Por Mauro Maciel
Una idea nueva, sin antecedentes, empleada con éxito en el mercado, es tal vez el resumen más concreto del término innovación. A diferencia de un invento, se puede considerar innovación al proceso de introducir la novedad, ya sea de un producto, un método o una mejora. El insumo básico siempre será la concepción de la idea.
Para el director de la Escuela de Ingeniería y Gestión del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), Andrés Agres, la innovación es la conexión de dos conceptos distantes de forma novedosa y llevada a la práctica para resolver un problema. En tanto, el director de la Escuela de Negocios de la Universidad de San Andrés, Fernando Zerboni, considera que la innovación sirve para crear valor económico y social. “La innovación es la nueva forma de denominar la creación de nuevos negocios o empresas o nuevas formas de comercializar productos y servicios. Está relacionada con la creación de empresas, la creación de conocimiento y nuevas patentes”.
Por su parte, el director ejecutivo de Digital para Sudamérica Hispana de Accenture, Matías Arturo, sostiene que la innovación consiste en crear y capturar valor de una forma nueva, que al ser repetible y consistente es vital para el crecimiento a largo plazo de las compañías. “Innovar es cuestionar, permitirse la equivocación, hacer algo nuevo que antes no hacíamos”, dice Arturo. “Esta capacidad de crecer y diferenciarnos se basa en una sólida cultura de innovación y ejercer ello en forma continua”.
En un tiempo relativamente corto, el concepto innovación se instaló de manera discreta en el mundo académico y empresarial, pero poco a poco ha ido adquiriendo un protagonismo cada vez mayor hasta transformarse en un pilar imposible de soslayar entre las prioridades de un plan estratégico de cualquier organización, sea esta pública o privada. Más que un problema, la mínima evidencia en la actualidad de que una compañía se reconozca incapaz de innovar puede suponer el certificado de defunción, o al menos admitir sus limitaciones como un actor de liderazgo competitivo, independientemente del plano al que esté dirigido su interés.
Fernando Zerboni
La necesidad de innovar
Entonces, de acuerdo, innovemos pero para qué (¿o cómo?). He aquí un punto de partida. Agres dice que la innovación necesita tener un sentido de propósito y que este es crear soluciones nuevas a viejos problemas. “La innovación es sana cuando se aplica y no en sí misma”. El director de Comunicaciones y Asuntos de Gobierno de Siemens, Fernando Huergo, no duda en que el acto de innovar tiene como objetivo final mejorar la calidad de vida de las personas. “En un sentido multidimensional y en línea con nuestras áreas de negocio –dice–, innovamos para mejorar el cuidado de la salud, la movilidad en las ciudades, la provisión de energías más limpias y la optimización de procesos industriales”. En forma complementaria, el presidente ejecutivo de CropLife Latin América, José Perdomo, indica que el rasgo fundamental de las innovaciones es que puedan ser compartidas con la industria “para generar igualdad de conocimiento y que las diferentes prácticas puedan ser adaptadas a la realidad de cada país”.
Es posible que los avances cada vez más asombrosos hacia los que nos lleva la innovación, con herramientas cada vez más sofisticadas al alcance del público, desemboquen en una sociedad muy diferente de la que conocemos, conformada por personas con comportamientos inciertos ante estímulos inéditos. Imaginar un escenario semejante es el mayor desafío de las transformaciones del futuro.
Al respecto, Huergo considera que la consigna es “pensar en una sociedad que se beneficie con la tecnología aplicada, que incluya a las personas y que respete el cuidado del planeta, en base a soluciones ideadas desde una perspectiva de sostenibilidad y que permitan acompañar el crecimiento demográfico y económico”. En la era digital, Arturo señala que es preciso hacer mucho más que tildar opciones de una lista de capacidades tecnológicas “Sabemos que el éxito depende de poder viabilizar soluciones para la gente a fin de lograr más cosas mediante la tecnología, para adaptarse y aprender, crear nuevas soluciones continuamente, producir cambios constantes y revolucionar el statu quo”.
Se trata de una situación no demasiado diferente a la experimentada por la ciencia en la historia desde que la humanidad existe, señala Agres, y recuerda que el uso de la tecnología continua siendo opcional, en parte o en un todo, y sin embargo no así la interacción humana. “Parecería que tendemos hacia una sociedad más altruista, enfocada en los valores y las personas, donde más gente se podrá dedicar a enriquecer la vida de los demás, dejando que la tecnología ocupe lugares donde las personas hacen trabajos de máquinas. La tecnología no puede existir sin creadores y no puede funcionar sin supervisión. Debemos enfocar nuestras capacidades en entendernos como personas y sociedad, identificando oportunidades para enriquecer nuestra existencia y diseñando soluciones”.
Pero la innovación no debe ser confundida con un culto a lo novedoso, sino más bien como una forma de cultura capaz de articular ecosistemas. En su opinión, Agres coincide en que la innovación puede favorecer en esta articulación, en especial porque “en las interfaces de esos sistemas es donde se encuentran los mayores desafíos y problemas como sociedad”. Asimismo, cree que los seres humanos tienen la tendencia a trazar límites, a definir comunidades, a definirnos como el contrapuesto de alguien o algo. “Eso provoca inevitablemente un funcionamiento en silo que a veces puede ser nocivo para el funcionamiento del todo. Rompiendo silos es donde la innovación puede ser muy útil, si está bien administrada”. Arturo apela a la curiosidad natural de las personas innovadoras, que entienden lo que se necesita para alcanzar una innovación exitosa. “Investigación, conocimiento del contexto, inclusión en redes, observación, asociación de ideas, comenzar con preguntas y no con respuestas”, enumera. Y aconseja no temer al error: “Sin prueba, sin error, no se innova. No está mal equivocarse. Hay que premiar al error y no solo al éxito”.
En torno a la innovación, la tecnología, el mercado y la cultura –entendida como sensibilidad humanista– representan tres conceptos centrales que delimitan la cuestión, donde se hace necesario contar con una mirada transversal y capacidad colaborativa que permitan conectar tales ideas en pos del mayor beneficio. El director de Comunicaciones de Siemens cuenta que la compañía en la que trabaja define sus líneas de negocios y su accionar para dar respuesta a las megatendencias globales que afectan al mundo y a la sociedad, tales como “el cambio demográfico, el cambio climático, la urbanización, la globalización y la digitalización”. En esa línea, señala desarrollos innovadores en el campo de la electrificación, la automatización y la digitalización aplicadas en soluciones orientadas a la infraestructura urbana, el cuidado de la salud, la provisión eficiente de energía y la competitividad para la industria.
Fernando Huergo
Medir y analizar
Editado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Oficina Europea de Estadísticas, más conocida como Eurostat, el Manual de Oslo es un documento guía, elaborado en Europa, que tipifica la innovación en cuatro versiones: producto, proceso, marketing y organización. Una suerte de texto canónico para comprender los procesos de innovación y conocer la concepción oficial, al respecto, por parte de la Unión Europea.
En nuestra región, lo más parecido al Manual de Oslo es la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología –Iberoamericana e Interamericana– (Ricyt), de la que participan todos los países de América, junto con España y Portugal, que se puso en marcha en 1995 y cuyo principal sostén es en la actualidad la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI). La Ricyt tiene como objetivo general promover el desarrollo de instrumentos para la medición y el análisis de la ciencia y la tecnología en Iberoamérica, con el fin de profundizar en su conocimiento y utilización como instrumento político para la toma de decisiones. Diseñar indicadores para la medición y análisis, y facilitar la comparabilidad y el intercambio internacional de información, en materia de ciencia, tecnología e innovación, forma parte de los objetivos específicos de la red, a los que se suma realizar reuniones en torno a los temas prioritarios, publicar información, trabajos de investigación y análisis de indicadores y procesos de información.
En el plano aún más local, en la Argentina continúa vigente el documento “Plan Argentina Innovadora 2020” elaborado en 2011 por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (MINCyT), con lineamientos estratégicos para el período 2012–2015. La nueva administración del Gobierno de Cambiemos ha instruido su actualización con una extensión de su horizonte de planeamiento al año 2030. La estrategia, estructurada de manera matricial, recoge tres tecnologías de propósito general, Biotecnología, Nanotecnología y TIC, que se cruzan con los sectores de Agroindustria, Ambiente y Desarrollo Sustentable, Desarrollo Social, Energía, Industria y Salud, de tal manera que da origen a los Núcleos Socio-Productivo Estratégicos (NSPE).
La producción y aplicación de conocimientos científicos y tecnológicos son una piedra angular en los procesos de desarrollo integral en los países que desean alcanzar la inclusión social de todos sus habitantes. A su vez, de manera recíproca, una sociedad equitativa se convierte en un campo fértil para la innovación.
La continuidad a la política de trabajo delineada por el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, quien fue respaldado por su labor en la gestión anterior, hizo posible mantener su gestión al margen de los movimientos pendulares típicos con cada cambio de signo político al frente de la administración nacional. Es posible mencionar casos exitosos de innovación promovidos por el ministerio, de acuerdo a la región de origen y al sector productivo:
Dispositivo de detección de enfermedades infecciosas: la plataforma portátil sirve para detectar en forma rápida y efectiva trastornos infecciosos, como el mal de Chagas, la brucelosis o el síndrome urémico hemolítico, que en general afectan a poblaciones aisladas de los centros de salud
Tratamiento de ortodoncia invisible: a partir del uso de la tecnología 3D, una empresa de base tecnológica desarrolló un alineador dental, móvil, transparente, higiénico, flexible y sin alambres, que alcanza idénticos resultados a los de los brackets tradicionales.
Planta de tratamiento de residuos forestales: la planta ubicada en la localidad de Santa Ana, Misiones, es la primera en su rubro en la Argentina, transforma el aserrín en biocarbón, fertilizantes y biocombustibles, de tal manera que evita datos de los residuos sobre el ambiente.
Prótesis vocales para humanos: según estudios de científicos de la Universidad de Buenos Aires, los mecanismos neuronales que emplean los pájaros durante el canto podrían ayudar en el desarrollo de dispositivos de fonación para personas que perdieron el habla.
Pasas de uva de exportación: la firma sanjuanina Lomas del Sol optimizó sus procesos industriales de pasas de uva, con el fin de poder certificar su producción. Mejoró la capacidad de secado, adoptó procedimientos de trazabilidad e incorporó nuevos materiales, que le permitió llegar a más de 10 mercados en el mundo con un producto de alta calidad.
Matías Arturo
El agro como punta de lanza local
La agricultura es uno de los protagonistas que motorizan el desarrollo de la tecnología aplicada de la mano de la innovación. Entre 1960 y 2010 la población mundial se multiplicó por dos y la producción agrícola, por tres. En paralelo, la extensión del área de tierra cultivada, que al inicio del período era de 1.370 millones de hectáreas, pasó a 1.530 millones de hectáreas hacia 2010. Es decir, que al cabo de 50 años el crecimiento de la capacidad instalada creció tan solo 12%. El beneficio diferencial fue producto de la productividad como consecuencia de la innovación aplicada al agro.
No obstante, el siglo 21 la tendencia viró y la demanda mundial de alimentos creció por encima de la oferta, con la irrupción en el mercado internacional de países como China e India, principalmente, pero muchos otros países en vías de desarrollo, que han logrado rescatar de la pobreza a cientos de millones de personas y en consecuencia la plaza de consumidores se ha transformado en un bazar inabarcable y los granos cultivados que sufrieron un alza significativo de sus precios.
Estimaciones del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) indican que la productividad de todos los factores representó tres cuartas partes del crecimiento de la producción agrícola del planeta desde el año 2001, cuando se dio inicio a la transformación de una actividad capital-intensiva de alta tecnología, principalmente en Brasil, la Argentina y Estados Unidos.
Precisamente en Estados Unidos, líder mundial en producción agrícola, 10% de las empresas productoras destinaron una cifra superior a los U$S 18.000 millones entre 2000 y 2008 a la cuenta de investigación y desarrollo, y son responsables de más de 60% de la producción en todo el mundo.
La ecuación no es demasiado compleja de comprender: en la productividad está la respuesta para alimentar a una población que crece a un ritmo jamás experimentado. La Organización para la Alimentación y la Agricultura de Naciones Unidas (FAO) junto a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) sugieren que, para servir la comida en los platos de una población con 9.100 millones en 2050, será necesario incrementar la producción agrícola mundial en 60%. Allí radica el principal desafío del agro.
El rol que ejerció la agricultura a partir de la innovación aplicada resultó determinante en el desarrollo económico. El presidente ejecutivo de CropLife Latin America, José Perdomo, señala que es de suma importancia entender el manejo de los recursos del suelo y el agua, para conservar la productividad de la tierra. “Esto significa insistir con el empleo de las buenas prácticas agrícolas, la rotación y el uso del agua, que es un recurso cada vez más limitado. Debemos estar abiertos a la innovación, a reeducarnos, reinventarnos y adaptarnos para una agricultura cada vez más sustentable y productiva”.
José Perdomo
Indicadores globales
“La innovación es una promesa para estimular el crecimiento económico en los países en todas las etapas de desarrollo de largo alcance. Sin embargo, la realización de esta promesa no es automática. Cada país debe encontrar la combinación adecuada de políticas para movilizar el potencial innovador y creativo innato en sus economías”, señala el director general de la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI –WIPO, en inglés), Francis Gurry. La OMPI comenzó a calcular en 2014 el Ãndice Global de Innovación (IGI), en el que son evaluados 141 países, sobre la base de 79 indicadores.
La versión 2015 del Ãndice Global de Innovación observa las políticas de innovación eficaz para el desarrollo y señala las nuevas maneras en que las autoridades de las economías emergentes pueden fomentar la innovación y estimular el crecimiento, mediante la construcción de fortalezas locales y asegurar el desarrollo de un entorno de innovación nacional.
Los cinco pilares de las economías locales que hacen posible las actividades innovadoras son instituciones, capital humano e investigación, infraestructura, sofisticación del mercado y sofisticación de los negocios. Los dos pilares que permiten capturar evidencia real en innovación son: resultados del conocimiento y tecnologías y resultados de creatividad. Cada pilar se divide en subpilares, los cuales se componen de indicadores individuales.
Las primeras 10 posiciones del ranking fueron ocupadas en 2015 por Suiza, Reino Unido, Suecia, Holanda, Estados Unidos, Finlandia, Singapur, Irlanda, Luxemburgo y Dinamarca. En tanto que la Argentina se anotó prácticamente en el medio de la clasificación, con el puesto número 72, dos lugares por detrás que en 2014. En la región, América Latina y el Caribe, Barbados, Chile, Costa Rica, México, Panamá, Colombia, Uruguay, Brasil, Perú y la Argentina completan los primeros 10 países. Sin embargo, es válido resaltar que en el ámbito latinoamericano la Argentina ostenta el cuarto lugar en términos de eficiencia de su sistema de I+D, solo superado por Barbados, Costa Rica y Panamá, lo que quiere decir que a pesar las falencias de insuficiencia o baja calidad, obtiene un rendimiento comparativamente mayor al resto de la región.
El IGI 2015 se pregunta (y también se responde) quién haría qué en un mundo perfecto para la innovación, de acuerdo a los siete pilares mencionados. Así, en términos de instituciones, Finlandia, Singapur y Nueva Zelandia, resaltan en efectividad de gobierno, calidad regulatoria y facilidad para el inicio de negocios, respectivamente.
En capital humano e innovación se destacan las naciones de Lesoto (en gasto en Educación sobre PBI), Irán (en graduados en ciencias e ingenierías), Israel (en gasto en I+D sobre PBI), China (en performance de alumnos en lectura, matemáticas y ciencias), Georgia (en ratio alumno–maestro en escuela secundaria) y Reino Unido (en calidad universitaria).
En cuanto a infraestructura, Dinamarca lidera en el uso de tecnología de la información; Alemania, en la performance en logística; Uruguay, en participación online; y Mongolia, en inversión en nueva infraestructura sobre PBI.
En el plano de la sofisticación del mercado, Bolivia se destaca gracias a las microfinanzas como porcentaje del PBI y Colombia por la facilidad de acceso al crédito. En tanto que en la sofisticación de los negocios, Luxemburgo alcanza un empleo intensivo basado en el conocimiento; EE.UU., colaboración en investigación entre las universidades y la industria; Emiratos Ãrabes, estado de desarrollo de cluster; Bielorrusia, mujeres con títulos avanzados; y Corea del Sur, I+D financiado por empresas.
En cuanto a resultados del conocimiento y tecnologías, Sri Lanka es reconocido por la tasa de crecimiento de su PBI per cápita; EE.UU., por la calidad de sus publicaciones científicas; Hong Kong, por la creación de nuevos negocios; India, por las exportaciones de sus servicios informáticos; y Malasia, por las exportaciones de alta tecnología.
Finalmente, en cuanto a resultados de creatividad, resaltan los esfuerzos de Estonia en tecnologías de información e innovación organizacional; Paraguay, en solicitudes de marcas de residentes nacionales; Serbia, en la exportación de industrias creativas; y Australia, en el tamaño de sus industrias editoriales y de impresión.
Andrés Agres
Modernización del Estado e incentivos para el desarrollo
Así como la necesidad de la administración pública hace algunos años fue la utilización de las TIC para alcanzar una mejora de su eficiencia interna o una reducción de costos, en la actualidad, saldados aquellos puntos, el foco está dirigido a lograr el máximo valor posible para la ciudadanía. Esto es, acortar la distancia del usuario con los servicios del Estado. Es prioridad para el Estado completar en su totalidad el proceso de digitalización de la administración ública, que permita brindar servicios más inmediatos y accesibles para que los ciudadanos puedan interactuar y realizar sus trámites de modo simple y seguro.
Hoy en día la preocupación de los organismos del sector público pasa por resolver los procesos de base tecnológica, pasando por el documento de identidad, la gestión de formularios digitales o el desarrollo de una ventanilla única virtual, hasta conceptos más amplios como las ciudades inteligentes, sin desatender la importancia de las mejoras en la transparencia de la gestión pública. Al respecto, la transparencia no consiste únicamente en abrir los datos a los ciudadanos, sino en expresarlos en el lenguaje de la ciudadanía, algo que no es un problema técnico sino que responde a aspectos culturales o vinculados con la idiosincrasia.
Buena parte de la innovación en la Argentina es desarrollada por científicos de universidades públicas, seguidos por iniciativas surgidas del seno de empresas y de universidades privadas, a la vez que institutos de investigación y laboratorios sectoriales administrados y financiados por el Gobierno nacional, entre los que se encuentran la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud (ANLIS), el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) y el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (Inti).
“La Argentina tiene muy buena participación con respecto a otros países en las redes internacionales de conocimiento; hay mucho presencia de argentinos en Silicon Valley, en las conferencias, en los lugares de creación”, resalta Zerboni de la Universidad de San Andrés. No obstante, el potencial sin realizar en función de la adaptación de una orientación coherente de acuerdo al trabajo de I+D, aún está pendiente.
Los incentivos probablemente sean el argumento más fuerte al buscar respuestas acerca de las razones por las que ciertas innovaciones no se convierten en un bien o servicio de consumo. Sucede que el marco legal debería acompañar en la promoción y generación de estímulos a los empresarios o innovadores para que sus actividades de I+D puedan dirigirse hacia un horizonte con una previsión razonable. “Tenemos muchos científicos que hacen buena I+D, pero pocos que lo pueden aplicar a productos concretos o a modelos de negocios”, comenta Zerboni
En tal sentido la Argentina no cuenta con un régimen adecuado en términos de derechos de propiedad intelectual y por lo tanto, un escenario en el que todos resultan favorecidos y muy pocos asumen los costos, seguramente repelerá más inversores que los que pueda atraer. Zerboni conserva un foco de optimismo al respecto: “Hay muy buenas intenciones y se está trabajando por primera vez en un marco completo. Soy muy optimista, aunque hay muchos países trabajando en lo mismo y no será fácil, pero tenemos un plan por lo menos”.
Oficialmente, la Argentina adhiere a la mayoría de los tratados y acuerdos internacionales sobre derechos de propiedad intelectual pese a que algunos elementos de cumplimiento se contradicen con las obligaciones internacionales del país. Puntualmente, un problema de larga data resulta el derecho de autor, donde son muy débiles por parte del Estado los esfuerzos de penalizar las actividades de piratería comercial o poner fin a la importación de mercadería falsificada.
“Por un lado, la Argentina tiene muchos y muy buenos innovadores o entrepreneurs, lo cual es muy auspicioso, pero tiene a su vez un pésimo entorno para hacer negocios. Y muchos de los buenos negocios han sido posibles porque se hicieron o se venden afuera del país. Hay un esfuerzo enorme del Gobierno para mejorar esta situación, simplificando trámites, impuestos y requisitos, pero no es fácil por la enorme cantidad de regulaciones laborales”, cuenta Zerboni y completa: “Entonces, si se liberan estos temas, hay un potencial enorme”.