La verdadera división, está entre lo global y lo nacional o local. Un nuevo escenario que reclama nuevos modelos políticos y una manera muy distinta de pensar la política.
La esencia del conflicto ahora es que si bien tenemos una ecología global, y una economía global, la política sigue siendo nacional. Ambos términos de la ecuación se rechazan y no funcionan juntos. La obvia consecuencia es que el sistema político resulta ineficiente, ya que no tiene posibilidad de influir sobre las fuerzas que moldean nuestra vida cotidiana.
Hay dos modos de solucionar esta inédita situación. O bien retrocedemos en el proceso globalizador y vamos hacia una economía nacional, o si no, globalizamos el sistema político. El peligro es la humana tentación de volver a una época donde todo era más sencillo y comprensible. Lo que se puede traducir en un importante retroceso.
Nadie lo hubiera creído posible, pero en Estados Unidos se debate en torno al concepto de “America first”; “America great again”. En Europa se resiente la idea integradora del continente. En otras latitudes se vuelve a enarbolar el concepto de “independencia o imperialismo”.
Es como un retorno al patriotismo, un sentimiento que en los últimos siglos tiene un debe y un haber importante, y donde las ventajas superaron a los inconvenientes. Pero hoy ya no alcanza con refugiarse en el pasado.
En este siglo, la tecnología disruptiva, la incesante innovación, han producido una transformación radical y sin marcha atrás. Si no es posible instalar un clima de cooperación global, el viejo nacionalismo no tiene posibilidades de aportar soluciones.
Como todos los grandes problemas son globales, hay que encontrar un mecanismo de cooperación global. No es solamente en el caso del clima mundial, donde parece obvio recurrir a este instrumento. Si se piensa en el efecto que puede tener sobre el trabajo y el mercado laboral el avance en pocos años de la inteligencia artificial, donde en un par de décadas pueden quedar sin empleo centenares de millones de personas, habrá que coincidir que es un problema que requiere solución global, y no local.
Riesgos y oportunidades
Lo mismo en el campo de la bioingeniería o de experimentos genéticos. Si un solo país decide avanzar en ese terreno, los otros no pueden dejar de hacerlo. Se trata de tecnologías de alto riesgo, y también de grandes avances y ganancias. Cualquiera sea el riesgo, es difícil que haya países que no avancen en este territorio, mientras hay otros que lo hacen sin vacilar. Hay que tratar de contar con regulaciones globales en este tipo de actividades.
Como en el caso de los robots. O peor aún: los robots desarrollados con fines militares. Pueden ser de efectos tan devastadores que nadie se expondrá a quedar rezagado en este campo.
Por otra parte, este escenario con oportunidades, pero también con enormes riesgos, nos conduce a otro problema. La falta de equidad en la distribución de la riqueza, de los beneficios obtenidos en las revoluciones globales que ya hemos experimentado (como la revolución agrícola, por ejemplo). Hay que adoptar criterios globales también en materia distributiva. Esta brecha puede ser, tal vez, el problema más serio que confronta hoy la humanidad.
Una realidad interesante es que todos los líderes o partidos en el mundo que rechazan la posibilidad de acordar para controlar el cambio climático son nacionalistas. ¿Por qué? Tal vez, como sostiene un ensayista de vanguardia, es porque no tienen solución a proponer. Y si no tienen solución, entonces lo mejor es que el problema no exista. Para enfrentar un problema concreto como el del clima hacen falta apoyos y respaldos más allá de las fronteras nacionales.
Una idea muy difundida entre científicos y tecnólogos es que los líderes políticos no tienen mucha influencia en el mundo, como para cambiar el actual estado de cosas. Aunque si bien es cierto que tienen limitaciones para construir, pueden tener inmensa capacidad de daño, de destrucción. De modo que no hay que subestimarlos.
Todo este panorama pone en juicio el futuro de la investigación y desarrollo, básicamente un proceso global. Si las fuerzas nacionalistas ponen restricciones, entonces se retrocederá. Grandes corporaciones y organizaciones han invertido en las últimas décadas en I&D en distintas regiones del globo, especialmente donde fabrican productos y donde tienen un mercado comprador importante.
El nuevo clima mundial plantea dudas sobre si este modelo de innovación global podrá mantenerse. Pronto se verá en qué dirección se mueve la aguja.
¿La globalización está en retirada?
Se ha instalado en los últimos meses. El eje de este nuevo debate es en torno a la globalización: ¿está en retroceso o sigue su marcha triunfal? Media biblioteca respalda cada posición. El punto a tener en cuenta es cuál es la perspectiva elegida, el punto de partida.
En el mediano y largo plazo parece difícil que el proceso globalizador se estanque o desaparezca. El fuerte impacto de la tecnología disruptiva y la inmensa transformación en los medios y modelos de producción, tornan difícil esa hipótesis.
Pero en lo inmediato, en el corto plazo, hay algunos signos que indican una fuerte tendencia a reducir o desacelerar el proceso globalizador. De un lado la percepción política que representan el Brexit, la presidencia de Donald Trump con su nacionalismo exacerbado y la reivindicación de una clase media blanca estadounidense que ha vivido la desindustrialización tradicional y dispone ahora de menores ingresos que antes. La proliferación de nacionalismos y populismos en toda la geografía planetaria que cuestionan el viejo modelo capitalista y la expansión de la ola global.
Tal vez más importante aún, en este plano, es la caída importante en el volumen y frecuencia de fondos financieros que atraviesan las fronteras nacionales. La tremenda crisis financiera mundial que comenzó hace una década ha dejado cicatrices dolorosas. Durante 2007, los capitales que se trasladaron de un mercado a otro, fueron tres veces el tamaño de los que lo hicieron en 2016. Bancos, financistas e inversores siguen el mismo patrón de conducta. El capital que se mueve se traduce en inversiones de largo plazo, para expandir capacidad industrial o controlar marcas valiosas en mercados promisorios.
Con el clima actual, lo que más puede sufrir en lo inmediato es el comercio de bienes y productos. Ese es el verdadero temor cuando se habla de retroceso en la globalización. Porque lo cierto es que después de los excesos financieros de la década pasada, ahora el sistema financiero global es más resistente.
Sin duda, la primera señal es que préstamos a otros países es la primera manifestación del vuelo de capitales de un país en crisis. En cambio, los capitales que se mueven hoy de un país a otro lo hacen bajo la forma de inversión extranjera directa, compromisos de largo plazo que se perciben como productivos.
Millones de refugiados por guerras y conflictos
Casi 66 millones de personas (una vez y media la población de Argentina), fueron obligadas a desplazarse y emigrar, casi siempre como refugiados de conflictos bélicos y persecución, en todo el mundo, durante el año pasado.
Las cifras, según el Alto Comisionado para los refugiados de las Naciones unidas, es la cifra más elevada desde que se llevan registros. Los datos son apubullantes: hay 10,3 millones de nuevos desplazados; 40,3 millones de desplazamientos internos en diversos países; 2,8 millones de personas solicitando asilo; 2,9 millones de refugiados que aguardan en Turquía en busca de nuevo destino; 552.000 refugiados que fueron deportados a sus países de origen; y 825.000 sirios desplazados por la guerra solamente durante el año pasado.
La cifra total supera en 300.000 personas las estadísticas del año previo, el 2015. A finales de 2016, Siria, Iraq y Colombia tenían la mayor parte de desplazados internos. El país con mayor número de desplazados internos es Siria (con 12 millones). Otros 5,5 millones de sirios son refugiados en otros países, en los seis años que dura la guerra (825.000 solamente el año pasado). En suma, dos terceras partes de los sirios han sido empujados a abandonar sus casas. El informe también plantea el veloz deterioro de la situación en Sudán Sur, donde se encuentra la crisis más veloz e intensa de este momento en materia de refugiados y desplazamientos internos.
Además, situaciones similares aunque de menor intensidad por el momento, se registran en Afganistán, Iraq y Sudán. En cuanto a los palestinos, hay 5,3 millones de ellos que viven como refugiados.
En cuanto al destino de los refugiados, aunque las noticias se concentran en países europeos, lo cierto es que países menos desarrollados son los que cargan más con el peso de esta nueva población. Turquía tiene 2,9 millones de refugiados, Pakistán, 1,9 millones; Líbano, 1 millón; Irán, 980.000, y Uganda, 940.000.