Exportar microbiología o “Argentina año verde”

    Por Rubén Chorny

    Los garajes han sido fuentes de inspiración de grandes emprendedores que han hecho historia, como fue el famoso caso de los Steve californianos: Jobs y Wozniak, que en Crist Drive 2066, pleno corazón de Silicon Valley, alumbraron la primera computadora Apple que revolucionó la informática mundial.
    También de este lado del continente hubo cocheras privadas travestidas que se consagraron para la posteridad, como la que en Pergamino, ciudad bonaerense emblema de la agricultura pampeana, serviría de laboratorio a un ingeniero agrónomo irlandés graduado en la UBA y con máster en la Universidad de Mississippi, llamado Miguel Harnan, quien elaboraba en pequeños fermentadores de 25 litros inoculantes destinados a lotus, alfalfa, trébol y soja. Procesaba Rhizobium, una especie de bacterias que, por fijación simbiótica, permiten a las leguminosas aprovechar el nitrógeno del aire, y de ese modo hacerse de un nutriente esencial para el desarrollo de la planta.
    De allí extrajo el germen fundacional de una empresa que 38 años después se consagraría líder en productos microbiológicos: que amasa una participación de 30% en inoculantes, un market share internacional de 20% en inoculantes para soja y que comercializa sus productos en más de 30 países. Que facturó US$ 91,5 millones en 2015-16 y este año, asociada por mitades con la francesa De Sangosse en Synertech Argentina, inauguró en el parque industrial de Pergamino una planta binacional que produce los mundialmente reconocidos fertilizantes microgranulados Microstar. Emprendimiento que insumió a ambos socios una inversión de US$ 30 millones.
    Es la historia de Rizobacter, que apenas cortadas las cintas de la fábrica binacional se convirtió otra vez en noticia, porque una parte de los accionistas de origen vendió 50,1% de las acciones en alrededor de US$ 100 millones (las partes no confirman este monto invocando razones de seguridad) a un conglomerado que conforman 250 empresarios agrícolas integrados, cuyo denominador común es el compromiso con múltiples tecnologías, entre ellas biotecnología de semillas y enzimas industriales, así como las de fermentación.
    De Bioceres se trata. Establecida en Rosario, no llega a los 10 años de antigüedad y ya ha sido pionera a escala mundial en recibir aprobación regulatoria para una tecnología de tolerancia a la sequía en semillas de soja transgénica, descubierta en el laboratorio de la Universidad Nacional del Litoral: el gen HB4, cuya factibilidad comercial ya fue confirmada.
    Es algo así como oro en polvo en un mundo en el que para 2050 habrá unas 9.000 millones de bocas demandando alimentos en el planeta. Y ahí entran a tallar Rizobacter y los microorganismos, que son su fuerte, para integrarse con el gen de Bioceres a prueba de corrientes del Niño y de la Niña en la concepción de una semilla pretratada, capaz de fusionar las ventajas de la genética, de la biotecnología y de la microbiología. Una suerte de multiplicador casi invisible de la productividad agraria que hará rendir de movida un cuarto más el promedio de una parcela, tanto de las ricas geografías como la nuestra, cuanto limitadas como las de otras latitudes a las que seguramente se exportará.


    Federico Trucco

    Semya, semilla de la integración



    La simiente de la asociación plasmada en el paquete accionario de la firma pergaminense fue, precisamente, el joint venture de investigación y desarrollo de productos biológicos con alto valor tecnológico que compartían desde 2014, llamado Semya, al que Bioceres aportaba la genética, los trades de las alógamas como trigo y soja, y Rizobacter los microorganismos.
    La mutación societaria fue concebida en charlas de café de ambos CEO tras las reuniones de los grupos de trabajo de I+D de las dos empresas: el de Bioceres y del Instituto de Agrobiología Rosario, Indear, (brazo de investigación y desarrollo nacido de una alianza con el Conicet) un joven de perfil científico graduado en Illinois, Federico Trucco; y el de Rizobacter, un veterano ingeniero agrónomo “de la primera hora”, fogueado en la comercialización de biofertilizantes y bioplaguicidas para los cultivos, que se miden en micrones pero rinden en toneladas, Ricardo Yapur.
    Una cosa fue llevando a la otra: más de la mitad de las acciones de Rizobacter en poder de socios alejados del negocio estaban a la venta, en un contexto de pérdidas por $ 96,3 millones al 30 de junio pasado, que doblaban a una ganancia precedente de $ 47,3 millones. Se juntaba este escenario con que estaba en marcha la inversión en la planta que produce Microstar, que generaba deuda, y había muchos documentos a cobrar ante los magros resultados que desencadenaron la pauperización y el progresivo incremento del riesgo climático en el agro: en el último año sólo se salvó de la debacle el rubro curasemillas.
    Juntos, Trucco y Yapur proyectaron a futuro las afinidades y sinergias de una eventual integración empresarial, y analizaron qué representaría para la bisoña firma rosarina el aporte microbiológico de su colega más antiguo, sumando los verticales de crecimiento que vienen por el lado de los fertilizantes microgranulados, además del “footprins” de internacionalización que le confiere exportar a más de 20 países y tener subsidiarias en Brasil, Paraguay, Sudáfrica, Estados Unidos, Bolivia, Uruguay.
    Pasaron entonces a la etapa de llamar a los abogados para ir diseñando la operación de traspaso de acciones, que finalmente se concretó a través de Rasa Holding LLC.
    Trucco le reconoce especial importancia a las puertas allende las fronteras que la inversión en Rizobacter, con todos sus contratos y relaciones, le abrirá hacia el logro de una de sus caras metas financieras: la captación de fondos con oferta pública de acciones en el Nasdaq de Estados Unidos.
    Avizora el CEO de Bioceres que constituye el espaldarazo de capital que necesitan para posicionarse en lo que será “el crecimiento del espacio de la biotecnología en la parte de comercio exterior, o lo que son los negocios fuera de Argentina, a una tasa mayor que la operación local”.
    La certeza se finca en que “la nueva empresa que surgió de la adquisición es, a escala de Latinoamérica, la más significativa en el renglón, lo cual nos sitúa mejor en función de las alianzas internacionales con los jugadores de los distintos espacios de valor en un momento de alta consolidación”.
    Hace referencia, en ese aspecto, a que la industria de la biotecnología para el agro está liderada internacionalmente por un puñado de multinacionales de primer nivel, como Monsanto, Bayer, Basf, Syngenta, Dow Chemical–Dupont, entre ellas, “que están en procesos de fusiones o adquisiciones, lo cual genera por un lado un desafío y, por otro, una enorme oportunidad: la de jugar en las ligas globales mayores”.


    Ricardo Yapur

    Escalas siderales que se juntan
    Desde Rosario, Trucco descarta la idea de un típico desembarco.

    –¿Cuáles son los plazos en que prevén que se irán fusionando las estructuras de ambas empresas?
    –Nuestro principal desafío es potenciar lo que veníamos haciendo en forma individual. Buscamos una lógica de complementariedad que en el corto plazo permita ir realizando una serie de sinergias, que no deben entenderse como reducciones de costos, sino que potencian la línea de ingresos y el proceso de internacionalización. A mediano y largo plazo, nos propusimos constituirnos desde Latinoamérica, y específicamente desde Argentina, en un actor relevante en el mercado global de insumos para el agro, con centro en la biotecnología, donde Argentina tiene una trayectoria muy rica.

    –¿Cómo instrumentan en la práctica la nueva organización empresarial?
    –Bioceres como compañía es un grupo, constituye el vehículo por el cual se generaron una serie de inversiones, Rizobacter es una de ellas, y tiende a tener una gobernanza unificada que mantiene la identidad de cada una de las empresas. Nuestros nuevos socios tienen un equipo humano sumamente exitoso, que no sólo buscamos preservar, sino potenciar y ayudar a crecer. Tal es así que la expansión más concreta que prevemos se da en el campo de la microbiología, del que provienen ellos.

    –¿Qué esperan del gobierno en esta etapa de mancomunamiento?
    –Como la inversión en crear conocimiento es preeminentemente del Estado, tanto en Argentina como en Estados Unidos y en muchos países avanzados, buscamos vincularnos con el sistema académico, con el científico, para transformar rápidamente conocimientos que son costosos para la sociedad en nuevas empresas, nuevos negocios y, en definitiva, nuevos puestos de trabajo, que es donde anclará la economía del futuro.
    Es el caso del único producto que hay en el plano mundial, de tolerancia a la sequía en el cultivo transgénico de la soja, que es de Bioceres, se desarrolló en la Argentina, con tecnología del Conicet y ya está probado para su comercialización, potenciado con componentes microbiológicos y con el aval de Rizobacter. En Rosario hay equipos trabajando en biología sintética que están a la par de lo que pueden hacer en Nueva Inglaterra, en Estados Unidos, en Silicon Valley, o quizá en algunos lugares puntuales de Europa, con las tecnologías de conversión, todas basadas en microorganismos.

    Un himno al amanecer
    En la grabación de espera del conmutador de Rizobacter, se escucha un estridente canto de gallo, al que le sigue una explicación sobre las bondades del fertilizante microgranulado Microstar PZ. Constituye casi un himno que promociona la apuesta a la sustitución de importaciones que pergeñó el gerente general y CEO de la empresa que estrena nuevos dueños, Ricardo Yapur, de una vasta trayectoria que arranca en 1981 cuando trabajaba en la Cooperativa de Arroyo Dulce e iba seguido a Pergamino.
    Fue el artífice con Trucco de la que, según explica, “no es una fusión, sino la compra de la participación que tenían accionistas que querían salirse del negocio. La empresa continúa siendo exactamente la misma y, como Bioceres no tiene estructura administrativa, seguiremos funcionando de la misma forma: Bioceres seguirá siendo Bioceres y Rizobacter, Rizobacter”. Se diferencian en que “Bioceres es una empresa esencialmente de investigación y desarrollo, mientras Rizobacter también tiene I+D pero es básicamente de comercialización”.

    –¿Quién será el jefe?
    –Hoy Bioceres tiene un jefe que es Federico Trucco y Rizobacter tiene otro que es Ricardo Yapur.  Al final del día, de la semana o del mes nos juntamos y fijamos objetivos. A pesar de tener el 50%, Trucco no hace nada con los 400 empleados de Rizobacter, trabaja conmigo, y tampoco yo hago nada con los 130 de Bioceres, sino que trabajo con él.
    Las dos empresas tienen perfiles de personal muy distintos: en aquella, la gran mayoría son investigadores y nuestro equipo, en buena medida, está compuesto por ingenieros agrónomos que se ocupan de marketing, ventas, técnica.   

    –¿Cuál es la proporción actual de la facturación de Rizobacter entre mercado interno y externo?
    –80% viene del mercado interno y 20% de exportaciones, básicamente asentadas en Latinoamérica, pero también en Estados Unidos, Ucrania, Rusia, Alemania, Turquía, Austria, Sudáfrica, India. Dentro de los objetivos estratégicos de Rizobacter está llevar a 30% la facturación proveniente del comercio exterior, pero puede ser que, en cuanto caminemos el mundo con Bioceres, también podamos ir al 40%.

    –¿Podrá consolidarse el modelo en marcha de sustituir importaciones pero con doble mano abierta a las exportaciones?
    –Empecemos porque la Argentina es neto exportador agrícola y nada más que por la soja ingresan US$ 30.000 millones, con una contrapartida de importación de fitosanitarios y fertilizantes que no supera los 3 a 4 mil millones. Pero además nos preparamos para el papel protagónico muy fuerte que nos tocará como país en la seguridad alimentaria mundial. Es en parte lo que vieron los franceses y por eso vinieron a invertir. Se dan cuenta que Europa es un gran jardín, que Estados Unidos consume todo lo que produce, que Europa del Este no termina de arrancar, que en Ãfrica, si bien abundan la tierra y el agua, su población no está educada para entender este tipo de agricultura moderna, eficiente, con uso de tecnología, y que Asia va a seguir consumiendo.
    La moraleja sería que, como la mayoría de los alimentos va a salir de Sudamérica, acá está el gran potencial.