Por Consultora Ledesma
Sin embargo, la caída se amplificó durante 2014, dado:
• El deterioro de los niveles de empleo agregado. La destrucción de empleo fue reconocida por las propias estadísticas oficiales, por primera vez desde la crisis de 2001-2002.
• La contracción del salario real por segunda vez consecutiva, lo que lo llevó a promediar el nivel más bajo desde 2010.
• En el caso de los salarios medios y altos, el desempeño negativo del salario real disponible fue amplificado por la falta de actualización acorde de los mínimos no imponibles y deducciones especiales de la cuarta categoría. Y, peor aún, por la falta total de ajuste en la escala del impuesto aplicable sobre los ingresos de las personas físicas.
En tanto, desde el punto de vista de las expectativas de ingreso familiar real, lo primero a señalar es que el proceso de deterioro había comenzado a producirse con anterioridad, ya que era parte y consecuencia, al mismo tiempo, de las crecientes y generalizadas expectativas de volatilidad macroeconómica.
Sin embargo, la ya indisimulable destrucción de empleo y el, consecuente, incremento del desempleo fue un duro golpe; pues:
• Incrementó en forma significativa la probabilidad de ingreso en situación de desempleo o, al menos, subocupación laboral. No solo escasearon las nuevas oportunidades laborales. Además, creció la probabilidad de despido por causas ajenas al propio desempeño laboral.
• Reforzó la perspectiva que indicaba que las actualizaciones salariales estaban condenadas a correr por detrás de los precios, dado el menor margen de negociación salarial.
• Confirmó la magnitud del problema macroeconómico de base y, por lo tanto, la persistencia del desempeño negativo del ingreso familiar mientras no se realizara el ajuste del esquema de política económica local. Es decir, metafóricamente hablando, vino a certificar que ese ajuste, por las buenas o por las malas, era ineludible.
Recordemos que el ajuste del esquema de política económica local, implica un conjunto de medidas que, en principio, tienen impacto negativo sobre el nivel de ingreso familiar real.
Ahora bien, como nos enseña la Teoría del Ingreso Permanente, a los agentes económicos no “les gusta” tener que variar en forma brusca y repentina su consumo. Tanto en nivel, como en composición.
Por lo tanto, y con el objeto de evitar que la suerte del consumo esté atada a la del ingreso real en el corto-mediano plazo, es decir, para poder suavizar la tendencia del consumo en relación a la del ingreso, hay que ahorrar en algunos períodos, para des-ahorrar en otros. Ergo, cuando las familias perciben que el deterioro / (incremento) del ingreso familiar real es transitorio, tienden a reducir / (incrementar) sus niveles de ahorro y, consecuentemente, el nivel de consumo cae / (sube) a un ritmo más moderado. En un caso de deterioro transitorio extremo, podrían incluso dejar de ahorrar o des-ahorrar.
Sin embargo, cuando la perspectiva de deterioro / (incremento) del ingreso real familiar es de naturaleza permanente (su persistencia prevista en el tiempo es considerable) las familias mantienen inalterados sus niveles de ahorro, si es que los hubiera, y, en consecuencia, reducen en similar magnitud sus niveles de consumo.
Fuerte caída del consumo
Por eso mismo, la fuerte caída registrada por el consumo privado durante 2014, no solo nos dice mucho sobre lo acontecido con el ingreso familiar real durante el año en curso. También, argumento de preferencia revelada mediante, nos indica mucho sobre las expectativas de deterioro macroeconómico. En especial, sobre lo que los agentes creen respecto del grado de “evitabilidad” y la magnitud del ajuste esperado a nivel local.
El mal del consumo privado se vio amplificado por el encarecimiento, endurecimiento de las condiciones y reducción de la oferta de crédito que se produce en el contexto de los procesos de deterioro macroeconómico. No solo porque se reduce drásticamente la generación de nuevo crédito. Si no también, porque se restringe la posibilidad de refinanciar, directa o indirectamente, lo ya tomado en el pasado.
Sin embargo, no hay que confundir. La restricción del crédito no es la causa del desempeño negativo del consumo privado, en general, y del durable y semidurable, en particular. Es un elemento amplificador generado por al mismo fenómeno de base que genera el mal desempeño del primero.
Caso contrario, se corre el riesgo de confundir cuestiones accesorias con las fundamentales, y destinar buena parte de los esfuerzos que deberían estar orientados a corregir las causas del proceso de deterioro macroeconómico, a impulsar el crédito para consumo. Como, es el caso del Plan “Ahora 12” o PROCREAUTO.
Ambos planes implicaron un subsidio para el consumo privado y, en consecuencia, pueden haber amortiguado la caída del mismo en el corto plazo. Sin embargo, tendieron a profundizar el deterioro de las expectativas de ingreso real familiar de cara al mediano-largo plazo, al confirmar que actual gobierno no estaba en condiciones de avanzar en el replanteo de su esquema de política económica, sosteniendo y hasta alimentando el proceso de deterioro macroeconómico.
De cara a 2015 esperamos que no se avance en el replanteo del esquema de política económica local y, en cambio, se insista con los planes que atacan cuestiones accesorias del proceso de deterioro macroeconómico local y terminan profundizando el sesgo expansivo del esquema de política.
Ergo, se profundizará el proceso de deterioro macroeconómico, confirmándose y reforzándose las expectativas de volatilidad, en general, y de retroceso del ingreso real familiar, en particular, lo cual derivará en un desempeño negativo del consumo privado, reforzando la contracción del producto y empleo, y retroalimentando el círculo vicioso.
Empleo
Reconocimientos a medias
La dinámica del mercado laboral generó la principal novedad macroeconómica de 2014: las estadísticas oficiales reconocieron una significativa destrucción de empleo, por primera vez desde la crisis de 2001-2002. Si bien esa realidad ya venía siendo registrada por las estadísticas privadas, su reconocimiento por parte del INDEC es un claro indicador de su magnitud.
En particular, la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) reconoció que el nivel de empleo estimado para los principales 31 aglomerados urbanos del país se redujo en casi un 3% entre el tercer trimestre de 2014 y el mismo período de 2013, destruyéndose poco más de 321.000 puestos en términos absolutos.
De esta manera, la tasa de empleo (razón entre la población ocupada y la población total) se ubicó en torno a 41,3%, reduciéndose 1,6 puntos porcentuales respecto del tercer trimestre de 2013 y alcanzando el nivel más bajo desde el tercer trimestre de 2005.
Obsérvese que el ritmo de contracción interanual experimentada por el nivel de empleo urbano superó en casi 50% el ritmo de contracción estimado para el PIB durante el mismo período. Es decir, a diferencia de años previos, el empleo amplificó el desempeño negativo del PIB, reforzando lo que hemos venido remarcando: A) El PIB y el nivel de empleo jugaron el rol de variables de ajuste. B) El temor al deterioro de la situación ocupacional comenzó a impactar negativamente sobre los niveles de consumo durable y semidurable del sector privado.
Ahora bien. Según las propias estimaciones del INDEC cerca de 95% de la destrucción de empleo se concentró en el aglomerado del Gran Buenos Aires, experimentando el nivel de empleo una caída de 5% interanual. La tasa de empleo en este caso habría experimentado una reducción interanual de 2,5 puntos porcentuales, ubicándose en torno a 41,9%.
En cambio, en el resto de los 30 aglomerados urbanos la tasa de empleo se habría reducido en solo 0,6 puntos porcentuales, ubicándose en torno a 40,7%.
Siguiendo con el análisis pormenorizado de las estimaciones oficiales, otro dato que despierta, como mínimo, la atención del analista es que más de 85% de las personas que quedaron desocupadas entre el tercer trimestre de 2014 y el mismo período de 2013 (aproximadamente 273.000), simplemente abandonaron el mercado laboral. Es decir, no salieron a buscar una nueva ocupación. Razón por la cual, no son considerados desocupados.
La situación real
De lo dicho se desprende:
• Que el INDEC reconoce un incremento del nivel de desempleo durante el tercer trimestre de 2014 muy inferior al que podría preverse a primera vista, ya que, según sus estimaciones, solo 15% de quienes perdieron su ocupación salieron activamente a buscar una nueva.
En particular, los datos de la EPH señalan que la desocupación alcanzó a 892.100 personas o 7,5% de la PEA, 67.569 personas más que en el tercer trimestre de 2013. Lo que implicó un incremento interanual de 7,8% y 0,7 puntos porcentuales, respectivamente.
La tasa de desempleo reconocida para el Gran Buenos Aires es de 7,9%, incrementándose 0,5 puntos porcentuales respecto del mismo trimestre de 2013. Nuevamente se verifica que la mayor porción de quienes perdieron su ocupación no salieron a buscar activamente otra.
En el caso del resto de los aglomerados la tasa de desocupación se incrementó en 0,9 puntos porcentuales respecto del tercer trimestre de 2013, ubicándose en torno a 7,1%.
• Que el INDEC estima una significativa contracción de la población económicamente activa (PEA, -2,2% interanual) durante el tercer trimestre de 2014 y, como contrapartida, una perceptible alza de la pasiva.
En particular, según las estadísticas oficiales la tasa de actividad para la población urbana (razón entre la PEA y la población total) del tercer trimestre de 2014 marcó un nuevo mínimo para la correspondiente serie (últimos doce años), ubicándose en torno a 44,7%. Unos 1,3 puntos porcentuales menos que en el promedio de los últimos doce años para ese mismo trimestre (46%)
Obsérvese que para que se registre semejante reducción de la PEA no solo deben haberse retirado del mercado laboral la mayor parte de los que perdieron su ocupación. Además, no deben haberse registrado nuevos ingresos como resultado del propio proceso de crecimiento poblacional (personas que se incorporan por primera vez al mercado laboral).
Nuevamente, las estimaciones del INDEC sugieren que la contracción de la PEA, y la correspondiente tasa de actividad, se concentró en el Gran Buenos Aires. En particular, la contracción fue de 4,6% interanual para la PEA y de 2,4 puntos porcentuales para la Tasa de Actividad (45,5%) En tanto, que en el interior la PEA habría seguido creciendo a un ritmo de 0,5% interanual.
¿Qué hubiera pasado si la tasa de actividad se hubiera mantenido estable en torno a los niveles promedio históricos (46% de la población total)?
La desocupación reconocida por las cifras oficiales habría alcanzado más de 1,2 millones de personas durante el tercer trimestre de 2014, incrementándose a un ritmo interanual de 50% y la tasa de desocupación habría saltado levemente por encima de 10% (3,2 puntos porcentuales más) La tasa de desempleo más alta desde 2006 (últimos ocho años).
Incluso, en el contexto de una reducción de la tasa de actividad de un punto porcentual, como resultado del efecto desaliento de haber perdido el empleo en un contexto caracterizado por las pocas oportunidades en la materia (hasta 45%), la desocupación habría alcanzado a poco menos de un millón de personas, incrementándose cerca de 17% interanual y la tasa de desempleo del tercer trimestre de 2014 habría sido de 8,1%. La tasa de desempleo más alta desde 2009 (últimos cinco años)
Ahora bien, ¿qué ocurrió con los subocupados? De acuerdo a las propias cifras oficiales la cantidad de personas subocupadas se incrementó cerca de 4% respecto del tercer trimestre de 2014, alcanzando a 1,1 millones de personas.
En consecuencia, si la tasa de actividad se mantuvo en torno a los promedios históricos de 46%, durante el tercer trimestre de 2014 cerca de 2,3 millones de personas, poco más de 19% de la PEA urbana relevada y poco menos de 9% de la población toral de los aglomerados urbanos, estuvieron insatisfechos con su situación ocupacional.
Conclusión. Más allá de los reconocimientos a medias y las consecuentes controversias en torno a las estadísticas oficiales, lo cierto es que la destrucción de empleo fue más que significativa durante el último año y que las cifras de desempleo y el nivel de empleo han retrocedido a valores que no se veían desde hace casi una década.
Lamentablemente, las perspectivas 2015 marcan un sostenimiento de la tendencia negativa del nivel de empleo y, consecuentemente, un alza de desempleo ya que, a pesar de la caída de los salarios reales registrada durante el año en curso y prevista para el próximo (abaratamiento de mano de obra), la contracción esperada para el PIB, los márgenes prácticamente nulos de rentabilidad en buena parte de los sectores productivos (no hay margen para absorber horas improductivas) y las expectativas macroeconómicas negativas son factores determinantes en ese sentido.
Salarios
Segunda caída real consecutiva
La cuestión salarial volvió a ocupar durante buena parte del año el centro de la escena como resultado de: el retroceso del salario medio real por segundo año consecutivo, que contribuyó a alargar y endurecer las paritarias; la mayor presión impositiva por ganancias que supuso la falta de una adecuación acorde de las escalas y mínimos no imponibles.
Lo estructura tributaria profundizó el desempeño real negativo de los salarios medios y altos, ya que la suba nominal del salario disponible fue amortiguada por el incremento de la presión en concepto de impuesto a las ganancias, derivando en un mayor ritmo de contracción real.
Lo tensión entre los sindicatos opositores y el gobierno incluyó paros y movilizaciones generales, que intentaron forzar la modificación del mínimo no imponible para las ganancias de cuarta categoría o, al menos, la actualización de la deducción especial para los ingresos brutos de esa categoría inferiores a $15.000 (Decreto PEN 1242/2013)
Esto fue particularmente cierto durante el segundo semestre y terminó derivando en la exclusión del medio aguinaldo de diciembre de 2014 de la base de cálculo del impuesto a las ganancias del mismo año, para los salarios brutos inferiores a $35.000 mensuales.
Entonces, el año pasado comenzó con una situación muy compleja en cuanto a las negociaciones salariales, porque el nivel de las primeras demandas sindicales, apalancadas por la fuerte devaluación de enero y la consecuente aceleración inflacionaria, excedían ampliamente la capacidad de pago del sector privado (menor rentabilidad) y público (menos recaudación).
En principio, las más afectadas fueron las jurisdicciones provinciales, ya que, dada la distribución de competencias, tienen casi tres cuartas partes del presupuesto destinado a pagar sueldos. Esto profundizó el impacto de con la negociación salarial sobre las agobiadas finanzas provinciales, a las que el Estado Nacional debió asistir.
Los primeros acuerdos en materia de fuerzas de seguridad provinciales planteaban un panorama sombrío para la negociación salarial del sector privado. Los incrementos porcentuales logrados en esos casos aplicados a los niveles salariales de buena parte de los sectores productivos, se traducían en aumentos absolutos de las correspondientes masas salariales que excedían ampliamente su capacidad pago.
Los escasos márgenes de rentabilidad, por un lado, y el atraso cambiario y el mal desempeño de la demanda interna y externa, por el otro lado, dificultaban e, incluso impedían, absorber y/o trasladar a precios la mayor parte del alza de los costos que suponían los mencionados reclamos.
Ya ingresados en marzo, la profundización del mal desempeño del nivel de actividad económica, en general, de la destrucción de empleo privado, en particular, y la desaceleración de la tasa de devaluación nominal, derivaron en una prolongación de las discusiones, la moderación de los porcentajes de actualización salarial exigidos a las patronales, en el retorno de las sumas no remunerativas (reducción del impacto en costos por cargas sociales ya que no entran en el cálculo de ganancias) y en un mayor escalonamiento de incrementos pactados a lo largo del año (reducción del incremento promedio).
Debate por ganancias
En tanto que, buena parte de los reclamos sindicales volvieron a enfocarse sobre el efecto del impuesto a las ganancias de cuarta categoría sobre los incrementos finalmente logrados. Es decir, buscaban maximizar el impacto de los aumentos logrados sobre el salario finalmente disponible o neto.
Si se cuantifica, durante el año pasado el salario nominal promedio de la economía registró un alza entre puntas en torno a 35% y una promedio anual en torno a 33%, frente a un nivel de precios al consumidor que hizo lo propio en un 37,5% y 37,3%, respectivamente.
Ergo, el salario real promedio acumuló un baja de 1,8% entre puntas de 2014 y promedió un retroceso de 3% anual. Se trató de la segunda caída consecutiva y la más significativa desde la crisis de 2001-2002, alcanzando el nivel más bajo desde 2010 (promedio anual) Es decir, el menor poder adquisitivo de los últimos cuatro años.
En tanto, si consideramos que la tasa de devaluación promedio anual fue de 48,3%, podemos concluir que el salario medio en dólares promedió una retroceso de 10,3%, cayendo por primera vez desde 2014 y alcanzando un nivel, que en claro paralelismo con el proceso de atraso real, aun así resultó 24% superior al promedio de 2001.
En línea con lo señalado en los párrafos previos y a diferencia de años anteriores, fue el sector privado registrado quien lideró la contracción de los salarios reales. Pues, el alza nominal promedio de 2014 fue de 30,7% anual, determinando un caída real promedio de casi -5% anual y una del correspondiente salario medio en dólares de casi -12%.
En el caso del sector privado no registrado el alza nominal del salario medio fue de 38% promedio anual, lo que determinó una leve alza en términos reales (+0,6%) y una contracción del salario medio en dólares de solo 7%.
En tanto, en el caso del sector público, y también línea con lo señalado al principio del presente artículo, el alza nominal promedio anual fue de casi 34%, reduciéndose la caída del salario medio real a -2,6% como promedio anual y la del correspondiente salario medio en dólares a -9,8%.
De cara a 2015 la expectativa es que el panorama se repita. Pues dada la no modificación de los factores de fondo, en especial el no ajuste del esquema de política económica local, esperamos que el proceso de deterioro macro continúe, sosteniéndose la combinación de: A) Alta inflación, aunque a un ritmo menor que en 2014. B) Caída del PIB y destrucción de empleo, también a un ritmo levemente menor.
Si bien los primeros reclamos sindicales comenzarán apalancados, no solo por las expectativas de inflación 2015, sino además por la presión por recuperar buena parte del terreno perdido durante 2014, volverán a chocar con las escasa capacidad de pago del sector privado y las complicadas finanzas provinciales.
Con lo cual, estimamos que los aumentos finalmente pactados sean más bajos, escalonados a lo largo del año y que vuelvan a incluir cifras no remunerativas. Además, de una nueva prolongación de las discusiones paritarias (empezarán antes y terminarán después).
Por lo tanto, esperamos que los incrementos promedio finalmente acordados para los salarios del sector privado formal y el sector público, en el mejor de los casos, logren cerrar en línea con la tasa de inflación.