante jugadores de tal envergadura, la respuesta que encontraron todos los otros sectores económicos que se sienten amenazados es, a su vez, concentrarse y aumentar de tamaño para tener chance en cualquier combate que sobrevenga.
Las más innovadoras
Otra manera de ver esta realidad es a través de la lente de la innovación, como lo hace un informe del Boston Consulting Group. Una conclusión: crece la brecha entre las empresas más fuertes en innovación y las más débiles.
Apple, Google, Microsoft, Amazon y Samsung se mantienen a la cabeza de las 50 compañías más innovadoras en el mundo, según una encuesta realizada por el Boston Consulting Group a más de 1000 líderes senior en innovación de distintos países e industrias.
Apple lidera ininterrumpidamente este ranking desde que BCG comenzó a publicarlo en 2005. Por su parte, Google subió al segundo puesto desde 2006 y lo ocupa desde entonces, exceptuando 2013, cuando bajó a la tercera posición. Microsoft siempre ha estado entre las cinco primeras, y siempre escalando. Amazon, que en 2006 ocupaba el puesto 21, en esta edición es cuarta. Samsung, que sube dos lugares, vuelve a entrar entre las cinco primeras.
Según el estudio, 11 de las 50 compañías más innovadoras –incluidas siete del top 10– son nativas digitales, es decir, siempre han sido empresas con ofertas tecnológicas. Dos de ellas, en el último año, hicieron un lugar entre las 10 primeras: Alibaba Group, con su primera participación en el top 50, y Uber. Entre las primeras 20, Tencent es nueva en la lista, mientras Airbnb, SpaceX, Cisco Systems, Orange, y Marriot mejoraron su posición de manera significativa. En general, 12 compañías se sumaron al listado –o se reincorporaron– en 2018 debido a que la mayoría de las empresas seleccionadas han incorporado tecnologías digitales en sus programas de innovación.
Una de las principales conclusiones de la encuesta es que las compañías se están concentrando en cuatro elementos de la innovación digital: Big Data, la rápida adopción de nuevas tecnologías, los productos y capacidades móviles, y el diseño digital. Mientras tanto, otras áreas –como nuevos productos y servicios– perdieron protagonismo para los ejecutivos de innovación.
El informe muestra una brecha, que podría continuar ampliándose, entre las empresas innovadoras fuertes y débiles en cuanto a sus habilidades para aprovechar plenamente la tecnología digital. Por ejemplo, 79% de las innovadoras fuertes informan que tienen procesos de innovación debidamente digitalizados, mientras solo 29% de las débiles dice lo mismo.
Blockchain es una genuina revolución
Hay una verdadera revolución en sus comienzos. En una época donde los cambios son tan vertiginosos y de tanta magnitud, ¿tiene sentido hablar de una drástica transformación en el mundo de las IT?
Para quien no esté familiarizado, blockchain es una base de datos electrónica para hacer transacciones encriptadas, que debe su actual notoriedad a que es utilizada por bitcoin (pero ese es otro tema, como el lector podrá comprobar a partir de la página 82 de esta edición).
Lo revelador es que puede tener millares de aplicaciones, adentro y afuera del campo financiero. Hay algunos optimistas que aseguran que estamos en presencia de una nueva Internet. Lo único cierto hasta ahora es que esta “revolución” está dando sus primeros pasos.
Si se avanza en el camino imaginado podría ser la base de nuevos cimientos para una red computorizada, descentralizada, donde actuales gigantes como Facebook, Google o Amazon operarán en un entorno diferente y donde se les exigiría mayor responsabilidad. Para los que no ingresen a tiempo en el nuevo ámbito, el pronóstico es que pueden desaparecer.
La codicia por hacer fáciles y rápidas ganancias con las cripto divisas puede estar dando nacimiento a algo mucho más importante.
En esencia, blockchain –como lo define Wikipedia– es una cadena de bloques o cadena articulada, y es una base de datos distribuida, formada por cadenas de bloques diseñadas para evitar su modificación una vez que un dato ha sido publicado usando un sellado de tiempo confiable y enlazando a un bloque anterior. No hay forma de modificación o de revisión.
El usuario accede con una clave, a la que muchos definen como una integración del número de una cuenta bancaria, una dirección mail y el número de la seguridad social.
Lo más soprendente es que el usuario ha realizado una operación totalmente segura, prescindiendo de los tradicionales actores intermediarios. Y lo más importante: nadie es dueño de esta plataforma. Basta con ingresar en ella con los recaudos que se exigen, y participar de esta comunidad democrática.
Su verdadero valor
Primera conclusión entonces: la burbuja en torno al Bitcoin es una distracción que suele impedir el verdadero significado y valor de blockchain. Dicho de otro modo: la significación de este novedoso fenómeno no consiste en el desplazamiento de las monedas tradicionales. Sino en una nueva concepción de internet, reemplazando mucho de lo que conocemos de ella, logrando que el mundo online sea más descentralizado e igualitario.
Así se ve desde una vasta audiencia desencantada con el actual estado de cosas en Internet. El sentimiento más extendido es que hay que “ajustar y corregir” lo que pasa en la Red. Para lo cual es necesario eliminar o reducir la gravitación de lo que se conoce como “los gigantes de la internet”, convertidos en verdaderos monopolios con vasto alcance y poder económico. Lo que explica el nuevo clima en vastos sectores, que propicia regulación y legislación anti monopolio (como ocurrió en el pasado con ferrocarriles y servicios telefónicos, donde estaba en juego el interés público).
Pero los evangelistas del blockchain piensan que eso no está mal pero que no es suficiente. Recuerdan que lo que debilitó la posición dominante de Microsoft fue la proliferación de software de fuente abierta la que realmente lo logró. Algo parecido propician ahora en internet con el advenimiento de blockchain.
Los historiadores de Internet hablan de capas geológicas. La primera, los protocolos de software desarrollados en los años 70, 80 e inclusive los 90. Todos ellos se basaban en protocolos abiertos. Todo el mundo puede usarlos sin necesidad de hacer ningún pago.
Pero a mediados de los años 90, las cosas cambiaron. Apareció de World Wide Web, donde se adoptaron pocos protocolos de fuente abierta. Los problemas de entonces (identidad, comunidad y mecanismos de pago) se dejaron al arbitrio de las firmas privadas. Así surgió una nueva capa geológica, la Internet 2, donde no había una fuente abierta para establecer la identidad humana en la Red. El sector privado corrió a llenar ese vacío. Así se pasó a un estándar propietario para establecer la identidad del que se conecta. Por ejemplo, el mecanismo ideado por Facebook (una firma controlada por una sola persona, su principal accionista, Mark Zuckerberg), que posee la identidad social de 2.000 millones de personas.
Por eso los que abogan por el desarrollo de blockchain sueñan con retornar a Internet 1, la primera capa geológica, para que vuelva a ser abierta, solucionando los problemas de omisión del pasado. Pero ahora se enfrentan con poderosos actores que defienden las poderosas corporaciones que se han desarrollado.
Lo que no hay que perder de vista es que, pese a todas sus promesas, blockchain es algo que todavía está en pañales.