Por Miguel Ãngel Diez
Hugo Sigman
Foto: Gabriel Reig
Tiene bajo perfil, aunque no se sabe bien si es porque lo cultiva de manera deliberada, o porque los medios no lo descubrieron antes. En todo caso, es algo que, evidentemente, no le preocupa.
Hugo Sigman es confundador e inspirador de Grupo Insud (Innovación, Sustentabilidad y Desarrollo, tres palabras que son una clave para entender al conjunto de empresas y a la estrategia natural de Sigman).
Este médico, que supo ejercer de psiquiatra al recibirse, descubrió –cuando le tocó vivir en Barcelona, en los años 70– que prefería ocuparse de otra cosa. El consejo de su suegro, y el empuje de su mujer –su socia en los negocios y en la vida, desde hace casi cinco décadas– lo instaron a convertirse en empresario.
Hoy –a los 72 años– es dueño de un conglomerado dedicado a las ciencias de la salud (hay también empresas agropecuarias y culturales) con plantas en la Argentina y España, con presencia activa en 45 países, y con una facturación global cercana a US$ 1.500 millones.
La industria farmacéutica es la actividad original y central del grupo, ya que representa 80% de la facturación. La componen tres empresas: Chemo, la primera compañía del grupo, dedicada a la producción de materias primas para la industria farmacéutica y productos genéricos; Exeltis, que fabrica y comercializa medicamentos con marca propia; y mAbxience, dedicada a los biosimilares.
Precisamente a través de Chemo, cuenta con nueve centros de investigación y desarrollo a escala global. El centro corporativo de I+D, Chemessentia, investiga y desarrolla procesos para la fabricación de principios activos farmacéuticos. Está ubicado en Novara, Italia. En cambio, el centro de I+D Ladee Pharma Research Institute (LPRI), ubicado en España, se dedica a actividades de investigación científica y desarrollo de productos terminados y nuevas formas farmacéuticas para diversas áreas terapéuticas.
Activo y con proyectos, Sigman impulsa ahora el crecimiento de una unidad de negocios centrada en la biotecnología. Pero tiene otras inquietudes. Por ejemplo, la educación en la Argentina. Un tema al que vuelve en forma recurrente.
Hubo dos circunstancias que impulsaron la aparición súbita del personaje en los medios de comunicación. Una fue el año pasado, cuando EY –la firma de auditoría y consultoría global– lo designó ganador de la edición local del certamen Emprendedor del Año 2015. La otra, en 2014, por el resonante éxito de Relatos salvajes, la película interpretada –entre otros– por Ricardo Darín, y realizada por su productora Kramer & Sigman Films. Lo que reveló su afinidad con emprendimientos culturales.
La singular entrevista con Mercado –para los cánones usuales en el campo del periodismo de negocios– se realizó en la sede de Grupo Insud en Buenos Aires (antiguo palacio Díaz Vélez, de la calle Paraguay), construido en el año 1907 y restaurado recientemente (declarado patrimonio protegido por la Ciudad de Buenos Aires).
El modelo ensamblador
–La globalización parece instalar un modelo ensamblador, donde se fabrican partes y luego se arman en el lugar donde impositivamente es más conveniente Ese fue el modelo de China en su momento. El modelo aplicado a la Argentina tiene algunas limitaciones. Primero es la escala, la dimensión del mercado y segundo los problemas que acarrea de tipo cambiario y de nivel de reservas. Por ejemplo, la industria automotriz vende una cantidad extraordinaria de miles de millones de dólares pero produce más déficit comercial por la importación de partes. ¿Cómo ve usted la instalación de este modelo ensamblador durante la última década y media más o menos?
–Intelectualmente me resisto al modelo ensamblador. Me imagino un país y sus dirigentes, su clase empresarial, sus trabajadores tratando de identificar aquellos sectores de la producción en los cuales la Argentina puede tener competitividad y además puede crear valor como una consecuencia de la tecnología. Un rubro que surge naturalmente es el único donde la Argentina tiene mercado interno y externo grande: el sector agropecuario.
En el pasado hubo una confrontación entre el sector agropecuario y el industrial para ver cuál era el que predominaba. Esta contradicción, en los últimos quince o veinte años ya no tiene mucho sentido porque el sector agropecuario argentino –y el mundial– se ha industrializado mucho, tanto en los recursos que usa como en la tecnología que aplica.
La contradicción histórica surgía porque supuestamente el agro estaba más relacionado con el tiempo, la temperatura, las lluvias, etc., y menos con la tecnología, pero en los últimos años con la innovación de todo el sector semillas, en las técnicas de producción, con las nuevas maquinarias, con el uso de elementos georeferenciales, el uso de satélites, el sector agropecuario ha sufrido una revolución tecnológica espectacular que puede seguir.
Cuando uno piensa en dónde la Argentina puede tener un rol, ahí hay un lugar importante para invertir en tecnología tanto en lo que tenga que ver con semillas, con el uso de los satélites o con el desarrollo de maquinarias.
Por otra parte hay un tema que a mí me conmueve. Cuando uno ve el sistema de producción argentino hoy en Córdoba, Buenos Aires, Santa Fe, La Pampa, o en San Luis, comprueba que se basa en un modelo en el que los propietarios de las unidades de producción no tienen maquinarias. Trabajan con contratistas que les dan los servicios.
Esos contratistas a veces operan con maquinaria que vale un millón de dólares y cuando uno va a su casa ve que es relativamente modesta. Esa persona trabaja él, el hijo, la mujer. Creo que se ha desarrollado un nivel de conocimiento en los profesionales y en las empresas que sirven al sector agropecuario muy interesante. Y junto con eso… prácticamente no hay ningún establecimiento que no tenga un ingeniero agrónomo trabajando, y un veterinario.
Antes, los dueños del campo podían no visitarlos. Hoy los jóvenes que han heredado los bienes de su familia son profesionales que trabajan ahí. Es decir que el país tiene un recurso humano muy interesante.
El sector de software
También hay sectores industriales muy interesantes. El sector del software es interesante. Colaboro con la gente de Endeavor y veo que hay empresas que han surgido en Argentina que son líderes en la región, como Mercado Libre o Despegar.com, como Globant y otras más.
El sector del diseño es muy interesante en la Argentina, el sector de la cultura, la biotecnología… Hay condiciones para que, si se decide cuáles son los sectores importantes que existen en la Argentina, se pueda salir de esa cultura ensambladora tan negativa para nuestro país.
–Lo que pasa es que el debate está teñido por la famosa discusión sobre el proteccionismo. En la década de los años 60, la Argentina tenía un desarrollo industrial más importante que Corea. El Estado asiático aplicó políticas similares a la nuestra, también con proteccionismo. Pero era un proteccionismo que duraba una equis cantidad de años y donde el Estado no era corruptible y no hacía concesiones especiales. Aquí este sistema proteccionista generó una sensación de que podía ser eterno. Mucha gente creció como industrial o como empresario con esa idea.
–Sin duda eso existe. Pero lo más dramático en nuestro caso han sido los cambios de rumbo bruscos que han ocurrido. Cuando uno ve países como Corea, China, Japón e incluso Europa, comprueba que han tenido políticas más estables y un control de los subsidios mucho más importante que el que existe aquí. Lamentablemente hemos tenido muchos refundadores de la patria. Digo lamentablemente porque creo que ese mal no lo hemos olvidado. Lo que uno percibe es que el Gobierno que viene encuentra motivos para criticar al anterior, llega con la idea de refundar el país y no aprovecha lo bueno que han hecho las anteriores gestiones y critica todo lo que le parece malo.
Falta continuidad en grandes proyectos estratégicos nacionales. Comento algo que me impresionó el otro día. Estaba mirando la televisión, el programa de Adrián Paenza, que estaba haciendo juegos matemáticos. Había ido a cuatro lugares distintos del país: Comodoro Rivadavia,, provincia de Buenos Aires, Misiones o Chaco. Lo que me impresionó es que chicos de 11, 12, o 13 años eran incapaces de multiplicar tres cifras por una. No podían multiplicar 427 x 7. Esto sí un gran tema nacional. La Argentina no gasta poco en su presupuesto de educación y sin embargo tenemos la decadencia que tenemos. Después de eso me dediqué a hablar con distintas personas que están en el campo educativo. Con la fundadora de Educatina, con algunos rectores de universidades, preguntándoles cómo veían a sus alumnos. La respuesta básica fue que no había visto algo atípico, que era algo que sucedía en el país.
Continuidad en las políticas
Entonces, estos proyectos que tienen que ver con la esencia de un país, tienen que tener continuidad. En todos los Gobiernos que hemos tenido últimamente, el fundamentalismo no hizo bien y querer refundar el país tampoco me parece que ha sido bueno. Este es un problema muy grave. El país no ha tenido continuidad con sus políticas.
Creo que hay dos modelos. Uno es el de Arcor, que usó muy bien los créditos fiscales que le dio la Argentina. Hizo fábricas, se verticalizó, transformó su fábrica en una empresa con presencia internacional. En cambio hay otros proyectos que han recibido la misma subvención pero no han hecho nada o todavía siguen siendo, después de muchos años, ensambladoras.
Y atención que las subvenciones que algunos sectores han recibido no han sido pequeñas sino gigantescas.
–¿Usted cree que este Gobierno que lleva ocho meses puede tener una tentación fundacional también o a lo mejor logra evadirla?
–No lo sé, es muy temprano para verlo. Ojalá que no caiga en esa tentación. A veces los políticos –sin entrar en psicologismos– empiezan a sentir que sus objetivos no se cumplen porque hay sectores que no los acompañan y entonces empieza a resentirse la relación con ellos. Lo que el político no tiene que perder es la comunicación con la sociedad, con los sectores importantes y no importantes del país. Y a veces cuando el político se recluye siente que quien lo viene a ver lo hace solo por sus propios intereses, que no existe un sentido patriótico, un sentido generoso. Cerrarse en esa visión no es bueno.
–Así como usted advierte que el campo, el agribusiness, tiene un enorme potencial para el crecimiento, ¿existe posibilidad de que en materia de innovación tecnológica también estemos en los puestos de vanguardia? En el caso más concreto de las ciencias de la vida o de la salud, tenemos chance de sobresalir y de convertirnos en un actor importante en ese campo?
–Primero quiero darle una respuesta más general y menos específica. Un hecho nuevo en el mundo es que hoy las tecnologías son accesibles con relativa facilidad. Hace 30 o 40 años atrás no existía algo como una oferta de tecnologías en el mundo. Hoy están disponibles.
En el campo de la ciencia de la salud, la Argentina tiene posibilidades. Se está produciendo un fenómeno interesante, que no se aplica solo al campo de la salud sino que empieza a registrarse en distintos campos de la investigación: la relación con el sector privado. Esto es fundamental.
Sin eso hoy es imposible un buen desarrollo científico en el país en cualquier área (y yo hace 30 o 40 años pensaba distinto). Su esencia es muy simple: la vinculación entre el conocimiento científico, el Estado, el sector privado y los fondos de inversión. Y han hecho una revolución tremenda.
También uno ve una cierta vocación emprendedora en científicos. Eso también ha cambiado. Son tres aspectos que están cambiando en general la posibilidad del desarrollo científico en la Argentina: la vinculación público–privada; la interrelación entre lo público, lo privado, el estado y los fondos de inversión, que está empezando tímidamente en la Argentina; y después este espíritu emprendedor que tienen los científicos.
Ciencias de la salud
En ese marco las ciencias de la salud tienen algunas posibilidades. La Argentina no tiene un enorme desarrollo innovador pero se empiezan a ver como núcleos interesantes. Gente que hace descubrimientos y que busca vincularse con el sector privado, gente que hace descubrimientos y trata de crear su propia empresa para su desarrollo, algunos fondos de inversión que están apostando a invertir tímidamente en este sector en la Argentina y muchas empresas que por vocación han decidido hace muchos años invertir en eso.
En nuestro caso, que es el que yo más conozco, hace 20 años que venimos invirtiendo en investigación en cáncer en colaboración con distintos sectores de la ciencia en la Argentina –la Universidad Nacional de Quilmes, la Universidad de Buenos Aires, la Academia de Medicina, el Hospital Roffo, el Hospital Garrahan de Gastroenterología, la inspección de Oncología– y tenemos varios productos en desarrollo que tenemos alguna ilusión de que pueda transformarse definitivamente en un producto.
No hay ningún país latinoamericano –y la verdad es que son pocos en el mundo– que tenga productos globales. Vale decir, no hay ningún descubrimiento latinoamericano que se haya transformado en un producto global, y la verdad es que tampoco hay tantos descubrimientos en otros países que sean productos globales. Creo que han sido 10, 15 países en el mundo que han sido capaces de hacer productos globales.
Lo que hay que hacer es definir adónde se van a poner los recursos para esos esfuerzos. Es decir, la Argentina tiene que definir ocho o diez sectores estratégicos, como lo han hecho todos los países del mundo.
Recuerdo una entrevista que me dejó huella, con el viceministro de Infraestructura chino (es el ministerio donde se hacen los planes quinquenales y donde se controla el presupuesto de los otros ministerios). Me dijo una cosa que me dejó perplejo. “Nosotros mandamos 25.000 universitarios por año fuera de China. 20% o 25%, que probablemente sean los mejores, no vuelven nunca. Pero el otro 75 u 80% vuelve con un extraordinario conocimiento aprendido. Entonces, hace falta una política de Estado. No es que los chinos se van solo por voluntad individual. Se van como un proyecto.
–Hagamos el tránsito ahora hacia el plano empresarial. Una cosa que me llama la atención es ¿cómo encontró usted su vocación empresarial? Porque apuntaba para otro lado totalmente distinto. Con sus estudios, con su formación, con su experiencia.
–Mis primeros tres años de actividad profesional fui residente de medicina en un lugar maravilloso, el servicio de psiquiatría que había creado Mauricio Goldemberg en el policlínico Lanús. Después fui jefe de residentes, luego jefe del servicio de psiquiatría de urgencias. Cuando empecé a trabajar en la práctica privada me pasaron dos cosas. La primera que me costaba mucho cobrarle a un paciente. Una persona pobre afectada por una enfermedad, mal, tiene que llegar al médico y este en la primera entrevista tiene que decirle: “es tanto”. Me sentía con una incomodidad enorme. Me resultaba muy chocante. La segunda cosa que entendí es que con esa actitud no me iba a hacer rico. Por otra parte yo no tenía dinero. Entonces me dije: si yo quiero que mi familia viva bien tengo que hacer otra cosa.
Esa fue una primera influencia. Una segunda fue que yo además de hacer la carrera de medicina, cuando estaba en cuarto año empecé a estudiar psicología social con Enrique Pichon Rivière. Luego empecé a trabajar con grupos de visitadores médicos –para un laboratorio farmacéutico– tratando de ver de qué forma se podía hacer mejor el trabajo de la visita médica. Y empecé a penetrar en el mundo empresario. Mi suegro fue un empresario que tuvo mucha influencia en mí y él siempre que decía que yo tenía virtudes para trabajar en ese ámbito. En septiembre de 1976 me fui de la Argentina en plena dictadura militar, llegué a España con una beca para trabajar en el Hospital Clínico de Barcelona.
Se juntaron bastantes factores y en ese momento mi suegro me propuso armar una empresa en España que se dedicara a ser un trader en materias primas farmacéuticas y entonces iniciamos ese emprendimiento en 1977, aproximadamente.
Empecé a trabajar con Silvia mi mujer, que es bioquímica. Estaban todos estos factores: estar con dos chicos y con Silvia fuera de la Argentina, con pocos recursos económicos, con una situación laboral que no me permitía tener mucha seguridad, con una vivencia personal de no estar confortable de vivir de la medicina porque no me sentía cómodo en esa situación y al mismo tiempo sentía que era poco dinero. Todo eso junto me hizo cambiar de profesión.
–¿Y hoy cuál es la visión que usted tiene de este grupo Insud que ha formado? ¿Qué futuro tiene este grupo? ¿Hacia dónde va? Usted tiene empresas importantes en España pero además presencia en otros lugares del mundo.
–Cierto. Estamos en 45 países del mundo. Tenemos tres negocios distintos dentro de la compañía. Uno, el más importante, es el negocio business to business con el que nosotros les vendemos a los laboratorios materias primas y productos terminados.
–¿Eso sería 50,60% de la facturación?
–Un poquito más. 65% debe ser. Después tenemos el negocio de vender productos con marca nuestra al mercado farmacéutico, con visita médica, etc. Por último está el negocio más nuevo que es el de biotecnología, en el que yo creo mucho, y con el que empezamos hace siete años. Tenemos dos plantas, una en la Argentina y otra en España.
Revolución biotecnológica
La biotecnología ha producido una revolución en el mercado farmacéutico mundial. En verdad está mal dicho: ha producido una revolución en la asistencia médica extraordinaria. Porque se trata de medicamentos que, –algunos de ellos, no todos– han hecho una gran contribución en la salud de las personas. Hay enfermedades que antes no tenían tratamiento y hoy lo tienen gracias a estos productos biotecnológicos. Pero tienen un costo muy alto.
Los nuevos productos que salen al mercado pueden costar US$ 80.000 o 90.000 por persona y por año de tratamiento. Y cada año su precio va subiendo más. Entonces, respetando las patentes (porque me parece que quien investiga tiene el derecho a explotar por un tiempo el resultado de sus investigación), al llegar el momento que finalizan las patentes, el rol de los genéricos en la biotecnología va a permitir dos cosas, por lo menos en mi experiencia: primero, tener una empresa que se desarrolle muy bien y segundo contribuir a bajar el costo de estos productos.
Porque, usted piense lo siguiente: estos productos se están transformando al mismo tiempo en una gran contribución a la salud de las personas y en un gran problema en el sistema de la financiación de la salud. De los 10 primeros productos en venta en el mundo hoy, siete son biotecnológicos y representan 0,2% en unidades y 9% en valores. Ya el conjunto de los productos biotecnológicos son casi un cuarto del mercado farmacéutico mundial, incluido vacunas. Eso ha levantado mucho el costo y tengo la impresión de que se va a producir una gran crisis en la financiación de los medicamentos en el mundo. Porque como este es un gran negocio, todas las compañías están investigando en esta categoría de productos. Los precios con que van a salir al mercado son muy muy altos, con lo cual este proceso se va a agudizar.
Por eso creo que los productos biosimilares, los genéricos de los productos biológicos van a ser muy importantes en el mercado mundial, y además van a contribuir mucho a bajar estos costos. Esa es la tercera línea en la cual nosotros estamos trabajando. Y la visión que tenemos es que nosotros siempre pensamos la compañía como global. En el campo del negocio b2b exportamos a 120 países. Debemos tener hoy entre 1500 a 1600 clientes en el mundo.
–¿Como centro generador de ventas es más importante España que la Argentina?
–Sí, en el plano internacional es cierto. Quiero contarle una experiencia personal. Para que vea qué cosas creo que hay que cambiar en la Argentina. Cuando nosotros empezamos el negocio de biotecnología, soñé con hacerla toda desde la Argentina. Montamos una primera planta en el país con la idea de hacer una planta más grande después. La idea con esa empresa era hacerla cotizar en la bolsa después de un número determinado de años, y por eso no la incluimos en el grupo. Le creamos una estructura individual. Desde que uno empieza a construir la fábrica hasta que empieza a vender producción transcurren por lo menos de cinco a siete años. ¿Qué sucedía? Todo lo que usted compra paga IVA. En cualquier país europeo si se tiene IVA a favor, el fisco a los tres meses devuelve lo que pagó. Acá el IVA es de 21% en pesos. Cuando el fisco lo devuelve, es un monto totalmente devaluado.
Además, para los equipos que hacen falta en este negocio hay dos o tres fábricas en el mundo nada más. Si uno importa reactores en la Argentina hay una partida arancelaria que se llama así, reactores. No hubo forma de que nos eliminaran el impuesto que tuvimos que pagar para importar esos reactores, que se fabricaban únicamente en Alemania y en Estados Unidos. Consecuencia: terminamos haciendo una segunda planta en España. De todas maneras no desistimos. Ahora estamos planeando hacer una planta de vacunas muy importante aquí en la Argentina, pero las condiciones nunca son fáciles.
La gestión del grupo
–¿Y hoy qué le insume más tiempo? Planeamiento estratégico, recursos humanos, ¿qué área de la empresa?
–Desde hace seis años el grupo lo dirige un hijo mío, el mayor, Leandro, que de hecho ahora acaba de contratar un CEO y él va a pasar a presidir el grupo en España, como chairman del holding. Hemos profesionalizado mucho la empresa.
Cuando delegué la función en mi hijo, salí de la línea. Por cierto, mi hijo nunca me creyó que salí de la función porque siempre siente mi sombra sobre él, pero la verdad es que yo estoy muy desvinculado. Participo en el board familiar de la compañía y sí estoy más vinculado con el negocio biotecnológico. Estoy muy concentrado en eso. También un poquito en el negocio b2b de materias primas.
–En lo biotecnológico tiene algunas alianzas locales ¿verdad?
–No, no tenemos. En la investigación básica sí tenemos muchas alianzas, pero en la producción de los genéricos de la biotecnología no.
–Se viene hablando de crisis del capitalismo, de transformación del capitalismo, de la exigencia de la sustentabilidad y de conceptos que a lo mejor hace cinco años parecían estrafalarios como la economía circular. ¿Usted cree que esto es una discusión seria o es una moda?
–Es una discusión seria. Hay un tema que lo ejemplifica bastante bien. Hay jóvenes empresarios que no les gusta llamarse empresarios y prefieren ser emprendedores. Porque a diferencia de los empresarios sienten que tienen una mayor responsabilidad social y ciudadana. Entonces se llaman emprendedores y no empresarios y la verdad es que tienen empresas muy grandes.
Hay una generación de empresarios que comenzó a pensar en la idea de la sustentabilidad, que abarca distintos aspectos. A veces está referida a la sustentabilidad del medio ambiente, pero también hay otro aspecto que tiene que ver con las empresas y con la gente que trabaja en ellas. Al pensar en sustentabilidad la hacemos en relación con el medio ambiente, con una cierta responsabilidad social de abordar algunos temas que parte de la sociedad sufre (y no dispone de lo que otra parte de la sociedad sí tiene), pero también lo pensamos desde el concepto de la sustentabilidad de la gente que trabaja en la compañía.
Tenemos una fundación donde trabaja mi esposa, que se llama Mundo Sano.
Es una fundación donde trabajan, fijas, más de 80 personas. Está financiada por nuestro grupo en 90%. Ponemos mucho dinero en esa fundación cada año y el objetivo es tratar de devolver a la sociedad parte de lo que hemos recibido de ella y lo hacemos en el campo de la salud trabajando en el terreno de lo que se llama las enfermedades olvidadas, que son, dicho más crudamente, las enfermedades de la pobreza, donde hay enfermedades que no deberían existir.
No hacemos beneficencia. Nunca. Lo que tratamos de hacer es describir los problemas y encontrar métodos que puedan escalarse, reproducirse y transferirse. El que lo va a tener que hacer es el Estado, pero tratamos de ser un factor de coordinación con él y ofrecer métodos que sabemos que pueden funcionar. Hacer un diagnóstico, describirlo y actuar. Tenemos sedes en las zonas calientes donde están las enfermedades.
Tenemos en España una planta química que está siendo usada como ejemplo de lo que es haber hecho un trabajo de cuidado del medio ambiente. Las plantas químicas naturalmente son muy contaminantes y nosotros mismos hemos contaminado en el pasado, porque no teníamos conciencia, hace 25 o 30 años.
El concepto de sustentabilidad para nosotros es mucho más amplio, más abarcativo. Más que pensar solo en el reciclaje, que es importantísimo, hay que pensar en la sustentabilidad de la sociedad en su conjunto, en la equidad que tiene que tener la sociedad y también en el mundo pequeño de uno, de la gente que trabaja en la compañía.
Empresarios y políticas públicas
Una polémica actual es si los empresarios deben estar en la función pública o si es legítimo que los empresarios –aún sin estar en la función pública– persigan políticas de estado.
Para Hugo Sigman la cuestión es clara:
El empresario, además de empresario es ciudadano, y como tal tiene el derecho y también la obligación en muchos casos, de contribuir para abrir discusiones en el país y en la sociedad en su conjunto. Sobre que los empresarios sean funcionarios públicos, no tiene nada contra eso siempre y cuando no haya contradicción entre lo que hacen en la función pública y sus propios intereses. Para eso están los organismos de control y así puede suceder. “No creo que haya una incompatibilidad entre ser empresario y llegar a la función pública”.
“Creo que nuestra sociedad ha vivido mucho la confrontación de intereses Estoy pensando desde hace mucho en este tema de la educación. ¿Cómo puede ser que con el presupuesto que se le destinó en los últimos años estemos en el nivel en que estamos? ¿Cómo pueden explicarse todos los conflictos que existen entre los alumnos y los maestros, los padres y los maestros?”
“La Argentina se caracterizó por un sistema educativo que funcionaba bien. Cuando entré a la universidad en el año 1962, solamente iba a una universidad privada el que no podía entrar a la pública. Y yo fui a una escuela pública de un barrio en Caballito y hoy lo que uno ve es que familias de distintos orígenes sociales sacan a sus chicos de la escuela pública y tratan de mandarlos a la escuela privada. Algo nos está pasando como sociedad”.
“¿Qué le tiene que dar un Gobierno a una sociedad? La posibilidad de educarse, de vivir en una casa digna, que puedan estar cubiertos los temas de salud y pensiones. Esos son temas de interés nacional, son temas estratégicos de un país. No es tan difícil ponerse de acuerdo y mantener políticas coherentes a lo largo del tiempo”.