Periodismo bajo el peso del poder

    Carlos Correa

    Entre amenazados, censurados y hasta golpeados en sus coberturas de calle, los periodistas hacen proezas por desarrollar sus trabajos en una Venezuela políticamente dividida y en plena crisis alimentaria, humanitaria y de todo tipo.
    Las ONG registran unas 20 protestas por día en ese país, muchas acompañadas por saqueos a supermercados y bodegas, agresiones entre gente desesperada por conseguir leche o medicamentos, y robos de delincuentes que aprovechan los tumultos para hacer de las suyas. Los reporteros suelen tener chalecos antibalas y máscaras anti-gas, aunque a “la hora de la verdad” no hay quién los proteja.
    “Lo cierto es que las coberturas e investigar sobre cómo una sociedad pudo llegar a esta crisis, son temas sensibles para un Gobierno que quiere minimizar lo que sucede, o mostrar solo su versión de los hechos”, afirmó Carlos Correa, director ejecutivo de la ONG Espacio Público.
    En los últimos años, los principales medios de comunicación venezolanos han sido comprados por empresarios afines al Gobierno venezolano, en una avanzada de hegemonía comunicacional oficialista que poco espacio deja para la libertad de expresión.
    Muchos periodistas han sido despedidos y reemplazados por quienes asumen con docilidad las nuevas reglas. Algunos han renunciado ante los cambios en las líneas editoriales y se han reinsertado en medios de comunicación digitales, o aun buscan trabajo en un mercado deprimido. Y otros se han ido del país para ejercer en condiciones más libres, por ejemplo, en Panamá (donde existen varios proyectos editoriales en este momento), o en EE.UU. (donde algunos consiguieron asilo político, alegando persecución ideológica en Venezuela).
    ¿Qué pasa en gran parte de los casos? “Los periodistas ejercen la autocensura. Después de más de 15 años de Gobierno chavista, se sabe qué se puede decir y qué no, qué tanto se puede arriesgar con la pluma y qué afirmaciones ocasionará despidos seguros”, respondió Lisset Boom, ganadora de varios premios internacionales de periodismo en investigación e integrante de Runrun.es, uno de los sites informativos que sobrevive en la actual coyuntura venezolana.
    El más reciente estudio del Instituto Prensa y Sociedad (Ipys) registró que más del 30% de los periodistas encuestados en Venezuela se están autocensurando, por miedo a demandas legales (son acusados de difamación) y represalias del Gobierno. 
    Boom aclaró que “a pesar de todo, hay rendijas para dar a conocer la realidad venezolana, sobre todo a través de Internet. Los medios y agencias internacionales también se han encargado de difundir lo que acontece en Venezuela, sin el filtro de este Gobierno”. De hecho, varios periodistas venezolanos han podido abocarse, por ejemplo, a los casos de “Panamá Papers”, sumándose a una red colaborativa que involucró a más de 300 investigadores de distintas partes del mundo.  

    Así comenzó la historia…

    Las alertas sonaron cuando, en noviembre de 2006, el entonces presidente Hugo Chávez declaró que “si los medios son enemigos del Gobierno, Conatel (entidad oficial) está en el derecho de renovarles o no las concesiones” (para seguir o no saliendo al aire).
    Seguramente ese fue el comienzo de una serie de medidas retaliativas contra aquellas televisoras y radios con contenidos críticos. Y, efectivamente, el fin de la concesión de Radio Caracas Televisión (Rctv) tuvo lugar el 27 de mayo de 2007. Los equipos de esa televisora fueron confiscados y su señal fue rápidamente sustituida por Tves, un canal más del Estado.
    En 2009, Diosdado Cabello (hombre fuerte del chavismo, en aquel momento director de Conatel) anunció que “para democratizar el espectro radioeléctrico, abrimos procedimientos administrativos para recuperar las concesiones de 86 emisoras AM, 154 FM y 45 televisoras”. En esa “recuperación”, desapareció el circuito CNB, mientras que, por ejemplo, Unión Radio hizo importantes concesiones en su programación (la edulcoraron) para evitar sanciones, o que se la quedara el régimen.
    Otro hito se dio en 2013 con la compra de Globovisión, canal que recibió decenas de multas por parte de Conatel, por supuestas irregularidades administrativas, hasta que se declaró “inviable económicamente”. El canal fue comprado por empresarios privados venezolanos, conocidos por sus vínculos con la cúpula chavista.
    La Cadena Capriles (uno de los grupos editoriales más poderosos del país, que reúne los periódicos Últimas Noticias, El Mundo, Economía y Negocios, y el deportivo Líder) siguieron en la lista de ese año. Latam Media Group, con el banco de inversión Hanson Group a la cabeza, la compró, o así aparece en los registros, pero las investigaciones de Ipys demostraron que esa transacción se trató de una “pantalla” de empresarios vinculados al Gobierno venezolano. Ipys descubrió que Hanson Group reportaba un valor neto de US$ 2.049.313 y la Cadena Capriles fue vendida por US$ 97.589.159.
    En 2014, se concretó la venta del periódico El Universal, supuestamente a la española Epalisticia, desconociéndose a ciencia cierta quiénes son sus verdaderos dueños. Mientras tanto, su otrora competencia directa, El Nacional, se ha resistido a ser comprado y apenas sobrevive con una redacción crítica al proceso, pero con presupuesto reducido y pocas páginas. En cualquier otro momento de la historia, ese periódico fue emblemático en el país.
    “Hay muchas formas de controlar a los medios de comunicación: con la no renovación de concesiones de radio y TV, retiro de la publicidad de las empresas del Estado (como PDVSA, un gran anunciante), multas económicas desproporcionadas a las compañías periodísticas, y hasta largas cadenas oficiales de horas y horas al aire”, observó Correa.
    Uno de los factores que más ha pesado en el cierre de periódicos es la falta de papel. Las divisas para importarlo son otorgadas por las autoridades oficiales a discrecionalidad. Se calcula que la prensa imprime 20% de lo que hizo en el pasado.
    “Hay que agregar la proliferación de demandas judiciales contra periodistas y empresas de la comunicación por hechos que no constituyen delitos en ningún país democrático del mundo. Solamente el periódico Tal Cual acumula 10 demandas judiciales”, dijo Correa.
    Según cálculos de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), la plataforma del Gobierno acumula 30 medios y oficinas productoras de materiales y contenidos para radio y televisión, 14 plantas de televisión, cuatro periódicos, decenas de estaciones de radio y más de 500 medios comunitarios. La Ucab afirma que la dimensión de esta plataforma y operación de propaganda no tiene precedentes en la historia de Venezuela, e incluso de América latina.
    La web como alternativa
    Los medios electrónicos, por la naturaleza misma de la tecnología, no son tan fáciles de controlar. Esto ha significado que muchos periodistas hayan migrado a allí.
    “Los nuevos medios digitales han surgido a partir de 2014, después de la llegada de Nicolás Maduro a la presidencia. Un caso es Runrun.es, donde trabajo desde mayo de 2014 cuando renuncié a la Cadena Capriles, por haber sido vendida a un grupo afecto al Gobierno. Ahora, el equipo de investigación del cual formo parte publica reportajes que cuestionan al poder, revelan casos de corrupción y malos manejos de los dineros públicos, violaciones de derechos humanos y participación del Estado en el aumento de la violencia”, señaló Boom.
    Otros portales web creados en Venezuela que se dedican a difundir noticias críticas al Gobierno son, por ejemplo, La Patilla, El Estímulo, El Pitazo, EfectoCocuyo, ArmandoInfo. Y, en menor grado, hay televisión en línea, como el canal VivoPlay.
    El Gobierno afirma que algunos de esos medios de comunicación son financiados por “el imperio norteamericano, que atenta contra los intereses del pueblo venezolano”; algunos lo han desmentido, otros se mantienen en silencio.
    “Así como los medios oficialistas no critican al Gobierno, los de oposición no dejan de hacerlo. Se han perdido los grises, por eso el periodismo en este país ha perdido profundidad”, señaló la psicóloga Fátima Do Santos, investigadora y profesora de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
    “Al leer un periódico opositor, el contenido y tono de la redacción es muy similar desde la primera hasta la última página, mientras que los periódicos del Gobierno son simplemente panfletos partidistas. No creo que los periodistas puedan sentirse libres en estos momentos, en ninguno de los dos lados. Es difícil la existencia de un periodismo independiente en una Venezuela altamente polarizada”, opinó.

    Más problemas a futuro

    Según Correa, la cobertura de acontecimientos será más cuesta arriba en los próximos meses, cuando recrudezca la escasez de alimentos y medicinas en Venezuela, ya que podría aumentar la censura y los ataques de grupos sociales reticentes a las cámaras y micrófonos.
    Es de prever que, en esta era digital, los periodistas recurrirán más al trabajo en redes más allá de fronteras. Es de prever que, mientras las organizaciones del exterior no descuiden su mirada sobre lo que sucede en Venezuela, los espacios de lucha internos por la libertad de expresión no perderán fuerza.
    También es cierto que una nueva corriente de periodistas está surgiendo: aquellos que piensan que el ejercicio tiene que estar al “servicio de la revolución”. Para ese grupo, la ética y la razón de ser de la profesión no pasa por la crítica o la denuncia, sino por la difusión del “pensamiento único” y el adoctrinamiento de las audiencias.
    Un tercer grupo se identifica: el de jóvenes recién graduados, que tienen unos 24 años de edad y que han vivido toda su adolescencia y juventud durante el régimen chavista, ningún otro.
    Esa generación de periodistas no ha tenido vivencias sobre alternabilidad de gobiernos; no sabe, por ejemplo, cómo leer la data de organismos públicos (porque casi no se publican); ni siquiera conocen la libre convertibilidad de la moneda (el control de cambio rige desde el año 2003).
    De ahí que la formación y alimentar el espíritu crítico de estos jóvenes que ya están en funciones, es tarea fundamental. Gran parte del futuro del periodismo está en esas manos.

    Datos de la ONG Espacio Público

    • En 2015, ocurrieron 286 violaciones a la libertad de expresión, en su mayoría contra periodistas, reporteros gráficos, camarógrafos, asistentes y conductores de unidades de transporte, además de los directivos que sufrieron denuncias judiciales, como los periódicos Tal Cual, La Patilla y El Nacional.
    • En lo que va de 2016 (hasta mayo) se registraron 152 víctimas, entre ellos 81 periodistas, 37 medios de comunicación y 21 reporteros gráficos, quienes recibieron ataques verbales masivos e impacto de objetos contundentes en ejercicio de sus funciones.

    “La censura se vive como mutilación”

    • Según la psicóloga Fátima Do Santos, la censura se vive como un proceso de mutilación, porque se degrada el valor y la identidad de la profesión.
    • “Cuando un médico no logra curar, un maestro no puede enseñar, o un comunicador no puede informar, pierde parte de su razón de vida y parte de quien es. Para un periodista, la censura es un proceso doloroso y generalmente desmotivante”, señaló.
    • A su entender, existen muchas estrategias psicológicas para convivir o enfrentar el malestar generado por las situaciones de amenaza, como ser plegarse al sistema dominante, tratar de ser combativos aun trabajando en medios censurados, o migrar a medios de comunicación disidentes.