Por Fabiana Culshaw
Ese tipo de periodismo, que siempre incomoda a los grupos de poder, no dejó pasar la oportunidad de “morder” con la data que se filtró de Panamá, ni de trabajarla en silencio por más de un año, para dar a conocer múltiples historias de las más diversas latitudes, un mismo día: estratégicamente, el pasado 3 de abril los principales periódicos del mundo se lanzaron con de lo que, entre bastidores, se conoce como “PanamaGate”.
El caso muestra cómo la profesión ha evolucionado a una fase en la que la interpretación de la información por medios electrónicos y las redes de contactos de aliados internacionales para analizarla o enriquecerla, adquieren mayor protagonismo.
Si bien ha habido otras experiencias de grandes filtraciones, como Swissleaks y OffShoreleaks, no se comparan a la magnitud de Panamá Papers, también por el impacto mundial que ha tenido. Lo cierto es que el resultado hizo temblar la reputación del presidente argentino Mauricio Macri, del líder ruso Vladimir Putin, del primer ministro de Islandia Sigmundur David Gunnlaugsson –quien renunció a su cargo a partir del escándalo– y hasta salpicó al as del balón Leonel Messi, entre otras figuras públicas sentadas en el banquillo de los acusados.
“Esto es un gran paso para nuestra profesión. Así como en algún momento fue importante la narrativa, la forma de reportar y luego el descubrimiento de datos, ahora el énfasis está en el periodismo colaborativo de profesionales que trabajan en red y que utilizan códigos de confidencialidad y plataformas compartidas”, observó Tamoa Calzadilla, quien desde Univisión en Miami escudriña el caso del capitán Adrián Velásquez Figueroa, ex jefe de Seguridad del Palacio de Miraflores (Venezuela), y de Claudia Díaz Guillén, antigua tesorera y enfermera del fallecido Hugo Chávez, señalados por millonarias cuentas en paraísos fiscales.
Tamoa Calzadilla
La profesión muestra su avance
Conforme se vuelven más sofisticados los mecanismos para aprovechar los dineros públicos en beneficio propio, también se optimizan las maneras de seguir la pista de esos dineros.
Internet ha democratizado el acceso a datos y los profesionales, cada vez más especializados, han mejorado sus formas de seguir las rutas de las inversiones o gastos, y tienen más posibilidades de recurrir a aliados en otros países, para ampliar las investigaciones sobre delitos financieros.
Si se observa, muchos de los periodistas contactados por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) para sumarse a las investigaciones de Panamá Papers no trabajan en medios de comunicación tradicionales, sino en empresas informativas digitales.
Esto evidencia que la televisión, radio y prensa gráfica ya no detentan el monopolio de la información como años atrás, sino que se han desarrollado otras iniciativas en la Web que se dedican a los mismos temas.
Las grandes cabeceras de la región, como La Nación de Argentina, Globo de Brasil o El Comercio de Perú siguen manteniendo sus equipos de investigación permanente, al tiempo que han surgido periódicos online, pequeños pero muy activos en cuanto a actitud investigativa, alejados de las presiones de las grandes estructuras mediáticas.
“Existe consenso en que el periodismo de investigación está más repartido, hay más versiones, más medios, mayores posibilidades de entender qué motiva las informaciones y por qué no se publican en determinados sitios complacientes con el poder político”, afirmó Alfredo Mesa, corresponsal de El País de España desde Venezuela, quien coordina un equipo de 11 periodistas para Panamá Papers.
“Veo sano al periodismo de investigación, renovado, con mejores herramientas. Existe cierto reacomodo de la profesión en algunos países donde la censura secuestró a los grandes medios de comunicación. Y los portales están alcanzando más músculo financiero para hacer trabajos periodísticos de envergadura. Hubo un tiempo en que la primicia se lograba poniendo primero el micrófono al portavoz, ahora está más en el tapete la verdadera investigación”, afirmó Calzadilla.
Alfredo Mesa
La trastienda de Panamá papers
El tema de la corrupción, lavado de dinero y narcotráfico son los ejes del periodismo de investigación. Generalmente se parte de una sospecha razonable a partir del dato de un informante, documento o registro, y se corroboran las hipótesis con varias fuentes, hasta descubrir hechos de interés para la opinión pública.
En el caso de Panamá Papers, se considera un acierto que, en vista del volumen de la información filtrada, el periódico alemán Suddeutsche Zeitung decidiera contactar a ICIJ, consorcio que a su vez llamó a varias asociaciones y periodistas de todo el mundo, para analizar la data.
“Ningún periodista de la red sabe quién es la fuente original que filtró los documentos de Mossack Fonseca –el estudio panameño que crea sociedades offshore en paraísos fiscales– y, en gran parte, el éxito de la investigación es por eso”, dijo Maia Jastreblansky, periodista de La Nación, quien fue convocada por Hugo Alconada Mon, prosecretario de Redacción de dicho periódico, para formar un equipo de investigación para Panamá Papers desde Buenos Aires.
Uno de los aspectos más difíciles del proceso fue seleccionar los casos a investigar, de entre 11,5 millones de documentos, que incluyen un número importante de correos electrónicos. “Identificamos a los funcionarios y empresarios ligados al poder o de relevancia pública, y comenzamos a ‘rastrillar’ la información. Luego procedimos a reconstruir los rompecabezas detrás de las sociedades offshore”, contó Jastreblansky.
Los documentos llegaron a manos de los investigadores en tandas y aún se siguen trabajando las historias. Los archivos que señalan a Mauricio Macri como director de una sociedad offshore en Bahamas fueron identificados recién el 8 de diciembre de 2015, o sea en fecha posterior a las elecciones presidenciales en la Argentina.
Otro aspecto clave en el proceso fue la creación por parte del periódico alemán, de una plataforma online encriptada, cuyo acceso fue otorgado por ICIJ a los investigadores. También se diseñó una red social exclusiva para esa red de periodistas, útil para el seguimiento de los temas transnacionales.
“En términos futbolísticos, el ICIJ es el mediocampista que reparte balones a los delanteros, que somos a los periodistas que trabajamos desde distintos países en forma interconectada y recién luego publicamos”, resumió Meza.
Miguel Langon Cuñarro
Cuestión de ética
¿Cuál es el límite entre el derecho a la información y el derecho a la privacidad de la gente? Meza no duda: “El derecho a la privacidad termina cuando se ocupa un cargo público y se hace uso del mismo para beneficio propio. No se puede apelar a la privacidad para escapar del escrutinio”.
“Si hay un funcionario público asalariado y de repente abre empresas o cuentas enormes en paraísos fiscales, es sospechoso. No nos compete a los periodistas determinar si es corrupto o no, ese es un tema legal, pero sí ponemos la lupa sobre esos casos en forma responsable”, aclaró.
Venezuela, por ejemplo, tiene 241.000 menciones en los documentos infiltrados, pero no todas son historias. “Falto de ética sería publicar la lista completa y someter a esa gente al escarnio público. Es algo que ningún periodista responsable haría”, dijo.
Sin embargo, no faltaron algunos periódicos que afilaron sus uñas señalando a personas que abrieron cuentas supuestamente solo por apostar por un futuro mejor. Esto podría dar pie a nuevas iniciativas para legislar el manejo de la “información sensible”, lo que lindaría en el espinoso terreno entre la protección a la intimidad y la censura.
Miguel Langon Cuñarro, abogado y catedrático de Derecho Penal en la Facultad de Derecho de la Universidad de la República Oriental del Uruguay (UDELAR), señaló: “Es claro es que los gobernantes se ponen voluntariamente en una situación de vulnerabilidad al aceptar sus cargos, porque la población reclama conocer sus grados de fortuna, costumbres, datos de sus familias… no para estigmatizar, sino porque están en el uso de su derecho”.
En el desarrollo de cualquier investigación es fundamental darles a las empresas o personas señaladas la oportunidad de defenderse, tanto por ética profesional como para esclarecer los hechos. En el caso de Panamá Papers, los investigadores trataron de ubicarlas, aunque pocas veces quisieron hablar, según Calzadilla. “Al principio, es común que ignoren al periodista, pero a medida que se revelan historias de alto impacto, declaran para minimizan los hechos, o tratan de hacer control de daños”, comentó.
Otro desafío del proceso es que no siempre es fácil para los periodistas renunciar al apetito de notoriedad en aras de la precisión investigativa. De hecho, la frase “no dejes que la realidad te arruine una buena historia” es la inspiración de algunos de ellos.
Al respecto, Meza defiende el trabajo propio y de sus colegas. “La precisión se alcanza revisando los reportajes línea por línea, chequeando bien los hechos, cruzando la data, recurriendo a más fuentes, editando. Con frecuencia hay que quitarle el tono de sarcasmo a los textos de algunos periodistas indignados ante los hechos de corrupción, ya que se alejan de la presentación fáctica de las historias descubiertas”, afirmó.
¿Corrupción legal?
La investigación sacó a la luz todo un submundo secreto que, si bien se sabe que existe, el público no estaba alertado sobre sus dimensiones.
“Las sociedades offshore no producen nada, no comercializan nada, ni siquiera tienen una oficina; son simplemente papeles y a través de ellos se mueve dinero”, observó Jastreblansky.
Los periodistas de Panamá Papers son conscientes de que las empresas offshore no son ilegales si no están relacionadas con el narcotráfico, la evasión de impuestos u otro tipo de delito, pero coinciden en observar la naturaleza opaca de los paraísos fiscales, o lo que se ha dado en llamar la “corrupción legal”. Opinan que la sombra que se extiende sobre esas operaciones es cada vez más oscura y cerrada; son miles de millones de dólares que se mueven y se pierden de los países donde se originan.
“La investigación periodística está dando lugar a la apertura de infinidad de procesos en el plano jurídico. En algunos se comprobarán maniobras de dinero de procedencia ilícita, aunque lo más probable es que el grueso sean casos de ingeniería financiera para eludir impuestos. Hay que diferenciar entre eludir y evadir impuestos. Mientras el primero es un derecho de la persona de buscar una forma jurídica para pagar menos, evadir sí es un delito”, explicó Langon Cuñarro.
El abogado planteó asimismo que habría que preguntarse si, llevada a juicio, la información periodística sería válida, porque podría regir ‘la teoría del fruto del árbol envenenado’, que se refiere al origen ilícito de la prueba. Es decir, se plantea el problema de si las pruebas obtenidas ilegalmente tienen validez o no en juicios. “Se puede criticar las normas, pero existen y son constitucionales”, advirtió.
Lo que depara el futuro
El periodismo de investigación continúa ganando espacios como herramienta contra la disfuncionalidad político–económica de los países, en medio de un contexto de declive de la confianza de las instituciones y prácticas que van en detrimento del beneficio público.
Este tipo de periodismo se adapta perfectamente a los modelos mediáticos emergentes, caracterizados por el acceso a una gran cantidad de recursos sin precedentes, incluyendo vastos archivos de documentos oficiales, en una alta variedad de formatos y plataformas. La clave está en la verificación de la data y en darle significación a la información.
“Con Panamá Papers, estamos empezando a ver que la justicia está tomando cartas en el asunto a partir de la investigación periodística. Esta es una cruzada por la transparencia, por el fin del secreto bancario. Los paraísos fiscales son sitios donde se puede esconder el dinero, lo que termina encumbrando poderes fácticos que generan los desequilibrios en el mundo”, opinó Meza.
De ahora en más, es probable que los organismos que controlan el lavado de activos sean más estrictos con sus medidas y que se amplíe la contraloría ciudadana. Los estudios jurídicos están revisando su forma de operar y serán más cuidadosos a la hora de elegir sus clientes. Estamos también ante el despertar de un replanteo sobre la naturaleza de algunas operaciones financieras y la confidencialidad de la información de los clientes. Parece que “los intocables” ya no lo son tanto. Y esto recién empieza.