Jorge Todesca
“Sí se puede” no es un slogan al que después de 20 meses de gestión puedan apelar con el mismo mérito todos los integrantes del equipo ejecutivo de Mauricio Macri, que se parapetaron tras la herencia kirchnerista como excusa por la falta de resultados para mostrar.
Y si hubo un hervidero duro y agresivo que recibió al nuevo Gobierno, ese fue el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (Indec), un bastión de la militancia K capitaneado por el ex secretario de Comercio, Guillermo Moreno, cuyo “consejo de guerra” inmunizado por un centenar de delegados sindicales y reforzado con una guardia pletoriana de los barrabravas de River, Matías Goñi y Toddy Videla.
“Estamos acá para evitar que saques los índices”, solían amenazar al veterano economista de extracción radical en el cuerpo a cuerpo cotidiano mientras compartían el convulsionado edificio del ex Ministerio de Trabajo e intentaba recomponer los equipos humanos e informáticos para abordar el nuevo desafío.
Y sí pudo. Con bajo perfil, modales suaves pero sin doblarse ni romperse. No solo salieron en tiempo y forma los nuevos indicadores oficiales de precios, PBI, pobreza, desempleo, sino que, antes del primer fin de año, obtuvo el reconocimiento internacional. Y en la primera semana de julio llegó la gran prueba de fuego doméstica: el estreno del nuevo Ãndice de Precios al Consumidor, por primera vez representativo de todo el país, sobre el que no se escuchó que se alzara ni una sola objeción, ni suspicacias, pese a que terminó siendo un poco más benigno que su predecesor metropolitano.
Todesca es un reputado técnico de la política nacional que hoy puede esgrimir la exitosa conducción de un proyecto crucial sin red de contención, de planificación estratégica en el medio de una crisis, de alquimia en un management que rescatara la antigua mística de la institución e incorporara sangre nueva con sentido de equipo, adecuara la tecnología a big data y dotara a los “productos estadísticos” de competitividad internacional. Un caso que no será Harvard, pero sí con el que deberían hacer benchmarking quienes se precian de ser profesionales de la gestión empresarial.
La honestidad atrae consensos
–¿Cómo cayó en del Gobierno que el nuevo Indec debutara con tan malos datos en temas tan sensibles como inflación y pobreza?
–Normal. En nuestro Gobierno se trabaja con mucha intensidad pero con poca tensión. Era necesario y oportuno tener alguna cifra de pobreza que se pareciera a la línea de base de inicio del Gobierno. Hicimos una medición trimestral, que fue la primera en ser publicada, la que dio 32%, y como era más acotada en el tiempo, no la desagregamos por provincia. Ha habido en todo este tiempo malas y buenas noticias.
–¿Dónde estamos parados hoy en materia estadística?
–Llevamos recorridas varias etapas. La primera fue el año pasado, con el restablecimiento de las estadísticas oficiales. Tomamos lo que se venía haciendo, como operaciones y series, revisamos la calidad y las volvimos a publicar. Hubo dos, que son las internacionales, en las que el trabajo fue muy complejo: el producto bruto, con sus cuentas, y el Ãndice de Precios al Consumidor. Por ambos, el Fondo Monetario Internacional había hecho la declaración de censura. Desde el principio, establecimos en conjunto una agenda de trabajo para arrancar de cero, porque la que había con el anterior gobierno se basaba en mentiras. El sinceramiento nos llevó todo un año de auditorías, teleconferencias, revisiones y demás, hasta que el 15 de noviembre del año pasado el fondo reconoció que estamos cumpliendo con los estándares de calidad internacionales y levantó la calificación.
–¿Cómo sigue?
–Este año estamos recorriendo una segunda etapa y seguirá el que viene: la reforma institucional y la reconstrucción de la infraestructura estadística. Ya hicimos una fase inicial que consistió en modificaciones en la estructura del Indec tal como está, en la que hay dos o tres cuestiones muy importantes: la metodología, que ahora elevamos a dirección nacional; y la difusión, que intensifica la comunicación con los usuarios, con las nuevas tendencias, y vuelca programas concretos en un calendario de anuncios para los próximos 12 meses, con día y hora, que se publican en la página web.
–¿Qué hubo del ajuste que denunciaba la militancia K cuando desembarcaron?
–La cantidad de gente no varió sustantivamente. Hay alrededor de 1.550 personas. Sí hubo un recambio de personal por jubilaciones, porque como es público cancelamos contratos y se incorporó gente con perfil profesional. Cuando llegamos había 31% de la plantilla profesional, que en un instituto de estadísticas uno puede pensar que debería ser el doble. Incorporamos menos cantidad que la que se fue, y en este momento llegamos a 43%. 85% de los nuevos ingresos son profesionales universitarios.
–¿Qué pasó con las “patotas” en el medio de esos recambios?
–Los que tienen tutela sindical permanecen porque están bajo mandato, pero la verdad es que las actitudes patoteras no suceden en forma cotidiana como antes. Dejaron de interferir en el trabajo.
–¿Puede decirse que se llegó a un punto de equilibrio en la reestructuración encarada?
–Recuperamos el atraso que traía el sistema, pero tenemos mucho para crecer. El esfuerzo de elaboración y difusión es muy fuerte. Se generan 220 informes técnicos, contando las distintas frecuencias con que sale cada uno. Tenemos hasta cinco por semana. Muy en el centro de la escena hemos creado una dirección de sistema estadístico nacional. Es clave. Según la ley que nos rige, está integrado por los órganos periféricos, que son las direcciones provinciales de estadísticas, y los centrales, que son las direcciones de estadística o similares que hay en toda la administración pública. Por primera vez en su historia, el Indec va a poner seis delegaciones regionales con sus respectivas oficinas, lo cual concreta la división estadística en esas seis regiones, como ya se reflejó en el nuevo IPC. De este modo, se estará cerca de las direcciones provinciales para llevar coordinación para la capacitación y hacer el seguimiento de los operativos estadísticos.
Renovación tecnológica
–Con más encuestas, más abarcativas y federalizadas, ¿cómo ha sido el replanteo acorde de los recursos tecnológicos?
–Estamos en el medio de un cambio del proceso tecnológico muy fuerte. Hasta ahora, y no solo acá, cada área tenía su propio desarrollo informático. El IPC es la primera gran experiencia en la nueva dirección, porque el procesamiento de la información se hizo centralmente en el área de informática, a la que hemos ampliado, lo mismo que con el equipamiento. El nuevo índice nacional no se podría haber hecho con los procedimientos anteriores. Solo la corrida final de datos insume 15 horas seguidas. Tenemos el caso de la reciente encuesta de victimización que se hizo con el Ministerio de Seguridad entre marzo y junio y hace un par de semanas pudimos anunciar los primeros resultados con Patricia Bullrich. El trámite fue rápido porque ya no se llenaron formularios de papel, sino que se elaboró íntegramente con tabletas referenciadas. Fue fehaciente, porque el encuestador que llena los casilleros enciende el dispositivo cuando llega al hogar que visita y el sistema informático central lo registra por el GPS.
–Que se haya relanzado el Indec, ¿cómo incidió en la reactivación de la demanda interna de estadísticas a satisfacer?
–Nos han empezado a desbordar. Además de haber resuelto la de victimización, tenemos en marcha una de actividad de niños y adolescentes para el Ministerio de Trabajo, que no se hacía y prevemos que estará para finales de octubre para que los resultados sean presentados en un evento internacional; como operativo propio tenemos la encuesta nacional de gasto e ingreso de los hogares, que actualiza una de 2004/2005, empieza en octubre y lleva un año; está por delante con la cartera de Agroindustria el Censo Nacional Agropecuario, que había quedado inconcluso en 2008, con el que haremos pruebas piloto en los próximos meses y se completa el año que viene, con lo que recién a partir de ahí habrá una base sobre la que podremos reanudar el relevamiento mensual del sector; empezamos este año con el diseño de una encuesta de discapacidad para el programa nacional que el Presidente encargó a la vicepresidenta Gabriela Michetti, cuya prueba piloto arranca en noviembre; estamos haciendo con la Secretaría de Minería el censo minero. Para cuando estemos relevando los gastos en los hogares se agregó un módulo, por un acuerdo con el Ministerio de Energía, sobre el uso doméstico de la energía…
–¿Lo aprovechan desde las distintas “mesas chicas” del Gobierno para pedirle opinión de los problemas, a la luz del procesamiento y seguimiento de datos que lo habilitarían para dar diagnósticos?
–Las mesas chicas no invitan al director del Indec a dar opinión, sino a que dé una información oportuna. El instituto es una organización de servicios para la sociedad en general, ahora con una enorme relación intragubernamental que contribuye a mejorar la toma de decisiones. Somos proveedores de información y nos limitamos a cumplir con mucha asepsia. No hacemos una valoración más allá de la calidad del servicio que prestamos. Este proceso puede llevar varios años. Quizás en el futuro, el instituto haga análisis.
–¿Cómo se podría evitar el riesgo de que retornen intervenciones al instituto?
–La Justicia tiene las denuncias penales, hay un enorme expediente. En nuestro decreto de designación, el Presidente había incluido la realización de las auditorías que correspondieran. Como Indec no tiene un equipo de auditoría, la SIGEN se está ocupando y las ha hecho en el sistema informático, previas al proceso del IPC, así como hay otras de manejo de recursos humanos y contables.
–¿Alcanza con una ley para blindar el Indec?
–También en el decreto de designación, el Presidente me encargó la redacción de un proyecto de ley. Y en esta segunda etapa está en preparación con la idea de que salga el año que viene. Es un marco jurídico para las estadísticas, que establece muchas cuestiones de modernización técnica, pero como algo muy visible la autarquía del instituto, la adhesión en términos legales a los principios estadísticos de las Naciones Unidas y de otras organizaciones como la OCDE, un mandato de la dirección del instituto con horizonte temporal definido, como el del Banco Central, por ejemplo, un régimen de carreras para el personal, concursos para llenar los cargos, un entorno de profesionalización, causas de remoción explícitas. Los conceptos principales son la internacionalización y la independencia, para evitar influencias del poder político.
–¿En qué punto podría decir: tarea cumplida?
–El plan desemboca en 2020, cuando viene el censo nacional de población, que es la operación estadística más grande de cualquier instituto de la especialidad. Ya estamos en eso: el año próximo se actualizará e irá a 2021 y así sucesivamente.
–Perdón, pero el mandato del Gobierno termina un año antes, ¿tanta fe se tiene para la reelección?
–Es impensable que el Gobierno que asuma el 10 de diciembre de 2019 y tenga que afrontar en octubre de 2020 el compromiso de un censo pueda hacerlo si no recibe preparado el terreno. Tendría que diferirlo o tomar un riesgo enorme. La preparación requiere cuatro o cinco años e inclusive la evaluación era que estábamos un poco atrasados y estamos recuperando tiempo. Tuvimos que reconstruir equipos e hicimos algunas pruebas piloto este año. Hay que introducir tecnología en una gran operación estadística. Pero además los censos se hacen con una regularidad de 10 años y el de 2020 no será solo de la Argentina, sino que hay una ronda internacional de censos de población. Hay foros en el exterior dedicados a este evento, que es un tema de la comunidad estadística internacional en el que se intercambian experiencias. Sería tremendo que la Argentina se desenganchara, porque los demás países tendrían cifras en un punto del tiempo que no coincidirían con las que se generen acá. Volveríamos al punto inicial de aislamiento.