Serios desafíos
La globalización no es culpable
Otro de los grandes debates recurrentes de nuestro tiempo es acerca del fin de la globalización. La idea es efectista, pero aún con las dificultades obvias con que tropieza este proceso, no parece ser verdadera. Tal vez hablar de crisis sería más acertado y más prudente.
¿Por qué estaría muerta la globalización? El ascenso del populismo y del proteccionismo, el surgimiento de movimientos de ultra derecha en varios países (donde amenazan convertirse en Gobierno), desindustrialización y desempleo en antiguas potencias industriales convergen para darle sustento al pronóstico.
Lo primero a recordar es que la globalización no fija un rumbo inexorable ni obliga a los gobiernos a producir divisiones sociales en su país, a aumentar la inequidad y golpear las usuales vías de ascenso social. Son los gobiernos los que adoptan medidas que tienen esos resultados. De eso, la globalización es inocente.
Sin duda, la globalización presenta serios desafíos a todos los gobiernos. Pero no obliga a estos gobiernos a tomar medidas divisivas, que alientan la desigualdad y conspiran contra el ascenso social.
El populismo prefiere crear que esto es responsabilidad de políticas de libre mercado. Pero no se conocen muchos otros métodos como los mercados abiertos para generar bienestar y crear oportunidades. Para muchos observadores lo que hay es una crisis de distribución y de oportunidad. Si se mira a los logros recientes, la globalidad cumplió un rol importante en la reducción de la pobreza a escala mundial durante las últimas tres décadas.
Pero hay ganadores y perdedores, igual que ocurre con la disrupción tecnológica. Eso es lo que se percibe en casos como Estados Unidos y Gran Bretaña, donde no hubo medidas correctivas. Tampoco fue el proceso globalizador responsable de reducir el gasto social, debilitar a los sindicatos, y sobre todo, reducir los impuestos de los más ricos. Tal vez primero habría que revisar la calidad de la gestión gubernamental en esos casos, y también la codicia por ganancias y retribuciones de sus grandes empresas.
Esta no es la primera globalización que conoce el mundo. El proceso de interacción entre mercados a finales del siglo 19 y hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial, fue la primera etapa. Después de la Segunda Guerra Mundial comenzó tímidamente la segunda globalización, que se fue acelerando velozmente durante las últimas tres décadas.
¿Resistirá los embates?
Hay varias razones por las cuales los analistas internacionales aseguran que la globalización seguirá en pie, pese a estos duros embates recientes. En primer lugar, ya no es más Occidente en soledad, quien tiene la capacidad de decidir un resultado. Baste recordar que, durante la misma semana que Donald Trump ratificó su voluntad aislacionista, nada menos que en Davos el presidente de
China, Xi Jinping, con su discurso se convirtió en líder de la economía global y de su defensa. Un inesperado nuevo campeón de la libertad comercial.
En rigor, el balance reciente es que, así como las economías avanzadas sufrieron un claro deterioro en el bienestar social, los países emergentes vieron disminuir las tasas de extrema pobreza.
Es decir, hay un balance antiglobalización en las economías desarrolladas. El mundo en desarrollo defiende sus logros y se opone con firmeza a los intentos proteccionistas.
Por otra parte, es más que difícil para Estados Unidos o para cualquier otra economía menos importante, desandar el camino. La desglobalización no es una opción. Ya no es fácil detener los flujos comerciales con aranceles punitivos o erigiendo todo tipo de barreras. La nueva economía del conocimiento no se detiene ante los obstáculos tradicionales. Las trabas al libre comercio no bastarán para hacer más competitiva a la industria local.
Finalmente, la globalización no es responsable de los principales problemas de las economías desarrolladas. Así no se soluciona el problema de la mano de obra no calificada, ni del estancamiento en materia de oportunidades.
Del mismo modo que antes y luego de la Revolución Verde, la agricultura da empleo a millones y millones de personas con muy escaso personal, así también la industria seguirá produciendo más cada vez con menos operarios, reemplazados por la indetenible robótica.
Con o sin proteccionismo, los empleos perdidos no volverán. E incluso se seguirán perdiendo empleos. Nuevas fábricas no serán la solución. Tal vez ayude el crecimiento de empleos en el sector de los servicios.
No es que la globalización anule o suplante la autonomía de las naciones y de sus economías, aunque sea un argumento fácil al que muchos políticos y dirigentes quieren prestarle oídos. Los sectores rezagados de la población pueden ser ayudados con mejor redistribución del ingreso, educación y capacitación, regulaciones que impidan abusos de algunos actores del mercado, seguro de desempleo y de salud. Hay mucha autonomía nacional que todavía no se ha puesto en práctica.
La historia de todos
El estado del mundo en seis grandes temas
La única forma de contar una historia de todos es usando estadísticas; sólo así se puede tener una visión panorámica de las vidas de los 22.000 millones de personas que vivieron en los últimos 200 años. Los desarrollos que revelan esos datos transforman nuestras condiciones de vida mundiales, lenta pero sostenidamente.
Frente a tantas descripciones calamitosas que se escuchan sobre el estado del mundo –que sin duda coincidieron con los sentimientos de mucha gente–, Max Roser pensó en la necesidad de tomar seis grandes temas mundiales –educación, alfabetización, mortalidad infantil, vacunación, pobreza y democracia– y demostrar con mediciones concretas el avance que han experimentado esas áreas en el mundo en los últimos 200 años. Los resultados, que figuran en la publicación web “Our World in Data”, muestran cómo cambiaron las condiciones de vida.
Roser preguntó en una encuesta:
Teniendo en cuenta todos los aspectos, ¿Usted cree que el mundo está mejorando o empeorando, o ni una cosa ni la otra?
En Suecia 10% contestó que está mejorando, en Estados Unidos sólo 6% y en Alemania, 4%. Muy poca gente cree que estamos mejor.
Para evaluar cómo ha cambiado el mundo es necesario tomar una perspectiva histórica. Si la pregunta es sobre todo el mundo, la respuesta también debe considerar a todos. Interesa la historia de todos.
Pobreza, de vieja data
Para ver adónde hemos llegado debemos retroceder en el tiempo. Pero no 30 o 50 años. Si hacemos la evaluación tomando el tramo de nuestra vida es fácil cometer el error de pensar que el mundo es relativamente estático: las partes ricas, saludables y educadas del mundo aquí y las regiones pobres, enfermas y con poca educación allá. Así llegamos a la falsa conclusión de que siempre fue así y siempre será así.
Con una perspectiva más larga se ve con más claridad que el mundo no es nada estático. Los países que son ricos hoy fueron muy pobres antes y hasta estaban peor que los países pobres de hoy.
Para no retratar un mundo estático –el Norte siempre mucho más rico que el Sur– hay que comenzar 200 años atrás, antes de que las condiciones de vida cambiaran totalmente.
En 1820 solo una pequeña élite gozaba de un buen nivel de vida, mientras que la amplia mayoría de la gente vivía en condiciones que hoy llamaríamos de extrema pobreza. Desde entonces, la proporción de personas muy pobres decreció continuamente. Se industrializaron muchas regiones y así creció la productividad, que a su vez hizo posible sacar a más personas de la pobreza: en 1950 tres cuartas partes del mundo vivían en extrema pobreza (menos de US$ 1,90 por día); en 1981 todavía era de 44%. Para el año pasado la investigación arroja que la extrema pobreza ha caído a 10%. Un logro enorme.
Aumentar la productividad fue importante porque hizo que los productos y servicios vitales dejaran de ser escasos: más alimentos, mejor vestimenta y menos hacinamiento en la vivienda. Al aumentar la productividad se redujeron las horas de trabajo.
El crecimiento económico también fue muy importante porque cambió la relación entre la gente. En el largo tiempo en que el mundo vivió sin crecer, la única forma de mejorar económicamente era cuando empeoraba la situación de alguna otra persona. La buena suerte propia era la mala suerte del otro. El crecimiento económico hizo posible que mejorara la situación personal y también la de los demás. La ingeniosidad de los que crearon la tecnología que aumentó la productividad hizo a algunos de ellos muy ricos y al mismo tiempo aumentó la productividad y los ingresos de los demás.
Lamentablemente los medios están demasiado obsesionados con contar acontecimientos sueltos y las cosas que salen mal y prestan poca atención a los lentos desarrollos que le van cambiando la cara al mundo.
Alfabetización y salud
En 1820 una de cada 10 personas sabía leer y escribir; en 1930 era una de cada tres y ahora en el mundo 85% de la población está alfabetizada.
Si uno piensa que la ciencia, la tecnología y la libertad política son importantes para resolver los problemas del mundo y que para eso hace falta saber leer y escribir, entonces hay que mirar las cifras en números absolutos. En 1800 había 120 millones de personas en el mundo que sabían leer y escribir; hoy hay 6.200 millones de personas alfabetizadas..
En materia de salud, una de las razones por las que no vemos progreso es porque no estamos conscientes de cuán malo era el pasado.
En 1800 las condiciones sanitarias de nuestros ancestros eran tan deficientes que alrededor de 43% de los recién nacidos del mundo morían antes de cumplir cinco años.
Sería un error suponer que la medicina moderna fue la única razón por la que mejoró la salud. Al principio el aumento de la prosperidad y los cambios en la vida social importaron más que la medicina. Hubo mejoras en la vivienda y en los servicios sanitarios que aumentaron la posibilidad de pelear contra las enfermedades infecciosas. La dieta más sana –posibilitada por mayor productividad en el sector agrícola y el comercio exterior, nos hizo más resistentes a las enfermedades. Al mejorar la nutrición y la salud, nos volvimos más inteligentes y más altos.
Pero la ciencia y la medicina también fueron importantes. Una población más educada logró avances científicos que hicieron posible reducir aún más la mortalidad y las enfermedades. Especialmente importante fue el descubrimiento de la teoría de la enfermedad por gérmenes en la segunda mitad del siglo 19. Retrospectivamente es difícil entender por qué una nueva teoría puede ser tan importante. Pero en una época en la que los médicos no se lavaban las manos cuando pasaban de hacer un post–mortem a un parto, la teoría convenció a nuestros ancestros de que la higiene y la sanidad pública eran fundamentales para la salud.
La teoría de los gérmenes fundó las bases para el desarrollo de antibióticos y vacunas y ayudó al mundo a ver la importancia de la salud pública.
Con esos cambios la salud global mejoró de una forma espectacular. En 2015 la mortalidad infantil fue de 4,3%, cien veces más baja que 200 años atrás. Hay que tomar esta perspectiva larga para ver el progreso que hemos logrado.
Libertad política y civil
Están en el corazón mismo del desarrollo porque son un medio y un fin para el desarrollo. El periodismo y el discurso público son los pilares sobre los cuales se apoya esta libertad, pero la evaluación cualitativa de estos aspectos conlleva el riesgo de que erróneamente percibamos una declinación de libertades cuando en realidad estamos elevando la vara con la que juzgamos nuestra libertad. Por lo tanto, los análisis cuantitativos son útiles porque miden libertad en los países con la misma vara y a lo largo del tiempo.
Pongamos entonces en perspectiva cómo cambió la libertad política en los últimos 200 años. En el siglo 19 más de la tercera parte de la población vivía en regímenes coloniales y casi todos los demás vivían en países gobernados autocráticamente. La primera expansión de libertad política de finales del siglo 19 en adelante fue aplastada por el ascenso de regímenes autoritarios que se asentaron en los tiempos que llevaron a la Segunda Guerra mundial.
En la segunda mitad del siglo 20 el mundo cambió mucho: se acabaron los imperios coloniales y muchos más países optaron por la democracia. Especialmente importante fue el desmembramiento de la Unión Soviética que permitió que más países se democratizaran. Ahora una de cada dos personas en el mundo vive en democracia.
El crecimiento de la población aumentó la demanda de recursos y el impacto sobre el ambiente. Pero que aumente la población significa que nos morimos más tarde que nuestros ancestros.
En tiempos pre–modernos la fertilidad era alta, la norma era 5 o 6 hijos por mujer. Lo que mantenía bajo el crecimiento de la población era la alta tasa de mortalidad porque muchos niños morían antes de llegar a la edad reproductiva. La población siguió aumentando cuando ganamos la pelea contra la muerte. La expectativa de vida global se duplicó en los últimos 100 años.
Educación
Ninguno de los logros de los últimos dos siglos se habrían logrado sin la expansión del conocimiento y la educación. La revolución en cómo vivimos no sólo fue impulsada por la educación sino que hizo que la educación sea más importante que nunca.
Lo que motivó esta historia de las condiciones de vida globales, fue el resultado de la encuesta que documentó la perspectiva tan negativa del desarrollo global que tiene la mayoría de la gente. La evidencia empírica lo desmiente.
Los medios de comunicación tienen parte de la responsabilidad porque no nos cuentan cómo está cambiando el mundo, nos cuentan solo lo que anda mal.
Es que se ocupan de hechos sueltos y los hechos sueltos suelen ser negativos. Aviones que se caen, ataques terroristas, desastres naturales, resultados de elecciones que no nos gustan. En cambio los desarrollos positivos son más lentos y menos espectaculares.
El resultado de que los medios y el sistema educativo no presenten información cuantitativa sobre desarrollos de largo plazo, es que la enorme mayoría de la gente sea completamente ignorante sobre el desarrollo global.
La dificultad de contar la historia de cómo cambió la vida de todos en los últimos 200 años es que uno no puede elegir historias sueltas. Las historias sobre pueblos individuales son mucho más interesantes –las que generalmente preferimos– pero no pueden ser representativas de cómo ha cambiado el mundo. Para lograr una representación de cómo ha cambiado el mundo en su totalidad hay que contar muchas historias todas a la vez. Y en eso consiste la estadística.
Por qué importa que sepamos esto
La exitosa transformación de nuestras condiciones de vida fue posible por la colaboración. Son los cerebros colectivos y en un esfuerzo de colaboración los que se necesitan para lograr una mejora.
Sigue habiendo problemas. Nada de todo lo dicho nos da motivos para la complacencia. Por el contrario, muestra que todavía hay mucho por hacer: que 1 de cada 10 personas todavía viva en extrema pobreza es inaceptable. Tampoco se pueden aceptar restricciones a la libertad que se mantienen o se imponen. Y está claro que el impacto de la humanidad sobre el medio ambiente está en un nivel que no es sostenible y que está haciendo peligrar la biosfera y el clima de los que depende.
No hay ninguna ley inexorable que asegure que el mundo continúe esta tendencia de mejorar las condiciones de vida. Pero lo que está claro desde la perspectiva del largo plazo es que los últimos 200 años nos trajeron a una posición mejor que nunca para resolver esos problemas. La resolución de los grandes problemas es siempre una tarea de colaboración. Y el grupo de personas capaz de trabajar hoy es el más capaz que ha tenido el planeta. Acabamos de ver el cambio en el tiempo: el mundo hoy es más sano, más rico, y está mejor educado.
El peligro nuclear es mayor que en los 80
Si bien es cierto que en el mundo hay menos armas nucleares, ni Rusia ni Estados Unidos dejaron de invertir en armamento y sistemas de lanzamiento. En la Casa Blanca habita hoy un hombre irascible y famoso por su ignorancia sobre este tema. En el Kremlin habita el primer líder ruso desde Nikita Khrushchev que puso el tema nuclear sobre la mesa, y que disfruta provocando a Europa y sembrando muerte en Medio Oriente. Lo que más asusta es que de estos dos hombres, Vladimir Putin es el que razona.
No fue casual que Putin hablara públicamente de actualizar el arsenal nuclear ruso el día anterior a su conferencia de prensa anual. Era evidente que quería que le preguntaran sobre el tema ante los ojos del mundo.
Lo que nadie suponía era que Donald Trump iba a reaccionar tuiteando que Estados Unidos “debe fortalecer y aumentar mucho su capacidad nuclear”. El diario The New York Times, no muy seguro del significado exacto de esas palabras, dijo que mientras a Obama le había llevado un año de estudio y 64 páginas expresar su política nuclear, Trump lo había hecho en minutos y 140 caracteres.
Putin tal vez pretendiera manipular al neófito político norteamericano para que firme un tratado que dejara a Rusia a salvo de los misiles norteamericanos. Pero si así fuera, no contaba con que el método Trump consiste en sacar un tweet del cinto con la misma rapidez que el cowboy desenvainaba su revólver. Putin, dijo Gary Kasparov, ama el “póker geopolítico”, pero Trump es demasiado impaciente para el póker.
El singular voto castigo
Es una era extraordinaria. En muchas partes del planeta aparecen pobres liderazgos, incluso en países que siempre se distinguieron por la calidad de sus dirigentes. Pero más notable es la voluble reacción de los electorados que votan de maneras imprevistas, infligiendo castigos duros.
Está lo que le ocurrió a Hillary Clinton en Estados Unidos. Todas las encuestas la daban ganadora y del mismo modo opinaban los medios de comunicación.
Sin embargo, Donald Trump que “no reunía las condiciones exigibles a un presidente” de esta superpotencia, fue el ganador. Es cierto que Hillary tuvo tres millones de votos más, y que fue gracias a una anacrónica ley de colegios electorales que su adversario resultó triunfador. Pero en todo caso, aún con menos sufragios fue extraordinaria e imprevista la cantidad de votos obtenida por el pintoresco candidato.
Luego vinieron las explicaciones. El electorado de clase media que no logra prosperar en la economía de las últimas décadas, que vive en estados desindustrializados donde escasea el trabajo, es quien le dio el triunfo.
Puede ser, aunque ya no es tan convincente la teoría. Lo cierto es que hubo un castigo de mucha gente a la tradicional política Demócrata como la que impulsó Barrack Obama desde la Casa Blanca. Todavía habrá nuevas teorías sobre esta elección pasada, aunque para la próxima, encuestadores y analistas de la política tradicional tendrán las mismas dificultades para avizorar el futuro.
Luego tenemos un caso emblemático de la nueva situación. El de Gran Bretaña. Para solucionar una vieja diferencia dentro del partido Conservador (adentro o fuera de Europa), el entonces Primer Ministro David Cameron llamó a un referéndum nacional. Total, era seguro que ganaba la tesis de permanecer en la UE.
Entonces sobrevino la gran sorpresa. Apenas poco más de la mitad del electorado votó por salir del bloque continental, sumiendo al país en una enorme crisis sobre su futuro.
Cameron renunció y lo reemplazó –para terminar el mandato– su ministro del Interior, Theresa May, conocida por su adhesión a seguir en la UE. Pero ya en el poder, haciendo gala de pragmatismo, May resultó el adalid del Brexit, de la retirada británica de Europa, y además en tono beligerante sin haber pensado demasiado en los daños que podrían sobrevenir a su país.
Esta contradicción la decidió. Las encuestas le daban más de 20 puntos de ventaja sobre el Laborismo, el contendiente natural. Entonces convocó a elecciones generales anticipadas. La idea era ganar un nuevo mandato completo (y no terminar el periodo de Cameron), obtener una mayoría más rotunda y negociar con dureza el brexit.
Todo salió mal. Apenas ganó con 42% de los votos contra 40% de sus rivales. Por lo tanto se quedó sin mayoría propia y ahora dependerá de un aliado poco fiable, como el Unionismo de Irlanda del Norte. La historia no ha terminado, y las apuestas son que May no logrará sobrevivir.
Antes en Holanda, y después en Francia, los populismos de extrema derecha perdieron pero lograron avances significativos. El Frente de Marine Le Pen sorprendió con más de 30% de los sufragios, cuando nunca antes había llegado a dos dígitos.
La novedad fue Emmanuel Macron, un independiente de centro derecha que fue contra todos los partidos tradicionales del espectro y ganó de modo decisivo la Presidencia. Algo que desvelará a los analistas políticos que no entienden esta preferencia del electorado.
Otro caso diferente: dentro de Gran Bretaña está Escocia y el Partido Nacional Escocés, pro independencia. En 2014 Escocia votó en contra de obtener la independencia de Londres. Pero al año siguiente, le dio una victoria arrolladora a los nacionalistas independentistas. Alentado el Partido Nacional propuso en esta última elección un nuevo referéndum sobre la separación. Resultado: perdió un tercio de las bancas que tenía, y para peor agravio, a manos del enemigo, los Conservadores.
Una original explicación es que lo que de verdad mueve al electorado, en cada caso, es el deseo de gratificación instantánea. Convicciones, ideologías, viejas simpatías se desvanecen en cuanto el votante se ve aburrido o frustrado.
El poder de las redes sociales
La vulnerabilidad de las democracias
La propaganda política en este siglo se ha convertido en guerra de guerrillas. En un diario descubierto luego de la caída de Berlín, el jefe de la propaganda nazi Joseph Goebbels explicaba sus principios para una propaganda efectiva. El segundo de esos principios decía que “debe ser planeada y ejecutada por una sola autoridad”.
¿Qué habría dicho Goebbels de Facebook? se pregunta Quartz, la prestigiosa página de opinión y noticias para esta era digital. Así como el choque masivo de ejércitos dio paso a la guerra de guerrillas y al terrorismo la información –y la desinformación– ahora fluye no de una sola entidad sino de miles o millones. Y con el fabuloso poder para “micro-apuntar” que tienen las redes sociales como Facebook, la propaganda ya no es un mensaje: puede ser muchos, adaptados cada uno para una determinada audiencia.
Rusia entiende estas dos diferencias, opina Quartz. Los avisos que diseminó en Facebook durante la campaña presidencial de Estados Unidos –algunos de los cuales fueron publicados por el Congreso esta semana– no eran un simple mensaje pro-Trump; muchos, en realidad, apoyaban ideas que se inclinaban hacia la izquierda, como los derechos de gays y lesbianas o argumentos contra Trump. Mientras Goebbels buscaba sembrar confusión y temor, el objetivo de rusia era simplemente profundizar las divisiones que ya existían en el pueblo. Y, a diferencia de Goebbels, a Rusia no le molesta no tener el monopolio de la propaganda. Si un grupo de adolescentes de Macedonia le da una mano, tanto mejor.
La gran lección que se extrae del escándalo no es que Rusia es peligrosa para la democracia norteamericana, sino que las redes sociales convierten a todas las democracias en vulnerables ante cualquiera que tenga intenciones políticas oscuras, algo de dinero y una cantidad razonable de datos. Sería sumamente fácil entonces orientar los avisos de Facebook a los votantes indecisos en unos pocos distritos decisivos en las próximas elecciones, pro ejemplo, y muy difícil de encontrar al culpable.
La guerra de guerrillas no se gana con un ejército convencional; necesita que se solucionen las causas subyacentes de la guerra. De manera similar, la propaganda en el siglo 21 no se puede encarar tratando de eliminar sus fuentes. La forma en que plataformas como Facebook la hacen posible es parte del problema. Por eso son las mismas plataformas las que deben ser parte de la solución.
Hacia 2050
Las economías emergentes tendrán el poder económico
La economía mundial podría duplicar su tamaño para el año 2042. Para 2050, seis de las siete mayores economías del mundo podrían ser países emergentes. La participación de la UE en el PIB mundial podría caer por debajo del 10% para el año 2050. China ya ha superado a los EE.UU. como la mayor economía en función del PIB.
Podría ser entonces la de mayor valor a tipos de cambio de mercado antes de 2030. India podría superar a los Estados Unidos para 2050 y quedar en el segundo lugar e Indonesia podría avanzar al cuarto lugar, lo que relegaría a economías avanzadas como las de Japón y Alemania. Argentina se mantendría como la tercera economía más grande de Latinoamérica.
Hacia el 2050, el poderío económico estará en manos de los países emergentes, desplazando de esta forma a economías avanzadas. Esta es una de las conclusiones clave del informe World in 2050 de PwC, The long view: how will the global economic order change by 2050? (La visión a largo plazo: ¿cómo cambiará el orden económico mundial para 2050?). En el mismo se presentan proyecciones del crecimiento potencial del PIB hasta 2050 para 32 de las mayores economías del mundo, que en conjunto representan alrededor de 85% del PIB global. Estas proyecciones se basan en la actualización más reciente de un modelo detallado de crecimiento global a largo plazo que PwC desarrolló por primera vez en 2006.
El informe pronostica que la economía mundial podría duplicar su tamaño para 2042, si crece a una tasa anual promedio real de aproximadamente 2,5% entre 2016 y 2050. Este fenómeno estará impulsado en gran medida por los mercados emergentes y los países en desarrollo, con el crecimiento de las economías del E7 (Brasil, China, India, Indonesia, México, Rusia y Turquía) a una tasa anual promedio de alrededor de 3,5% en los próximos 34 años, en comparación con solo un 1,6% para las naciones avanzadas del G7 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, el Reino Unido y los Estados Unidos).
Cuando se considera el PIB medido a tipos de cambio de mercado (MER), no se observa un cambio tan radical en el poderío económico mundial. Aun así, China emerge como la mayor economía del mundo antes de 2030 e India es claramente la tercera hacia 2050.
Pero, sin duda, el foco principal estará en los mercados emergentes más nuevos, que van adquiriendo una posición destacada. Para 2050, se proyecta que Indonesia y México serán mayores que Japón, Alemania, el Reino Unido o Francia, mientras que Turquía podría superar a Italia. En términos de crecimiento, Vietnam, India y Bangladesh podrían ser las economías que crezcan a mayor velocidad durante el período hasta 2050, con un crecimiento promedio del 5% anual.}
Nigeria tiene potencial para ascender ocho lugares en el ranking del PIB, hasta la posición 14 para 2050, pero solo podrá concretar sus posibilidades si diversifica su economía más allá del petróleo y fortalece sus instituciones e infraestructura.
Colombia y Polonia también muestran gran potencial, y se proyectan como las economías de crecimiento más rápido en sus respectivas regiones, América latina y la UE.
En el caso de Argentina, si bien se espera que hacia 2050 descienda algunas posiciones en términos del valor de su PBI, hasta ubicarse en el puesto 29, continuará siendo la tercera economía más grande de Latinoamérica, detrás de Brasil y México y en el ranking global apenas por debajo de naciones desarrolladas como España y Australia (26 y 28 respectivamente).
Ingresos promedio
Una buena noticia para las economías avanzadas de hoy es que continuarán registrando los ingresos promedio más altos; con la posible excepción de Italia, todos los países del G7 seguirán ubicados por arriba del E7 en los rankings de PIB per cápita en 2050. Se proyecta que los mercados emergentes cerrarán gradualmente la brecha de ingresos con el tiempo, pero la convergencia plena de los niveles de ingreso a escala mundial probablemente llegará mucho después de 2050.
China alcanza un promedio de ingresos de nivel medio para 2050 (ver Mapa 1), mientras que la India permanece en la mitad inferior de la escala de ingresos debido a su nivel inicial, a pesar del crecimiento relativamente alto proyectado en el período. Esto es un ejemplo de que, si bien el fuerte aumento de la población puede ser un impulso clave para el crecimiento del PIB total, eliminar las diferencias en los niveles de ingreso promedio demandará mucho más tiempo.
En términos de ingresos promedio por habitante, Argentina se ubica en valores intermedios, con un leve crecimiento por encima del 3% anual, superando a Brasil, aunque por debajo de Colombia y México, en la comparación con países de Latinoamérica.
Se proyecta que el crecimiento global disminuirá a medida que las poblaciones vayan envejeciendo y los países emergentes se conviertan en economías maduras.
El informe proyecta que el crecimiento económico mundial registrará un promedio de aproximadamente 3,5% por año durante el período hasta 2020, disminuyendo a unos 2,7% en la década de 2020, 2,5% en la de 2030, y 2,4% en la de 2040. Eso tendrá lugar a medida que muchas economías avanzadas (y eventualmente, también algunos mercados emergentes como China) experimenten un marcado descenso de su población en edad activa. Al mismo tiempo, las tasas de crecimiento de los mercados emergentes serán más moderadas a medida que lleguen a ser economías maduras y disminuya su espacio para crecer con rapidez a la par de otras. Estos efectos, según se proyecta, serán más fuertes que el impacto de las economías emergentes que tienen un peso progresivamente mayor en el PIB mundial, que de otro modo tendería a fomentar el crecimiento global promedio.
Desafíos para que los hacedores de política alcancen un crecimiento sostenible a largo plazo. Para materializar su gran potencial, las economías emergentes deben emprender una inversión sostenida y efectiva en educación, infraestructura y tecnología. La caída en los precios del petróleo entre mediados de 2014 y principios de 2016 puso de relieve la importancia de que las economías emergentes estén más diversificadas para un crecimiento sostenible a largo plazo.
A toda esta situación subyace la necesidad de desarrollar instituciones políticas, económicas, legales y sociales dentro de las economías emergentes para generar incentivos a la innovación y el espíritu empresarial, creando economías estables y seguras para realizar negocios.
Habrá grandes oportunidades para las empresas con la adecuada combinación estratégica de flexibilidad y paciencia. La evolución de los mercados emergentes generará muchas oportunidades para los negocios, que surgirán a medida que estas economías avancen hacia nuevas industrias, interactúen en los mercados del mundo y cuando sus poblaciones, relativamente jóvenes, tengan más riqueza. Se convertirán en lugares más tentadores para vivir y hacer negocios, atrayendo inversiones y talentos.
No obstante, las economías emergentes evolucionan con rapidez y a menudo son relativamente volátiles, por lo que las empresas necesitarán estrategias operativas que combinen flexibilidad y paciencia de manera adecuada para tener éxito en esos mercados. Los estudios de casos incluidos en el informe de PwC ilustran cómo las empresas deberían estar preparadas para adaptar su marca y su posición en el mercado para ajustarse a preferencias locales que difieren y suelen tener más matices. Será fundamental un entendimiento profundo del mercado local y sus consumidores, lo cual a menudo implicará trabajar junto a socios locales.
Una visión alarmante
Habrá un cambio fundamental en el escenario geopolítico mundial. Será el fin de la hegemonía estadounidense y de las principales ideas e instituciones del orden imperante durante las últimas siete décadas, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Pronostican el fin de una economía global abierta, de las actuales alianzas militares y de entidades como la Organización Mundial del Comercio.
El informe, como es usual, es elaborado y difundido por el Consejo Nacional de Inteligencia (y su red de analistas) de EE.UU., e intenta predecir el futuro cercano.
Con toda claridad Trump ha voceado su oposición a las piezas clave del ordenamiento mundial vigente hasta ahora, tanto los tratados de comercio multilaterales, como la participación en alianzas militares, la promoción activa de valores democráticos.
Lo cual, desde su perspectiva, no significa renunciar a un rol esencial en el mundo para EE.UU. (America first). Su intención es redefinir el rol de su país en la escena mundial.
Pero mientras tanto, el mundo avanza con su propia dinámica. Según el informe, el actual sistema internacional se está fragmentando, y parece avanzar hacia la definición de nuevas áreas de influencia regional. Así se advierte que, en poco tiempo más, en cuanto China, Rusia e Irán comprueben que hay una debilidad evidente de Estados Unidos, tanto por divisiones internas como por una economía en crisis, esos tres países avanzarán hacia la expansión de su influencia sobre países vecinos a cada uno de los tres.
Los escenarios planteados son ominosos. Por ejemplo, notable deterioro ambiental en China tras el abandono de las actuales políticaS, y el uso de un artefacto nuclear para 2028 en el área entre India y Pakistán. Circunstancia que podría mover a las que hoy son grandes potencias, a actuar de nuevo en forma concertada.
Pero lo esencial, dice el informe es que la guerra en el futuro no será más en los campos de batalla, sino en disrupciones que afecten a todas las sociedades involucradas.
El crecimiento económico seguirá siendo muy lento. India tendrá la economía con más veloz expansión durante los próximos cinco años. La de China tendrá un ritmo más lento. Igual en el resto del mundo.
Se presume un crecimiento del terrorismo. Las divisiones graves en países árabes seguirán –predice el informe– por lo menos hasta el 2035.
El nacionalismo avanzará como respuesta a la presencia de cada vez más refugiados. En consecuencia la posibilidad de conflictos entre países (y dentro de ellos) crece en forma exponencial.
En suma, los conflictos del futuro inmediato van a impactar más sobre la infraestructura más vital, la cohesión social y las funciones básicas de un gobierno. El objetivo es lograr ventajas psicológicas o geopolíticas, antes que la derrota por los medios militares tradicionales. La democracia liberal, definitivamente, será amenazada por el populismo autoritario (“imponer orden en el caos”).
Una crisis global
¿Qué y cómo educar para la era digital?
A pesar del interés retórico que la mayoría de los gobiernos del mundo muestra por nivelar la educación entre ricos y pobres, persisten grandes brechas entre los resultados que obtienen distintos grupos socioeconómicos de un país y de los países entre sí, debido a la dificultad para traducir la retórica en estrategias concretas. La era digital agrava el problema.
El mercado laboral está necesitando gente con habilidades que la escuela actual no brinda. Por ejemplo, en ningún momento de la historia de Estados Unidos hubo más niños inscriptos en la educación formal. Gracias a compromisos globales y a movimientos como el Millennium Development Goals and Education For All, más de 90% de todos los niños en edad de educación primaria van a la escuela.
Pero todos los esfuerzos realizados para ampliar la educación de los niños sólo han servido para oscurecer el sigiloso aumento de una crisis educativa global. Se calcula que unos 650 millones de niños no alcanzan las metas fundacionales de desarrollo y aprendizaje: 200 millones de menores de 5 años no alcanzan los indicadores de crecimiento socio-emocional y cognitivo; 250 millones (la mitad de esta cantidad asiste a la escuela) carece de las habilidades básicas de alfabetización o matemáticas; y otros 200 millones de jóvenes no poseen las habilidades básicas con la lectura y los números que necesitan para trabajar.
La educación y la adquisición de habilidades, es fundamental para resolver algunos de los problemas más graves del mundo. La educación es un derecho básico que fomenta otros derechos como el de la salud y la participación cívica. Es también fundamental para liberar el potencial de desarrollo de los niños, las comunidades y los países.
Una fuerza de trabajo educada puede contribuir a sacar a la gente de la pobreza, reducir la mortalidad prematura, fortalecer la igualdad de género y promover la participación cívica.
Los niños deben aprender también habilidades que puedan ser flexibles y adaptables en una era de incertidumbre y cambio económico.
Los trabajadores necesitarán amplitud de habilidades como lecto-escritura y aritmética además de la capacidad para pensar con criterio propio y resolver problemas en grupo. En la era digital, los ciudadanos deben estar preparados para los desafíos que presenta la globalización, el cambio climático, las epidemias de salud y la incertidumbre económica.
El mundo necesita con urgencia repensar la forma en que se está educando, de qué manera se la brinda y las habilidades que van a necesitar los niños en la era digital para convertirse en miembros saludables y productivos de la sociedad.
Los términos del debate
Muchos coinciden en que la forma en que se educa a niños marginados debe mejorarse. Sin embargo, no coinciden en cómo hacerlo para que refleje de la mejor manera posible los desafíos y oportunidades que afrontan los jóvenes de hoy y por qué los sistemas educativos no lograron adaptarse y asegurar que todos los niños reciban el apoyo y las oportunidades de aprendizaje que necesitan. Las respuestas a la crisis global de aprendizaje deben dar cuenta de tres preguntas clave.
Primero, ¿qué deben aprender los niños?
Hay una creciente desconexión entre lo que se espera que aprendan los niños y los tipos de oportunidades laborales que van a tener. Tomemos el Ãfrica subsahariana y el Sudeste asiático, donde una explosión de población joven hará probable que, entre los trabajadores no calificados que entren al mercado laboral para el año 2020, 58 millones de los entrantes sean “sobrantes”, o sea, no deseados.
En la otra cara de la moneda vemos que las proyecciones dicen que esas regiones van a tener un déficit de 44 millones de trabajadores calificados. Además, según la más grande encuesta de empleadores de países desarrollados y en desarrollo, muchos tienen dificultad para encontrar talento con las competencias adecuadas para su lugar de trabajo, como trabajar en equipo, resolver problemas y buena comunicación. Los jóvenes deben estar equipados para adaptarse a una fuerza laboral en permanente cambio y a enfrentarse a la modernización del trabajo rutinario.
Incluso algunos de los “trabajos pensantes”, como la contabilidad o el ensamblaje avanzado en el sector manufacturero ya se están automatizando. En lugar de obreros tradicionales los empleadores van a salir a buscar una fuerza laboral que tenga habilidades analíticas e interpersonales.
Segundo, ¿cómo se puede reducir disparidades?
Es un derecho de todos los niños recibir oportunidades de aprendizaje que les brinden la amplitud de habilidades que necesitan para convertirse en miembros sanos y productivos de la sociedad. Sin embargo, persisten las desigualdades educativas, como lo evidencia una brecha de 100 años entre las regiones desarrolladas y en desarrollo, con respecto a terminación educativa y resultados de aprendizaje. También hay creciente desigualdad educativa en el interior de los países.
La buena noticia es que hay un renovado consenso global para mejorar la equidad. Las Metas de Desarrollo Sustentable de Naciones Unidas, adoptadas por 193 países en la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre de 2015, reclaman acciones concertadas para ayudar a niños y jóvenes a desarrollar las habilidades que necesitan desde la primera infancia hasta la adolescencia.
Tercero, ¿cómo fundar sistemas que ofrezcan habilidades en la era digital?
Se puede explicar que los niños no están aprendiendo las habilidades que necesitan, al menos en parte porque los métodos convencionales de educar no son eficaces para fomentar una amplitud de habilidades. Un aspecto central de este debate es cómo aplicar la tecnología de la mejor manera posible para el aprendizaje y para la práctica.
La creciente conectividad está cambiando la forma en que se transmite el conocimiento. Las bibliotecas se están digitalizando. Las clases y los materiales de estudio, accesibles antes solamente a los ricos o los que tenían buena conexión, ahora están al alcance de todos en un teléfono. Y sin embargo en las escuelas, la tecnología, en la mayoría de los casos, no ha logrado transformar sistemáticamente el aprendizaje y el entorno educativo.
Un estudio reciente realizado en las escuelas estadounidenses muestra que esto se debe en parte a que la tecnología sigue funcionando más o menos como un sustituto caro de los textos y los pizarrones. Los nuevos avances en tecnología e inteligencia artificial tienen la posibilidad de brindar personalización masiva y fomentar interesantes ambientes de aprendizaje, pero esto va a requerir reorganizar las aulas y aprovechar el tiempo que los jóvenes pasan fuera de la escuela.
Si bien los dispositivos baratos como celulares han llegado a mucha gente, hoy casi 2.000 millones de personas siguen fuera de la tecnología digital, lo que pone en evidencia que esa conectividad no es ni una panacea para solucionar el desafío del aprendizaje global ni debería ser la principal prioridad educativa.
Lo que hay que tener en cuenta
Los sistemas educativos en muchos países, de altos y bajos ingresos, no han logrado brindar adecuadamente las habilidades que los niños van a necesitar en la era digital. Hay varias maneras de infundir el cambio en los sistemas de educación.
La amplitud de habilidades es una de las claves para combatir la brecha.
Las nuevas demandas de las sociedades exigen cultivar la amplitud de habilidades, que refiere a una gama de tareas que incluyen las áreas básicas que ofrecen hoy muchos sistemas educativos: lectura, escritura y aritmética; pero también prioriza la necesidad de desarrollar alfabetización en información, flexibilididad y solución de problemas en colaboración con otras personas.
Esa amplitud de habilidades no se va a lograr agregando contenido o materias nuevas al currículum. Lo que se necesita es una forma diferente de enseñar las materias académicas que ya son prioritarias en la currícula de cualquier país. De esta forma los jóvenes pueden dominar simultáneamente el contenido de las materias y las habilidades.
Dinámica, relevante y aplicada
El lazo entre aprendizaje aplicado y práctico con mejores resultados de desarrollo, está apoyado en la ciencia. Pero también apela a nuestro sentido común: los chicos aprenden mejor cuando participa el cerebro. Este método se aparta de las clásicas formas en que vemos hoy el aula, donde a los niños se les pide que ingieran material a través de la memorización y la pedagogía didáctica.
Lo que se necesita en cambio son esfuerzos para poner al alumno y no a la institución (por ejemplo, la escuela) en el centro de la transformación del sistema educativo. El aprendizaje aplicado y práctico resuelve problemas prácticos con relevancia en el mundo real. Por ejemplo, se podría hacer a los alumnos esta pregunta: “¿Por qué llueve?” Pero en lugar de recitar y memorizar una serie de pasos para explicar por qué ocurren las precipitaciones, el maestro les podría pedir que trabajen en grupos para presentar un informe que aplique habilidades de pensamiento crítico, creatividad y trabajo en equipo para realizar la tarea.
Están bien equipados para responder a desafíos de la vida real porque se concentran en integrar y ligar desafíos complejos a soluciones de la vida real.
Ecosistema adaptable e inclusivo
Si bien es el gobierno el que en última instancia tiene la responsabilidad de asegurar que todos los niños puedan ejercer su derecho a una educación igualitaria, la educación no es solamente un problema de ministerios de educación. Es, más bien, un ecosistema que consiste en una constelación de actores del gobierno, de la sociedad civil y del sector privado que están encargados de educar a los niños en una variedad de contextos.
Los ecosistemas deben también fomentar un entorno donde la educación se adapte a las necesidades de la sociedad, donde la evidencia se use para probar nuevos métodos y mejorar y donde todos los actores, incluyendo los niños y sus familias, puedan ofrecer su experiencia.
El sector privado, incluyendo las ONG, además de las escuelas privadas y pagas, juegan un papel de creciente importancia en el servicio de entrega de educación en el mundo en desarrollo. Algunas escuelas descubren maneras novedosas de recortar costos y mejorar resultados. Sin embargo, queda para el gobierno la obligación de adoptar el rol principal en asegurar que se produzca la innovación de manera de mejorar la igualdad y no lo contrario. Esos factores son fundamentales para desarrollar un sistema ágil, capaz de adaptarse a lo que sea que nos depare el futuro.
¿Qué es lo que viene?
En la era digital, gobiernos, maestros, padres y niños van a necesitar adaptarse a los rápidos avances en tecnología y a los grandes cambios en el mundo del trabajo para resolver desafíos complejos. Es un perjuicio para los niños continuar con un método incremental de mejoras en la escolaridad, como hasta ahora.
Las mejoras incrementales son insuficientes para generar los cambios transformacionales en la currícula y en la pedagogía que son necesarios para obtener mejores resultados. Dicho de manera simple, en la era de Google, los sistemas educativos de muchos países todavía siguen suponiendo que la información es escasa. Ese supuesto, a la larga, va a fallarles espectacularmente a los niños. Para que todos los niños reciban las oportunidades de aprendizaje y las habilidades que necesitan y merecen, debe producirse un cambio transformacional en la forma en que se concibe y se imparte la educación. Ese cambio es esencial para los 193 países que intentan lograr la meta global de asegurar una educación de calidad y de aprendizaje permanente para todos para 2030.
(Este informe, publicado por la Brookings Institution de Washington D.C., fue elaborado por tres autoridades en el tema educación: Rebecca Winthrop, directora del Center for Universal Education y Senior Fellow del Global Economy and Development Program de la Brookings Institution; Timothy Williams, Postdoctoral Fellow de la Harvard School of Education y Eileen McGivney, investigadora asociada del Center for Universal Education, también de la Brookings Institution. Les preocupa –y se ocupan de ofrecer sugerencias superadoras– la crisis mundial de educación que, en mayor o menor grado, viene gestándose desde hace años en casi todos los países del planeta.)
Declinará el dólar como divisa de reserva global
La retirada diplomática y el mayor aislamiento de EE.UU. favorecen ese proceso. A finales del siglo 19 y principios del 20, fue el reinado de la libra esterlina en todas las negociaciones internacionales. La divisa británica era la referencia obligada y todos los países acumulaban esa divisa.
Tras la primera guerra mundial el dólar estadounidense comenzó a encumbrarse, proceso que se amplificó y consolidó terminada la segunda contienda mundial en 1945.
Desde entonces el dólar ha reinado indiscutible. Hasta ahora. Surgen indicios y aparecen opiniones calificadas que sugieren que ese símbolo de reserva universal dejará de serlo en poco tiempo más.
Más allá del encumbramiento de China con rango de superpotencia (y el papel creciente de otras economías asiáticas) lo que más incide recientemente es la política interna estadounidense que en forma evidente desde Donald Trump, favorece el aislamiento internacional, la retirada estratégica de posiciones clave, y la debilidad creciente en los vínculos y alianzas con otros países del planeta.
Para los expertos, está claro que un creciente deterioro en las relaciones entre EE.UU y diversos países del mundo, está llevando a muchos bancos centrales a reconsiderar el tema. Lo que hace peligrar en el futuro próximo el rol del dólar como monedad de reserva mundial.
Es cierto que en el último año, el dólar perdió 10% de su valor frente a una canasta de las principales divisas. También lo es que todavía está 17% arriba del valor que tenía hace cinco años.
Según expertos monetarios globales, como Barry Eichengreen, no son las finanzas lo que puede hacer tambalear al dólar o cambiar su rol global. Es en cambio la ruptura de viejas y sólidas alianzas militares.