El hardware de la tecnología del campo

    Por Mauro Maciel

    En 45 años la cosecha de trigo, maíz, soja y girasol se incrementó en la Argentina de 15,7 a 100 millones de toneladas de granos, mientras que la superficie de siembra pasó de 11 a 30 millones de hectáreas, con rendimientos promedio 3,5 veces superiores. A escala mundial, las estimaciones indican que el número de 16 personas que eran alimentadas por el trabajo de un agricultor en 1950, en 2010 pasó a 155 y para 2020 podría llegar a 200.
    La descripción revela una senda en ascenso que, además del empleo de métodos más sofisticados en la siembra y tecnología de aplicación, necesitó del aporte de sembradoras, cosechadoras, tractores y otros equipos en materia de bienes de capital. El hardware de la tecnología agrícola ha sido co–responsable en el logro de mayor velocidad y eficiencia en las labores para así obtener un volumen de producción más elevado, que se traduce en la disminución de costos y ganancias insospechadas hace algunas décadas.
    El volumen de mercado producido por el sector de las maquinarias agrícolas aporta 0,4% del PBI de la economía argentina, en tanto que su producción representa 1,5% de la producción industrial del país, con un valor estimado en alrededor de US$ 1.400 millones. En el ámbito local, según datos de Indec, la facturación de la industria alcanzó $6.600 millones en 2014, que significó respecto del año anterior un crecimiento de 13,8%, inferior a cualquier índice inflacionario que se desee.
    Son aproximadamente unas 850 las empresas fabricantes, con una alta dispersión al interior del sector y fuerte presencia de Pyme de capitales locales, localizadas en Santa Fe (casi una de cada dos), Córdoba y la provincia de Buenos Aires, que dan trabajo a 40.000 empleos directos, en su mayoría mano de obra calificada, y 50.000 empleos indirectos.
    En su conjunto, estas compañías han tenido en 2014 un saldo negativo de la balanza comercial por US$ 117 millones, de acuerdo a la información suministrada por Nosis, como producto de las compras al extranjero por US$ 235 millones y las ventas a mercados externos por US$ 118 millones. Un resultado favorable, en comparación con 2013, cuando el déficit alcanzó US$ 286 millones, a raíz de las importaciones por US$ 465 millones y exportaciones por US$ 179 millones.
    Al igual que la industria en su totalidad, el negocio de las maquinarias agrícolas se vio afectado a partir de la campaña 2011-2012, cuando las actividades del agro comenzaron a sufrir un descenso generalizado y constante de la actividad. Por obvias razones, comparten problemáticas similares. “Las diferencias radican en que la producción agropecuaria tiene cultura de ciclos y la actividad industrial necesita una situación más estable en las ventas”, dice el presidente de la Cámara Argentina de Fabricantes de Maquinaria Agrícola (Cafma), Marcelo Valfiorani.

    La historia reciente
    De acuerdo a un informe elaborado por Cafma durante los años 2002-2014 hubo ciclos de alta productividad, tanto en volúmenes de facturación como en unidades vendidas. En dicho período se produjo un proceso de recuperación de la industria, que fue acompañado en forma progresiva por el sector fabricante de maquinarias agrícolas a través del desarrollo e incorporación de tecnología. Una primera foto podría situarse en 2002, cuando la facturación se constituía por un 63% de maquinarias locales y el 37% restante de equipos importados. Con los años y el auge del negocio, la relación se invirtió por completo y en 2008 la proporción pasó a 37%, en productos de origen argentino, y 63%, en artículos extranjeros.
    A partir de 2011, en cambio, se observó una fase gradual de sustitución de importaciones, especialmente en los segmentos de tractores y cosechadoras, mientras que en la actualidad existe una caída notable de la actividad de la industria nacional, luego del desempeño récord alcanzado en 2013, impulsado sobre todo por las ventas de tractores. Respecto de 2011, un año de muy buen desempeño para el sector, las ventas al exterior en 2014 cayeron entre 40 y 45% y se estima que 2015 será más complicado aún.
    Incluso ante la merma actual del mercado, el sector de maquinarias agrícolas continúa invirtiendo en tecnología y desarrollo. Valfiorani asegura que “la industria se encuentra en forma permanente en el desarrollo de nuestros productos y en estos últimos años se ha invertido fuerte para mejorar en producción”. Pese a que las máquinas son producidas con insumos nacionales en un 90%, es necesario importar software de alta capacidad para poder competir en el mercado internacional.
    Las ventas 2014 en el mercado argentino de la multinacional de maquinaria agrícola Agco, responsable de las marcas Challenger, Fendt, Massey Ferguson, Valtra y GSI, se redujeron, respecto de 2013, 37% en cosechadoras y 35% en tractores; mientras que a julio de 2015, la caída fue de 8% y 4%, respectivamente, en comparación con el mismo período del año anterior.
    Pese a ello, en agosto de este año la plana mayor a escala mundial de la compañía estuvo presente en el Hilton Hotel de Capital Federal para anunciar inversiones por US$ 20 millones en el país (ver recuadro). La estrategia de desarrollo apunta a producir equipos agrícolas para toda Sudamérica, además del mercado argentino. “Nuestra perspectiva a largo plazo para el mercado sudamericano es optimista con una demanda en expansión y un crecimiento alentador para nuestra industria”, señaló el presidente y CEO global de AGCO, Martin Richenhagen.

    Caídas progresivas
    En el rubro de las sembradoras, el parque actual se estima en 50.000 unidades en potencialidad de uso, con una duración promedio de 12 años y un índice de reposición anual de 4.500 máquinas, da cuenta de un claro proceso de modernización del parque, donde unas siete empresas de origen nacional concentran cerca de 70% del mercado.
    Con números de Indec y Cideter (Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico), como fuentes, 2003 fue el año que registró la mayor producción local de sembradoras, con poco más de 4900 unidades, y junto a los períodos 2004, 2007, 2008 y 2011, con 4.565, 4.481, 4.213 y 4.303 de sembradoras nacionales, respectivamente, oscilaron en torno al promedio de renovación señalado. A partir de 2012, la producción hecha en la Argentina desciende a 3.205 unidades; a 2.767, en 2011; y a 1.879, en 2014.
    De acuerdo a los datos reportados por Indec, el mercado pasó, en 2011, de 3.700 a 2.300 sembradoras, entre 2012 y 2013, y finalizó en la cifra de 1.500 unidades, lo que significó una facturación que fluctuó en torno de US$ 210 millones, en 2012, a US$ 200 millones, en 2013, y US$ 150 millones, en 2014. A su vez, se registra una baja participación de las importaciones, que provienen en gran medida de Brasil y Estados Unidos, con un share menor a 5% del total del sector de maquinarias agrícolas. Por su parte, las exportaciones, que en 2012 se aproximaron a los US$ 46 millones, entre 2013 y 2014 se estabilizaron en US$ 23 millones, y participan de 15% de total del sector.
    Con un mercado local aproximado de 20.000 unidades, se calcula que la vida útil de las cosechadoras alcanza a 15 años y que su envejecimiento promedia los 11,5 años. El segmento, que a partir del segundo semestre de 2011 comenzó a nutrirse de jugadores internacionales, como John Deere y Case New Holland, tiene a Vasalli Fabril como firma destacada de capitales nacionales.
    La producción de cosechadoras nacionales creció en forma gradual, de 173 unidades en 2002 a 569, cuando se produjo la cifra récord, en 2007. Desde entonces, el flujo de unidades producidas en el país oscila entre las 200 y 350 unidades al año, en un mercado que en 2014 facturó unos $2.200 millones y registró un descenso de 50% en las ventas por unidades respecto del período 2010–2011.
    Pese al aumento de la producción nacional, las compras al exterior, de Brasil, Europa y Estados Unidos, representaron entre 70 y 75% durante los últimos años, mientras que las ventas, que supieron experimentar un importante crecimiento con una participación relevante del mercado venezolano, cayeron de US$ 40 millones, en 2013, a US$ 20 millones el último año.
    Unos 60.000 tractores se cuentan en la actualidad en un parque que, aunque conserva un alto grado de obsolescencia, se ha modernizado a partir de 2003, período en el que la producción anual de unidades de origen local trepó de 260 a 1.642, en 2014, con un pico de 1.947 unidades en 2013.
    Con una facturación de $3.200 millones en 2014, la industria vive un proceso de fuerte resurgimiento, a partir de capacidades preexistentes, desde 2002, donde las firmas Pauny, Agrinar y Metalfor son los principales fabricantes locales y compiten en la sustitución de importaciones con Agco, Agrale, John Deere y Case New Holland.
    Prácticamente la totalidad de la producción nacional es demandada por el mercado local. Ello debido, en parte, a la baja de las exportaciones que en 2014 representaron US$ 10 millones. La mitad que en 2013 y una cuarta parte que en 2012.
    En conclusión, existe una falta de rentabilidad en el sector agrícola que impacta de manera directa sobre la industria de las maquinarias y que afecta a la rentabilidad del productor y del contratista por igual. “El contratista está hoy aún más complicado –aclara Valfiorani– dado que es quien compra los equipos y que, sumado al alquiler, su rentabilidad es nula”. Sin embargo, pese al panorama pesimista el titular de Cafma confía en que el mercado volverá a recuperarse, apoyado en la predicción de los 9.500 millones de habitantes que poblarán el mundo para 2050 y los nuevos hábitos de consumo que se observan en países muy poblados. “Todo redundará en una demanda creciente de alimentos y, por lo tanto, de equipamiento”.