Ni siquiera valió el intento apaciguador del nuevo secretario de Estado, Rex Tillerson, y del secretario de Defensa, James Mattison, quienes en reunión con los líderes europeos ratificaron la adhesión a la Otan, y el mantenimiento de las sanciones a Rusia.
También los rusos expresaron su sorpresa y confusión: Trump sugiere que busca un entendimiento nuevo con Putin, pero sus secretarios –y el mismo vicepresidente Dick Pence– parecen desmentirlo.
¿Cuál será entonces la posición real y definitiva de Washington en estas materias?, se preguntan Angela Merkel y el resto de la dirigencia de la Unión Europea.
El escenario fue la reciente reunión anual que se realizó en Munich, la Conferencia de Seguridad a la que asistieron representantes de casi 50 países a este foro global. El informe preliminar decía que el temor es que el presidente Trump se embarque en una política exterior centrada en juegos de suma cero, con los resultados que se conocen, y que ignore el valor de la laboriosa construcción de la organización de los asuntos mundiales durante décadas, las sólidas alianzas, prefiriendo en todo caso negociaciones bilaterales.
Nada de lo que dijeron los representantes estadounidenses logró disipar estos temores. Como se dijo, “podemos estar en los umbrales de una era post–Occidente, donde los actores no occidentales pueden tener la oportunidad de dar nueva forma al escenario internacional, precisamente en detrimento se las alianzas consolidadas desde mediados del siglo pasado.
Tal vez el punto más crítico es cuál es la verdadera intención de Trump en las futuras relaciones con Rusia.
La relación Trump-Putin
Fue algo sorprendente, que no se esperaba. Pero James Mattis (el famoso “Perro Loco”), secretario de Defensa de Estados Unidos fue categórico: Moscú debe cumplir totalmente con el acuerdo internacional de paz con Ucrania, antes de que EE.UU. esté dispuesto a colaborar con Rusia en el plano militar.
Posición ratificada por otros funcionarios diplomáticos y militares estadounidenses, sin que Donald Trump volviera con sus flirteos de campaña –y aún ya en la Casa Blanca– con Vladimir Putin y una supuesta relación especial.
Una posición que enfrió el entusiasmo del Gobierno ruso en su expectativa de reforzar los vínculos con Washington. A pesar del desorden y las contradicciones que parecen envolver al nuevo gobierno estadounidense, Rusia se ve obligada a reformular sus expectativas.
Es que la salida forzada –y las mentiras comprobadas– del ex consejero de Seguridad Nacional es un escándalo difícil de diluir. La acusación, comprobada por funcionarios políticos y por los organismos de inteligencia, es que durante toda la campaña electoral, Michael Flynn y otros personajes del entorno del candidato tuvieron frecuentes contacto con diplomáticos y funcionarios rusos.
Incluso, ya se comienza a decir abiertamente que también el candidato Trump estuvo involucrado en estos contactos. Lo que da ahora mayor peso a las denuncias que, tras el hacking a los mails de Hillary Clinton y figuras de su entorno, estaba el interés de Moscú por los resultados electorales en Estados Unidos.
El tema que acapara la atención de los medios de comunicación y de los ámbitos políticos es sobre la naturaleza de esos contactos, y se busca confirmar que se habló del levantamiento de las actuales sanciones por lo de Crimea y Ucrania, un nuevo entendimiento en el plano militar y nuclear, y una retirada estadounidense de la Otan, la alianza defensiva con toda Europa.
Fuentes de inteligencia y del Congreso, incluidos algunos locuaces republicanos, quieren saber con toda precisión quiénes estuvieron involucrados en estos contactos, los temas que se abordaron, y si hubo algún acuerdo sobre la orientación de la política exterior de la Unión, una vez con Trump en la presidencia.
Lo cierto es que Flynn le mintió al vicepresidente Mike Pence (quien no ocultó su indignación) y a todas las agencias de seguridad e inteligencia. Incluso algunos congresistas estadounidenses insisten en que se lo debe acusar y juzgar por “traición a la patria”.
En segundo plano, pero con potencial de crecimiento hay otra cuestión. ¿Cuál es la naturaleza de los vínculos comerciales y financieros del primer mandatario con Rusia?
Por si fuera poco que otra espada de Damocles cae sobre la cabeza presidencial. ¿Sabía Trump de lo actuado por Flynn durante todos esos meses previos a la elección? Es como ocurrió con el Watergate de Richard Nixon: ¿cuánto sabía el Presidente?
Como reveló The New York Times, según cuatro actuales y ex funcionarios del gobierno central, los registros telefónicos y llamadas interceptadas, demuestran que integrantes del equipo de campaña y otras personalidades del entorno de Trump tuvieron repetidos contactos con miembros de las agencias de inteligencia rusas, antes de la elección. Según la versión del Times, los rusos estuvieron detrás del hackeo a cuentas para influir en el desarrollo y el resultado de la campaña, con pleno conocimiento del elenco de Trump.
La actual crisis tiene un enorme potencial de crecimiento. Como dijo el ex diplomático James Bruno, es un asalto cuidadosamente planeado contra la democrática forma de Gobierno del país, en la forma de un gigantesco ciber robo de información que luego fue distribuida y revelada oportunamente, según las necesidades de la campaña.
Bruno cita el informe donde 17 agencias de inteligencia estadounidenses, de modo unánime, concluyen que Putin ordenó durante 2016 una campaña de influencia para erosionar la fe pública en el proceso democrático, denigrar a Hillary Clinton y dañar sus perspectivas presidenciales.
Esto explica el desencuentro y la hostilidad entre Trump y los organismos de inteligencia que, supuestamente debe conducir.
Un edificio con fisuras
Potencial colapso del actual orden mundial
Estamos frente a un punto de inflexión. El mundo busca pistas en las primeras medidas de Donald Trump para imaginar cómo serán realmente los próximos cuatro años. Si el nuevo Presidente persigue únicamente los intereses de Estados Unidos en un sentido estrecho; si solo pone foco en el antiterrorismo, adelantará el desenlace.
El terrorismo es grave, pero ni siquiera es la amenaza más grande para ese país. Si la economía global se mira solo en números del balance comercial estadounidense, y no en los términos de la economía internacional que apunta a consolidar un orden mundial, entonces sí es probable que no estemos muy lejos de un colapso del actual orden mundial establecido a lo largo de varias décadas. Si no sigue respaldando a tradicionales aliados en todas partes del mundo, existe el riesgo cierto de algún tipo de enfrentamiento bélico.
Este escenario se viene perfilando desde hace varios años. El edificio construido a lo largo de siete décadas se ha ido resquebrajando recientemente por la presión de crisis económicas y financieras, surgimiento del nacionalismo y del populismo conservador, y básicamente una pérdida de confianza en las instituciones internacionales y nacionales.
El nuevo Gobierno puede decidir abandonar “este orden liberal” y aceptar las consecuencias de que EE.UU. cambie el rol de garantizar el orden global que diseñó y mantuvo hasta ahora.
Esta es la visión de Robert Kagan, un académico que colabora en el programa Brookings Big Ideas for America, de la Brookings Institution.
El ahora viejo orden, consolidado después de la Segunda Guerra Mundial, ha sido erosionado por fuerzas externas e internas. Entre las externas surge nítida la intención de distintos poderes mundiales, grandes y medianos, nada satisfechos con el edificio construido por Estados Unidos.
Claramente, China y Rusia son dos buenos ejemplos, con su relativo pero muy importante poder militar, económico y político, que pujan por tener mayor ascendiente sobre lo que consideran su zona de influencia (Asia y Europa, respectivamente). Irán, por su parte, busca mayor ascendiente sobre el Medio Oriente y el Golfo Pérsico. Corea del Norte, es un caso especial de perturbación generalizada.
Por si fuera poco, aparece el Isis y otros grupos radicales islámicos para establecer un nuevo centro de poder fundamentalista.
Hasta ahora estas ambiciones fueron contenidas por la coherencia y el poder del orden desplegado y representado por Estados Unidos. Además del sistema de alianzas regionales militares estadounidenses en Europa y Asia. Con Trump, Washington no parece listo a ratificar estas alianzas militares y a responder a cualquier desafío de seguridad que sufran sus hasta ahora aliados.
La profundidad de la crisis en el capitalismo y en la propia idea de democracia, prometen cambios importantes y un cambio sustancial en el escenario geopolítico mundial.
Beneficios desiguales
1%, clave de la actual perspectiva económica
La obsesión es encontrar una sola y simple explicación sobre el tsunami que alcanza a todo el planeta, y que promete cambios trascendentales y posiblemente una reinvención de conceptos con los que estábamos cómodos, como capitalismo y democracia.
Unos piensan que hay que poner foco en entender lo que pasó con el Brexit, la retirada de Gran Bretaña de la integración continental de la Unión Europea. Otros aseguran que la clave está en el triunfo electoral de Donald Trump y lo que esto deja a la luz: vastos sectores de la población blanca que sienten que sus ingresos económicos están estancados o en claro retroceso. Lo que aumenta el rencor con las grandes empresas y con el establishment político. Un proceso que no fue advertido a tiempo por los principales sectores.
Otro grupo pone el acento en el surgimiento potente del nacionalismo, con fuertes ideas proteccionistas. Otros señalan al populismo que ha aflorado con intensidad en casi todas las economías, desarrolladas o emergentes.
Finalmente están los se concentran en la teoría del famoso 1%. Ese es el porcentaje de la población en Estados Unidos, por ejemplo, que recibe el grueso de la participación en el crecimiento económico del país, y se calcula que en una futura reducción de impuestos, recibirá nada menos que 50% de los beneficios que reporten estas medidas.
Dentro del resto, del 99% restante, hay varios grupos. Uno particularmente importante es el que integran 117 millones de adultos que, desde 1970, están en la mitad inferior de los ingresos totales percibidos, y privados de los beneficios de mayor crecimiento económico.
Lo que está ocurriendo cada día, es que mayor cantidad de trabajos son reemplazados por robots y el proceso de automatización. Es cierto que en muchos casos aparecen nuevos empleos, pero también lo es que exigen habilidades y conocimientos que la mayoría de los desempleados no tienen. Los trabajos que se pierden en esta época, no vuelven más.
Es la tecnología, y no una ideología internacional la que está detrás de la pérdida de empleos, industriales y ahora también en el campo de los servicios.
Simultáneamente, un curioso mix de populismo y conservadurismo ha conmocionado a los mercados, en especial a los financieros.
Durante décadas, el ímpetu de la globalización hizo que aumentaran los precios de las acciones en los mercados bursátiles. Ahora es distinto. Desde la severa crisis de 2008 (lo que se llama la “verdadera gran depresión”), con la consiguiente reducción en los indicadores de crecimiento y de la inflación, hizo que los bancos centrales de las principales economías inyectaran estímulos y dinero en abundancia para superar la crisis y de paso, salvar a los bancos privados.
Todo esto ha cambiado de modo súbito. Las expectativas positivas generadas en los inversores por el Brexit y el triunfo de Trump dispararon los precios al alza en los mercados bursátiles y financieros.
Curiosamente son políticos de derecha los que bendicen este desarrollo, cuando su prédica tradicional era evitar los déficits fiscales y presupuestarios. Todavía hoy, este escenario en los mercados favorece las expectativas positivas. El problema es por cuánto tiempo más seguirá esta bonanza.
Si Estados Unidos crece, pero el comercio internacional se resiente o incluso si comienzan guerras comerciales, muy probables, este escenario se revierte con prontitud.
Por ahora partidos conservadores y populismo están en sintonía. Pero si los pobres no aprecian ventajas en esta orientación, la alianza se romperá automáticamente.
Hacia 2050
Las economías emergentes tendrán el poder económico
La economía mundial podría duplicar su tamaño para el año 2042. Para 2050, seis de las siete mayores economías del mundo podrían ser países emergentes. La participación de la UE en el PIB mundial podría caer por debajo de 10% para el año 2050. China ya ha superado a Estados Unidos como la mayor economía en función del PIB.
India podría superar a Estados Unidos para 2050 y quedar en el segundo lugar e Indonesia podría avanzar al cuarto lugar, lo que relegaría a economías avanzadas como las de Japón y Alemania. La Argentina se mantendrá como la tercera economía más grande de Latinoamérica.
Hacia 2050, el poderío económico estará en manos de los países emergentes, desplazando de esta forma a economías avanzadas. Esta es una de las conclusiones clave del último informe World in 2050 de PwC, The long view: how will the global economic order change by 2050? (La visión a largo plazo: ¿cómo cambiará el orden económico mundial para 2050?). En el mismo se presentan proyecciones del crecimiento potencial del PIB hasta 2050 para 32 de las mayores economías del mundo, que en conjunto representan alrededor de 85% del PIB global. Estas proyecciones se basan en la actualización más reciente de un modelo detallado de crecimiento global a largo plazo que PwC desarrolló por primera vez en 2006.
El informe pronostica que la economía mundial podría duplicar su tamaño para 2042, si crece a una tasa anual promedio real de aproximadamente 2,5% entre 2016 y 2050. Este fenómeno estará impulsado en gran medida por los mercados emergentes y los países en desarrollo, con el crecimiento de las economías del E7 (Brasil, China, India, Indonesia, México, Rusia y Turquía) a una tasa anual promedio de alrededor de 3,5% en los próximos 34 años, en comparación con solo 1,6% para las naciones avanzadas del G7 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, el Reino Unido y los Estados Unidos).
Cuando se considera el PIB medido a tipos de cambio de mercado (MER), no se observa un cambio tan radical en el poderío económico mundial. Aun así, China emerge como la mayor economía del mundo antes de 2030 e India es claramente la tercera hacia 2050.
Pero, sin duda, el foco principal estará en los mercados emergentes más nuevos, que van adquiriendo una posición destacada. Para 2050, se proyecta que Indonesia y México serán mayores que Japón, Alemania, el Reino Unido o Francia, mientras que Turquía podría superar a Italia. En términos de crecimiento, Vietnam, India y Bangladesh podrían ser las economías que crezcan a mayor velocidad durante el período hasta 2050, con un crecimiento promedio del 5% anual.
Nigeria tiene potencial para ascender ocho lugares en el ranking del PIB, hasta la posición 14 para 2050, pero solo podrá concretar sus posibilidades si diversifica su economía más allá del petróleo y fortalece sus instituciones e infraestructura.
Colombia y Polonia también muestran gran potencial, y se proyectan como las economías de crecimiento más rápido en sus respectivas regiones, América latina y la UE.
En el caso de la Argentina, si bien se espera que hacia 2050 descienda algunas posiciones en términos del valor de su PBI, hasta ubicarse en el puesto 29, continuará siendo la tercera economía más grande de Latinoamérica, detrás de Brasil y México y en el ranking global apenas por debajo de naciones desarrolladas como España y Australia (26 y 28 respectivamente).
Ingresos promedio
Una buena noticia para las economías avanzadas de hoy es que continuarán registrando los ingresos promedio más altos; con la posible excepción de Italia, todos los países del G7 seguirán ubicados por arriba del E7 en los rankings de PIB per cápita en 2050. Se proyecta que los mercados emergentes cerrarán gradualmente la brecha de ingresos con el tiempo, pero la convergencia plena de los niveles de ingreso a escala mundial probablemente llegará mucho después de 2050.
China alcanza un promedio de ingresos de nivel medio para 2050 (ver Mapa 1), mientras que India permanece en la mitad inferior de la escala de ingresos debido a su nivel inicial, a pesar del crecimiento relativamente alto proyectado en el período. Esto es un ejemplo de que, si bien el fuerte aumento de la población puede ser un impulso clave para el crecimiento del PIB total, eliminar las diferencias en los niveles de ingreso promedio demandará mucho más tiempo.
En términos de ingresos promedio por habitante, la Argentina se ubica en valores intermedios, con un leve crecimiento por encima de 3% anual, superando a Brasil, aunque por debajo de Colombia y México, en la comparación con países de Latinoamérica.
Se proyecta que el crecimiento global disminuirá a medida que las poblaciones vayan envejeciendo y los países emergentes se conviertan en economías maduras.
El informe proyecta que el crecimiento económico mundial registrará un promedio de aproximadamente 3,5% por año durante el período hasta 2020, disminuyendo a unos 2,7% en la década de 2020, 2,5% en la de 2030, y 2,4% en la de 2040. Eso tendrá lugar a medida que muchas economías avanzadas (y eventualmente, también algunos mercados emergentes como China) experimenten un marcado descenso de su población en edad activa. Al mismo tiempo, las tasas de crecimiento de los mercados emergentes serán más moderadas a medida que lleguen a ser economías maduras y disminuya su espacio para crecer con rapidez a la par de otras. Estos efectos, según se proyecta, serán más fuertes que el impacto de las economías emergentes que tienen un peso progresivamente mayor en el PIB mundial, que de otro modo tendería a fomentar el crecimiento global promedio.
Desafíos para que los hacedores de política alcancen un crecimiento sostenible a largo plazo. Para materializar su gran potencial, las economías emergentes deben emprender una inversión sostenida y efectiva en educación, infraestructura y tecnología. La caída en los precios del petróleo entre mediados de 2014 y principios de 2016 puso de relieve la importancia de que las economías emergentes estén más diversificadas para un crecimiento sostenible a largo plazo. A toda esta situación subyace la necesidad de desarrollar instituciones políticas, económicas, legales y sociales dentro de las economías emergentes para generar incentivos a la innovación y el espíritu empresarial, creando economías estables y seguras para realizar negocios.
Habrá grandes oportunidades para las empresas con la adecuada combinación estratégica de flexibilidad y paciencia. La evolución de los mercados emergentes generará muchas oportunidades para los negocios, que surgirán a medida que estas economías avancen hacia nuevas industrias, interactúen en los mercados del mundo y cuando sus poblaciones, relativamente jóvenes, tengan más riqueza. Se convertirán en lugares más tentadores para vivir y hacer negocios, atrayendo inversiones y talentos.
No obstante, las economías emergentes evolucionan con rapidez y a menudo son relativamente volátiles, por lo que las empresas necesitarán estrategias operativas que combinen flexibilidad y paciencia de manera adecuada para tener éxito en esos mercados. Los estudios de casos incluidos en el informe de PwC ilustran cómo las empresas deberían estar preparadas para adaptar su marca y su posición en el mercado para ajustarse a preferencias locales que difieren y suelen tener más matices. Será fundamental un entendimiento profundo del mercado local y sus consumidores, lo cual a menudo implicará trabajar junto a socios locales.