Se ha producido una desconexión entre crecimiento y empleo. El crecimiento económico de los últimos años no aumentó la creación de empleos de calidad y la tendencia se profundiza. Se calcula que el desempleo global va a aumentar en 3,4 millones en 2017 para llegar a 201 millones. Donald Trump usó esta realidad para cargar contra el comercio internacional y la globalización. La gran mayoría de los investigadores, sin embargo, la explican por el avance tecnológico, en especial, de la robótica. Algunos son muy pesimistas, otros no ven el panorama tan oscuro y señalan modos de aprovecharlo. Pero todos coinciden en que la robotización es inevitable.
Erik Brynjolfsson, profesor de la Sloan School of Management del MIT junto a su colaborador Andrew McAfee, sostienen que toda la tecnología computarizada, desde los robots industriales hasta los servicios automatizados de traducción, es la responsable del escaso crecimiento del empleo que se observó en los últimos 10 a 15 años. El panorama que ven estos académicos para los trabajadores es cada vez más oscuro, a medida que aumenta la adopción de poderosas tecnologías no solo en la manufactura sino en trabajos administrativos, comercio minorista y también en profesiones como derecho, servicios financieros, educación y medicina.
Afirman que el rápido cambio tecnológico destruye más empleos de los que crea y eso, dicen, contribuye al estancamiento del ingreso medio y al crecimiento de la desigualdad en muchos países.
En economía, la productividad –o sea, la cantidad de valor económico creado por una unidad de aporte, como una hora de trabajo– es un indicador fundamental de crecimiento y creación de riqueza. Es una medida de progreso. Brynjolfsson asegura que la tecnología está detrás del fuerte crecimiento en productividad y del débil crecimiento en el empleo.
Empleos en Estados Unidos
Cuando durante la campaña presidencial el ahora presidente Donald Trump acusaba a China y a México de robar empleos estadounidenses, su contrincante Hillary Clinton le contestó: “Son los robots, estúpido”.
Estados Unidos perdió 5 millones de empleos en fábricas desde 2000 mientras el comercio internacional generó muchos empleos en el proceso productivo. Sin embargo, la producción manufacturera no solo no cayó sino que aumentó: entre 2006 y 2013 creció 17,6%, a razón de 2,2% al año. Si no es China y si no es México ¿cómo se explica la pérdida de empleos? Simple: las fábricas no necesitan tantos obreros como antes porque los robots hacen su trabajo. Con la automatización, la industria manufacturera aumenta su productividad con menos gente, o sea, pagando menos sueldos.
La “bomba de la automatización” podría destruir 45% de las actividades laborales que actualmente se realizan en Estados Unidos. Eso representa, según un estudio de la consultora McKinsey, US$ 2 billones (millones de millones) en sueldos anuales.
Algunas investigaciones realizadas en Gran Bretaña sugieren que la automatización que traen la robótica y la IA (inteligencia artificial) podría provocar la pérdida de un tercio de los empleos para 2030 y que los que más riesgo corren son los que realizan tareas rutinarias y de nivel medio de capacitación.
En Alemania creen que hay un sector que se mantiene a salvo. Son las tareas que requieren gran capacitación y creatividad, las cognitivas y las que requieren habilidades sociales como el management y el liderazgo. Todo eso es, por ahora, difícil de automatizar. En el otro extremo se encuentran las tareas de baja calificación que no han sido automatizadas porque exigen, por ejemplo, trabajo en equipo o interacción con los clientes. Eso también es difícil de lograr que lo hagan las máquinas.
Todo lo que está en el medio peligra: los trabajos que requieren un procesamiento rutinario de la información, cálculos y toma de decisiones. O sea, se perderán muchos empleos de los que requieren mediana habilidad, y los que queden perderán atractivo y serán menos motivantes porque exigirán menos habilidad.
Los sectores más amenazados por la automatización son transporte y almacenamiento (56%), manufactura (46%), venta mayorista y minorista (44%). Según los análisis hechos en Alemania, educación, salud y trabajo social son las tareas más difíciles de automatizar.
Crecer y multiplicarse
Menos pesimistas son los estudios que tienen en cuenta la inevitabilidad del proceso y buscan caminos para paliar las consecuencias negativas.
Los anuncios que hacen las empresas en casi todos los países aterrorizan a la gente. Foxconn, la multinacional taiwanesa de productos electrónicos, anunció que proyecta reemplazar a casi todos sus obreros por robots. Una aseguradora japonesa anunció que despedirá a 30 empleados para reemplazarlos por IA.
Pero según un estudio sobre automatización, empleo y productividad publicado por el McKinsey Global Institute, el ritmo del impacto de la automatización sobre la fuerza laboral va a ser menos brutal de lo que parece. Y añade que la economía podría tener mucho para ganar con la adopción de robots.
La consultora divide el trabajo por actividades en lugar de cargos, porque son las tareas las que van a automatizarse, no los cargos. Hasta los altos ejecutivos tienen aspectos de su labor que podrían ser realizados por un robot.
El estudio muestra que la mitad de las actividades laborales de hoy podrían estar automatizadas para 2055. Pero si bien los resultados sugieren que 60% de todos los empleos podrían ver que 30% de las tareas involucradas en esos empleos son realizadas por robots, también muestran que sólo 5% de los empleos van a automatizarse totalmente. El análisis sugiere que en los próximos 40 años la mayoría de los empleos cambiarán, o en el peor de los casos, se reducirán. Pero no van a ser devorados.
Esto contradice muchas de las otras predicciones que se hacen sobre el futuro del trabajo.
Observar la realidad cotidiana
Los antropólogos decidieron analizar el tema pasando por alto las estadísticas y analizando lo que realmente ocurre cuando una persona trabaja con un robot en un nuevo rol. Es lo que llaman “observar la participación”.
Lo que descubrieron es un cuadro más complejo de lo que sugieren los números pelados.
Sí, es cierto, dicen. Las máquinas están eliminando algunos empleos humanos pero la gente está trabajando con ellos en nuevos roles. Benjamin Shestakofsky, un antropólogo que pasó 19 meses dentro de una compañía de California que usa tecnologías digitales para conectar compradores y vendedores de servicios domésticos, suponía que su investigación mostraría cómo las máquinas estaban reemplazando a los trabajadores humanos.
Pero al hacer su análisis de campo advirtió que la compañía estaba creciendo a tal velocidad con sus sistemas de computación grandes y complejos que constantemente necesitaba más gente, no robots, para monitorear, manejar e interpretar los datos. “La automatización que permite el software puede reemplazar el trabajo humano pero también crea más complementariedades entre las personas y las máquinas”, dijo ante la American Anthropological Association advirtiendo que las empresas “están creando nuevos tipos de trabajos”.
Shreeharsh Kelkar, otro antropólogo, vio el mismo patrón en el mundo educativo. Hasta hace poco se creía que las herramientas de enseñanza digital reducirían la importancia de los maestros humanos. Pero al observar a los educadores en acción, Kelkar descubrió que están trabajando con esas herramientas digitales para ser más eficientes. No es que la automatización esté eliminando empleos sino que “está generando un ensamble entre humanos y computadoras”.
Claro que la objeción que primero viene a la mente ante este argumento es si este “ensamble” de humanos y máquinas creará suficientes empleos como para compensar los que destruye la automatización. Otro punto importante es que los nuevos trabajos digitalizados suelen ser menos atractivos que los anteriores porque casi siempre se estructuran como “trabajo contingente” con cuentapropistas que brindan servicio a demanda.
El aspecto político
Los estudios antropológicos se han hecho en pequeña escala, pero sugieren –en este caso específico referido a Estados Unidos– que el Gobierno tenga un panorama mucho más claro de lo que está ocurriendo en el mercado laboral. Los datos a escala macro son débiles, en parte porque el Bureau of Labor Statistics recoge datos por medio de los canales tradicionales. Y nadie sabe lo que está ocurriendo con el trabajo contingente.
El flamante presidente Donald Trump prometió mantener la manufactura dentro del país y terminar con el “robo” de empleos por parte de China y México. Pero si logra éxito con su meta de poner a “America First” lo único que va a lograr es acelerar la automatización porque las empresas van a hacer todo lo posible por recortar costos. Y los costos bajan automatizando y reduciendo sueldos. El resultado, entonces, podría ser justo lo dice que quiere evitar.
El tercer punto es la necesidad de capacitar con urgencia a la fuerza laboral para preparar a los trabajadores para el nuevo mundo.
China, o se robotiza o pierde competitividad
El milagro económico de China se debió, en gran medida, a su industria manufacturera. En las últimas décadas se formaron imperios que emplearon a millones de trabajadores migrantes en gigantescas fábricas que producían desde medias hasta microprocesadores. Hoy China produce casi un cuarto de los productos manufacturados en todo el mundo. Eso incluye 80% de los acondicionadores de aire, 71% de los teléfonos celulares y 63% de los zapatos. Semejante boom, generado por sueldos bajísimos, significó muchos productos baratos para todo el mundo.
Pero en los últimos años ese motor comenzó a detenerse. Los sueldos se triplicaron y ahora debe competir con otros países de la región que siguen manteniendo una fuerza laboral de bajos sueldos.
El único camino que tiene por delante para volver a ser competitiva es el de la automatización. Ya está importando una enorme cantidad de robots industriales, pero va muy a la zaga de sus competidores en la relación robot-empleado. En Surcorea, por ejemplo, hay 478 robots cada 10.000 obreros; en Japón, 315; en Alemania, 292; en Estados Unidos, 164. En China la cifra es de solo 36.
El Gobierno está decidido a cambiar esto. El 16 de marzo de 2016 aprobó el último Plan Quinquenal que, según ha trascendido, incluye una iniciativa para que el Gobierno otorgue subsidios millonarios a los fabricantes que deberán mejorar sus tecnologías robóticas. El plan prevé también crear docenas de centros de innovación para superar a Alemania, Japón y Estados Unidos en máquinas sofisticadas para el año 2049, cuando se cumpla el centenario de la fundación de la República Popular China. Para lograr esa meta, el Gobierno necesita que sus fábricas adopten millones de robots. También quiere que las empresas locales comiencen a producir esos robots que ahora importan.
La transición de trabajador humano a trabajador robótico puede cambiar drásticamente la sociedad china. Algunos obreros de fábrica desplazados pueden encontrar empleo en el sector servicios pero de los 100 millones que ahora trabajan en las fábricas, no a todos les gustará ese cambio. De manera que el giro rápido hacia la automatización y la robótica podrían generar dificultades económicas y descontento social.
Rethink Robotics, una compañía con sede en Boston que acaba de instalarse en Shanghai, exhibió en la exposición tecnológica de Beijing, dos máquinas industriales flexibles e inteligentes, muy diferentes a los robots convencionales. Esos productos requieren muy poca programación y tienen sensores que les permiten reconocer objetos y evitar chocarse con la gente. También son muchísimo más baratos que un robot industrial convencional. Los fabricantes chinos van a tener que comenzar a hacer robots inteligentes y más flexibles. Por ahora, van muy por detrás de sus competidores occidentales.