Aporte sustantivo de la industria agrícola (I)

    Por Mauro Maciel (*)

    El campo argentino elabora alrededor de 100 millones de toneladas de cereales y oleaginosas, lo que significa 4% de los 2.500 millones que produce el mercado mundial. En el marco local, el sector agropecuario nacional está configurado de la siguiente manera, de acuerdo al aporte al producto bruto interno: 14%, economías regionales, con frutas y verduras; 33%, ganadería, que comprende carnes y lácteos; y 53%, complejo de granos.

    Según datos de la Dirección de Información Agrícola y Forestal, perteneciente al Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, la superficie sembrada de trigo, maíz, soja y girasol, los cuatro cultivos principales, creció de 11 millones de hectáreas a poco menos de 25 millones entre las campañas agrícolas 1970-1971 y 2002-2003, para ubicarse por encima de los 30 millones de hectáreas en la actualidad.

    Solo en el caso de la soja, el incremento de siembra pasó de 37.000 hectáreas, en 1970-1971, a 12,6 millones en 2002-2003, mientras que en la campaña 2012-2013 llegó a superar los 20 millones de hectáreas. Se trata de un cultivo que explica por sí solo en gran parte las razones de la expansión de la frontera agrícola, incluso en terrenos que nunca antes habían sido considerados productivos.

    A principios de la década de 1970, más de dos tercios del total de la superficie sembrada en la Argentina eran ocupados por el maíz y el trigo, mientras que el girasol representaba un cuarto y la soja no tenía siquiera 1%. En términos de producción, y siempre de acuerdo a los cuatro cultivos mencionados, los 15,7 millones de toneladas de granos alcanzados en 1970, a mediados de los 90 se transformaron en 48 millones y están cerca de alcanzar los 100 millones por estos días. En idénticos períodos, el desarrollo de la soja fue impactante: las 59.000 toneladas pasaron a 11 millones y hoy llegan a 53,4 millones de toneladas. Es sin duda resultado del desarrollo tecnológico.
    En poco más de 40 años, es decir, entre 1970 y 2014, los cultivos han más que duplicado los rendimientos. El girasol pasó de 630 kilogramos por hectárea (kg/ha) en 1970 a 1.635 kg/ha en la campaña 2013/14, y llegaron a 2.100 kg/ha en 2010/11. El maíz saltó de 2.400 kg/ha a 6.800 kg/ha, con un pico de 7.800 kg/ha, en 2009/2010. El trigo hizo lo propio de 1.300 kg/ha a 2.600 kg/ha, con un máximo de 3.500 kg/ha, en 2010/2011. Por su parte, la soja creció de 1.600 kg/ha a 2.800 kg/ha.

    En resumen, entre 1990 a la fecha, en una superficie agrícola que creció 24%, la producción de granos en la Argentina creció 60%. El rendimiento promedio por hectárea pasó de 1,65 a 2,98 toneladas. La aplicación de tecnología y el empleo de la siembra directa, cercano a 78% de la superficie total cultivada, probablemente sean los motivos de la expansión.

    Movimientos en el mercado

    En el centro de un mercado que crece, las empresas reproducen estrategias de expansión y se animan a hacer sus apuestas en nuevos negocios, donde se destacan especialmente los ingresos al sector de inoculantes por parte de firmas con larga tradición en el desarrollo y la comercialización de productos fitosanitarios, tales como herbicidas, fungicidas e insecticidas.

    En noviembre de 2012, la división de agro de Basf formalizó, por la cifra de US$ 1.020 millones, la adquisición de la empresa estadounidense Becker Underwood, con una planta de última tecnología en la localidad santafecina de Santo Tomé, capaz de desarrollar unas 9.000 dosis anuales. Así, Basf amplió su oferta de productos en protección biológica de cultivos, césped y horticultura, nutrición animal y paisajismo, colorantes y polímeros.

    Bayer, otra empresa química y también de origen alemán, llegó a un acuerdo en marzo de 2014 con la empresa de inoculantes Biagro, ubicada en General Las Heras, Provincia de Buenos Aires, con el objetivo de evaluar en conjunto nuevas soluciones para el tratamiento de soja. Hacia fines de 2013, puso un pie en el negocio de semillas local al comprar FN Semillas, cuya planta está situada en la localidad de Salto.

    Por su parte, Monsanto y Novozymes sellaron una alianza con foco en el negocio biológico y crearon la empresa BioAg Alliance, con el objetivo de transformar la investigación y comercialización de productos microbiológicos, cuyo mercado se calcula en torno a los US$ 2.300 millones en todo el mundo. Tras el acuerdo, Monsanto transfirió a Nitragin (nombre de la marca con la que Novozymes opera en la Argentina) US$ 300 millones por los productos y tecnologías aportadas durante la fase inicial.

    La número uno de alimentos china, la firma estatal COFCO Corporation, logró una alianza con la multinacional de semillas Nidera, de capitales holandeses y argentinos, por un monto superior a los US$ 1.000 millones.

    Es probable que el mercado se encuentre en una etapa de concentración de los grandes jugadores multinacionales en detrimento de las Pyme locales, sin embargo debido a sus enormes estructuras cuentan con fuertes dificultades para llegar a ciertos sectores del mercado a los cuales pueden acceder las empresas más pequeñas con mayor flexibilidad e igual profesionalismo, e incluso obtener ganancias muy atractivas.

    Desafíos de la industria

    Hacia fines del siglo 18, el economista inglés Thomas Malthus publicó su Ensayo sobre el principio de la población (en inglés, An Essay on the Principle of Population), donde expone su teoría, conocida como la ley de Malthus, acerca de la población cuyo crecimiento (geométrico) es mayor al de los recursos naturales (aritmético) para alimentar a aquella.

    El aumento de la población en el mundo actual se da en términos muy significativos y los estudios demográficos indican que para el año 2050 habrá unos 9.500 millones de habitantes en la Tierra, lo que representa una cifra superior en 35% al número que existe en la actualidad. La sociedad mundial tiene allí la evidente necesidad de alimentar a una familia más numerosa y las empresas del sector agropecuario, el desafío de producir más alimentos con menos cantidad de agua y de alimentos.

    En dicha línea, mejorar los rendimientos por tonelada de hectárea es el reto para un plazo temporal que cada vez se encuentra más cerca y seguramente se logrará a partir de la aplicación de tecnología de última generación y el uso eficiente de los insumos para agro.

    Pero al reto de la mayor producción, se suma que las empresas del sector agroalimentario están enfocadas en el desarrollo de productos más amigables con el medio ambiente y la salud humana. Desde la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe) se promueve una biotecnología moderna y su uso responsable basado en las buenas prácticas agrícolas, conforme a la prescripción profesional en las recetas agronómicas y las indicaciones detalladas en las etiquetas de los productos, que contribuya a producir alimentos de mejor calidad.


    Malthus

    La inversión en tecnología

    El aumento de la población mundial obliga a una mayor producción de alimentos para satisfacer la demanda. Según datos de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) hay más de 9.000 nuevos seres humanos por hora y se consumen alrededor de 2.000 millones de toneladas de cereales en el mundo. Por cada kilogramo de carne vacuna se necesitan 7,2 kilogramos de granos de cereales cultivados; 4,5kg de cereales para 1kg de carne de cerdo; y 2kg de cereales para un 1kg de carne de ave.

    A ello se suman dos restricciones: la cantidad de tierra fértil y de agua.

    El desafío está puesto entonces en la innovación tecnológica y en la inversión en investigación y desarrollo. Hacia allí enfocan sus objetivos las empresas del sector, sean estas del negocio de inoculantes, fertilizantes, semillas o productos para la protección de cultivos. También desde el Estado se han fomentado proyectos de investigación científica, e incluso existen alianzas de índole público-privada (ver recuadro) que incentivan y estimulan el esfuerzo conjunto.

    Pero el éxito de la aplicación de tecnología en el agro es posible si del otro extremo hay un mercado dispuesto incorporarla. El propósito de los fertilizantes consiste en dar continuidad al ciclo productivo al reponer al suelo los nutrientes que éste necesita, tales como fósforo, potasio, nitrógeno y azufre, entre otros. A mediados de los años 90 el uso de los fertilizantes giraba en torno de las 600, 700.000 toneladas y en la actualidad las ventas alcanzan los 3 millones de toneladas, cuando en 2012 tocó un valor de 3,7 millones de toneladas. Sin embargo, por estos días solo se repone aproximadamente 35% de los nutrientes en una campaña agrícola, mientras que el resto del aporte corre por cuenta del suelo, a costa de una capacidad productiva más reducida.
    El proceso de I+D de un agroquímico puede llegar a alcanzar un costo promedio de US$ 250 millones y unos ocho a 10 años hasta que sus registros sean aprobados por los organismos de control de calidad sanitaria y eficiencia en campo. En su recorrido, alrededor de 140.000 moléculas que forman parte de la investigación son descartadas hasta lograr una, que llega al mercado.

    Siembra directa y buenas prácticas

    En complemento con la tecnología, el conjunto de empresas junto a entidades técnicas profesionales, como la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (Aacrea), la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa (Aapresid) o el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), promueven el empleo de tareas alineadas con el cuidado del medio ambiente y la sustentabilidad de los suelos.

    La siembra directa es una técnica que supone la práctica de cultivar la tierra sin necesidad de ararla en su etapa previa. Consiste en un sistema de producción en el que no se realizan las labranzas tradicionales y mantiene una cantidad adecuada de rastrojos de cultivos en la superficie del suelo. Está basado en un conjunto de buenas prácticas agrícolas, que permiten producir sin degradar el suelo, a la vez que mejorar las condiciones físicas, químicas y biológicas.

    Tiene como objetivo remover la tierra lo menos posible; reducir el ciclo de oxigenación de materia orgánica y, en consecuencia, evitar su destrucción. Además permite hacer un uso más eficiente del agua y alcanzar niveles productivos altos con estabilidad temporal y en armonía con el ambiente. La siembra directa favorece a la reducción significativa de los requerimientos energéticos utilizados en las tareas previas a la fase de cosecha, en comparación con los sistemas de labranza tradicional.

    Por su parte, las buenas prácticas agrícolas (BPA) responden a una variedad de códigos, normas y reglamentos desarrollados por la industria de alimentos, organizaciones de productores, gobiernos y las ONG, “orientadas a la sustentabilidad ambiental, económica y social para los procesos productivos de la explotación agrícola que garantizan la calidad e inocuidad de los alimentos y de los productos no alimenticios”, de acuerdo a lo elaborado por el Departamento de Agricultura de la FAO. Su implementación debería contribuir a la agricultura y el desarrollo rural sostenibles.
    Las BPA están ligadas al “plan estratégico agroalimentario y agroindustrial”, donde se encuentran aquellas políticas que necesita el sector y que van a permitir seguir avanzando en la producción sustentable de alimentos para una población cada vez más necesitada. La meta incluida en el plan es lograr 157 millones de toneladas de granos en 42 millones de hectáreas para 2020.

    (*) Mauro Maciel es el autor de la mayoría de las entrevistas de este dossier.

    Monsanto

    La Argentina está llamada a ser el “semillero del mundo

    La exportación de semillas de altísimo nivel tecnológico a mercados tan diversos como Sudáfrica, Australia o el resto de los países agrícolas de la región, como Paraguay, Brasil y Uruguay, es la gran apuesta sectorial. La industria agrícola tiene una dinámica de innovación y crecimiento que permiten vislumbrar excelentes perspectivas para su futuro.

    Por Rubén Chorny


    Fernando Giannoni

    Así lo afirma entusiastamente desde Monsanto, Fernando Giannoni, director de Asuntos Corporativos. Argumenta que “la demanda de alimentos crece en el mundo, sostenida principalmente por la demanda de proteínas en los países emergentes impulsados por el crecimiento de sus economías”, aclara el ejecutivo, sin que importe que las tasas de crecimiento sean menores a las de los años anteriores.
    Pone de relieve que “el proceso de inversión en I+D que realizan las empresas proveedoras de insumos ofrece a los productores soluciones cada vez más competitivas, y este es un motor en sí mismo para la industria; ya que los productores buscan cada vez una mayor eficiencia y mejores tecnologías para el manejo de sus cultivos”.
    Ni la firma ni los productores, sostiene, piensan en términos de qué segmento podrá ser el más novedoso o importante, ya que “hoy tanto las semillas, como los inoculantes, los fertilizantes y las técnicas de manejo son un ‘sistema de soluciones’ que debe analizarse en forma integral. Así lo hace a la agricultura argentina, que es una de las más competitivas del mundo, y por eso sus perspectivas de seguir siéndolo en el futuro son excelentes”, manifiesta.
    La Argentina está llamada a ser el “semillero del mundo”, destaca: “Desde el país se exportan semillas de altísimo nivel tecnológico a mercados tan diversos como Sudáfrica, Australia o el resto de los países agrícolas de la región como Paraguay, Brasil y Uruguay. Creemos que esta tendencia se va a consolidar en los próximos años con más exportaciones y nuevos destinos”, puntualiza.
    Yendo a las inversiones que prevé en esa dirección la compañía, recuerda que cuenta con un portafolio de desarrollo de productos biotecnológicos que es muy sofisticado.
    No parece preocupar a la multinacional estadounidense la competencia con las empresas chinas a partir del acercamiento en la relación bilateral que encaró el Gobierno ni que provoque una guerra de ofertas de compras de Pyme en ciernes: “En Monsanto respetamos la competencia, y vemos este proceso como una fuente de crecimiento y consolidación de los mercados. Creemos que, justamente, cuantos más actores se involucren en una actividad, menor será la posibilidad de que se convierta en un mercado concentrado”, conceptualiza.

    Proteínas

    Al analizar el comportamiento de la ganadería, avizora crecimiento tanto a escala global como local. “Pero también del resto de la cadena de proteínas (industrias avícola y porcina). Una gran parte de la agricultura, proveedora de alimentos para estas industrias, principalmente a través de la soja el maíz y sus derivados, deberían crecer a la par para poder satisfacer esta demanda ascendente, tanto en el plano local como global, y sobre todo para lograr una agricultura más sustentable”, añade.
    Define a las industrias proteicas como generadoras de empleo y estratégicas para el desarrollo regional, por lo que “una evolución equilibrada en términos relativos con la agricultura, que además permita aumentar el área de maíz en relación a la soja, será una oportunidad fundamental para contar con un sistema productivo más sustentable”, recomienda.
    Consultado sobre un mayor consumo interno de agroquímicos y menor de fertilizantes, desagrega que “en general, dentro del grupo de los productos agroquímicos se incluyen a los herbicidas, los insecticidas y los fertilizantes, y que la agricultura moderna, con la incorporación de la biotecnología y la siembra directa, evolucionó hacia una mayor aplicación de herbicidas, pero de mucha menor toxicidad de aquellos que se aplicaban hace unas décadas”. Agrega que también gracias a los cultivos biotecnológicos se consumen menos insecticidas y que el caso de los fertilizantes es una asignatura pendiente desde hace décadas, en el que seguramente se requieren más incentivos para que los productores apliquen más fertilizantes, repongan nutrientes, roten como es debido y así los cultivos expresen toda su capacidad de rendimiento. Sentencia: “Hoy, tanto en soja como en maíz, los rindes promedio se encuentran 30% por debajo de su potencial”.

    Syngenta

    Más inversión en maíz y algunos cambios en la soja

    Un nuevo escenario económico en 2016 podría hacer que el productor elija nuevamente optimizar el retorno sobre la inversión, como así también la búsqueda de la sustentabilidad de su sistema agrícola con las rotaciones necesarias, si la rentabilidad es acorde a sus expectativas.

    Por Rubén Chorny


    Hernán Pettinari

    El análisis que hacen en la empresa sobre la producción agrícola en la Argentina es que en los últimos años ha estado en la búsqueda permanente de mayor cantidad y calidad de alimentos y que esta evolución se ha dado con independencia de las políticas agropecuarias y económicas. Según observa Hernán Pettinari, director de Marketing para Latinoamérica Sur, en la campaña 2014/15 la caída en la rentabilidad de todos los cultivos fue consecuencia de la combinación de menores precios de los commodities y un aumento de los costos originado por el desbalance entre inflación y devaluación.
    Aun a pesar de este escenario prevén un año con alto volumen de cosecha, “una clara señal de que el productor sigue eligiendo utilizar tecnología de forma inteligente para optimizar el retorno sobre la inversión”, se esperanza.

    –¿Qué hipótesis de exportaciones manejan para los próximos años, en función de las perspectivas de producción interna y de los precios internacionales?
    –Creemos que la Argentina seguirá siendo uno de los productores de alimentos más grandes del mundo y, como tal, seguirá aumentando su producción de commodities para satisfacer esta posición. La demanda mundial de alimento se mantiene firme, mientras que la oferta crece limitada por la disponibilidad de área cultivable y la variabilidad productiva del cambio climático. Esto debiera mantener los precios de los commodities a niveles rentables.

    –¿Hay una carpeta de inversiones ajustadas a distintos escenarios económicos, o surgirá a partir de que se conozcan las reales perspectivas internacionales y las reglas de juego nacionales?
    –Syngenta es una compañía de alta especialización en el sector agrícola con una visión de inversión de largo plazo que no ajusta por ciclos anuales o estacionales. En particular, miramos a la Argentina como uno de los mercados más importantes a escala global y, como tal, contamos con un programa de inversiones que respetamos.

    Maíz y soja
    –¿Cuáles serán las áreas clave de crecimiento?

    –En mi opinión, mayor inversión en maíz (y más hectáreas) con una elección de semillas de alto rendimiento que combinen eventos de biotecnología para el control de insectos más complejos, como es el caso de Viptera 3 de Syngenta. El control de malezas es cada día más complejo a partir de la aparición de especies que resisten la aplicación de algunos herbicidas, como es el caso del glifosato. Este problema –afrontado por una significativa parte de la producción– requiere de soluciones complejas, como la combinación de nuevos herbicidas, o un manejo más efectivo de los cultivos y rotaciones. En definitiva, hay una necesidad creciente que requiere mayor atención e inversión. Desde Syngenta invertimos en lanzamientos de productos como herramientas para que el productor pueda combatirlos de manera efectiva.
    En el caso de soja se da un cambio importante en materia de tecnología productiva con biotecnología que combina resistencia a herbicidas e insecticidas. Además de la evolución en cantidad de eventos combinados, el cambio traerá aparejado una mayor cantidad de semillas tratadas profesionalmente con un cóctel de insecticidas, fungicidas e inoculantes. En este aspecto, Syngenta revolucionó el mercado a partir del lanzamiento de Plenus, los tratamientos de semillas que luego fueron imitados por otros competidores.  

    –Últimamente se consumen internamente más agroquímicos y menos fertilizantes, ¿responde a una tendencia o es fruto de nuestra particular coyuntura cambiaria?
    –No conozco en detalle la evolución de los fertilizantes. Sin embargo, puedo comentar que la necesidad de controlar malezas resistentes a glifosato con herbicidas selectivos es uno de los factores más importantes del crecimiento de la inversión en el sistema productivo y una tendencia que llegó para quedarse. La inversión en insecticidas y fungicidas tienen una variación anual más importante que se produce según las condiciones climáticas. No obstante, a la hora de elegir, el productor tiene a disposición herramientas de alta tecnología.

    –¿Cuál es la proyección que se espera en la ganadería y cuál será la evolución en términos relativos con la agricultura?
    –Si bien creemos que es necesaria una recomposición de los stocks ganaderos para convertir más kilogramos de granos en alimento de mayor valor agregado, tal recomposición no competirá por las hectáreas de agricultura. Por el contrario, se nutrirá de ellas. El cambio hacia modelos más intensivos tipo feed lot o mixtos es una tendencia que llegó para quedarse.

    Bayer

    Propuesta de valor integral para el campo

    “Aun en contextos adversos, el productor no abandona la permanente adopción de tecnología porque sabe que de ello depende el rendimiento de su producción. Pero darle una solución integral no se limita a ofrecerle la mejor respuesta técnica, sino también ponernos de su lado y conocer cómo impacta en su producción un contexto complicado como el actual”.


    Hernán Bagliero

    “Por eso nos hemos embarcado en una política de dividir riesgos, a través de herramientas financieras que le permiten al productor reducir la incertidumbre que esta coyuntura puede generarle”, asegura el director de Bayer CropScience para Conosur, Hernán Bagliero.

    –¿Cómo ha sido el desempeño del negocio Bayer CropScience en los últimos tres años?
    –Durante los últimos tres años hemos logrado un importante y sostenido crecimiento del negocio. En 2013 logramos un incremento en el nivel de ventas cercano a 17% con respecto al año anterior, mientras que en 2014 el incremento fue de alrededor de 22%.

    –¿Cuál es el segmento de mayor protagonismo entre la oferta de la compañía?
    –Bayer está seriamente decidida a convertirse en una empresa que pueda proveer una propuesta de valor integral al productor. Y eso implica seguir trabajando para ofrecer soluciones en todos los segmentos, ya sea en defensivos agrícolas (insecticidas, herbicidas, fungicidas, tratamiento de semillas) como en biológicos y semillas.
    La investigación y el desarrollo siguen siendo pilares fundamentales en ese sentido, como así también estar cerca del productor y conocer de primera mano cuáles son sus necesidades reales para ofrecer una propuesta de valor acorde. Para Bayer, el protagonista es el productor.

    –¿Cuánto representa la Argentina para el mercado global de Bayer?
    –En lo que hace al negocio agrícola de Bayer, la región de Latinoamérica aportará 40% del crecimiento que la empresa se propone a escala mundial para el año 2020. Y la Argentina en particular estará aportando 10% de ese crecimiento global. Esto da una pauta de la importancia que nuestro país tiene en la estrategia de crecimiento de la compañía en el plano global.
    Al mismo tiempo, hoy Latinoamérica es clave porque cuenta con recursos y know-how comparativamente ventajosos respecto a Ãfrica, y frente a una Europa que, cada vez más, prefiere comprar que producir. A ello se suma un crecimiento constante de la población mundial, mejora en la calidad de alimentación de poblaciones marginadas, una mayor sofisticación de los que tienen más poder adquisitivo, exigencias crecientes en calidad de alimentos, más la aparición de nuevos usos a los productos agrícolas.
    Todo esto abre un futuro alentador para la Argentina y otros sistemas productivos, pero al mismo tiempo exige a todos los integrantes de la cadena agroindustrial –públicos y privados– un mayor grado de trabajo en conjunto para mejorar aspectos de percepción pública a través de mayor información con evidencia científica. Solo así podremos crecer de manera sustentable.

    –Bayer ingresó hace algunos años en el mercado de semillas ¿Qué atractivo o potencial agrega dicho negocio a la compañía?
    –El ingreso de Bayer al negocio de semillas forma parte de nuestra estrategia de ofrecer una propuesta de valor integral. Queremos estar presentes en todo el ciclo del productor, proveyendo tecnología tanto en semillas como en biológicos y defensivos agrícolas. En ese contexto, estamos próximos a lanzar Credenz, la marca global de semillas de soja de Bayer. Creemos en soja. Queremos convertirnos en la empresa de soja en la Argentina, conscientes del potencial de crecimiento que tiene ese cultivo en nuestro país.

    –La falta de rotación de cultivos se explica en gran parte por los precios y la falta de incentivos fiscales. A ello se suma ahora los cortos períodos de arrendamiento. La consecuencia es una alta concentración de soja que afecta a la fertilidad de los suelos y un aumento de malezas resistentes. ¿Qué opinión tienen al respecto?
    –Somos absolutamente conscientes de que una de las problemáticas que más preocupa al productor en la actualidad es la creciente aparición de malezas resistentes. Por eso hemos implementado localmente una campaña global de Bayer, denominada “Diversidad es Futuro”, que justamente busca aportarle al productor las herramientas que necesita para un manejo integrado de malezas. A través de productos, a través de servicios. Buscamos estar cerca del productor y asistirlo en el momento justo, porque no existe una solución única para el control de las malezas difíciles. Y queremos liderar estas soluciones de manera sustentable, con un manejo responsable de porfolio, y capacitación adecuada para que sean soluciones completas y de largo plazo.

    Nitrasoil

    Laboratorio boutique de biotecnología de avanzada

    “En un acto reflexivo y justo, debemos reconocer que el agro está siendo atravesado por un cambio en el paradigma de la economía global, que a simple vista queda manifiesto en la caída de los precios de los commodities”, sostiene Carlos Gaziglia, presidente de la empresa de inoculantes.


    Carlos Gaziglia

    “Esto significa, para la cadena de producción de alimentos a escala mundial, haber comenzado a repensar márgenes de rentabilidad, que necesitan alta responsabilidad social y que garanticen términos de intercambio justos y sustentables”.

    –¿Cómo se aplica esta lectura a Nitrasoil Argentina?
    –Para el caso de empresas como Nitrasoil, con solvencia, calidad y gran habilidad para adaptarse, esto significa readecuarse, repensar sus estrategias comerciales, pero sin poner en juego su negocio. Por el contrario, hubo años complejos, pero que fueron abordados con una mayor inversión y crecimiento.

    –¿Con qué tipo de dificultades se enfrenta el negocio?
    –Hay una escala de problemas locales y otra internacional. Fundamentalmente la incertidumbre que genera la caída de precios y la falta de certezas sobre el comportamiento futuro de la economía global. Hasta cuándo China empujará la demanda y cómo Estados Unidos desarrollará su política con un dólar apreciado, que impactará en los commodities. El campo mira desde el clima, el dólar, China, hasta un conflicto en Medio Oriente que impacte en los términos de intercambio del petróleo.
    En Argentina, uno debe insistir en la excluyente necesidad de dialogar y encontrar soluciones en el orden tributario, burocrático, monetario y de financiamiento. Más allá de que hay que reconocer que hay dificultades complejas, debemos entender que el sector necesita de un Estado que intervenga, pero fundamentalmente para brindar la estructura o condiciones para que el sector crezca, invierta o reinvierta y que el crédito que hoy conseguimos, sea a tasas más convenientes.

    –¿Ha sido necesario establecer estrategias diferentes en el plano comercial, ante las dificultades señaladas?
    –Hubo que buscar todo tipo de financiamiento para el productor, distribuidores, flexibilizar pagos, y condiciones. Aplicar ingeniería financiera para poder seguir vendiendo y, en nuestro caso, aumentar las ventas.
    Nuestra determinación de hacer una fuerte inversión en el área comercial, con la incorporación de profesionales especializados en productos biotecnológicos, fue una buena decisión. Somos más agresivos y convincentes que antes en las ventas. Inclusive en un momento donde muchos nos aconsejan dejar pasar el ruido, y decidir recién cuándo haya más calma.

    –¿Qué sucede con los valores de los insumos, generalmente importados, para la producción de inoculantes?
    –Los insumos importados no han sido la variable de mayor aumento en los últimos tiempos. El impacto en especial ha venido de los costos internos de la economía local. Salarios, servicios, impuestos, seguros son parte de la extensa lista de variables que sí mostraron mayor movimiento.

    –¿Cuánto invierte su empresa en investigación, ensayos y nuevas soluciones para el agro?
    –Nosotros solemos trabajar de manera coordinada con productores, distribuidores y profesionales influyentes en el sector para investigar en línea a sus necesidades. Es decir, vamos adaptando nuestros desarrollos a la medida de sus requerimientos, por lo cual la inversión también es muy dinámica.
    Actualmente nuestra área de I+D está con seis líneas de investigaciones, además de otras decenas de ensayos y nuevas formulaciones. Pero son desarrollos que llevan como mínimo dos años para que salgan al mercado y significan varios millones de pesos al año. No es solo un desarrollo biotecnológico sino que es un producto que incluye acciones de marketing, packaging, licencias, líneas de producción, logística, etc.

    –Las multinacionales tradicionalmente vinculadas a los agroquímicos se vuelcan a los inoculantes. ¿Es un negocio rentable? ¿Hay mucho terreno por explotar aún?
    –Nitrasoil es una empresa solvente, con prestigio y calidad, que tiene un negocio rentable. Nosotros decimos que no solo somos primeros, sino pioneros.
    Sabemos que producimos y comercializamos productos biotecnológicos de excelencia y no un producto que arrastra costos enormes por un marketing exagerado. No vendemos ni trasladamos marketing al productor: comercializamos biodesarrollos para el agro.

    Profertil

    Los suelos fértiles y negocios sustentables

    La empresa es el resultado de un proyecto conjunto entre YPF y Agrium, cuyo propósito fue la construcción en el país de una planta de urea y amoníaco, necesarios para aportar nitrógeno en la reposición de nutrientes al suelo, que demandó una inversión superior a US$ 700 millones y fue puesta en marcha en el año 2001.


    Pablo Pussetto

    YPF sería la responsable de transformar gas natural en productos de mayor valor agregado, mientras que Agrium, de origen canadiense, aportaría el know-how a partir de su rol como líder mundial en la producción y comercialización de fertilizantes.
    “Es un proyecto que se paró sobre pilares muy básicos pero muy sólidos desde su concepción”, dice su gerente comercial, el ingeniero químico, Pablo Pussetto. “En primer lugar, por la existencia de gas natural en el país, a un costo competitivo; la planta permitiría producir a gran escala para abastecer al mercado interno y externo; y finalmente, un mercado interno con potencial de crecimiento y un mercado regional con Brasil, Uruguay y Chile”.

    –¿Qué evolución tuvo el negocio desde entonces?
    –A mediados de los años 90 el mercado de fertilizantes alcanzaba las 600, 700.000 toneladas y hoy se encuentra en los 3 millones de toneladas, con potencial de crecimiento. En aquel momento la producción agrícola estaba en los 30 millones de toneladas de granos y hoy superamos los 100 millones.

    –¿Cuál es la función de los fertilizantes?
    –En suelos con baja disponibilidad de nutrientes, sin fertilizantes no hay producción o los rendimientos son muy bajos. Entonces, la inversión en tecnología de fertilización permite mejorar la ecuación económica y la rentabilidad. Por otra parte, está el mantenimiento del recurso suelo. Si uno extrae continuamente nutrientes y no los repone, el suelo es cada vez más pobre y con menos capacidad productiva. Es decir, los fertilizantes dan continuidad al ciclo al reponer los nutrientes del suelo.

    –¿En qué porcentaje se reponen los nutrientes en la actualidad?
    –Hoy en una campaña agrícola se reponen alrededor de 35% de los nutrientes que se van con los granos producidos. La situación no es la misma en todos los cultivos ni para todos los nutrientes, pero cuando Profertil comenzó a operar, en la Argentina se reponían alrededor de 15% de los nutrientes. Entonces ha mejorado la cuestión pero todavía ser requiere un esfuerzo mayor.

    –Sin embargo, al productor argentino se lo ve muy involucrado con la tecnología aplicada.
    –Por un lado la producción agrícola argentina es la que más rápidamente ha absorbido la incorporación de tecnología, como la siembra directa, el uso de transgénicos, el paquete tecnológico de los agroquímicos, pero en lo que hace a fertilización, tenemos una deuda. Esto vulnera el criterio de la sustentabilidad, clave en la agricultura.

    –¿Cuál fue el desempeño del negocio de Profertil en los últimos años?
    –La dinámica del mercado de fertilizantes en Argentina muestra un ciclo de estancamiento después de años de crecimiento bastante vertiginoso. Los factores principales tienen que ver, en parte, con el deterioro de la ecuación económica de algunos productores. Se busca en muchos casos disminuir el riesgo, en vez de maximizar la rentabilidad.
    Al ser el fertilizante una variable importante en el costo total de la siembra, es uno de los insumos que el productor ha decidido reducir.

    –¿Cómo afecta la reducción de las superficies de siembra para los cultivos de trigo y maíz?
    –Esto tiene consecuencias en el mercado de fertilizantes porque en el caso de la soja es donde el uso de fertilizantes aún está menos difundido y el productor le otorga menor uso a la tecnología de fertilización. A ello se suma que en muchas regiones el productor de soja logra rendimientos adecuados con un bajo paquete de fertilizantes, por más que no maximice la rentabilidad.

    –¿En qué volúmenes podrían crecer los rendimientos con una mayor fertilización?
    –En 2012 el mercado de fertilizantes en la Argentina tocó un máximo de 3,7 millones de toneladas y luego bajó paulatinamente, hasta encontrarse hoy en una meseta de 3 millones.
    Si uno hiciera una práctica con un sistema más sustentable, con una participación mayor de la producción de trigo y maíz, que también hace a la sustentabilidad, el mercado de fertilizantes rápidamente podría llegar a los 6 millones de toneladas, acompañado de un contexto más favorable de precios. Estamos hablando de 50, 60% de reposición de nutrientes y es un escenario al que nosotros le asignamos una probabilidad muy grande.

    –¿Qué desafíos tiene Profertil por delante?
    –Hacemos una apuesta continua al otro eslabón fundamental del negocio, que tiene que ver con la estructura de logística. Nosotros atendemos la demanda en toda la Argentina, tenemos operaciones logísticas en Necochea, una terminal propia en San Nicolás, con una capacidad de almacenaje de 70.000 toneladas para sólidos y 35.000 toneladas para líquidos, y hace 2 años hicimos una inversión fuerte de US$ 65 millones en la radicación de un nuevo puerto en la zona de Puerto General San Martín, con una capacidad de almacenaje de 200.000 toneladas de fertilizantes, con una visión de largo plazo, de apostar a la potencialidad del mercado en la Argentina.
    En la misma línea estamos inaugurando, con una inversión cercana a los US$ 150 millones, un proyecto de reducción de consumo energético y de aumento de capacidad en la planta de Bahía Blanca, que permitirá aumentar cerca de 12% la producción de urea, utilizando la misma cantidad de gas natural.

    Rizobacter

    La flexibilidad para competir entre grandes

    Creada en 1977 por el ingeniero agrónomo Miguel Harman, a partir de la producción de inoculantes para leguminosas forrajeras, la firma es un emblema de Pergamino, donde funciona su sede central. Tiene en marcha, además, dos subsidiarias con ventas comerciales en los países de Paraguay y Brasil y emplea a casi 400 trabajadores.


    Ricardo Yapur

    “La empresa está certificada bajo las normas ISO 9.000, 14.000 y 18.000 y se encuentra en proceso de validación de su huella de carbono y la ISO 10.000, correspondiente a la certificación de clientes”, cuenta el ingeniero agrónomo Ricardo Yapur, CEO y gerente general de Rizobacter.

    –¿Cómo se encuentra Rizobacter en la actualidad?
    –Va a cerrar el ejercicio comercial con US$ 100 millones de facturación, de los cuales cerca de 18% corresponde al comercio exterior en mercados tan disímiles, como Bolivia, Su­dá­frica, EE.UU y Uruguay, Canadá, México, Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Ucrania, Turquía, Kenia, Sudáfrica. Contamos con argentinos para atender sucursales en EE.UU., Paraguay, Brasil, Sudáfrica, Bolivia y Francia y un local a punto de concretarse en India.

    –¿Dónde se realiza la fabricación de los productos?
    –Toda la producción se realiza en la planta de Pergamino, pero estamos empezando a producir en Brasil. Tenemos además cuatro depósitos en la Argentina, en las localidades de Necochea, Río Cuarto, Paraná y Tucumán, que nos permiten llegar rápidamente al productor y que cuentan con servicio de marketing y servicio técnico.

    –¿Cómo está compuesta la oferta de negocios?
    –El corazón del negocio son los inoculantes y los pack de curasemillas, que representan más de 40% de facturación. También el de los tensioactivos es un negocio muy fuerte, y está en el orden de 40% de facturación. Y luego está la atención a semilleros, el tratamiento de semillas, etc.

    –¿Cuánto invierte la compañía en investigación?
    –Nosotros invertimos 3% del total de la facturación en I+D, y se destina en su totalidad a inoculantes. Otro modo de decirlo es que el 10% de la facturación en inoculantes se invierte en I+D.

    –¿Cómo ha ido el negocio en los últimos años?
    –Una cosa es lo que le sucedió al productor y otra muy distinta es lo que nos pasó a nosotros como empresa. En el último año quedaron casi un millón de hectáreas sin sembrar y sin embargo la soja no la capturó y se sembró la misma cantidad de este cultivo que en la campaña anterior. Quiere decir que en algún lugar de rendimientos menores quedó un millón de hectáreas sin sembrar.
    Nosotros como empresa, producto de nuestro trabajo constante, nuestras alianzas estratégicas y la generación de nuevos productos, hemos crecido muchísimo. En los últimos tres años hemos duplicado la empresa prácticamente, lo cual nos ha permitido crecer en el mercado local y el mercado de exportación.

    –¿Qué porcentaje de los inoculantes son importados?
    –En inoculantes son muy pocos. Hay algunas drogas pero la gran mayoría del componente importado son para los productos químicos, donde importamos en algunos casos como materia prima y en otros como productos finales.

    –La balanza comercial es positiva, ¿es así?
    –La balanza está equilibrada. Exportamos alrededor de US$ 18 millones e importamos volúmenes similares. Lo que pasa es que el Gobierno viene ajustando en función de la sustitución de importaciones y cada año da un poquito menos de importaciones, por lo tanto si no se lleva equilibrado el negocio se complica.

    –¿Cómo compiten frente a multinacionales?
    –Trabajando todos los días y reinvirtiendo permanentemente. Rizobacter pasó 38 años siempre con un objetivo claro: invirtió en I+D, equipos, máquinas, profesionales, tecnología. Supo leer la realidad y en algunos momentos tuvo que ver cómo se achicaba y en otros cómo se expandía.
    Hoy tenemos alianzas estratégicas con Syngenta, con Momentic y Desangó. No podíamos entrar con una inversión en ciertos productos y propusimos trabajar juntos. Nosotros de­sarrollamos el mercado y ellos pusieron el producto. Nos hemos asociado y estamos desarrollando una planta en Pergamino, con una inversión de US$ 30 millones para producir un fertilizante microgranulado en base a fósforo para vender a partir del año que viene.

    –¿Cuáles son las expectativas futuras de Rizobacter?
    –Hoy tenemos el foco puesto en seguir creciendo en el mercado local y apuntamos muy fuertemente al mercado de exportación porque queremos llegar a facturar en dos años US$ 150 millones. Es decir, queremos seguir creciendo, pero queremos que 30% de nuestra facturación provenga del comercio exterior.