El desafío demográfico

    Por Blas Gómez

    A partir de ese momento, el escenario será distinto. Es central la evolución de la población económicamente activa. Pero también lo que ocurra con “la tasa de dependencia”. Es decir, la relación entre el número de niños y de los adultos mayores retirados de la vida laboral. Cuanto menor es ese cociente, mayor es la fuerza de trabajo disponible.
    Después de 2035, aumentará con mayor velocidad la proporción de personas retiradas de la fuerza laboral, y el crecimiento será más difícil (aunque no se analiza todavía el efecto potencial de la robotización y automatización del trabajo).
    Pero por los próximos 17 años, el PBI podría crecer más rápido, y la tasa de ahorro puede ser importante y crear mayor capacidad de acumulación. Por tanto, si no se apoya y facilita la inversión y seguimos en festivales de consumo, entraremos en la edad del retiro de gran parte de la población, como pobres.
    La Argentina es un vasto territorio, poco poblado. Lo que tiene ventajas, pero puede tener inconvenientes de peso, tanto en la región, pero especialmente en el resto del mundo, cuando hay millones de personas desplazadas que buscan refugio.
    La actual población de casi 44 millones de habitantes, y una bajísima tasa de densidad de habitantes, de 16 por kilómetro cuadrado. Con alta concentración en lo que se llama el Gran Buenos Aires (cerca de 30% el total); casi totalmente urbana (algo más de 92%); y con razonable proporción de gente mayor de 60 años (14,3%) y con alta esperanza de vida (en torno a 77 años).
    Argentina llegará a su pico poblacional en 2065, cuando alcance los 51.377.000 de habitantes, según el informe “Perspectivas de la población mundial”, realizado por el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU. A partir de ahí, comenzará a descender hasta situarse en 49 millones para 2100. Eso siempre que el efecto de migraciones importantes y llegada de refugiados, no altere el pronóstico.
    Para 2050, la ONU calcula que la población de menores de 14 años y la de mayores de 65 serán iguales: unos nueve millones de habitantes en cada caso.
    Ese año, el grupo etario de 15 a 64 años llegará a su pico máximo con 32 millones. A partir de allí, comenzará a descender.
    Para 2100, la población de mayor edad superará en número a los niños. Serán 13,5 millones, frente a los ocho millones de niños que habrá al finalizar el siglo.
    La esperanza de vida aumentará. En las mujeres será de 85 años en 2050 y estará cerca de los 89 años para 2100. En los varones, alcanzará los 77,5 años en 2050 y superará los 82 al finalizar este siglo.

    El problema global
    En la última década, nada menos que 250 millones de personas en el mundo han sido desplazadas del lugar donde nacieron y vivieron, por diversas causas. Entre ellas abundan las catástrofes naturales, huracanes, inundaciones y sequías. Pero los conflictos violentos alejan a la gente de sus hogares por mucho más tiempo que las causas naturales.
    En 2017, casi se duplicó el número de emigrados y refugiados de la violencia con relación a 2016. 80% de esas personas vivían en el Medio Oriente (especialmente en Siria) y en Ãfrica (la mayoría en la República Democrática del Congo y en Nigeria).
    En el caso de Europa, los temas migratorios decidirán el rumbo de la política en muchos de los países occidentales, como ya lo ha hecho con Italia. Lo mismo pasa en Estados Unidos. Qué incidencia tendrán estos temas en la región y en Argentina en particular, debe ser motivo de análisis.
    En cuanto a los refugiados, hoy son un problema mayúsculo. Pero las dimensiones de este tema amenazan crecer todavía más. Nigeria, un país africano con millares de emigrantes que buscan refugio en Europa e incluso en países de América, tiene una población de 187 millones (hace 50 años era de 45 millones) y se calcula que en 2050 será de 410 millones (sería para entonces más grande que toda la población de la Unión Europea en ese momento). Como telón de fondo, la población de toda Ãfrica se estima que crecerá en 1.000 millones de personas en los próximos 30 años.
    En cuanto a Siria, en el Medio Oriente, tiene 3 millones de refugiados viviendo en Turquía, esperando por una oportunidad para ingresar en Europa, o finalmente, donde los reciban.
    La Argentina se ha caracterizado a lo largo de la historia como un país eminentemente inmigratorio. A fines del siglo 19 y principios 20, nuestro país recibió más de 5 millones de personas, gran parte de ellas, provenientes de muchos países de Europa. En la actualidad, la inmigración europea casi ha cesado, mientras que la inmigración de los países limítrofes continúa incrementándose.

    Sobrevivir a la robotización
    Sin ser completamente consciente del cambio, el mundo entero ha ingresado en un período de transformación donde el mercado laboral y, en consecuencia, los trabajadores comienzan a percibir que pueden ser afectados por la automatización y la robotización. En términos demográficos, una menor tasa de natalidad se ve compensada por el crecimiento en el índice de esperanza de vida; no obstante, el foco está puesto en los períodos más extensos de los jubilados, una vez retirados del mercado. Un tercer factor de presión lo ejercen las corrientes migratorias, en un país como Argentina típicamente receptor de extranjeros en busca de oportunidades laborales.
    La tecnología ha llegado al punto en que su evolución avanza a pasos agigantados, de manera inevitable. Su ingreso en la vida cotidiana se manifiesta de modo tan veloz que resulta asombroso repasar hacia atrás cuáles han sido sus aportes en el ámbito doméstico, tan solo en los últimos 20 años, por establecer un rango específico. Basta señalar a Internet, las computadoras personales y los dispositivos portátiles, como los factores más determinantes del cambio revolucionario que modificó las costumbres de la sociedad global.
    En el mundo empresarial la transformación fue aún más radical y obliga a las organizaciones a repensar sus estrategias una y otra vez para alcanzar una eficiencia cada vez mayor que les permita mantenerse en el entorno súper competitivo de los negocios. Esto es, acelerar los circuitos centrales del negocio, a partir de desarrollos programados capaces de procesar información en grandes cantidades, que se traduce en una relación de costo-beneficio irrefutable.
    Por la misma razón, las enormes ventajas que la tecnología ofrece a las empresas se presentan, en paralelo, como una amenaza para la supervivencia del empleo. No menor es el aporte migratorio, cuyo papel agrega mayor presión sobre el mercado de trabajo, generalmente en aquellos países tradicionalmente receptores de inmigrantes como lo ha sido la Argentina, en mayor o menor medida, a lo largo de la historia.
    De acuerdo a un reporte de macro tendencias, elaborado por Bain & Company, llamado Labor 2030: The collision of demographics, automation and inequality, la rápida difusión de la automatización podría eliminar entre 20% y 25% de los empleos actuales, solo en Estados Unidos, lo que equivale a 40 millones de trabajadores afectados, y deprimir el crecimiento salarial de otros tantos.
    El acceso de las máquinas en las empresas y el efecto pánico sobre la clase trabajadora ha sido planteado hace décadas. El legendario Charles Chaplin lo llevó a la pantalla del cine en 1936, a través de la película Tiempos Modernos, cuyo argumento buscó retratar las condiciones de un operario fabril, víctima de la industrialización y la producción en serie, durante los tiempos de la Gran Depresión. Desde entonces, la tensión entre la tecnología y el trabajo humano ha estado siempre presente.
    Pero hay otro elemento que subyace en el análisis de la anatomía del empleo de cara al futuro: una gran parte de la fuerza laboral mundial está envejeciendo muy rápidamente, de tal forma que la abundante mano de obra que hizo posible el crecimiento económico en los años 70 del siglo pasado está llegando a su fin.

    El dilema de la manta corta
    El avance de la tecnología se expresa también en la calidad de vida general y hábitos más saludables de la sociedad en su conjunto. En consecuencia, eleva la expectativa de vida de las personas y gracias a ello muchas de ellas continúan en sus respectivos trabajos hasta bien entrados sus 60 años, y más también. No obstante, es probable que la tendencia hacia una jubilación más tardía no contrarreste los efectos negativos del envejecimiento demográfico, lo cual atentará contra el crecimiento económico.
    Para enfocarnos en el período actual, la referencia apunta a la porción de la población nacida entre los años 1946 y 1964, mejor conocida como baby boomers. Al respecto, la firma de consultoría en Recursos Humanos, Mercer, desarrolló una encuesta, llamada Global Healthy, Wealthy, Work Wise, de la que participaron 7.000 adultos en 12 países. “No son pocos lo que no piensan retirarse”, cuenta la directora de Welth para Mercer Argentina, Ana María Weisz. “Si sumamos a ello razones demográficas, que hacen que los sistemas de seguridad social no respondan de modo satisfactorio a las expectativas de aportantes históricos, será frecuente ver postergaciones de la edad de retiro, como ocurrió recientemente en Argentina”.
    Las personas esperan pasar de 15 a 20 años en calidad de jubiladas, y para ello deberán planificar muy bien con qué ahorros contarán al final de su ciclo laboral, si desean conservar el nivel de vida adquirido. El nuevo escenario que se avizora presentará enormes desafíos para los Gobiernos, que se verán reflejados en los costos crecientes de la atención médica, pensiones por vejez y partidas jubilatorias.
    Según el informe mencionado de Bain & Company, la fase de automatización, que ya ha comenzado, se acelerará en los próximos años y es probable que, ante la escasez de mano de obra, las empresas deban recurrir con mayor frecuencia a más tecnologías de automatización para impulsar la productividad. Sin embargo, dice el estudio, “para crecer, las economías necesitan una demanda que coincida con el aumento de la producción”. Como resultado, la automatización tiene el potencial de aumentar la desigualdad de ingresos y, por extensión, la desigualdad de la riqueza.
    Entre las voces optimistas aparecen argumentos que utilizan como patrón claro de la historia, que la tecnología ha sido el medio para crear más valor con menos recursos y ha llevado al aumento de la riqueza material y la prosperidad durante siglos. Pero a medida que retroceda la ola de inversiones tecnológicas, pueden dejar a su paso economías profundamente desequilibradas en las que los ingresos se concentrarán entre quienes tienen mayor probabilidad de ahorrar e invertir, no de consumir.
    El impacto en un país dado diferirá según sus distintas estructuras económicas, sociales y gubernamentales. Las empresas, por su parte, pueden prepararse para tales cambios al hacer que la resiliencia sea una prioridad estratégica y administrar y monitorear activamente los riesgos macro.
    Son muchas las implicancias a considerar frente al avance de la robotización. A saber:
    • Los mercados de clase media es probable que se erosionen;
    • La automatización podría impulsar un boom de 10 a 15 años, seguido de un quiebre;
    • La mano de obra altamente calificada y de altos ingresos será cada vez más escasa;
    • El crecimiento del gasto de los baby boomers alcanzará su punto máximo en la década de 2020, antes de disminuir gradualmente;
    • Es probable que los Gobiernos se vuelvan más intervencionistas para manejar los desequilibrios del mercado;
    • Los conflictos intergeneracionales aumentarán potencialmente, atrayendo negocios.

    Conservar el empleo
    Frente a los cambios esperados para las próximas décadas, que se combinan con transformaciones tecnológicas y sociales, las condiciones del mercado laboral serán completamente diferentes a las experiencias anteriores, cuando durante la segunda mitad del siglo 20 tres acontecimientos simultáneos hicieron posible un veloz crecimiento de la fuerza del trabajo. La generación baby boomer, el ingreso masivo de las mujeres al mercado laboral y la integración de China e India a la economía mundial. Las tres variables, que contribuyeron al impulso de la economía en un momento histórico, se encuentran ahora en su fase de madurez o meseta.
    El ingreso al mercado de baby boomers en la década de 1970 representó un beneficio gigante para las naciones del mundo. 40 años después, una vida más larga y más saludable ha convencido a muchos de ellos a posponer la jubilación, y así ayudar a compensar el crecimiento más lento de la fuerza de trabajo. Al mismo tiempo, sin embargo, las nuevas generaciones estiran el fin de su adolescencia, estudian más tiempo e ingresan más tarde al mundo del trabajo. De esta manera, la tendencia permite equilibrar el efecto de la jubilación retrasada.
    Por primera vez en la historia, entre los países de la OCDE, la década de 2020 será testigo de una población de mayores de 65 años que crecerá más rápido que la población en edad de trabajar y es necesario estar atentos a los desequilibrios que afectarán al empleo, en particular, y a la economía, en general.
    “Probablemente se posterguen los desplazamientos”, señala Weisz, de Mercer. Y agrega que, si la generación de empleo no acompaña, podría generarse un cuello de botella para nuevos ingresantes al mercado de trabajo. “Hoy la educación, que se ha quedado atrás, sigue generando escasez de talento y en cierta medida esto favorece a la falta de desplazamiento de los adultos mayores. Pero como todo, se trata de una verdad a medias ya que la sorpresiva postergación de la edad de retiro en Argentina ha tomado desprevenidos a los empleadores que planificaban retiros del personal a los 65 años. Ello lleva a que se diseñen planes de retiro anticipado que contengan a esta población”.
    El análisis de Bain & Company indica que la desaceleración en el crecimiento de la fuerza laboral entre los países de la OCDE podría resultar en un déficit de PBI de U$S 5.400 millones para 2030. Los hogares habitados por personas mayores habrán gastado más, en términos absolutos, debido a vidas más largas y más saludables. Entre 1984 y 2015, los hogares de Estados Unidos, encabezados por una persona de 75 años o más, aumentaron sus gastos en más de 50%. Los costos de atención médica de su bolsillo fueron un componente importante del aumento, pero también lo fueron la vivienda y el transporte.
    Para controlar el comportamiento demográfico y el nivel de producción deseados, los respectivos países contarán con herramientas restringidas. Entre ellas, una política flexible en términos de inmigración, incentivos para mejorar la participación femenina en la fuerza de trabajo y programas para fortalecer las habilidades laborales y aumentar la productividad.

    Corrientes migratorias
    La presencia de los gobiernos en los mercados ha ido decreciendo en el mundo, desde fines del siglo pasado. Como resultado se observaban, hasta hace poco, menores niveles de regulación y mayor cantidad de acuerdos de libre comercio. Sin embargo, la transición generacional de baby boomers a millennials puede resultar un factor de presión hacia un modelo con presencia más activo de los Estados, como respuesta a eventuales crisis.
    Esto es, establecer políticas de incentivos para la retención de trabajadores humanos, vía reducción de aportes laborales, o incluso considerar impuestos a las empresas que invierten en automatización en reemplazo de empleados. Pero es necesario considerar también otras variables de suma importancia, tales como las corrientes migratorias, que impactan sobre el empleo.
    Por historia, la Argentina ha sido uno de los principales receptores de inmigración, ya sea transatlántica como regional. En el primer caso, la población pasó en solo 45 años de 1.700.000 habitantes, en 1869, a 7.900.000, en 1914. La inmigración limítrofe, en cambio, ha sido más modesta pero también más sostenida, a partir de la implementación de un modelo de desarrollo industrial sustitutivo de importaciones, que tuvo lugar en el país a mediados del siglo 20.
    “Uno de los rasgos más distintivos de estos procesos migratorios regionales ha sido su flexibilidad y sensibilidad ante coyunturas económicas de expansión y retracción”, escribe la doctora en Sociología y directora del Centro de Estudios de Población (Cenep), Marcela Cerrutti, en el libro La Argentina en el Siglo XXI. “El influjo de inmigrantes a comienzos de los noventa derivó de una fuerte sobrevaluación cambiaria, que atrajo por su posibilidad de generar elevados ingresos en dólares”.
    Especialmente a partir de los primeros años del siglo actual, la Argentina renovó su atractivo gracias a la aplicación de cambios en la política migratoria, que otorgó un conjunto de derechos a los ciudadanos extranjeros, que otorga garantías de acceso igualitario a la salud, educación, justicia, trabajo, empleo y seguridad social, así como a la reunificación familiar.
    En consecuencia, se produjo un aumento del número absoluto de migrantes regionales en simultáneo con el envejecimiento de los migrantes transatlánticos, y en 2010, los primeros pasaron a representar 81,3% de un total de 1.800.000 extranjeros en Argentina, según el último registro censal. De ellos, cerca de dos terceras partes eligen concentrarse en el área del Conurbano Bonaerense y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, atraídas por las mayores posibilidades de trabajo y oferta de servicios. Por su parte, 37,6% se decide por el resto de las regiones geográficas del país, en muchos casos, en función de la cercanía con su país de origen. Así es que prevalecen inmigrantes bolivianos en las provincias de Salta y Jujuy; chilenos en Chubut, Río Negro, Neuquén y Santa Cruz; y paraguayos en Misiones, Corrientes y Formosa.
    De acuerdo a las tendencias más recientes, la inmigración sigue su marcha ascendente desde 2010 a hoy, donde un grupo importante pertenece a países no limítrofes, tales como Perú, Colombia, Venezuela, Ecuador y República Dominicana. En menor escala, se suman ciudadanos de Asia, generalmente de China, y Ãfrica, entre los que predominan senegaleses y nigerianos.
    Pero también la composición por sexo ha sufrido transformaciones a lo largo del recorrido migratorio. Mientras que durante la migración masiva de ciudadanos europeos, de inicios del siglo 20, el número de hombres fue muy superior al de mujeres, en la actualidad la ecuación se invirtió, en gran medida como respuesta a las oportunidades en sectores de servicios personales, especialmente en el relacionado con el servicio doméstico.
    “En la actualidad, de las 200.000 mujeres nacidas en Perú y Paraguay que forman parte de la fuerza de trabajo en Argentina, la mitad se dedica a tareas domésticas o de cuidado”, señala el trabajo de Cerrutti. Y agrega: “En los colectivos cuya inserción ocupacional no está dominada por los servicios personales y domésticos, el balance entre sexos es más equilibrado. Esto sucede con la migración boliviana, que se caracteriza por una fuerte centralidad en las actividades económicas de tipo familiar, como la horticultura, el comercio informal, la venta ambulante o los talleres textiles”.
    Otra variable significativa de las poblaciones de inmigrantes la constituye el perfil etario, que en la Argentina se destaca por un fuerte predominio de personas en edades activas. “La llegada sostenida de nuevos contingentes ha renovado la estructura demográfica de los residentes extranjeros en el país. En efecto, el porcentaje de población extranjera de entre 15 y 64 años va de un mínimo de 74% a un máximo de 90%. Ese es un aspecto importante, ya que si esta población accediera a empleos formales, su aporte al sistema de seguridad social de la Argentina sería significativamente más elevado que el desembolso que supone el pago de sus jubilaciones y pensiones”, explica Cerrutti.

    Trabajadores tiempo completo
    La productividad laboral se encuentra desde 2008 en niveles bajísimos. Su crecimiento, de alrededor de 2% en las economías desarrolladas, fue relativamente estable desde 1980 y hasta mediados de la primera década de este siglo, cuando bajó a un promedio de 0,7%. Se espera que la innovación y las nuevas tecnologías sean capaces de lograr recuperar los niveles de productividad anteriores, a medida que la automatización reemplace o complemente el trabajo humano, a la vez que introduzca saltos extraordinarios en términos de riqueza material y en niveles de vida.
    A lo largo de la historia, en diferentes etapas, las olas de la automatización produjeron fuertes efectos sobre la economía y lograron desplazamientos de la mano de obra humana entre distintos sectores. Así sucedió cuando la automatización llegó al campo y los agricultores migraron a las fábricas. Más tarde, se hizo presente en la industria y el traslado de los trabajadores se dirigió al sector de servicios. En cada caso, el proceso se desarrolló bajo condiciones de causa y efecto similares: aumento de la productividad, menor necesidad de trabajo humano, disminución del costo relativo de los bienes, incremento de los estándares de vida, migración de mano de obra hacia otros mercados.
    “A pesar de algunas de las predicciones más terribles sobre el final del trabajo, a largo plazo, no vemos ninguna razón para creer que la automatización del sector de servicios se apartará del patrón histórico”, sostiene el informe de Bain & Company. Las inversiones en automatización llevadas a cabo por las economías avanzadas tienen por objetivo cerrar la brecha del costo laboral en mercados emergentes. El valor agregado de fabricación por dólar de mano de obra, que fue el doble en México respecto de Estados Unidos, en 1997, se redujo a menos de 15% hacia el año 2013.
    En el sector de servicios el avance de la automatización es fenomenal, fundamentalmente en tareas de índole analítica, administrativa y de repetición permanente o basadas en reglas que resultan fáciles de automatizar. “Los asistentes de inteligencia artificial pueden leer y escribir correos electrónicos y programar reuniones. Otros pueden tomar datos deportivos y escribir artículos para publicar en sitios web, haciendo al menos el trabajo creativo de bajo nivel y liberando a escritores humanos para escribir historias más complejas e interesantes”.
    La automatización también eliminará algunos empleos del sector de servicios bien remunerados. Las firmas de abogados ya están implementando algoritmos para escanear documentos legales, en lugares que hoy son ocupados por abogados juniors altamente educados y de buenos ingresos. Por su parte, las empresas de servicios financieros están automatizando rápidamente el análisis de inversiones, una ocupación relativamente bien remunerada, y también los servicios de venta minoristas han comenzado a reemplazar las funciones humanas de vender y cobrar, a través del comercio electrónico por medio de una plataforma online y una aplicación que procesa los pagos.

    Futuros empleos desconocidos
    Del estudio elaborado por Bain & Company, los autores concluyen que la próxima fase de automatización podría eliminar eventualmente buena parte de todos los trabajos actuales. “El análisis de la actividad laboral solo sugiere el potencial de la tecnología para reemplazar a los humanos con hardware y software”.
    En algunos sectores el avance de la automatización puede presionar a la baja de los ingresos mucho antes de que los trabajadores sean desplazados. De acuerdo a las estimaciones elaboradas, aproximadamente 80% de los trabajadores se verán afectados en las próximas décadas por algún nivel de estancamiento de salario, el desplazamiento o una combinación de ambas causas.
    “Hay quienes ya predicen quiénes deberán recapacitarse para adaptarse al trabajo del futuro”, dice Weisz. “Hay empleos que van a desaparecer y creemos que muchos de ellos están ocupados por mujeres. En este sentido pensamos que el humano va a estar empleado en la medida que se haya capacitado y los empleadores podrán estar involucrados probablemente con más éxito que otras instituciones”. Con certeza, la automatización dará lugar a la creación de nuevas categorías de empleo, aunque es probable que no lo suficiente para contrarrestar el flujo de la interrupción de la mano de obra, en la misma medida.
    Los países con mercados laborales rígidos pueden experimentar un ritmo de cambio más lento y menos desplazamientos, pero pueden verse afectados por niveles de competitividad y productividad más rezagados. “En nuestro país, Las empresas están empezando a entender la necesidad de la digitalización de una serie de procesos que le dan alcance a una mayor población en menor tiempo, que permite conocer los intereses de su personal y sus perfiles”, apunta Weisz. Allí aparecen empresas organizando hackatons, que son espacios conformados por un mix de expertos de IT y otras especialidades que, de forma integrada, proveen prototipos de mejora en lo que la empresa desarrolla. “Ya vemos cómo hacen las empresas para que el personal vaya avizorando el mercado del futuro. Todos los días vemos proyectos que triunfan, como Uber, Mercado Libre, Airbnb, y hay cientos que no llegan a ver la luz, pero la semilla está sembrada y no deja de germinar”.
    Sin embargo, hoy no se avizora el cambio respecto del futuro papel de los sindicatos. “Alguien deberá presentar el futuro empobrecido o rezagado a los trabajadores, cuando los empleadores se conecten y dialoguen con el personal por otras vías, mientras el sindicato quede sustituido por la tecnología”. 
    En cualquier punto del planeta, la reducción de costos de fabricación afectará a los grandes exportadores que compiten en función de los menores costos laborales. La automatización también puede reducir las barreras de costos al emprendimiento. La brecha creciente entre la mayoría de los trabajadores que sufrirán el impacto negativo de la automatización y los pocos altamente capacitados que se beneficiarán de ella es probable que haga aumentar la desigualdad de ingresos. Y, con el tiempo, un aumento desenfrenado de la desigualdad de ingreso corre el riesgo de ahogar el crecimiento económico.

    Jubilados: consumir y trabajar
    La riqueza y el desequilibrio entre los salarios ha crecido durante décadas hasta alcanzar, o incluso superar, los máximos históricos en muchos países. La automatización, sumada al factor demográfico, serán condimentos de fuerte impacto que harán aún más pronunciada la tendencia. Por lo general, las poblaciones más envejecidas aumentan la desigualdad debido a que los hogares más viejos tienden a gozar de niveles más altos de riqueza acumulada, en comparación con un hogar más joven de nivel socioeconómico similar.
    Entre 1990 y 2015, la esperanza de vida para una persona de 25 años en Estados Unidos, con título universitario o superior, aumentó de 79 años a 84 años. Para 2030, se espera que la brecha de esperanza de vida entre un estadounidense con un título universitario o superior frente a uno sin un diploma de escuela secundaria se amplíe aún más, a 16 años.
    Vivir más tiempo puede estirar la duración total de la estadía laboral pero también la acumulación de riqueza. Si bien las horas totales trabajadas están disminuyendo en países desarrollados, en Estados Unidos, la tasa de participación laboral de los hombres de 64 años en 2012 fue 21% más alta para los graduados universitarios que para los egresados de la escuela secundaria.
    En la Argentina se observa una transformación de la pirámide poblacional hacia la figura de paralelepípedo, donde la tasa de nacimientos va en descenso y la esperanza de vida se muestra en alza, lo que define una nueva estructura etaria de la sociedad, caracterizada por un número de abuelos consumidores de bienes y servicios superior a todos los períodos precedentes, a lo que se suman jóvenes cuya edad matrimonial ha sido extendida y con ella se desplaza la etapa de procreación con efectos sensibles en la tasa de natalidad. Dicho fenómeno se ve asociado a procesos de desarrollo económico y de urbanización crecientes, que se manifiesta en una buena parte del mundo.
    Es probable que una tendencia hacia vidas más largas y saludables continúe beneficiando a personas con mayores ingresos de manera desproporcionada, ya que amplía el lapso de tiempo y años de acumulación de activos.
    Además de la pérdida de empleo y la supresión de salarios, la automatización también puede aumentar la desigualdad entre los ingresos. Para el año 2030, se estima que los costos de operación a escala industrial podrían disminuir entre 10 y 15%, dependiendo de la estructura de costos y el nivel de automatización esperado.
    Según el pronóstico de Bain & Company el envejecimiento de la población deprimirá el crecimiento de la oferta, a medida que los trabajadores se acerquen a la edad jubilatoria, pero la automatización compensará con creces el déficit generando una mayor productividad. El potencial de crecimiento de la oferta se acelerará, pero a medida que la automatización desplaza a millones de trabajadores y la desigualdad crece, nos enfrentaremos con un crecimiento limitado por la demanda.

    Hace 1.700 años, un error con los emigrantes costó un imperio

    Los godos huían de los hunos que asolaban sus tierras sin piedad. Buscaron refugio en el poderoso imperio romano, al menos en el del este, con capital en Bizancio. La pacífica invasión no fue bien manejada. Hubo mucha hostilidad y vejámenes a lo largo de dos años, mientras los recién llegados caían en la cuenta que los dueños de casa no eran tan poderosos como parecían. Al final decidieron resistir y combatir a los romanos.
    La batalla decisiva –que costaría un imperio– tuvo lugar en Adrianópolis en el año 378, entonces en la Tracia, lo que hoy es la provincia turca de Edirne, cerca de Bulgaria. Entre los muchos errores cometidos por el emperador Flavio Julio Valente, el principal fue subestimar al enemigo y no esperar al ejército de su sobrino Graciano, emperador Romano de Occidente que estaba presto a ir en su ayuda.
    La contienda fue una inmensa derrota para los romanos, una masacre, cuyo ejército de 30.000 hombres fue exterminado, al igual que sus jefes y el propio emperador. Fue el principio del fin, una sucesión de derrotas y retrocesos extinguió al poderoso imperio romano en 476.
    Cualquier semejanza con lo que está ocurriendo hoy en países europeos, con la llegada de centenares de refugiados del Medio Oriente y del Ãfrica, merece tener en cuenta esta anécdota histórica.