El futuro de la abogacía

    Por Ariel A. Neuman (*)


    Ariel A. Neuman

    Mientras los abogados intentan reponerse del cimbronazo que supuso la entrada en vigencia del Código Civil y Comercial, la práctica jurídica está experimentando una serie de cambios que amenaza con dejar afuera del negocio a decenas de miles de profesionales.
    En cuestiones de tecnología, de globalización, de marketing, de talento y modelos de negocios, hay corrimientos que proyectan un futuro de la abogacía muy distinto al que se conoce hoy.
    El tecnológico es, probablemente, el campo en el que se vislumbra el mayor cambio. Hoy, antes de consultar a un abogado se le hace esa misma consulta a un buscador de Internet, en una red social, un foro o un blog.
    Podrá discutirse la profundidad y precisión de la respuesta que se obtenga, lo cierto es que el fenómeno existe y crece. Podrá objetarse que eso sucede con consultas concretas, puntuales, que se pueden resolver con un puñado de palabras claves. Cuando la cuestión se complejiza, asoman ya desarrollos de inteligencia artificial aplicada a la profesión, con capacidad de redactar sofisticados documentos legales.
    También aportan las herramientas para el análisis de big data (y el conjunto de leyes, decretos, resoluciones, disposiciones y jurisprudencia del ámbito nacional, provincial y municipal son un talle XXL en el big data) que lentamente comienzan a aparecer en las firmas de la región y que se popularizan más rápidamente en plazas más desarrolladas, como Londres o Nueva York.
    La deslocalización es otro de los grandes ejes de cambio. Legalmente, los abogados están habilitados para el ejercicio profesional en la jurisdicción en la que se han matriculado. Sin embargo, en la práctica, el asesoramiento se ha globalizado y, así como el profesional que ejerce en Capital Federal puede recomendar vías de acción en San Isidro, el director regional de legales de una multinacional, más veces que menos, se ve llevado a manejar cuestiones legales en otros países.
    Esto, además, en combinación con la tecnología, se materializa con contact centers legales, con fuerte predicamento en India y una creciente búsqueda de locaciones en América latina, en especial, en el Cono Sur, por, según se dice, la calidad profesional, el precio-dólar de la hora abogado (que en Buenos Aires cotiza a la mitad que en San Pablo y a un cuarto que en Nueva York), el huso horario y el manejo fluido del inglés.
    El outsourcing legal es parte de un nuevo modelo de negocio que convive con el estudio jurídico más tradicional, el estudio jurídico virtual, el estudio en red (con pequeñas células dispersas geográficamente o por materia, que trabajan de manera articulada con una misma misión, visión y valores e, incluso, con un mismo nombre y facturación) y las firmas ultra-especializadas en todos los vericuetos de una industria o de un área del derecho (conocidas como boutiques full practice).
    En este escenario, el desafío para el profesional ya no es posicionarse en su mercado o diferenciarse del resto de sus colegas para convertirse en una opción de “compra” por parte de la demanda geolocalizada de servicios jurídicos.
    La oferta es crecientemente transfronteriza y, en ese marco, el abogado recibido en la Capital Federal ya no compite únicamente con los 3.200 profesionales del derecho que se matriculan al año en la Reina del Plata o con los 90.000 que ya están activos, sino que puede y debe pensar su actuación en competencia con los millones de abogados que hay en el mundo.
    Todo esto, además, convive con los fenómenos generacionales. Mientras un mercado tan tradicional como el jurídico todavía intenta digerir la incorporación de los millennials, ya empieza a sumarse la generación Z a las filas del derecho.
    Formar, captar, gestionar y auto-gestionarse el talento en el contexto descripto es, claramente, otro de los grandes frentes a explorar.
    La coincidencia está en que difícilmente un profesional del derecho hoy esté dispuesto a hacer una carrera como la que tradicionalmente se ha hecho en este mercado, con décadas de aprendizaje e intenso trabajo de campo para llegar a posiciones de liderazgo. ¿Cómo se hará, entonces, el reemplazo generacional en unos años?
    La abogacía del futuro dependerá, claramente, de las normas que se dicten hoy y mañana. Pero el cambio normativo es algo con lo que los abogados han convivido a lo largo de los siglos. Lo conocen.
    El verdadero gran desafío es que el futuro de la abogacía va por otros carriles y no todos están preparados para manejar en ellos.

    * Ariel Alberto Neuman es director de Artículo Uno.