Sustentabilidad de alta gama

    La propuesta, que incluye la construcción del edificio bajo normas Leed y jardines verticales que le dan un aire de sofisticación al hotel, centra su estrategia estética y comercial bajo un paradigma diferente: la sustentabilidad.

    Por Florencia Pulla

    Los jardines verticales del Hotel Palo Santo parecen fuera de lugar frente a los edificios grises y los comercios de barrio que son la norma en esa parte de Palermo, cerca de Bonpland y Guatemala.
    Hace un tiempo esa zona sufrió un proceso de gentrificación –así se llama cuando poblaciones más humildes son expulsadas de sus propios barrios por habitantes con mayor poder adquisitivo, transformando las fachadas y los consumos culturales– que no se completó del todo pero que se hace evidente en ciertas esquinas, en donde los cafés hipster y los locales de moda y diseño dicen presente. El Palo Santo Hotel parece parte de ese mismo proyecto de puesta en valor del barrio, con una estética innovadora para Buenos Aires –donde el verde y el vidrio parecen ser la consigna– pero con un componente social interesante: se trata de un hotel sustentable.
    En estas épocas de Responsabilidad Social Empresaria y reportes de sustentabilidad, parece increíble que a nadie se le haya ocurrido antes. Lo cierto es que, aunque cada vez más el sector hotelero se empeña en proponer guías para promover un menor consumo de recursos, pocos han tomado la ruta de convertirlo en una razón de ser e incluirlo en sus estrategias comerciales. Palo Santo se inscribe 100% en estas nuevas tendencias. Pero ¿es un verdadero gancho para atraer nuevos clientes, atraídos por la onda verde? ¿O, simplemente, una inversión en reputación?

    Cuesta convencer
    La desarrolladora a cargo del proyecto –Universalis– hizo la apuesta en un momento bastante crítico para el sector inmobiliario. Los mismos fundadores así lo entendieron: venían de grandes proyectos residenciales y de oficinas y la visión de un hotel verde de Pablo Porolli, director del hotel, no encajaba del todo con el know–how que habían desarrollado a priori.
    “Llegó un momento en el que la rentabilidad de los proyectos residenciales disminuyó mucho; desarrollar un edificio y venderlo dejaba un margen cada vez menor. Se complicó el mercado y a los inversores les empezó a costar deshacerse de propiedades. Entonces nos enfocamos en gente que sí quería mantener una propiedad, no entrar y salir. La idea de un hotel, que podían quedarse y administrar, era atractiva”. Es Universalis la que gestiona el día a día del hotel, en el que están metidos cinco inversores privados de gran peso. Invirtieron, para la puesta en marcha del proyecto, unos US$ 4 millones.
    Lo cierto es que a pesar de los claros beneficios de apostar a un hotel sustentable en la zona, a Porolli le resultó difícil convencer a los inversionistas para invertir en un desarrollo que, finalmente, costaría 20% más que un proyecto que sigue parámetros tradicionales. “La inversión inicial fue mayor desde un punto de vista financiero porque cuesta convencer. En general prefieren pagar más más adelante y no invertir más ahora. Es lógico. Pero buscamos ese diferencial. Y hoy los costos son mucho menores por eso. Además, al mismo precio, las personas prefieren una opción más sustentable así que termina siendo un diferencial. Nuestra ocupación es bastante alta por la zona y el escenario económico, alrededor del 86%”.

    Todo-terreno
    Lo cierto es que la inversión 20% mayor significó buscar un refuerzo de inversiones hacia mitad del proyecto. “A medida que íbamos desarrollando nuestro programa estético –de verde, de vidrio– también nos dábamos cuenta de que el proyecto tenía que ser verde por dentro también. Y nos pusimos a estudiar cómo hacerlo. Por eso seguimos las normas Leed que son para el correcto desarrollo de edificios. No lo llegamos a certificar porque cuesta US$ 150.000 y hubiese sido imposible de afrontar pero sí tomamos el riesgo de tomar la opción más cara pero hacerlo bien”.
    ¿Qué se puede encontrar en el Palo Santo? Además de una estructura verde, en todo sentido, y de líneas muy minimalistas por dentro, la tecnología les permitió innovar en la infraestructura de todo el edificio. “Las normas Leed te obligan a trabajar en varias áreas. Nosotros tomamos siete: energía, agua, aislaciones, materiales, CO2 y CO3, operaciones y aire. Entonces en cada una hay inversiones. La iluminación, por ejemplo, es 100% Led. Los aires acondicionados son japoneses y no tienen gas freón por lo que, además de no ser contaminante, tienen un consumo hasta 70% veces menor que un equipo tradicionales. Hay tarjetas de corte de electricidad en todas las habitaciones. Y los ascensores, también japoneses, también consumen poco”, cuenta.
    Los jardines verticales son, quizás, una de las mejores piezas de ingeniería del hotel. Mantenerlos es clave y hay un sistema de monitoreo que permite regar las plantas con mucho control, sin desperdiciar nada. El riego se hace por goteo, dándole especial atención a cada verde.

    Para las empresas, una excusa
    Para Porolli esta inversión es un diferencial a la hora de atraer nuevos clientes aunque estima que es difícil apuntar a un número. “Es difícil verlo en porcentaje. Pero tenemos una ocupación muy buena y precios competitivos. Creo que al mismo precio, la gente nos prefiere. No creemos, por ahora, poder salir del precio de mercado –aumentar la tarifa US$ 30, por decir algo– pero la sustentabilidad suma. Y lo comunicamos muchísimo, incluso con el huésped, sin llegar a ser pesados. O sea, no somos militantes de la ecología, no nos interesa forzar ningún punto de vista. Pero la idea del hotel es ser respetuoso del medio ambiente en todas las áreas”.
    Son, después de todo, uno de los pocos hoteles que cuentan con estas iniciativas. Aunque, dice Porolli, son muchos los que quieren hacer negocios con una sustentabilidad mal entendida. “A todos les gusta lo verde, que haya luces Led… pero hay historias feas, de instituciones que por ser amigos de la Movilidad Sustentable en Facebook ya se cuelgan de la categoría. No es serio. Y creo que desvalorizar el término hace que sea difícil convencer a inversores y huéspedes de que se trata de un proyecto en serio”.
    Por ahora, tanto el público particular como el corporativo se han subido a la tendencia. En el caso de grandes multinacionales que reportan, la idea de recortar emisiones pagando una estadía en un hotel más responsable es una buena idea. “Si están obligados a comunicar acciones que toman para la protección del medio ambiente, prefieren nuestras instalaciones. Hay empresas que tienen legítima preocupación y otras que, al pertenecer a sectores muy contaminantes, tratan de compensar por todos los lugares que pueden. Y ese es un cliente que desarrollamos mucho. Al público corporativo le da tranquilidad nuestra propuesta: no somos un hostel, sino un hotel de gama media-alta, y ofrecemos un buen servicio con las mayores responsabilidades”.