Si Donald Trump fuera Presidente…

    Se acabó el tiempo de las risas y las bromas. No solamente en el campo Republicano. También entre sus adversarios. El caricaturesco pretendiente está a punto de convertirse en candidato de ese partido con una cúpula conservadora que perdió contacto con la realidad.
    Queda la posibilidad de una maniobra para birlarle el puesto durante la convención partidaria, pero eso sería fragmentar al viejo partido en varias porciones y tal vez nunca más se recuperaría.
    De modo que lo más probable es que Hillary Clinton –como todo lo hace suponer– se enfrentará con el verborrágico Trump, que en esa ocasión se ocupará prolijamente de dejar registrado todo lo que opina sobre las mujeres, en general, y sobre su contendiente en particular.
    Naturalmente no tiene chance de ganar la presidencia. ¿No la tiene? Bueno, lo mismo se decía de su potencial candidatura. Todo indica que el establishment político ha perdido contacto con su electorado.
    Para muchos analistas, el surgimiento casi irrestible de Trump se conecta con tres décadas continuadas de retroceso y declinación de las clases medias estadounidenses, y un estancamiento del crecimiento en la productividad que el país experimentó durante siglo y medio.
    Hay mucho enojo y se traduce, de alguna manera, en favorecer candidatos muy lejos del estereotipo presidencial tradicional.
    Naturalmente que el destino del país preocupa a los ciudadanos de EE.UU., pero también al resto del mundo. Por eso hay muchos que se preguntan: si de verdad fuera Presidente, qué haría Trump en materia de política exterior.
    A lo largo de su virulenta campaña dio pistas y señales claras de lo que sería su accionar.

    Europa y Asia. Las alianzas se pagan. Es decir quien quiera ser protegido por Washington debe pagar por esa protección. Por ejemplo Europa debe aportar por lo que EE.UU. gasta con su presencia en la Otan (Organización del Atlántico Norte).
    Lo ha dicho sin medias tintas: millones de dólares se gastan en aviones, misiles, barcos, y toda la logística involucrada. Eso no puede ser gratis. Los aliados deben reintegrar el total o una buena parte de los gastos.
    Lo mismo ocurre en Asia, con Japón, y otras naciones protegidas por la flota del Pacífico (lo que va precisamente a contramano de lo que está hasta ahora haciendo Obama.
    Para que quede claro: no pide que esos países eleven su gasto militar; no reclama que paguen buena parte de las bases en el exterior. Demanda que se hagan cargo de una parte significativa del presupuesto de defensa estadounidense para continuar teniendo presencia en esas latitudes. La cifra puede ser de varios centenares de millones de dólares anuales.
    Como nadie estaría dispuesto a tal contribución, “no le quedaría más remedio” que terminar con el actual vínculo. En suma, él no cree que EE.UU. tenga intereses estratégicos en ambos continentes.

    Nuevo aislacionismo

    Trump interpreta muy bien el sentimiento de mucha gente que pide un repliegue estadounidense y una vuelta al aislacionismo de principios del siglo pasado.
    El próximo Presidente de la Unión, quien quiera que sea, tendrá una enorme presión popular en contra de un despliegue estadounidense en todos los problemas y lugares del planeta.
    Tal vez lo que no ha sido bien entendido es que hubo un cambio central en las ideas políticas dominantes en el país: vastas masas de votantes, clases medias y bajas, blancas, negras y latinas, culpan a la globalización y a la codicia desmedida de las empresas, por todo lo que les toca sufrir, en especial, la falta de esperanza en una vida mejor para sus hijos.
    Las campañas políticas han tenido un efecto demoledor de lo que era hasta entonces the main stream en materia de pensamiento económico y social. Un terremoto político que puede modificar sustancialmente la vida de ambos partidos tradicionales e incluso, dar lugar a terceros actores. Una importante mayoría del electorado demanda el repudio explícito a compromisos militares y comerciales con el resto del mundo, una retirada a fondo del globalismo actual.

    China y Rusia

    Trump tiene clara simpatía por Vladimir Putin y su intento de reconstruir la Gran Rusia. Está dispuesto a combatir al Islam (se supone que al ISI, pero no termina de aclararlo) junto con los rusos. Una Rusia fuerte será –piensa–, una barrera de contención de la expansión china hacia oriente. Además, Europa deberá ocuparse de mantenerlo ocupado del otro lado.
    No tiene en cambio simpatía por China, por el enorme tamaño de su economía y por el espionaje industrial que le achaca. Síntesis: si China hace concesiones económicas a EE.UU., tendrá más mano libre en el Pacífico.
    No es una política que seduzca a las élites ilustradas, pero tiene atentos oídos de su audiencia.
    Síntesis: quedan pendientes cuestiones fundamentales sobre el rol de EE.UU.en el mundo si este señor ocupara la Casa Blanca.

    Economía: quiénes crecen y quiénes no

    El dato cierto y conocido es que la economía global sigue estancada o creciendo lentamente. Lo que se conoce menos es el comportamiento de la actividad en cada uno de los países.
    Por ejemplo: el grupo de los que están instalados en una dura recesión, como Brasil, Rusia y Venezuela. Los que caminan en el filo de la cornisa, como laArgentina, Japón y Sudáfrica. Los que exhiben un crecimiento tímido, magro, como Francia e Italia, todavía vulnerables. Lo que muestran un crecimiento más sólido pero incapaz de entusiasmar a nadie, como Canadá, Alemania, Suecia, España y Gran Bretaña.
    Finalmente los que exhiben excelentes registros, como India, Indonesia, Filipinas y Vietnam. El caso de China es casi inclasificable. No puede decirse que esté en su mejor momento, con lento crecimiento y problemas estructurales sobre los que parece no avanzar. Existe la posibilidad de que empeore por mayor recesión industrial o errores de decisión gubernamentales en el manejo de la economía. Por otra parte, con las dimensiones de su economía, la tasa de crecimiento no es la misma de hace cinco años, pero no es irrelevante. Si logra orientar el crecimiento al consumo y no ya a las exportaciones, puede subir en la escala jerárquica.
    Finalmente Estados Unidos, en crecimiento aunque incapaz de entusiasmar. El sector servicios tiene muy buen desempeño, pero no así la industria enfrentada a muchas dificultades. La expectativa es que el crecimiento real del primer trimestre sea de apenas 1,2%. Las perspectivas lucen mejor para el segundo semestre (se aguarda que llegue a 2,8%).
    La de Europa es una situación muy particular. Acumula algunas ventajas; precios baratos de las materias primas, divisas con valor competitivo, una política firme de estímulos monetarios por parte del Banco Central Europeo. Pero el problema está más centrado en el escenario político.
    La crisis provocada por el constante arribo de millares de refugiados del Medio Oriente y del norte de Ãfrica; la sucesión de graves atentados terroristas; la cuestión pendiente del Brexit, la eventual salida de Gran Bretaña de la Unión Europea; sin hablar de la inacabable crisis económica griega y las diferencias que provoca entre los distintos países socios de la UE.
    Todos esos factores de riesgo, todavía, afortunadamente, no han incidido sobre el ritmo de crecimiento económico. La estimación es que el continente crecerá 1,6% este año, y 1,7% el próximo. El caso de Gran Bretaña es interesante: los cálculos son que crecerá 2,3% este año, y 2% en 2017. Pero si en el referéndum de finales de junio triunfa el separatismo de la UE, estos porcentajes cambian: 1,5% para este año, y 1,2% para el próximo.

    Novedades en Oriente

    En cuanto a Japón, no hay sorpresas. Todo sigue igual. El crecimiento es tan mínimo que se lo calcula en 0,7% para los próximos tres años. Aunque cualquier contingencia puede poner ese indicador bajo cero.
    Sobre China: el primer trimestre confirmó una desaceleración que dejó el indicador en 6,7% anual, apenas algo mejor de lo esperado. El sector agrícola tuvo peor comportamiento, pero el de servicios –mucho más grande– no lo hizo mejor. El escenario financiero es la gran preocupación: se calcula que este año la relación deuda/PBI aumentará 15 puntos, lo que dará un incremento de 230% en siete años.
    Con los resultados del primer trimestre disminuye la posibilidad de aplicar política del tipo quantitative easing, lo que hace suponer que el deterioro seguirá en el segundo trimestre del año.
    El fenómeno llamativo es India, que ha logrado la hazaña de superar la tasa de crecimiento china. En el año fiscal cerrado el pasado 31 de marzo, registró un crecimiento anual de 7,3%, impulsado por el mayor consumo y más gasto gubernamental. Pero además la inversión que hace el Estado en infraestructura y la creciente inversión extranjera directa, colaboran estimulando los gastos de capital. En cambio, la inversión privada local todavía permanece débil.
    En Brasil coinciden fenómenos políticos y económicos. La recesión se profundiza, y la prueba es la declinación en el gasto de los consumidores y de las empresas.
    Pero por otra parte, el juicio político a la presidente Dilma Rousseff y el clima consiguiente, traba toda posibilidad de tomar medidas para reducir el inmenso déficit fiscal. Por su fuera poco, el bajo precio del petróleo y los escándalos de corrupción que se investigan están dejando víctimas en importantes actividades económicas, como la construcción, la energía y las finanzas.
    Finalmente, Rusia. El colapso de los precios petroleros, y las sanciones económicas y financieras impuestas por los países occidentales a propósito de la agresión a Ucrania, han sumido al país en una seria recesión (sin mencionar el incesante vuelo de capitales locales que busca otros horizontes).
    El fenómeno más evidente ha sido el derrumbe de las exportaciones energéticas, apenas compensadas por la importante reducción operada en las importaciones de todo tipo de bienes.
    El crecimiento de largo plazo está amenazado por una demografía adversa, anticuada capacidad industrial, y una infraestructura insuficiente y muy exigida.