El fin de la Guerra Fría disparó una de las etapas económicas más brutales de los últimos tiempos. Luego de un periodo de relativa redistribución keynesiana en las economías desarrolladas, una combinación de acciones de Gobierno e intereses económicos privados llevó a una radical remodelación del capitalismo. La lógica que organiza esa remodelación es sistémica y se entrelaza con las políticas económicas y desregulatorias de la mayoría de los países, como las privatizaciones y el levantamiento de los aranceles de importación.
En los últimos años del siglo 20 la ortodoxia económica, tanto académica como política, era que las políticas de libre mercado son el mejor camino para el desarrollo económico. Durante ese período, con la notable excepción de China y e India, los países en desarrollo abrazaron esa ortodoxia, a veces voluntariamente, otras por presiones externas. Liberaron el comercio, se abrieron a la inversión extranjera, privatizaron las empresas estatales e implementaron políticas macroeconómicas conservadoras caracterizadas por altas tasas de interés y presupuestos equilibrados.
Fue un periodo notable en la historia de la historia económica mundial. Hubo avances tecnológicos extraordinarios y el crecimiento económico en muchos países fue grande. Hasta los países pobres de la periferia pudieron gozar de ese progreso. Luego vino la crisis financiera que delató los abusos del capitalismo y abrió una nueva era, que no es ni será tan amable con el crecimiento de los países pobres.
Robert Gilpin, en su libro El desafío del capitalismo global. La economía mundial en el siglo 21 dice que a pesar de los enormes beneficios del sistema, una economía global abierta e integrada no es tan irreversible como algunos suponen. Aunque muchas de las naciones del mundo dicen adherir al capitalismo de libre mercado, sus sistemas políticos manifiestan un creciente proteccionismo.
La crisis financiera de hace unos años inició una nueva era de poco crecimiento, especialmente para los países pobres de la periferia. Todo esto llevó a un replanteo global en todos los órdenes; político, económico y estratégico.
Narendra Modi
Cambios de poder en el mundo
Dennis Chesley, Miles Everson y John Garvey, tres investigadores de PwC, analizaron las tendencias que moldean este nuevo orden económico mundial en un trabajo titulado Global Power Shift que publicaron en Strategy+Business y que se condensa a continuación.
Durante la primera década del siglo 21 los mercados emergentes crecían a gran velocidad y comenzaba a cerrarse la impresionante brecha que los separaba de las economías industrializadas. Esta convergencia se producía en un marco de liberalización económica, creada en la idea de que los sistemas financieros de todas las naciones se iban a interconectar.
Ese período se acabó. Las naciones emergentes ya no crecen tan rápido como antes, especialmente en comparación con las economías desarrolladas; más aún, las fisuras entre los diferentes sistemas se han vuelto más evidentes.
En la encuesta número 19 que PwC realiza todos los años entre directores ejecutivos de las principales empresas del mundo, solo 35% de los respondentes contestó que cree que el mundo está avanzando hacia una mayor unidad económica. En cambio 59% cree que coexistirán modelos múltiples que competirán entre sí.
Está surgiendo un nuevo orden económico global para reemplazar al que existió desde la Segunda Guerra Mundial. En el futuro previsible, la economía global se definirá por relaciones económicas complejas y en constante cambio. Estarán cada vez más interconectadas pero siempre con reglas diferenes para conducir negocios extrafronterizos.
Los CEO debieron contestar cómo afrontan la responsabilidad que tienen de manejar esa complejidad y de cruzar la frontera hacia el nuevo orden con habilidad y confianza. La manera más efectiva, concluye el estudio a partir de las respuestas, es prestando atención a tres tendencias básicas: la dispersión del poder económico, la continua evolución de los modelos de crecimiento dirigidos por el Estado y la disrupción que sienten las empresas con el cambio tecnológico. Ninguna de esas tendencias es lo que parece ser a primera vista. Además, seguirán evolucionando por caminos inciertos. Ninguna va a progresar como simple continuación de lo que ya hemos visto en los ùltimos años.
Mirando esas tendencias con detenimiento, las organizaciones podrán tomar las medidas necesarias para prosperar en un nuevo orden económico.
El poder económico se dispersa
Esta es la primera tendencia que señala que se está produciendo un cambio fundamental: el dólar está perdiendo su prosición privilegiada como moneda mundial de reserva. En las próximas décadas, no habrá un único país capaz de dominar la balanza de pagos como lo hizo Estados Unidos durante más de 70 años.
El dólar fue eso desde casi el final de la Segunda Guerra Mundial cuando en una sesión de la conferencia de Bretton Woods en 1944 se decidió que Estados Unidos funcionaría como árbitro de los acuerdos internacionales para mantener los asuntos financieros en orden.
Las instituciones multilaterales que surgieron entonces, el Banco Mundial, la Organización Internacional del Comercio y el Fondo Monetario Internacional, estaban sujetos a una fuerte influencia de Estados Unidos y funcionaron bastante bien durante largo tiempo. Durante toda la posguerra Estados Unidos presidió la mesa con otras grandes economías para tomar las grandes decisiones que casi siempre les significaban ganancias a las economías más democráticas, más liberales y más amigas del mundo.
Durante los 70 años que siguieron a Bretton Woods el predominio económico de Estados Unidos estuvo apoyado en cuatro pilares: los dos primeros eran su pujante economía de posguerra y las redes comerciales que había establecido y dominaba. Esas eran también las locomotoras del crecimiento global. Los otros dos eran el estatus del dólar como moneda global de reserva y la influencia de Estados Unidos sobre las instituciones multilaterales. Todo eso brindaba la estabilidad que necesitaba la economía global y una plataforma para la cooperación internacional.
Hoy las economías emergentes cuestionan los cuatro pilares. El país que más los cuestiona es China, cuya influencia económica global surgió rápidamente en la última década. En 2014, China se convirtió en la economía más grande del mundo en términos de poder adquisitivo. Por ese entonces era la economía de mayor crecimiento del G20. Un indicador de su influencia económica es que su reciente desaceleración se sintió en todos los mercados. Esa influencia ya debilitó el primer pilar, la fortaleza de la economía norteamericana de la posguerra.
También es hoy el más grande exportador. Eso le da enorme poder para influir en las redes comerciales, algo que debilita el segundo pilar.
No es concidencia que se estén debilitando los acuerdos comerciales multilaterales como el de la Organización Mundial del Comercio, por ejemplo. En su lugar surgen acuerdos regionales que comienzan a dominar. Las negociaciones en curso por un acuerdo de libre comercio entre China y Asia Pacífico, instigada por China o la Asociación TransPacífico impulsada por Estados Unidos, se enfrentan entre sí y a su vez representan la erosión de la capacidad de Estados Unidos para fijar las reglas para todo el mundo o la de ninguna otra nación para supervisar un “consenso” global que favorezca solamente su agenda comercial.
La estrategia china
En cuanto al cuarto pilar, China está tratando de ampliar su presencia en las instituciones multilaterales existentes y de crear otras nuevas y propias.
Está cada vez más involucrada en los esfuerzos de Naciones Unidas por mantener la paz en el mundo, por mitigar el cambio climático y reducir la pobreza.
Ha creado también el Banco Asiático para la Inversión en Infraestructura (AIIB) con sede en Beijing, que comenzó a operar en 2016. Ese banco operará según un modelo diseñado para el nuevo orden económico global. 57 naciones han depositado dinero en ese banco. Hay allí bancos de Alemania, Italia, Francia, Gran Bretaña y hasta cuatro de Estados Unidos.
¿Cómo utilizarán la financiación? El presidente Xi Jinping ha dicho que el AIIB financiará la ambiciosa iniciativa “Un cinturón, una ruta”. Un intento de construir una infraestructura terrestre y marítima que conecte el Oriente asiático, el Medio Oriente, Ãfrica y Europa. La resultante nueva Ruta de la Seda, como se la llama, ayudará a desarrollar economías emergentes, aumentar el comercio entre China y el resto del mundo y usará la capacidad ociosa de la economía interna china. También sostendrá los intereses políticos y económicos de China en todo el mundo.
Todos estos esfuerzos se demorarán un poco por el debilitamiento actual de la economía china, mientras la estadounidense sigue fuerte y el legado de su dominio económico de posguerra sigue influyendo en la conducta de muchas compañías e inversores multinacionales. Los inversores siguen cautelosos antes de adoptar el renminbi como moneda internacional y esperan que el ambiente para los negocios internacionales se relaje lo suficiente como para garantizar sus actividades.
No obstante, la creación de un nuevo orden económico es inevitable, dicen los autores. Aunque China no va a reemplazar a Estados Unidos, a este último le va a resultar cada vez más difícil recuperar su posición de dominio económico global. Hay otras economías adquiriendo poder e influencia. India, la tercera economía del mundo por poder adquisitivo, será este año, según el FMI, la que más crecerá de todas las naciones del G20. Será un actor económico influyente con intereses propios.
Entonces, la estabilidad en este mundo de potencias económicas dispersas no será dictada por uno ni dos grandes jugadores sino que dependerá de la calidad de las relaciones económicas entre las naciones líderes, aunque estas tengan sistemas económicos diferentes.
Evolución hacia el modelo estatal
En el actual giro que está dando el poder económico global va a haber un aspecto muy diferente del último gran giro de 1955. En aquella ocasión el bastón de mando de la influencia mundial fue pasado de Gran Bretaña a Estados Unidos, dos países que compartían una visión del mundo bastante similar. Aun así, hicieron falta 40 años para que la polaridad económica pasase de un lado al otro del Atlántico; ese traslado había comenzado al principio del siglo 20.
Hoy, en cambio, se advierte un reequilibrio mucho más rápido entre sistemas económicos y políticos diferentes, cada uno con distintos niveles de dependencia del mercado o del Estado. El modelo chino dirigido por el Estado ha generado importante crecimiento, dejando en claro que el modelo definido por el Estado no será suplantado por una forma tradicional de capitalismo, al menos por ahora.
Algunos dicen que cualquier economía dirigida por el Estado, sea la de China o de cualquier otra nación, llevará, por definición, al estancamiento. Pero el estancamiento no es inevitable. Como ocurre con la administración de una gran empresa, el éxito exige la capacidad de adaptarse a presiones económicas en evolución. Un ejemplo es la liberalización de las empresas estatales chinas, que incluyeron medidas que permiten la privatización parcial. Eso aflojó el control estatal en sectores catalogados como “competitivos” (como el minorista y manufactura) y concentró la influencia del Estado en sectores de “interés público” (como energía, ferrocarriles, navegación comercial y telecomunicaciones).
La opción estatal sigue siendo popular, porque se la asocia a un crecimiento robusto en economías emergentes.Varios Gobiernos en América latina y Rusia, entre otras áreas, han ejercido con mano de hierro la economía en sus países en los últimos años. Algunos Gobiernos manejarán el proceso mejor que otros y el colapso de los precios del petróleo presionará a los exportadores de energía manejados por el Estado. Pero otros están respondiendo simplificando las empresas estatales y fortaleciendo la calidad de su administración. Habrá varias naciones que sostengan el modelo de crecimiento dirigido por el Estado.
También habrá, probablemente, más formas de capitalismo orientado al bienestar y también sistemas híbridos que aparecerán durante la década. Cada país y cada región afrontarán como mejor le parezca los desafíos de la turbulenta economía global. Aunque es posible que esas diferentes formas de sistema económico coexistan armoniosamente, el nuevo orden económico multipolar sumará fricciones a las operaciones comerciales multinacionales.
La dispersión de poder económico, y sus resultantes incompatibilidades serán más evidentes en las áreas de logística, telecomunicaciones, software e infraestructura. Con sistemas paralelos en esferas competitivas de influencia, el movimiento de insumos, bienes, servicios, capital y talento de un área de influencia a otra será más desprolijo. Para las empresas habrá más disrupciones y obstáculos.
Se acelera la disrupción tecnológica
La tecnología siempre ha sido una fuerza disruptiva. Después de1945 los gobiernos invirtieron fuertemente en investigación militar y espacial. El resultado de esas inversiones fueron tecnologías que cambiaron muchas cosas, como la navegación satelital e Internet.
Hoy hay una cantidad de tecnologías nuevas con posibiidad de cambios impresionantes: robótica, nanotecnología, medicina y muchas más. Todas ellas afectarán las sociedades y los negocios. Pero desde la perspectiva de la influencia económica, tres desarrollos se destacan. No son tecnologías en sí mismos. Son reaciones políticas y comerciales a la disrupción tecnológica.
El primero implica la ciberseguridad, que se necesita porque los hackers continúan intimidando adversarios y alterando asuntos públicos. El número de ataques a sistemas industriales de control se cuadruplicó en el mundo entre 2013 y 2014, según un informe de Dell Security en 2015. Una defensa global frente a los ciberataques podría no ser posible porque haría falta un nivel de cooperación internacional que no existe.
La alternativa podría ser medidas estatales que afecten negativamente a las empresas. Muchos Gobiernos han intervenido en la actividad contra los hackers al punto de afectar el uso de Internet. Cualquiera sea el motivo, los Gobiernos deberán calilbrar sus acciones, poner en un plato de la balanza los objetivos que busca la intervención y su impacto potencial en el crecimiento económico.
El segundo desarrollo relacionado con la tecnología es la cambiante geopolítica de la energía. El poder de las naciones productoras de petróleo fue evidente por lo menos hasta la crisis de petróleo de 1973. Ahora, las tecnología diseñadas para recuperar fuentes no convencionales de petróleo y gas pusieron patas para arriba el equilibrio entre oferta y demanda. Estados Unidos podría convertirse en exportador neto de energía en 2019 por la revolución del fracking. Aunque los precios del petróleo suban un poco, el creciente uso de renovables reducirá la importancia geopolítica de los productores petroleros tradicionales.
Por eso no sorprende que las dos naciones más consumidoras de petróleo, Estados Unidos y China, sean también las más grandes inversoras en energía renovable.
Otra señal de gran cambio es la “Breakthrough Energy Coalition” anunciada por el cofundador de Microsoft Bill Gates y el CEO de Facebook Mark Zuckerberg en noviembre de 2015. Esta multimillonaria asociación de investigación entre sectores público y privado no es solo una “guerra al cambio climático”. Es un intento por parte de los líderes de la infotecnología ––que incluye a Gates, Zuckerberg, el CEO de Amazon Jeff Bezos;, el fundador de Salesforce.com Marc Benioff, la CEO de Hewlett–Packard Meg Whitman y los inversores John Doerr, Vinod Kjosla y Reid Hoffman, de hacerse de una posición de influencia en la oferta de energía para la industria tecnológica.
La tercera tendencia importante relacionada con la tecnología es la distribución geográfica de desarrollos tecnológicos, que ya no está limitada a las economías desarrolladas. Los innovadores tecnológicos están más distribuidos por el mundo de hoy y el capital los busca allí donde estén
Hay importantes tecnologías que surgen donde más se las necesita. Para pago móvil está Ãfrica, donde millones de personas no tienen acceso a bancos o líneas teléfónicas fijas.
En el mundo industrializado las instituciones financieras corren a estudiar la tecnología blockchain, un sistema para la verificación automatizada que permite las monedas digitales como el bitcoin. Si surge a escala global la combinación acertada de nuevas tecnologías financieras, podría cambiar totalmente la estructura del negocio de servicios financieros. O sea, que los “generadores de cambio” pueden aparecer en cualquier parte y venir de cualquier parte. Esto crea una imprevisibilidad que hace mucho más difícil confiar en fuentes de estabilidad de poder y estabilidad geopolítica.
Recomendaciones para las empresas
Las tendencias no existen en aislamiento. Interactúan entre sí para crear patrones de cambio. Aunque no se puede predecir las formas en que se van a combinar, uno se puede preparar para los tipos de incertidumbre que sabemos nos esperan. Por ejemplo, los observadores de la industria energética admitían que el fracking alteraría el sistema establecido de producción de petróleo, que llevaría a una prolongada caída de los precios de la energía. Sabían que eso reduciría el valor de las inversiones en energías limpias y vencería a las economías de los tradicionales países petroleros.
Si combinamos este cambio en el precio del petróleo con la dispersión del poder económico tenemos una posible crisis económica global. Pero esa crisis tendría importantes beneficios. Sin una potencia económica que dicte políticas, una crisis de ese tipo daría a los bancos estatales asiáticos y a los grandes bancos comerciales con sede en Estados Unidos una sensación más fuerte de interés común. Podrían entonces buscar establecer, con la aprobación de sus Gobiernos, un prestamista global de última instancia.
Pero las crisis no son necesariamente malas. En realidad, toda esta incertidumbre puede llevar a grandes oportunidades para las empresas que puedan aprender a ser competitivas.
El nuevo paisaje no es conocido, ni siquiera para los experimentados. Quien esté en condiciones de tomar grandes decisiones para una empresa, debería enfocarse en seis áreas clave:
1. Desarrollar un centro de excelencia con foco cibernético. Los ciberataques son una realidad. Como todos los grandes peligros, exigen que las empresas analicen cuidadosamente el riesgo y adecuen su infraestructura y su talento para impedir que se realicen ataques que dañen sus activos.
2. Dominar el Renminbi (RMB). La debilidad económica y la intervención estatal en Estados Unidos y Europa, combinadas con el crecimiento económico y la liberalización en China han legitimizado grandemente el uso del RMB como moneda de reserva. Una fuente de ventaja competitiva en los próximos años será tener acceso al RMB. La otra será la corresponsalía bancaria y los acuerdos de clearing, que permiten a los bancos realizar transacciones internacionales para beneficio mutuo. Será necesario estar al día con el cambiante panorama económico e integrar las capacidades financieras con el resto del negocio.
3. Reconocer las relaciones con el Gobierno como una competencia clave. A medida que el poder evoluciona hacia lo regional y local, los acuerdos comerciales se regionalizan, la capacidad para influir legítimamente sobre los gobiernos significarán la diferencia entre el éxito y el fracaso. Esto ya no se aplica solamente a las actividades reguladas como bancos y servicios públicos sino a todas las organizaciones. Saber manejarse con el riesgo geopolítico, con los Gobiernos y los grupos de influencia y tener capacidad para manejar asociaciones público–privadas serán requisitos básicos para las compañías que quieran prosperar globalmente.
4. Manejarse bien en un mundo multipolar. Las organizaciones tendrán que evaluar de qué manera sus objetivos comerciales son afectados por el cambio en el poder político y económico hacia un mundo multipolar, especialmente en Asia, donde China competirá cada vez más por el dominio e India evoluciona ràpidamente. También tendrán que preparar sus capacidades logísticas para que puedan trasladar suministros, productos, servicios, capital y talento entre las esferas de influencia.
5. Cultivar talento donde sea que se hagan negocios. El conocimiento local y del idioma de la fuerza laboral, especialmente del equipo gerencial, debe reflejar la huella del negocio y las oportunidades en todo el globo. Aunque las rotaciones globales seguirán siendo valiosas, las diferencias entre mercados bajo diferentes esferas de influencia van a requerir talento más local o regional. Además, los modelos de gobernanza tendrán que adaptarse cuidando de equilibrar la toma de decisiones local con las exigencias regionales y globales.
6. Alimentar innovación en todas partes. La dinámica competitiva en este mundo de tan rápida evolución podría fácilmente ser alterada por compañías nuevas cuyos líderes anticipan tendencias y se colocan por delante. Para responder a ese ataque, toda organización deberá establecer una cultura de innovación por todo el globo Las compañías más astutas establecerán centros de innovación con un programa relativamente abierto, para lograr que la compañía se anticipe en el pensamiento por lo menos a cinco años. Esos esfuerzos deberán abarcar mucho más que tecnología. Las empresas trabajarán juntas para desarrollar nuevos y complejos ecosistemas industriales.
Cuando se ponga en práctica todo esto, habrá que mantener el foco en las propias metas estratégicas, en parte para equilibrar las presiones de la volatilidad de corto plazo. Habrá que recordar que lleva tiempo crear instituciones y todavía más lograr confianza para ellas. Sin embargo a aquellas instituciones que existen en la mayoría de los países, los mercados aprenden a aceptarlas y ellas desarrollan capacidad de permanencia. Ocurrió en todos los países que hicieron la transición a una economía industrializada global. Hoy la volatilidad no cambia nada de eso. Tal vez nunca haya otra “normalidad” en estabilidad, pero las instituciones de estabilidad, por necesidad, seguirán usando su influencia para promover el crecimiento sostenido y la resiliencia, del tipo que puede sostener un negocio.