Por Rubén Chorny
Pablo García
Todavía se llamaba Banco Nacional de Desarrollo (Banade) cuando una carpeta caratulada Celulosa-Citibank quemaba en el despacho principal del edificio de 25 de Mayo entre Bartolomé Mitre y en aquel entonces Cangallo (hoy Tte. Gral. Juan Domingo Perón), en la Ciudad de Buenos Aires. Era por US$ 90 millones. 15% de la cartera se concentraba en plantas papeleras en Puerto Piray y Alto Paraná de Celulosa Argentina.
Hasta que a mayo de 1993 terminó de caer el telón de la etapa fundacional inaugurada en 1944, bajo el nombre de Banco de Crédito Industrial, luego Banade. Entre 60 compañías privadas y públicas habían acumulado más de US$ 6.000 millones incobrables. Eran tiempos en los que las grandes empresas no necesitaban ir a pedirle créditos porque lo hacían a través del Tesoro.
La nueva versión de banco de desarrollo que renació en 1991 como de “segundo piso” (los que solo atienden clientela corporativa) recibió la denominación de Banco de Inversión y Comercio Exterior (Bice).
Al asumir Mauricio Macri la Presidencia de la Nación, se lo concibió como una polea de transmisión financiera a las pymes en el nuevo contexto económico que se fue gestando tras el cimbronazo de las variables macroeconómicas. Al revés de lo que sucedía antes, no levantó el teléfono para consultar en la Unión Industrial Argentina a quién poner al frente. Apuntó directo al perfil de un funcionario de carrera del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), de 43 años, que tras haber hecho sus armas en Washington vivía con su esposa y dos hijos en Montevideo, donde se especializó en estos menesteres desde el hub regional para Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.
La primera impresión que confiesa haber recibido Pablo Marcelo García al trasponer por primera vez el umbral del Bice fue que estaba en un banco comercial como el Santander, que operaba con títulos públicos, Lebacs, plazos fijos de Anses y otros organismos del Estado, pero que prestaba a cerca de 12% pero se financiaba al 27/28%, con 40% del activo fuera de su misión estatutaria que es prestarle a las empresas.
“La prioridad es refondearse”, diagnosticó, y se puso a tocar los timbres de los organismos multilaterales. No paró hasta colocar una Obligación Negociable en el mercado de capitales por $1.000 millones, inspirado en el nuevo estatus de AAA que pusieron las calificadoras de riesgo, y en seguida se preparó para ir por $1.200 millones más, para lo cual tuvo que ajustar la estructura a la exigencia de cumplir con las normas ambientales, sociales, y de gobierno corporativo.
El primer préstamo de fomento que firmó representa todo un símbolo de lo que proyecta para su gestión: un desembolso de $1,3 millones para un pequeño taller de Mar del Plata (RedOx), propiedad de una ingeniera monotributista, destinado a construir una planta para optimizar el proceso de anodizado, una solución tecnológica que provee a industrias metalmecánicas.
Inauguró de este modo un camino financiero que conduce a un universo de 600.000 pymes, de las que 100.000 ya se inscribieron en el registro habilitado por la Ley Pymes, al que llegarán en forma directa o a través de terceros bancos que redistribuirán las líneas entre su clientela de estas características. Este año prevén más que duplicar el Bice, que cerrará el balance con una cartera de $12.800 millones. Al promediar el año llevaban prestados $2.500 millones, pero con la meta de llegar al cabo del año a casi $7.000 millones.
García piensa en triplicarlo para 2017 haciéndole honor al nombre del banco: de inversión y comercio exterior: “Acabamos de implementar con empresas de bienes de capital y de plantas llave en mano que son las que más necesitan financiamiento del importador. Estuvimos en Invap, en Bariloche, que busca exportar a Brasil la ingeniería de una central de radioisótopos y como el equivalente a la Comisión de Energía Atómica de Brasil tiene la partida presupuestaria para pagarle año a año, necesita financiar el plazo”, explica cuando recibe a Mercado en su despacho
No es nada nuevo. Lo hacen el BNDES brasileño o los Eximbank de Estados Unidos y Japón, por ejemplo.
¿Por qué antes no y ahora sí?
-¿Por qué cree que esta vez sí va a funcionar nuestra banca de desarrollo cuando claudicó en otras épocas, cuando la dirigían ex ministros de Economía, presidentes de Banco Central, del Nación, del Provincia, como Cayetano Licciardo, Carlos Conrado Helbling, Egidio Iannella, Rodolfo Lanús de la Serna y, más recientemente, Miguel Peirano, Esteban Dómina o Arnaldo Bocco?
-Porque ahora está la decisión política y el mandato para que funcionemos como un banco de desarrollo sustentable y podamos mostrar una gestión eficiente, que ponga mucho énfasis en la institucionalidad para que, los que lleguen después lo encuentren funcionando y puedan decidir cómo fondearse y canalizar los recursos. Estamos trabajando mucho en el gobierno corporativo. En que todos los procesos sean certificados en calidad. Empezamos con el pie derecho: cada iniciativa, como el primer crédito pyme, la línea de forfaiting, ha sido súper bien recibida. Hace 14 años que trabajo con bancos de desarrollo y tampoco vayan a creer que es la panacea; muchos no funcionan bien. La clave es que el modelo sea autosustentable, independiente de los vaivenes de la política, de si el Gobierno le asigna o no presupuesto.
-¿Cómo resumiría el foco del modelo de negocios que aplican?
-Las pymes, federalizar la cartera y el largo plazo. Ese fue el compromiso con el accionista principal, el Ministerio de la Producción. A ese perfil destinamos 90% de las nuevas operaciones de inversión que financiamos este año. El cambio paradigmático fue la sanción de la Ley Pyme.
-¿Cómo repercutió en la estrategia que la actividad económica esté transitando un interminable proceso de ajuste?
-Fue un año complicado, de transición macroeconómica, en el que se resintió el nivel de actividad, particularmente en el sector del crédito. Pero todo el proceso de normalización de la economía fue clave para que pudiéramos concebir esta estrategia: el arreglo con los holdouts, el mercado de capitales, la normalización del mercado inmobiliario, etc, permitieron acceder al financiamiento externo con las entidades multilaterales de crédito.
La calificación de riesgo subió a estable, el riesgo país mejoró pero sobre todo surgió un canal de financiamiento que no estaba disponible: firmamos un convenio con el BID, con la CAF, obtuvimos un préstamo de US$ 50 millones con el Banco Mundial, negociamos con el Banco Europeo de Inversiones.
-Pero las inversiones no llegan…
-Todo el tiempo nos consultan potenciales inversores. En casos concretos, para energías renovables. Se acercaron de afuera y, como el financiamiento que traían, como sucedió con los españoles con el Cofides (el banco similar al nuestro en España), no les cubría 100% de la inversión en la Argentina, hicimos un acuerdo para compartir los riesgos y cofinanciamos una parte junto con Bamcomex, Bancoldex de Colombia, con el Eximbank de Estados Unidos.
En cuanto a la inversión interna que puedan aprovechar las grandes generadoras de empleo, que son las pymes, para traccionar lo que suceda con esa inversión extranjera, generamos con el Ministerio de la Producción una línea del Prodepro, un programa de desarrollo de proveedores, para calificar empresas que sean proveedoras de grandes empresas y darles líneas de bonificación de tasas que vamos a distribuir.
La clave está en ley Pyme
-¿Cómo piensan hacer para que las pymes vean al Bice como “su” banco y se acerquen?
-Encaramos un amplio programa de difusión. Pero en lo operativo trabajamos con start ups, junto con la Sepyme, que llamamos fondo de fondos, o sea la empresa se bancariza a través de un programa de inclusión financiera que le ofrecemos, denominado Primer Crédito Pyme, muy sencillo de aplicar. Se llenan dos formularios en una página de internet (www.primercreditopyme.com.ar) y se aprueban en dos días por el mismo medio. La devolución es a siete años con dos años de gracia, a tasa variable pero con un techo de 16%; se destina a inversión, no consumo. Para cuando una pyme nace, se bancariza y empieza a crecer tenemos líneas de inversión y luego, para cuando exporta, tenemos las líneas estándar de prefinanciación y posfinanciación de exportaciones. Hemos detectado que el dueño de la pyme no se acerca porque no dispone de tiempo físico para armar un legajo crediticio, ya que se levanta, tiene que abrir la fábrica, pagar los sueldos, ir al banco, atender a los empleados, hablar con el sindicato.
-¿Es algo parecido a lo que las vino excluyendo de poder descontar facturas en los bancos, como hacen las grandes?
-Sí, por eso es que en la nueva ley de mercado de capitales que está en el Congreso hay cuatro artículos relacionados con el factoring: cada vez que el proveedor le da factura a una empresa esta tiene 20 días para pagarle o entregarle un documento negociable, cheque o pagaré. Nos adelantamos y tramamos una plataforma de factoring o descuento de documentos, que experimentamos con los fideicomisos que administramos.
Queremos tener la plataforma lista para que una vez que se generalice al salir la ley de mercado de capitales, puedan incursionar en el factoring. Tomamos como referencia el modelo mexicano, donde las empresas y bancos acceden para descontar facturas y se genera competencia para abaratar los precios del descuento.
-¿Cómo harán para que las pymes se integren a los mercado de capitales?
-Por un lado, vamos a invertir en ON Pymes y, por otro, cuando hagan su emisión y requieran armar el prospecto, las ayudaremos con asistencia técnica y financiándoles hasta que hagan el lanzamiento y después completársela.
-¿Cómo podría afectarlos un eventual endurecimiento de las condiciones internacionales de financiamiento?
-Dentro de los ocho pilares de nuestro plan productivo nacional, el primero ha sido bajar el costo del capital y ahí tenemos una oportunidad enorme en el mundo. Hoy, 40% de los activos rinde menos del 0%; 70% rinde menos del 1% en términos reales, por lo que hay que lograr es que ese ahorro llegue a la pyme.
A la vez apostamos a las multilaterales, como la Corporación Andina de Fomento, el BID, el Banco Mundial, el Fondo Financiero para el Desarrollo de la Cuenca del Plata (Fonplata). Y estamos proyectando, a fin de 2017 y principios de 2018, emitir un bono en mercado internacional de capitales a fin de someternos a una auditoría de cero a cien, como la que nos hizo el Banco Mundial, y a partir de ahí, sí, creemos que será nuestra graduación como banco de desarrollo. Podremos decir que estamos tomando ahorro externo para financiar a las pymes.
Espejos para mirar la banca de desarrollo
Brasil tiene el BNDES, México al Bancomext, Colombia al Bancoldex, Chile al Banco del Desarrollo y tanto Estados Unidos como Japón al Eximbank. En la Argentina el embrión nació de la mano del Gobierno del general Edelmiro Farrell en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, bajo el nombre de Banco de Crédito Industrial de la República Argentina. Hasta que en 1970, el entonces ministro de Economía del general Roberto Marcelo Levingston, Aldo Ferrer, lo transformó en Banco Nacional de Desarrollo (Banade), que en los años 90 se metamorfoseó como Banco de Inversión y Comercio Exterior (Bice).
Los modelos económicos se reflejaron en la política crediticia: en los años 50 fomentaba la industria sustitutiva; en los 60 le restaba participación al incentivarse la entrada de capitales y tecnología del exterior; en la primera mitad de los 70 retomaba la asistencia a la promoción de la industria nacional; a partir de 1976 abandonó la concentración en los grandes conglomerados; en los 90 renació enfocándose hacia las pymes y, con variantes funcionales, en ese segmento siguió hasta nuestros días.
Desde 2003 a 2015, el banco otorgó crédito a 1.800 empresas, en proyectos que generaron más de 22.800 puestos de trabajo directo permanentes.