Por Carina Martínez
Aníbal Carmona
Foto: Gabriel Reig
Hace ya unos cuantos años que el sector del software viene, a toda marcha, desplegando su potencial en la Argentina. Tal como se revela en la tercera edición de la investigación sobre outsourcing que Mercado presenta en esta misma edición (ver página 44), el país es reconocido como uno de los más convenientes proveedores de servicios de este tipo. Tantísimas ventajas competitivas, en especial la calidad de su capital humano, lo posicionan como una fuente creciente y de alto potencial de generación de recursos y empleos. Pero resta mucho por hacer para lograr que las empresas, en su inmensa mayoría pequeñas, logren salirse del básico del ERP y CRM y posicionarse en el mundo como proveedoras de soluciones de alto valor agregado, a la vez que contribuyan a la digitalización del país, con la consecuente generación de recursos y empleos de calidad.
Desde las oficinas de la Cámara de Empresas de Software y Servicios Informáticos de Argentina, su presidente, Aníbal Carmona, reflexiona con Mercado sobre las potencialidades y desafíos de un país bendecido por la proliferación de una cuantía de emprendedores heroicos y creativos.
–¿Qué debería cambiarse para generar mayor crecimiento en el sector del software?
–En este sector, el crecimiento se traduce directamente en empleo. Cada US$ 50.000 por año que aumenta la inversión, implica un empleado más. Este primer trimestre se generaron 3.400 nuevos empleos, o sea, entre 3 y 4% de crecimiento respecto del año anterior. Considerando que el estimado para todo el año es 8% (unos 7.000 empleos), está muy bien.
Sin embargo, queda mucho por hacer. Algo que debería cambiarse drásticamente es la producción de más y mejor talento. En este marco, los ministerios de Producción y Educación encaran un programa que se llama 111.000: 100.000 programadores, 10.000 ingenieros y 1.000 emprendedores en un plazo de cuatro años.
–¿Cómo se instrumentará?
–A través del Inet y con la ayuda de las cámaras, polos y clusters del país. Tenemos que trabajar articuladamente con el Gobierno, aportando nuestros mandos medios como profesores, armando una currícula como la que hemos combinado con el Inet… Empleartec, por ejemplo, que viene del Gobierno anterior y se mantuvo, va a permitir que este año formemos 5.000 chicos en cursos de 80 horas. Este programa despierta vocaciones, mejora el trabajo y los introduce en el mundo digital.
–Si bien la calidad de los RR.HH. argentinos es reconocida por los ejecutivos locales, es habitual escuchar quejas sobre la carencia de talentos. ¿Qué queda por hacer para generar un círculo virtuoso entre política pública, universidad y sector privado?
–El déficit tiene varios orígenes. Primero, el número de personas que empieza a estudiar una ingeniería de software. Segundo, que las universidades no toman al software como una nueva disciplina, y se genera un desgranamiento porque hay una cantidad de materias que son propias de la ingeniería pero no del software. En este sentido, estamos muy contentos porque la Universidad Nacional de La Plata es la primera en crear la facultad de Informática, que no es ni Exactas ni Ingeniería. Es una carrera propia.
El software es una nueva disciplina, completamente diferente, que tiene rasgos de naturaleza discreta –pequeños cambios producen grandes consecuencias– y es una ciencia de modelización. Tenemos que lograr que las personas sigan desarrollándose en un concepto de never ending education.
–Y mientras surgen las nuevas carreras, ¿qué se puede hacer con los estudiantes que quedan a mitad de camino?
–Sería importante que en las universidades no existiera el concepto de “abandoné la carrera”, sino “me certifiqué hasta aquí; luego fui al mercado, volví y me certifiqué dos años más”. Las certificaciones intermedias son muy importantes. Por un lado, desde el punto de vista psicológico, porque el estudiante nunca siente que abandonó. Por otro, es central en un proceso de formación continua, porque genera un aliciente para seguir avanzando.
–¿Cuál es el rol de las empresas en esto?
–Deben ayudar a cerrar el gap. Una de las prácticas que el sector y la cámara estimulan es radicar las empresas en las universidades para que los chicos puedan estudiar y trabajar sin moverse del lugar.
–¿Qué opinan las universidades de esto?
–Hay universidades que están avanzando. Como la Jauretche, o la Universidad de la Punta, en San Luis.
–¿Y la UBA? Que es la más masiva…
–La UBA es la UBA… De todas maneras, por iniciativa del GCBA, se está desarrollando un polo frente a la UBA; un espacio de innovación y creatividad. Porque los ecosistemas se forman también por proximidad. Un programa alineado y la unión física permiten el virtuoso Triángulo de Sábato (gestión pública – universidad – empresa).
–Seguro, pero ¿cómo se implementa?
–Un caso paradigmático es el de Tandil. La Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires es una universidad – empresa [tiene un polo científico donde se sientan bases para la creación de empresas y emprendimientos], de la cual soy uno de los fundadores. Al crearla, el slogan fue “que ningún chico deje su carrera y que ningún chico tenga que irse de Tandil por no tener trabajo en sistemas”. Hoy cuenta con 32 compañías, 1.500 personas, necesitan 1.500 programadores más los próximos tres años. Debe ser una de las ciudades con más ingenieros por habitante que tiene el país. Tandil es un ejemplo de que esos ecosistemas no nacen de la nada. Nacen de políticas públicas y de articulación público–privada con una alineación.
De todas maneras, estamos en una guerra por el talento, un cambio de sistema, que va del capitalismo al talentismo. El talento es la nueva moneda de caza y los países se dividen entre quienes tienen y quienes no tienen talento. Y la Argentina cuenta con saldo exportable…
–Si hay saldo exportable ¿cómo es que las empresas se sacan los profesionales unas a otras?
–El que cree que le sacaron un recurso tiene una visión mezquina. Solo las personas que forman a la gente para que puedan trabajar en cualquier lado y las tratan bien para que se queden son las que triunfan. Por esto, estamos generando un manual de buenas prácticas para saber cuáles son las políticas de RR.HH, que generan mejor retención, o mejor dicho, elección permanente.
–¿Cuáles son estas prácticas?
–Básicamente, aquellas acordes a lo que quieren los Millenials, que ya constituyen 40% de la fuerza laboral y que en 10 años serán los dirigentes. Primero, que la empresa tenga una misión clara; ¿está por dinero o porque tiene una misión que le permite generar dinero? Segundo, si el modelo de negocios es sustentable. ¿Es un modelo generador de riqueza o depredador de riqueza? También el salario les importa muchísimo. Y la flexibilidad. Que sean espacios donde la creatividad y la innovación sean procesos y no eventos. Donde además se premie la igualdad, la autonomía, la certidumbre, el faire play (sentido de justicia) y el relacionamiento. La idea es que la empresa tiene que ser un espacio de creación de valor, y que los empleados sientan que el granito de arena que ponen todos los días genera un valor para la persona, el ciudadano, el que recibe el servicio o el producto…
–Las micropymes (menos de 10 empleados) conforman 75% de sus asociados, ¿qué necesitan particularmente estas compañías?
Se trata de micropymes que producen intangibles, o sea, que no tienen un torno o un galpón que pueden poner en garantía. Por lo tanto sus mayores problemas son el financiamiento y la profesionalización. Tienen un gran deseo de crecer, y en este rubro uno es orgullosamente pyme (Whatsapp fue hecho por cuatro personas, Snapchat por dos…). De cualquier micropyme puede surgir un unicornio. Una pequeña empresa puede generan un valor mayor al de YPF, como son los casos de Mercado Libre, Despegar, OLX. Pero en el medio hay miles de pymes que necesitan ayuda con el financiamiento y la profesionalización. La profesionalización tendrá que ver con capacitar y ayudarlas a ver el modelo de negocios; porque a una micropyme no le basta con hacer foco, tiene que hacer láser, si no, no corta. Y si no corta no puede pagar los sueldos. Por eso la Ley Pyme es muy importante, porque ataca cuestiones como el impuesto al cheque.
Estas son empresas que no pueden acceder a la Ley del Software. Si bien creemos que es muy importante que la Ley del Software se prorrogue, para que no se amesete el empleo, no se detenga la inversión, se genere un horizonte de inversión de estabilidad fiscal, es necesario agregar un régimen simplificado para incluir a este 75%.
Existe un programa que se llama Presoft, que las prepara, les da crédito y subsidios directos de crédito fiscal para poder capacitarse y conseguir capital de trabajo que les permita acceder a la Ley del Software. Y Fonapyme, que es otro instrumento que sale en octubre, que es para capital de trabajo. Las pymes tienen uno o dos clientes fuertes que les representan 80% de su facturación, entonces si el cliente pasa de 30 a 60 días, hace catástrofes. Fonapyme permite apalancar mejor el ciclo de cobranzas que tienen las pymes. Saca la incertidumbre que no les deja dar el salto para pasar de boliche a compañía. Y no quebrar.
–¿Cómo están de estables las pymes del sector?
–Este sector tiene un promedio de US$ 50.000 por empleado por año. En las grandes es de 51, 52, en las medianas 48 y 50, pero en las micropyme baja a US$ 35.000. Lo que permite que facturen US$ 70, 80, 90.000 por empleado (pensemos que Israel está en 400.000) es el I+D. La unión entre el sistema científico tecnológico y los factores de producción permite salir del commodity de la hora y pasar a dar un servicio de alto valor agregado, como puede ser el conocimiento específico de áreas como la satelital, la nuclear, agrotic, mapeo digital, comercio electrónico, firma digital. Estamos intentando que las pymes lo entiendan.
El Fonsoft, un programa que estaba desde el Gobierno y ahora volvió, es importante para esto. Y también Fundación Sadosky, que trata de involucrarse en el desarrollo tecnológico, de lo que se llama “de 4 a 7”. De 1 a 4 es la investigación básica, de 4 a 7 es desde el paper a la prueba de concepto, y de 7 a 10 es de la prueba de concepto al mercado. El 4 a 7, que une el sistema científico tecnológico con la industria, es el lugar donde se generan las barreras de entrada para otros actores y donde la Argentina puede distinguirse generando un desarrollo tecnológico absolutamente diferenciador. No podemos competir con India, y estamos en valores similares a India en cantidad de dólares por empleado por año. Tenemos que crecer a US$ 80.000 por empleado por año, y transformar digitalmente la Argentina, porque podemos mover dos o tres puntos el PBI solo con transformar el modelo de negocios con tecnología, que es otra de nuestras obsesiones. Hacer tomar conciencia a los CEO de la transformación digital que se viene.
–¿Cuáles son las barreras que impiden esta transformación digital?
–Los tres principales factores que evitan la transformación digital en la Argentina son el convencimiento de la alta dirigencia, una gran resistencia al cambio, y una escasez absoluta de talento interno y habilidades digitales para generar ese cambio de modelo de negocios. Se toma tecnología para sustituir procesos pero no para transformar un modelo de negocios, para hacer la uberización de la economía que está ocurriendo. Y la preocupación es que la tecnología se lleve puesta a las pymes. Cuando uno pone “Fuera Netflix” en un local de Blockbuster, ya es muy tarde.
Porque la cuarta revolución industrial está pasando silenciosamente y cuando la gente se dé cuenta de que esto está ocurriendo, si no tomó medidas antes… Por eso, es fundamental concientizar.
Creemos que las pymes, que conocen el mercado, son las que pueden hacer la disrupción digital y para eso estamos trabajando con CAME y UIA Pyme, en capacitación en transformación digital, donde la pyme tecnológica ayuda a la productiva. Tenemos 4.000 pymes para ayudar a 150.000 pymes. Así, podremos hacer que nuestro saldo exportable se quede en parte en el mercado interno para generar una Argentina digitalmente desarrollada. Actualmente, este sector exporta un tercio, y eso es mucho. La Argentina puede llevar afuera software embebido en productos más complejos, como una central nuclear, un satélite… O sea, en vez de mandar “la soja de software”, mandar “las milanesas”.
–¿Cuál es la clave para lograrlo?
–Los socios creemos que hay factores que generan un ambiente de mayor desarrollo del sector del software que son los mismos que generan un ecosistema emprendedor. Tener reglas claras, y de largo plazo, atraer talento… Pero la palabra clave es educación. Todo lo que se haga para aggiornar el sistema universitario y la formación profesional terciaria alineada con las necesidades de la industria, de la transformación digital de la sociedad, va a dar fruto sobre este sector. Además, se necesita un Estado presente, ni ausente ni omnipresente. Que marque las reglas del juego y el horizonte de desarrollo.
El triángulo virtuoso ¿cómo se logra?
“Cessi tiene 26 entidades hermanas, polos, clusters. En nuestros encuentros compartimos de manera muy sistemática los cuatro ejes en que estamos trabajando, Institucional, Mercados, Talento y Sociedad, generando una visión compartida que nos lleve a cada uno a encontrar, en función de cada realidad, el mejor ecosistema que se puede hacer. De hecho, en Fundación Sadosky –en la cual Cessi tiene la vicepresidente– vamos a dar un premio a la iniciativa regional que mejor genere este ecosistema. Es un modelo que funciona y genera valor. En Tandil, ya es la segunda economía, después del turismo. En Córdoba lo mismo. Allí, el cluster cumplió 15 años y se pasó de 500 personas, 10 empresas y US$ 1,5 millones, a 180 compañías, 10.000 trabajadores, US$ 380 millones. Y se plantean en cinco años duplicar ese número de personas. En estas ciudades, Gobierno, universidad y sector privado pudieron generar el triángulo virtuoso, donde en el centro está la gente”.
Más mujeres, se necesitan
Sobre la brecha de género, Carmona da a conocer la preocupación de la cámara por la baja incidencia de las mujeres en este sector, donde representan solo 18%. “Esto no solo refleja la inequidad en el acceso de las mujeres a un sector tan pujante como este, sino un desperdicio absoluto de talento; las chicas tienen una visión 360°… Por eso estamos apoyando programas en tecnología destinados a ellas y trabajando con Unesco en cómo las empresas deben generar sus políticas de recursos humanos para acabar con el techo de cristal”.