Christine Lagarde
Tal vez la amplitud del respaldo del FMI al país sea una consecuencia de la pregunta y respuesta sarcástica que muchos advierten como realidad verdadera. En especial, el famoso gradualismo para ir eliminando sin demasiados sobresaltos “la pesada herencia”. El monto del acuerdo es muy superior a los US$ 30.000 millones que se mencionaban al inicio.
El caso es que nuestro tradicional villano, el FMI, respaldó un acuerdo por un total de US$ 50.000 millones, mucho más de lo previsto. Sin contar con el agregado de US$ 4.000 millones que harán el Banco Mundial y la CAF.
Lo más importante, tal vez, es que el acuerdo implica un desembolso inmediato de US$ 15.000 millones (sin hablar de la facilidad en moneda de China, acordada con Beijing, por un monto equivalente a US$ 11.000 millones). Tal vez sin pretenderlo, el país es percibido como el laboratorio de una salida del populismo que importa mucho a las grandes economías del G7, por ejemplo.
Con este nuevo escenario, este rescate –cuando sea aprobado formalmente por el directorio de la entidad– debería asegurar el rescate del peso para lograr estabilización. A cambio habrá que pagar un precio. ¿Cuál es?
Para este año, exige que se cumpla la meta fijada por el gobierno local de mantener el déficit fiscal en torno a 2,7%, mientras que en 2019 deberá ser de 1,3%, con la meta de lograr el equilibrio en 2020 (o acaso en 2021). El déficit fiscal primario no incluye a los pagos de intereses.
La memoria colectiva argentina tiene un mal recuerdo de la historia común con el FMI. Por lo que habrá un atento seguimiento de esta relación por parte de la opinión pública. Los que reaccionaron en forma positiva ante el acuerdo, creen que se facilita y mucho el proceso de reforma gradual en el que estaba embarcado el gobierno, según esta visión.
En cuanto a la inflación, en un nivel actual de 27% anual, será casi imposible que baje este año a 15%. La idea es que se sitúe en 17% para 2019, y en 13% para 2020.
Caída en el nivel de actividad
¿Adónde va la economía tras el salto del dólar?
En el primer trimestre la economía creció 3,4% i.a., estirando la tendencia positiva del año pasado. Pero, producto de la sequía, la corrida cambiaria, la aceleración de la inflación y una política monetaria y fiscal más contractivas, se espera una disminución del PBI desestacionalizado en los próximos meses.
Es decir, habrá una caída del nivel de actividad en el segundo y tercer trimestre del año. El crecimiento en 2018 será sólo por el elevado arrastre estadístico del año pasado. El nuevo escenario –advierte la consultora Ecolatina– impactará negativamente en la demanda interna. Al deterioro de los ingresos reales (la aceleración de la inflación superará por varios puntos a los aumentos de salario acordados por la mayoría de los gremios en paritarias), se le suma el fuerte incremento del costo del financiamiento, el deterioro de las expectativas (de inversión y del mercado laboral), y nuevos recortes en el sector público (obra pública y gastos de funcionamiento).
Aunque la corrección cambiaria ayudará a reducir el elevado déficit externo (uno de los principales problemas de nuestra economía), el ajuste no será inmediato. El menor dinamismo de la actividad y el salto del dólar acotarán las importaciones, mientras que la mejora de las exportaciones llegará recién en el mediano plazo.
El estrés cambiario desnudó la fragilidad/dependencia del esquema económico al constante influjo de capitales externos. La tregua alcanzada es frágil por lo que no se puede descartar otro evento de tensión cambiaria (de mayor o menor intensidad) en el futuro. Estos eventos podrían desencadenar nuevas presiones alcistas en el dólar. Entre ellos podemos destacar: mayores turbulencias en el mercado internacional (suba de tasa internacional y salida de capitales de países emergentes); una incorrecta implementación de la reducción de la tasa de interés de referencia del BCRA (en niveles asfixiantes para la actividad económica); y la posible recategorización o no a mercado Emergente por parte de MSCI.
Cómo bajó el déficit con Brasil
Incidió la depreciación del peso frente al real. Cayeron las importaciones desde el vecino país. En mayo, la balanza comercial bilateral entre Argentina y Brasil arrojó un déficit de casi US$ 450 millones en contra de nuestro país. Como no sucedía desde julio de 2016, el rojo del intercambio de bienes con nuestro principal socio se redujo (–28,9% i.a.), producto de una mayor contracción de nuestras importaciones desde el gigante sudamericano (–19,3% i.a., que totalizaron en US$ 1.240 millones) pese a la baja que sufrieron nuestras exportaciones (–12,7% i.a., que rozaron los US$ 800 millones), según surge del informe de la consultora Ecolatina.
La reducción de las importaciones es consecuencia directa de las turbulencias cambiarias que se iniciaron a fines de abril y continuaron en mayo. Dado que la cotización del peso respecto del dólar se depreció más que el Real, nuestro Tipo de Cambio Real Bilateral se depreció 8% i.a. en mayo, ganando competitividad externa. No obstante, la reducción del déficit no vino por mayores exportaciones a Brasil (de hecho, éstas cayeron 12,7% i.a.), sino que se explicó por la fuerte contracción de las importaciones provenientes de nuestro principal socio comercial (–19,3% i.a.).
Vale remarcar que la magra performance de nuestras exportaciones, no se debió a una retracción de las compras totales de Brasil (de hecho, éstas crecieron 9,3% i.a.), sino a una pérdida de participación de los productos argentinos en las compras externas de Brasil (–1,5 p.p.).
“Producto del reacomodamiento de las principales variables de la economía argentina, entendemos que la reducción del déficit bilateral registrada en mayo se mantendría en los próximos meses, revirtiendo el incremento del rojo acumulado en el primer cuatrimestre del año. De hecho, producto de la depreciación del tipo de cambio real bilateral y el menor crecimiento que tendrá en 2018 la economía argentina respecto de la brasileña (+1,6% anual vs. +2,5% anual, respectivamente) el rojo del intercambio de bienes puede ser incluso menor al registrado en 2017 (US$ –8.100 millones)”.
La industria automotriz
Para cumplir el acuerdo con Brasil, nuestras exportaciones deberían crecer 50% o las importaciones reducirse 35%. En los últimos dos años las ventas y producción del complejo automotor se desacoplaron: mientras la producción cayó 10%, las ventas en el mercado interno crecieron 40%. Como resultado, la participación de vehículos nacionales se redujo 15 puntos porcentuales, según la consultora Ecolatina.
Para sacar provecho de las economías de escala, Argentina y Brasil firmaron un acuerdo de complementariedad productiva para garantizar el libre comercio de vehículos y autopartes manteniendo una proporción de importaciones y exportaciones.
Acercándonos a la mitad del período total del acuerdo, no parece haber posibilidades de que el mismo se cumpla. Para lograrlo, nuestras exportaciones deberían crecer 50% o bien las importaciones reducirse 35%, de mantenerse la otra variable estable.
Pese a que el intercambio bilateral con Brasil continuará siendo deficitario, esperamos que la producción automotriz se mantenga en alza. En primer lugar, todavía existe una importante capacidad ociosa en la industria. En 2017, la producción fue 75% menor a la de 2011 (830.000 unidades). En segundo lugar, se espera que las ventas en el mercado interno cierren por encima del millón de unidades, superando el récord histórico de 2013. De manera adicional, el mercado brasileño será un gran impulsor, teniendo en cuenta que un tercio de la producción tienen a dicho mercado como destino.
No obstante, dado el alto componente importado de Brasil que tienen los autos nacionales, un incremento de la producción generaría un alza de las compras de autopartes al país vecino, profundizando el déficit bilateral. En línea con esto, el reciente anuncio de reducción de los aranceles para la importación de autopartes que no se fabriquen en el país, aunque reduciría el pago futuro por el excedente importado, profundizaría el déficit de autopartes con Brasil, transformando la convergencia productiva en poco menos que una utopía.
Alto nivel de deserción universitaria
74 de cada 100 no se gradúan en las estatales. Apenas 30 de cada 100 se reciben. De cada 100 estudiantes que ingresan a las universidades argentinas, 74 no llegan a graduarse en las estatales y 58 no concluyen sus estudios en las de gestión privada, destaca el último informe del Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA) de la Universidad de Belgrano.
Apenas 30 de cada 100 se reciben localmente, mientras que en Brasil esta proporción llega a 50; en Chile, a 60, y en México, a 61 graduados; en tanto que los registros globales más elevados corresponden a Japón (91) y Dinamarca (81), según UNESCO.
“La eficacia de la graduación en todo el sistema universitario viene disminuyendo. En las universidades estatales, se pasó de una relación de 30 % en el período 2008-2014 a una de 26,3% en 2010-2016, según los últimos datos disponibles. En el sistema universitario privado, la relación de 43% de egresados en 2015 bajó a 41,7 en 2016”, observa Alieto Guadagni, director del CEA.
Un dato crucial para entender la escasa graduación es que en las universidades estatales, en 2016, 50,8% de los estudiantes no había aprobado más de una materia después de un año de permanencia, según el reporte del CEA. No obstante, ese promedio encubre grandes diferencias ya que en universidades como las de Tres de Febrero, Villa María, Defensa y Artes solo 35% de los alumnos estaba en esa condición. En tanto, otras 24 universidades presentaban coeficientes más altos que la media. En las privadas, el promedio de alumnos que no había aprobado más de una materia después de un año de permanencia alcanzaba a 30,7%.
“El avance de la graduación en esta década indica que nuestro ritmo de acumulación de capital humano bien calificado es muy inferior al de nuestros vecinos. Se trata de una alerta negativa para afrontar los desafíos inherentes al mundo globalizado, en el que los avances científicos y tecnológicos marcan el sendero del progreso”, analiza Alieto Guadagni, director del CEA.
“Nuestras universidades enfrentan un claro desafío: disminuir la deserción estudiantil, para incrementar nuestra escasa graduación universitaria. Con ese propósito, es importante perfeccionar el actual Operativo Aprender, que debería formar parte del proceso de ingreso tanto a las universidades estatales como a las privadas”, concluye.
Aniversario: a 10 años de “la Gran Recesión”
Hace diez años comenzó a ser perceptible la enorme crisis financiera global que pasó a ser reconocida como “La Gran recesión”, empequeñeciendo a la original, la de 1929. Todavía hoy se sufren algunas de sus consecuencias.
Un signo de que se recuerda la ocasión, es que el Congreso de EE.UU. busca desmantelar muchas de las regulaciones puestas en vigencia para lidiar con las secuelas de esa crisis. En especial las provisiones de la Ley Dodd-Frank de 2010, resistidas por los Republicanos desde antes de que se aprobara. Una ley que a juicio de Donald Trump ha sido un desastre.
A decir verdad, muchas de las previsiones que contempla se mantendrán. Lo que cambia es el número de bancos afectados. Con la reforma votada por el Congreso, solamente se le aplicarán sus disposiciones a las entidades financieras que tengan activos por más de US$ 250.000 millones. Podría haber solamente diez bancos en esa situación.
A la banca estadounidense no le ha ido mal. En el último trimestre financiero cerrado, tuvieron en conjunto utilidades por US$ 56.000 millones. Nada menos que US$ 6.500 millones de esa cifra son producto del recorte impositivo de finales del año pasado. Una ventaja que, anualizada, podría llegar a US$ 30.000 millones. Una innegable ayuda de la administración Trump “para hacer grandes otra vez a los bancos estadounidenses”.
Trump, en campaña, había prometido poner a los bancos bajo la lupa. Pero en el gobierno es otra cosa. La realidad es que ahora los cuatro bancos más grandes del mundo son chinos. La nueva Ant Financial de China tiene más de 600 millones de clientes. En ese contexto, además, habrá que lidiar con las big tech que ya no se conforman con proveer de servicios a los bancos. Ahora quieren reemplazarlos y quedarse con su negocio tradicional.