La globalización ofrece un cierto futuro incierto

    Por María Teresa Lavayén


    Hans-Paul Bürkner
    Foto: Gabriel Reig

     

    La otra mitad siente que la globalización le ha quitado bienestar y que sus hijos tendrán un nivel de vida inferior al que tuvieron ellos. Por eso resisten los cambios. Pero la historia nos cuenta que el futuro siempre generó miedo.
    La entrevista con Hans–Paul Bürkner, actual presidente global del Boston Consulting Group de visita en Buenos Aires para asistir al World Economic Forum 2017, estaba fijada para las 11:45. Como en Buenos Aires se sabe la hora en que uno sale del punto A, pero nunca la de llegada al punto B, por las sorpresas que se pueden encontrar en las calles, Mercado optó por tomar precauciones y salir con la suficiente anticipación como para llegar en hora aun si hubiera complicaciones de tránsito. El trayecto fue normal y se llegó con 20 minutos de adelanto. Ante la disyuntiva entre esperar en la calle ir directamente al lugar del encuentro, decidió entrar a esperar en el sitio convenido. Ya estaban allí sentados el alemán Hans–Paul Bürkner, acompañado por Jorge Becerra, CEO global del BCG.
    Los ingleses no tienen el monopolio de la puntualidad. Muchos dicen que para los alemanes es mejor llegar cinco minutos antes que un minuto después. Las aclaraciones sobre por qué estábamos todos allí antes de la hora aflojaron las presentaciones y sirvieron para iniciar la charla.
    El tema central de la entrevista fue la globalización, un fenómeno que divide al mundo entre los que la ven como positiva y los que la consideran nefasta.

     

    Expectativas de la gente

    “La globalización logró enormes avances: redujo el hambre en el mundo, permitió educar a más niños y niñas, aumentó la expectativa de vida en todo el mundo y también logró que menos personas mueran en las guerras. Todo esto se logró con tecnología, con cooperación internacional y con la globalización que abrió fronteras. Pero los cambios hacen que mucha gente se sienta amenazada.
    Todos los que perdieron un buen empleo en una fábrica y ya no lo tienen, o porque hay un robot que hace su trabajo o porque la fábrica se fue a otra parte, piensan que fue la globalización la que les quitó el trabajo. Pero también hay mucha gente que está mucho mejor que hace 20 o 30 años. En realidad es posible demostrar que las grandes mayorías del mundo están mejor hoy que antes, pero hay un elemento que normalmente se subestima y es el de las emociones: la gente tiene expectativas. Cuando en la pantalla del teléfono celular ven que el mundo ofrece muchas cosas que ellos no pueden obtener se enoja porque siente que no puede compartir esos beneficios”.
    La famosa grieta que tanto nos aflige en Argentina está también presente en el mundo. Aquí, 50% cree que es importante haber pasado de la era Kirchner a la presidencia de Mauricio Macri, mientras la otra mitad cree que el cambio es un retroceso. En Gran Bretaña 50% prefería seguir siendo parte de la Comunidad Europea y 50% quería “recuperar su país”. En Estados Unidos, la mitad de la población estaba con Hillary Clinton y la otra mitad con Donald Trump. En Alemania las discrepancias se dan alrededor de los refugiados, 50% cree que el tema es manejable y 50% cree que no. La grieta existe en los mercados emergentes y en los desarrollados.
    “Creo que la clave está en que la gente juzga según su experiencia personal. No se puede lograr que todos estén mejor, se puede dar más oportunidades, pero alguna gente no puede aprovechar esas oportunidades. Lo más importante es encontrar las maneras de ayudar a las personas a tomar las riendas de su propio destino. Por eso la mayor inversión está en la educación, la capacitación y la recapacitación, pero no siempre es posible recapacitar a la gente. ¿Estará dispuesto un minero a quien se le cierra la mina, a aprender a manejar los controles de un robot?”
    Lo que Bürkner pone especial interés en remarcar, es que en la mayoría de los casos la furia de la gente no es provocada por la globalización sino por el cambio.
    “Este miedo al cambio lo vimos en el siglo 19, en el siglo 20 y ahora en el siglo 21 y no va a parar nunca. El cambio lo estamos viendo ahora con la inteligencia artificial. Los robots están haciendo trabajo de consultores o de periodistas. Todo tipo de cosas van a ser reemplazadas. Pero tampoco es cuestión de decir que es inevitable y que todos van a ser reemplazados. Tenemos que encontrar maneras muy constructivas de decirle a la gente cómo hacer las cosas adecuadas. Por eso es que yo hablo de comenzar por la educación, la capacitación y la recapacitación. Y también hay que intentar que vean las oportunidades del cambio y no los peligros.”

     

    Nacionalismo y populismo

    Cuando la conversación gira hacia el tema de Gran Bretaña, su histórica salida de la Unión Europea y el enojo de todos aquellos que exigían volver a tener las riendas del destino del país, en lugar de estar atados a decisiones tomadas en Bruselas, Bürkner tiene su manera particular de interpretar eso que otros llaman nacionalismo.
    “La gente siempre encuentra algo o alguien a quien culpar. La mayor parte de las regulaciones que rigen en Gran Bretaña se toman en Gran Bretaña, no en Bruselas. Bruselas sólo brinda una plataforma, aunque sí es cierto que la Unión Europea tiene leyes que hay que obedecer, pero siempre hay formas de mantenerse al margen y los británicos siempre las encontraron. Yo creo que el Brexit se basó más en emociones que en hechos. No debemos subestimar las emociones de la gente, especialmente cuando el futuro parece incierto, cuando hay muchos cambios. Es entonces cuando la gente comienza a preocuparse y necesita culpar a algo o a alguien.”
    Sobre el populismo habla como alguien que nunca sufrió en carne propia el populismo verdadero, alguien que no vivió nunca bajo la pata de un líder que siente que ha llegado al poder para quedarse y que tiene control absoluto para hacer su voluntad.
    “Todos los políticos necesitan ser populistas”, afirma, “porque tienen que ser populares. Tienen que entender lo que está pasando en la cabeza de la gente. En un congreso en Indonesia hubo una representante que dijo nosotros no deberíamos hablar entre nosotros, representantes de gobierno, ministros, economistas, empresarios, debemos hablar con la gente. Por eso el presidente Jokowi de Indonesia pasa tres días de cada siete viajando por el país y hablando con la gente.
    Debemos dar a la gente la sensación fuerte de que pueden tomar las riendas de sus vidas. Eso rige para los gobiernos pero también para las empresas, para los individuos y para las familias, para todos los miembros de la familia.”

     

    Miedo al futuro

    El siglo 21 se inició con optimismo. Cuando Thomas Friedman escribió su libro “El mundo es chato”, decía que el comienzo del siglo sería recordado por las generaciones venideras como un momento de la historia en que la globalización achataría al mundo, o sea que lo haría más igualitario. Y en verdad lo acható. En el mundo en desarrollo grandes masas salieron de la pobreza para entrar a la clase media y aspirar a cosas que nunca antes habrían imaginado que se podían permitir.
    En el mundo desarrollado, en cambio, las cases medias sienten que perdieron. Esa es la demostración más clara de que, en verdad, el mundo se ha achatado, de que ha nivelado un poco las diferencias entre países ricos y pobres. Pero el achatamiento dejó a muchos enojados en los países tradicionalmente ricos.
    “Yo también me pregunto qué fue lo que salió mal o por qué existe este sentimiento en contra de la globalización o contra la Unión Europea, por ejemplo, cuando en realidad, objetivamente, todos nos hemos beneficiado. Pero vuelvo a insistir en que creo que la respuesta está en las expectativas. La gran mayoría de la gente en el mundo desarrollado piensa que les va bien en la vida pero creen que el futuro será peor y que sus hijos van a estar peor que ellos”.
    “En los mercados emergentes pasa lo contrario: la mayoría de la gente piensa que su vida no es buena pero tienen muchas expectaitvas para el futuro y están dispuestos a trabajar mucho para eso. Entonces lo que ocurre en los países desarrollados es el miedo al futuro. Por eso resienten las reformas. ‘Reforma’ se ha convertido en una palabra muy negativa. Reforma significa menos dinero, menos protección, más competencia, más cambios y no quieren el cambio. No estoy seguro de que quieran volver al pasado pero quieren que las cosas se queden como están.”
    Bürkner pone especial empeño en afirmar que la globalización es positiva, que es una gran palanca para el progreso pero que sólo va a funcionar si la gente puede usarla. “Los problemas comienzan cuando la gente la ve como una amenaza para sí misma. Si la gente ve la tecnología como una amenaza para su bienestar la va a resistir. Internet, las redes sociales, todo eso brinda la posibilidad, por ejemplo, para las pequeñas empresas, de llegar a clientes en otros países, les permite obtener proveedores en cualquier país a través de Internet. Se pueden hacer pagos a través de Paypal o lo que sea. Hasta una firma pequeña se puede globalizar. Entonces, la tecnología y sus avances abre posibilidades a la gente, pero ésta debe ver las oportunidades en lugar de sólo los peligros. Como cuando uno mira la cantidad de empresas que aparecen y también pequeñas empresas desafiando a grandes empresas. Si pensamos en cómo la gran industria automotriz ahora está amenazada por Tesla y muchas otras que salen a competir y compartir el mercado”.
    ¿Peligra el empleo con el avance de la robótica y la inteligencia artificial? Bürkner no cree, como muchos otros, que debamos estar demasiado alarmados con el famoso avance de los robots, porque antes de que lleguen los robots hay mucha infraestructura por hacer en muchos países. Especialmente en países como el nuestro, Argentina, hay muchas tareas de infraestructura por hacer y que ya se están haciendo: caminos, puentes, terminales de ómnibus, remodelación de estaciones ferroviarias. Todo eso, dice, necesita personas de carne y hueso porque todavía falta mucho para que los robots lleguen a hacer ese tipo de cosas. “En Europa y en Japón hay escasez de trabajadores. En Europa se solucionará con gente por la inmigración pero en Japón, donde no se permite la inmigración, el problema se solucionará con robots. En Argentina no”.

     

    Globalización financiera

    Ante la pregunta de si el libre flujo de capitales entre los países fomentó el crecimiento económico de los países como se decía, o si condujo a muchos de ellos a sucesivas crisis, responde que la globalización financiera llevó grandes inversiones a muchas partes del mundo, una enorme cantidad de dinero a América latina, también a la Argentina y también en el pasado al sudeste asiático.
    “Creo que eso ayudó y generó un impulso de crecimiento. Pero los flujos financieros globales tienen aversión al riesgo y cuando ven que un país no honra sus deudas, o ven un gobierno inestable, se retiran y van a buscar mejor retorno a otra parte. Creo que el flujo internacional de fondos ha sido positivo pero cuando pone la marcha atrás, su impacto es negativo.”
    Con respecto a los mercados emergentes piensa que no fueron tan afectados por la gran recesión o la crisis financiera que ocurrió en Norteamérica y luego se expandió a Europa. India no se vio muy afectada, tampoco el sudeste asiático ni China. Lo que quiere decir con esto es que las instituciones de los mercados emergentes no se vieron tan dañadas como en Norteamérica o Europa y que poco a poco se está recuperando la confianza gracias a las regulaciones. Hay señales, dice, de que el sistema se está estabilizando, en gran medida gracias al esfuerzo de los bancos centrales.

    El avance del proteccionismo
    En la última declaración firmada por el Grupo del G20, por primera vez no se condena de modo explícito al proteccionismo. Eso, sumado a las promesas de campaña del ahora presidente de Estados Unidos, más las declaraciones indignadas de quienes llevaron adelante el Brexit, dan pie a preguntar si el mundo volverá a un estado de pre-globalización, o al menos si es posible limitar el flujo de bienes, trabajo y capitales entre los países.
    “No creo que vayamos a volver a un mundo pre–globalización. Sí podemos ver aquí y allá medidas proteccionistas. En intercambio de bienes, sí, las cadenas de suministro tienden a estar más cerca de los consumidores. Pero ahora el gran movimiento es el del intercambio de servicios entre los países. Los productos físicos no se moverán tanto pero sí los servicios y los datos. La globalización, de ahora en adelante, será diferente. Uno de los cambios más grandes va a ser el surgimiento de una enorme cantidad de micro negocios, de negocios que pueden operar porque pueden obtener información de lugares lejanos, repuestos, partes, servicios de otras partes del mundo. Eso permitirá a mucha gente estar activa económicamente y crear sus propios negocios.
    En este punto interviene en la conversación Jorge Becerra, CEO global del Boston Consulting Group, para recordar que ahora es posible aprovechar el talento que está desparramado por el mundo. “Antes había que estar en Silicon Valley para trabajar en las últimas tecnologías, ahora Miami y también Buenos Aires ya se están convirtiendo en hubs de microempresas”.
    Es cierto, hoy una gran multinacional descubre de un día para el otro que una diminuta empresita salida de la nada comienza a hacerle una competencia seria, crece y hasta se atreve a disputarle el liderazgo. Nadie, por grande que sea, puede estar seguro de que no aparezca un competidor más nuevo, más ágil y con una tecnología mejor, que venga a sacudirle el piso y quitarle mercado. La palabra del momento es incertidumbre.

     

    Las expectativas

    Lo que escuchamos a diario es que mucha gente habla de un pasado mejor. ¿Es cierto que el pasado fue mejor que el presente?
    “No, el pasado no era mejor. Lo que cambió son las expectativas de la gente. En Alemania hablan mucho de pobreza pero 89% de la población está mucho mejor de lo que estaba hace 20 o 40 años y sin embargo está esa sensación instalada porque la gente repite que la vida en el pasado fue mejor. Lo que ocurre es que sus expectativas se mueven con más velocidad”.
    “Es en este punto donde cobra importancia el crecimiento económico. Crecimiento significa que hay una torta cada vez más grande y que la gente obtiene una porción más grande de esa torta. El crecimiento es tan importante por razones emotivas como por razones económicas. Si yo tengo una torta más grande y puedo darle a la gente una ración más grande de la torta me va a ir bien. Pero si la torta se estanca o se contrae, si yo le quiero dar más a usted se lo tengo que sacar a alguien. Y a la gente nunca le gusta que le saquen nada. Por más bien que estén, si tienen que prescindir de algo se sienten mal.
    “Es por eso que es tan importante tener verdadero crecimiento y creo que debemos encontrar formas de lograr crecimiento verdadero. En Europa hay un crecimiento de 2% con una población estancada y eso está bien porque per cápita la gente aún obtiene un poquito más. Pero si la población está creciendo en 1 o 2%, yo diría que para Argentina o América latina tener un crecimiento de 3, 4 o 5% es importante. Y creo que eso se puede hacer sin destruir la naturaleza. Podemos usar la energía y los recursos en forma mucho más eficiente. No tenemos que desperdiciar agua. Hay que asegurarse de usar el agua de manera correcta y podemos reducir el uso per cápita de agua, y la industria puede ser mucho más eficiente. También podemos asegurar que bajen las emisiones de CO2 con mejores filtros, mejores procesos. También podemos brindar más electricidad con energía eólica, solar, tal vez con estaciones de gas y menos con plantas a carbón que emiten mucho más CO2. Creo que hay muchas maneras de lograr crecimiento, hacer la vida mejor para mucha más gente. Al mismo tiempo tratando de tener un ambiente sustentable”.
    “Hay muchas soluciones y creo que las nuevas tecnologías van a ofrecer muchas soluciones más. Yo soy optimista de que vamos a poder dominar esos problemas, pero siempre que trabajemos en conjunto”.