Lo viejo convive con lo nuevo

    Marcelo Iezzi

    Por Florencia Pulla (*)

    Aunque la tendencia de ciudades inteligentes es relativamente reciente, los seres humanos se han preguntado durante mucho tiempo cómo serían las ciudades en el futuro. Posiblemente en la edad media jamás hubiesen imaginado pájaros voladores de metal que nos llevan de una punta del globo a otra; en épocas de la Revolución Industrial hubiesen quedado boquiabiertos con el concepto mismo de Internet. En los años 50 del siglo pasado, los dibujos animados pensaban las ciudades inteligentes en el aire: el tránsito no existiría porque los autos voladores estarían ahí para llevarnos de un lugar a otro.
    Evidentemente el concepto del futuro cambia a medida que avanzamos. Si bien todavía el auto volador es un sueño irrealizable, pronto habrá autos sin conductor que nos lleven –más cómodos y seguros– de la casa al trabajo. Y el transporte público ha evolucionado mucho desde la época de los primeros ferrocarriles.
    Marcelo Iezzi, líder de la práctica de Desarrollo Sostenible en PwC Argentina, entiende perfectamente este concepto del cambio. “Las tendencias actuales marcan que para 2060 la mitad de la población va a vivir en ciudades y entonces eso va a obligar a los Estados y a los privados a cambiar su infraestructura. Pero no hay cambios fuertes sino procesos que se ponen en marcha y que producen mejoras significativas. Cuando hablamos de ciudades inteligentes hablamos de ciudades que ya existen, no de campos desiertos en donde hay que empezar desde cero. Y entonces va a haber que reestructurar un montón de edificios y procesos para adaptarlos a nuevas demandas. Para dar un ejemplo: el Empire State Building, en Nueva York, es un edificio bien del siglo pasado con demandas energéticas de otros tiempos, y hace algunos años modificaron todos sus sistemas y hoy está entre los más eficientes del mundo. Hay que trabajar sobre la misma infraestructura para ponerla en condiciones aceptables”, explica.
    Esta reestructuración de la que habla Iezzi presenta, demás está decirlo, oportunidades para nuevos negocios –que hoy concentran las grandes empresas que lideran la tendencia– que incluyen una serie de alianzas con Pyme muy especializadas. “Cada vez que se tienda una infraestructura nueva, que se toma una decisión de políticas públicas, hay nuevas oportunidades para empresas de todos los tamaños”, agrega.

    –¿El salto, de tan grande, es imposible?
    –Aunque Buenos Aires es una ciudad inteligente en varios sentidos todavía los problemas que enfrenta –propios de una gran urbe pero también de un atraso significativo en inversiones– son estructurales. Con problemas en el tránsito, demoras en las soluciones de cara a mejorar procesos burocráticos lentos o en la descentralización de recursos, parece mentira que la ciudad inteligente sea, también, para nosotros.
    Iezzi alerta que no es así. “Cierto que hay que dar un salto muy alto en algunos casos. Pero también es cierto que eso evita dar pasos intermedios que hoy son innecesarios. Si hubiésemos invertido antes quizás la necesidad de hacer ese upgrade también existiría. Entonces la idea es hacer un salto, sí, a la última tecnología disponible”.
    El problema de dar ese salto significativo es que “debe existir una decisión política muy grande”. “En otros casos probablemente haya que tomar decisiones de inversión enfocada a soluciones que no tengan una barrera de acceso muy alta. El Metrobus es un buen ejemplo. Es una idea que está en marcha desde hace décadas en otros lugares del mundo y que funciona porque es simple. Lo cierto es que esa debería ser solo una primera etapa dentro de un proceso de trabajo continuo”.
    En un país en donde los cambios en los signos políticos significan hacer “borrón y cuenta nueva”, Iezzi entiende que los desafíos son muchos. “No nos distinguimos por ser un país con gran planificación o que ponga primero demandas cuya satisfacción no retorne en votos. Pero hay cuadros técnico trabajando en el Estado y lo están haciendo bien; ellos son los que tienen que ponerse a diseñar políticas de largo plazo”.

    (*) Todas las entrevistas que siguen de la sección Portada, fueron realizadas por la periodista Florencia Pulla.

    Eduardo Gorchs de Siemens

    Pensar más allá de Buenos Aires

    Aunque la Capital es una de las megaurbes del mundo, la posibilidad de implementar soluciones inteligentes en ciudades intermedias, con menos población pero con los mismos problemas, habilita una serie de mejoras un tanto más federales.


    Eduardo Gorchs

    Cuando se habla de ciudades inteligentes generalmente se tiende a pensar en el software: aplicaciones que nos permiten ver qué tan lejos está el colectivo; soluciones para hacer seguimientos de documentos que mezclan Big Data con analytics. Pero para ver de verdad el impacto que la tecnología puede tener en las ciudades debemos mirar a la infraestructura. O, como dice Eduardo Gorchs, a cargo del área de Movilidad de la alemana Siemens, “al software le hacen faltan las piernas y los brazos”.

    –En un país en donde un tercio de su población vive en una sola megaurbe, que es la ciudad de Buenos Aires y el área metropolitana, hay una tendencia a pensar que los cambios primero se presentarán en la capital. Pero por su tamaño a veces las implementaciones son difíciles. ¿Cómo se está trabajando el tema de ciudades inteligentes más allá de Buenos Aires?
    –Si bien existe una mega ciudad, que es Buenos Aires, la necesidad de estas soluciones también está, y es muy fuerte, en ciudades intermedias. Están Rosario, Córdoba y otras más chicas como Mendoza, Tucumán, Bahía Blanca, Mar del Plata, el corredor Neuquén–Cipoletti, que tienen mucho crecimiento y están avanzando en estas soluciones. Mendoza, por ejemplo, tiene un tranvía eléctrico que creció de una traza ferroviaria en desuso, como tenemos en casi todas las ciudades, y que se reconvirtió para dar un servicio urbano de pasajeros que es seguro, eficaz y económico. En Rosario ahora quieren hacer algo parecido.
    Lo que tienen en común estas dos ciudades es que tienen la autoridad de tomar decisiones y los organismos de control para hacerlos funcionar. Rosario es dueña de su transporte público, por ejemplo. Mendoza, igual. Eso es muy parecido a lo que ocurre en ciudades europeas, en donde existe una entidad que administra el transporte. La tecnología existe, sí; el presupuesto existe; falta que pueda gestionarse bien.

    –Hablando de administración. Buenos Aires fue una de las primeras ciudades de Latinoamérica en tener subte, por ejemplo. Pero luego otras ciudades se sumaron y crecen a un ritmo mucho mayor que las líneas locales.
    –Los problemas son comunes a todas las ciudades pero existen casos de éxito. Santiago empezó con su subte hace 60 años y a pesar de haber empezado 40 años más tarde ya tiene el doble de kilómetros que Buenos Aires. Lo mismo en Lima, en donde están por licitar la línea 3 de subte. No por empezar antes se tiene una ventaja competitiva. Las ciudades rápidamente se ponen a tiro.

    –Lo bueno de ponerse a tiro ahora es que se cuenta con la mejor tecnología disponible. ¿Qué tan importante es la sustentabilidad para las ciudades del futuro?
    –Es indispensable. No hay ciudad del futuro sin políticas de sustentabilidad. El transporte, si se electrifica, permite elegir como generar esa electricidad y hacerlo de formas más eficientes y ecológicas. Un colectivo eléctrico además de no emitir gases no hace ruido y eso también mejora la calidad de vida.

    –En muchas ciudades del mundo estas nuevas soluciones provocaron resistencias sindicales. ¿Hay más aceptación de lo inevitable?
    –Resistencias siempre hay de algún lado. El tema es de dónde vienen. O esas resistencias se convierten en ideas para mejorar o terminan siendo ignoradas por una decisión política que se impone. La resistencia de los colectiveros a incorporar colectivos híbridos o eléctricos, que es un compromiso que la ciudad firmó con otras 20, va a existir seguro porque siempre va a ser más caro que uno diesel. Pero también el mantenimiento va a ser más barato; entonces esa resistencia inicial puede convertirse en aceptación al encontrar el beneficio.

    –Pensando en las ciudades actuales, ¿cuáles son las problemáticas en donde más se ve la mano de la tecnología?
    –Obviamente el tema del volumen de movimiento dentro de las ciudades es crítico. Hablo de personas pero también de bienes que se necesitan para operar todos los días: alimentos, agua, electricidad. Pero también están creciendo las soluciones para otras problemáticas, como la de respuestas a eventos naturales inesperados. Inundaciones, tormentas, calores, fríos… hay que preverlos pero también hay que trabajar en cómo recuperarse cuando ocurren. Es importantísimo de resolver porque habla de la verdadera resiliencia de las ciudades.

    Ornella Davila de Accenture

    Ciudades inteligentes sostenibles en el tiempo

    Si bien es cierto que se están empezando a emprender acciones para modificar la arquitectura y la infraestructura el principal desafío es cómo orientar estratégicamente los recursos para que la eficiencia no sea solo para hoy y para mañana.


    Ornella Dávila

    Liderar procesos de transformación es lo que hacen bien un puñado de empresas. Accenture es una de ellas. Claro que si de transformar ciudades se trata la cuestión es más complicada. Hay muchas variables para atender –movilidad, salud, gobierno abierto– y diferentes discusiones para encontrar la manera apropiada de precipitar cambios. Ornella Davila, directora de la industria de Comunicaciones, medios y alta tecnología de Accenture, es una venezolana que vive en Colombia y hace dos años respira y vive ciudades inteligentes. “Es que hay muchas definiciones –dice– y todos llevan al mismo camino, que las ciudades del futuro sean más competitivas. La mejor manera de pensar en estas cuestiones es tener un enfoque integral donde se tienen en cuenta las capacidades de infraestructura pero también el componente estratégico de los servicios y cómo influyen en la cultura ciudadana. Al final del día lo que queremos lograr es una mejor calidad de vida para quienes viven en las ciudades”.

    –Si bien es cierto que en Latinoamérica hay un par de pruebas piloto y definitivamente se está invirtiendo en soluciones de smart cities, es difícil poner en marcha planes que resistan el largo plazo…
    –Siempre es una apuesta. Llevar smart cities a Latinoamérica no es inalcanzable. Pero hay que tener bien en claro a dónde se quiere llegar. Nosotros siempre hablamos de ideas accionables… que son ideas que se pueden llevar a cabo inmediatamente integrando tecnología actual y que atacan las cuestiones más críticas de las ciudades. Hacer un benchmark con otras ciudades del mundo con características similares ayuda a definir qué acciones se pueden tomar en el corto plazo para que haya resultados en menos de un año. Nada es imposible para Latinoamérica pero debe emprender el viaje lo más pronto posible, con una visión estratégica a 20 años.

    –¿La decisión política todavía no está? ¿Cuáles son los limitantes?
    –La decisión política está. Especialmente cuando se pueden lograr mejoras inmediatas. Obviamente algunos conceptos como transporte y seguridad pública son más atractivos que otros para invertir. Si una ciudad instala cámaras de seguridad en HD que capturan comportamientos sospechosos se logra un impacto positivo casi instantáneo. Ese es también nuestro enfoque: presentar esta clase de propuestas prioritarias de alto impacto.

    –¿Cuáles serían, entonces, los limitantes para que el crecimiento sea de veras exponencial?
    –El principal desafío es cómo hacer que esto sea sostenible en el tiempo, independientemente de la decisión política que da el puntapié inicial. La buena noticia es que organizaciones como el BID están empezando ver el concepto de ciudad inteligente con buenos ojos y ayudando con cifras importantes de inversión. Pero hay otros desafíos que también son importantes y requieren otra serie de habilidades para resolverse. En principio, el cambio siempre es una cuestión cultural. Hay que moldear un nuevo comportamiento ciudadano que busque ser más eficiente, productivo; que busque simplificar procesos. Para eso las ciudades van a tener que mirar, y mucho, como trabaja el sector privado.

    –Obviamente las grandes empresas son las que lideran esta tendencia; las que primero pusieron estas tendencias en el tapete. ¿Se abren también posibilidades de negocios para otros segmentos?
    –Las grandes empresas estamos haciendo estudios, viendo tendencias. Lo hacemos porque tenemos la capacidad global de ver lo que pasa en el mundo y traerlo con mayor grado de facilidad a mercados emergentes. Entonces somos la ola inicial. Pero empresas más pequeñas están trabajando también en estos temas, incluso como aliados, para proveer propuestas que estén alineadas. Si un productor de cámaras de seguridad, por poner un ejemplo, no se da cuenta que el futuro pasa por ahí, se tiene que ir despertando.

    Fernando Wendt, de IBM

    En alerta constante

    Una de las mayores tendencias globales –y en las que los Estados más están dispuestos a invertir– es la de la seguridad inteligente. Pero las soluciones de IT van más allá de las cámaras, tan populares en los municipios del conurbano…


    Fernando Wendt

    Todos están de acuerdo. Las inversiones más fuertes relacionadas a ciudades inteligentes no están en el software –que existe y es un buen vehículo de comunicación entre organizaciones, instituciones y ciudadanos– sino más bien en aquello que se conoce como hardware. Hablamos de infraestructura, el ladrillo inicial sobre el que después se puede construir toda una casa. Es que, como decía aquel entrenador de fútbol profesional devenido showman de programas de deportes: “la base está”.
    En el caso de ciudades en donde todo está por hacerse, es lógico que las inversiones sean grandes y tiendan a la espectacularidad. La mayoría de los profesionales de ciudades inteligentes están de acuerdo: lo que mueve votos siguen siendo los grandes programas a corto plazo, que generen inmediatamente mejoras en la vida de los ciudadanos.
    A eso apunta Fernando Wendt, un cuadro puro de IBM que está dentro del negocio del negocio de smart cities hace relativamente poco pero que trabaja dentro de la compañía desde hace más de 20 años. “El mercado argentino, y estoy hablando de los últimos cuatro o cinco años en los que realmente se ha puesto el ojo en iniciativas de smart city, ha visto inversiones importantes en infraestructura. Por ahí las iniciativas más conocidas tengan que ver con seguridad o con el despliegue de redes que puedan conectar distintos puntos de información con los que la ciudad se nutre para gestionarse. Las ciudades hicieron inversiones fuertemente direccionadas a infraestructura y eso es esencial porque desde ahí se empieza a agregar valor. Primero hay que acumular información, básicamente datos, que son la materia prima para tomar decisiones que cumplen con los objetivos de tener una vida mejor y tener mejores gobiernos”.

    ¿El tamaño importa?

    “Ciudades como Buenos Aires tienen una infraestructura montada en la nube que le ha brindado la capacidad de incorporar nuevas aplicaciones y servicios”, dice. Una de las líneas de trabajo más atractivas dentro del paquete de soluciones de IBM es la que refiere a seguridad física. “i2 refiere a un tema sensible que es la seguridad. Policías de varias ciudades argentinas usan la herramienta para predecir e investigar estos incidentes. Y la verdad es que aceleran los tiempos en forma dramática; por lo tanto el trabajo de la policía puede ser más eficiente y rápido. Las cámaras de seguridad son muy populares pero hay un sinfín de soluciones que tienen un impacto directo con el ciudadano y que quizás no se perciben tan directamente”.
    Para una ciudad como Buenos Aires, en donde las inundaciones son un verdadero problema, quizás la solución que implementaron junto con The Weather Channel sea efectiva. “Lo que hacemos es reunir información relevante para poder analizarla y así predecir eventos climatológicos que afecten gravemente una ciudad. Esta novedad está incorporada a nuestra solución de administración centralizada que puede administrar recursos y disponer alertas ante un eventual desastre”. Para más detalles: es la que se va a usar para los Juegos Olímpicos de Río el año que viene.
    Buenos Aires, Río… es lógico, además, que estas mejoras sucedan en donde más gente vive. En el caso de Argentina, quizás algunas de las soluciones más innovadoras sucedan en la capital donde también hay más recursos. “Todas las ciudades van a tender, más tarde o más temprano, a incorporar tecnologías que les permiten manejar sus recursos de mejor manera. Obviamente que por volumen o presupuesto las más grandes están en una fase evolutiva mayor y concentran sus esfuerzos ahí. Las ciudades más pequeñas hoy tienen otras prioridades y es entendible: si todavía no hay cloacas, no se puede invertir en inteligencia en gestión ciudadana. Los recursos tienen prioridades. Haciendo un análisis rápido de la situación argentina es obvio que las ciudades capitales han evolucionado más”.

    Omar Quiroga

    Más allá de la tecnología

    Para el profesor universitario la clave para transformar las ciudades no está en la tecnología –que ya está disponible– sino en la ingeniería social indispensable para que sean aceptadas.


    Omar Quiroga

    Chascomús es una ciudad insospechada. Nadie hubiese pensado, hace 60 años, que entre sus calles de casas bajas, por ejemplo, caminaba un presidente. Tampoco ahora que es el epicentro de un proyecto piloto para probar tecnologías de aquello que llaman smart cities. Pero así lo cuenta Omar Quiroga, profesor y secretario de Transferencia de Tecnologías de la Facultad de Economía de la Universidad de Buenos Aires (UBA). “Estamos sin dudas en un claro contexto donde las políticas públicas toman una relevancia importante en las ciudades y los gobiernos locales se están despertando. A partir de este análisis se nos ocurrió trabajar con varios proyectos y uno de los más interesantes se va a dar en Chascomús donde, con varias Pyme y fondos del BID, vamos a estar llevando a cabo aplicaciones de ciudad inteligente importantes. La ciudad va a ser un tablero de comando de estas nuevas aplicaciones smart y, por ejemplo, se va a poder acceder a edificios cerrados mediante tarjetas ciudadanas, tener un resumen de historia clínica, acceder a servicios municipales, utilizar sensores de agroquímicos o tracear documentos municipales de manera digital y online. Todas estas son políticas vinculadas con smart cities que la facultad está coordinando. Y en principio las reacciones son buenas. Esto pasa en todas las ciudades en donde se dan estos proyectos piloto,” explica.
    De este proyecto y de otros temas debatirán profesionales, políticos y emprendedores en el Congreso Internacional de Ciudades Inteligentes que Quiroga coordina y que se va a estar llevando a cabo en septiembre. No es el primero de su tipo en el mundo pero sí una versión local del hiper conocido congreso que se celebra año a año en Barcelona y en el que también participan muchos exponentes locales que disertarán por primera vez sobre estos temas, todos juntos, en Buenos Aires.

    Es un cambio cultural

    A pesar de que Quiroga se entusiasma rápidamente cuando habla del concepto de ciudades inteligentes tiene, también, los pies sobre la tierra. Entiende que, más allá de que la tecnología esté disponible para hacer realidad algunos de los sueños futuristas de los Supersónicos, el cambio que se tiene que dar es, primero, cultural. Ese es el objetivo de un congreso de este tipo pero, también, de la prueba piloto y la secretaría que dirige. “Ciudades Inteligentes no se trata solamente de tecnología. Va más allá. Son innovaciones que pueden no tener su foco en IT sino que se basan en mejorar la calidad de vida de la gente. Movilidad, por ejemplo, todo el tema de transporte puede ser ajeno a la tecnología en sí misma sino a encontrar soluciones creativas para problemas viejos. El nuevo paradigma tiene que poner al ciudadano en el centro de la cuestión. Es el ciudadano quien es inteligente y eso requiere un cambio cultural, en términos de prácticas distintas”.
    El recambio generacional, dice, es clave, aunque no la única variable a tener en cuenta. “Hay que entender que hay que llevar prácticas de innovación social relacionada con una serie de áreas que son diferentes entre sí. Por ejemplo, en la educación, en la economía con conceptos de colaboración… antes había productos y servicios que se pagaban y ahora son gratuitos y otros, que antes eran gratuitos, ahora se pagan. Hay que entender que las cosas cambiaron y las escuelas, en general, son un buen lugar para hablar de estas iniciativas”.

    El tránsito separa pero también une

    Si es cierto que movilidad –entendida como la capacidad de la gente de transportarse a otras ciudades– va a ser un eje fundamental de cara a las megaurbes del futuro, es necesario establecer prioridades y ponerse a trabajar. El Metrobus es una buena noticia en ese sentido pero, aunque mejora los tiempos de traslado y ayuda a descongestionar, no soluciona del todo el tema del transporte en zonas marginales. “Cuando hay un sistema de Metro bueno, como sucede en Medellín, que está atravesado por el Metrocable, es ideal. Porque integra a los barrios más marginales con los barrios más ricos y eso cambia los niveles de vida de los ciudadanos”. Las bicicletas y la peatonalización de las ciudades también son buenas noticias en ese sentido y dos políticas que, en Buenos Aires, hacen más inteligentes a las ciudades y más felices a quienes las habitan.

    Ranking regional

    8 ciudades inteligentes de América del Sur

    La publicación estadounidense Fast Company, en una investigación de Boyd Cohen, analizó la región de América del Sur para comprobar los avances de las ciudades hacia la meta de la inteligencia y la sustentabilidad.

    Todas sufren problemas de tránsito, contaminación, ineficiencia gubernamental y transparencia de procesos, a veces también con mal aprovechamiento de la tierra y planeamiento urbano.
    Pero las ocho que componen el ranking regional están haciendo avances para ser más eficientes, limpias, innovadoras y también más inteligentes. Ellas son, en este orden:

    Santiago
    A pesar de que tiene contaminación, congestión de tránsito y dispersión urbana, está avanzando en el camino hacia la ciudad inteligente. Primero, tiene el gobierno menos corrupto del subcontinente, baja inflación y economía estable. Esas tres cosas la convierten en el país más atractivo para hacer negocios, y eso beneficia a la capital. Su sistema de incentivos al emprendedor figura entre los primeros 20 del mundo. Tiene organizaciones trabajando para implementar proyectos piloto.
    Su subterráneo es el de mayor uso per capita en la región y tiene un amplio programa de alquiler de bicicletas. Hay varios proyectos inteligentes en marcha, incluido Smart City Santiago y un parque de negocios donde están ensayando todo tipo de proyectos inteligentes para solucionar los problemas actuales.

    Ciudad de México
    El DF tiene todos los problemas de las grandes ciudades latinoamericanas. Pero es pionera en varias áreas asociadas a smart cities. Aprovechando la investigación de la Rutgers University se ha convertido en líder latinoamericana en gobierno digital. Es una de las primeras ciudades del mundo en experimentar con tecnología que permita a los edificios absorber el smog circundante.
    En transporte también es líder. Tiene actualmente 4.000 bicicletas en el proyecto Compartir y en 2012 implementó también un programa para compartir automóviles, en su mayoría eléctricos.

    Bogotá
    La ciudad muestra una gran transformación. Tal vez sea la que más congestión de tránsito sufre, pero es la que más ha hecho para resolverlo. Tiene un sistema de colectivos de tránsito rápido que es el más amplio y el más utilizado del mundo. Tiene también un trazado impresionante de bicisendas. Lo más sorprendente es que es la primera ciudad en la región en introducir una flota de taxis eléctricos.

    Buenos Aires
    Buenos Aires tiene una cultura vibrante, creativa y emprendedora. Pero a diferencia de Santiago, el gobierno nacional no incentiva el emprendedorismo, genera inflación y fuga de talento y de capitales. A través del Ministerio de Desarrollo urbano, Buenos aires ha combinado renovación urbana con nueva infraestructura para áreas carenciadas. Ha comenzado a mejorar la infraestructura de bicisendas y el Ministerio de Modernización está dedicado a dar más inteligencia a la ciudad, como la implementación de redes públicas de Wi-Fi y de centros de entretenimientos.

    Río de Janeiro
    La ciudad usó la infusión de capital para el mundial 2014 y los Olímpicos 2016 para ser más inteligente y más sostenible. El Centro de Operaciones desarrollado con el apoyo de IBM, permite la vigilancia en tiempo real de clima, tráfico, crimen y emergencias. La idea del centro nació de la frustración del alcalde frente a los frecuentes accidentes y muertes en las favelas de los cerros debido los derrumbes producidos por la intensas lluvias. El centro integrado puede predecir derrumbes y advertir a las comunidades con anticipación.

    Curitiba
    Se dice que fue el alcalde de Curitiba el inventor del sistema del metrobus, que ahora se implementa en toda América latina y el mundo. Está aumentando la interconexión de sus sistemas ferroviarios y también la resiliencia climática creando espacios verdes que durante la época de lluvias absorben agua y en la seca se convierten en hermosos parques. Es la ciudad más verde de América latina.

    Medellín
    Milagrosamente se transformó de la capital de la droga con mucha violencia y crimen en la más verde, la más inteligente y con la sociedad más inclusiva. Con la instalación de escaleras elécricas para integrar a las comunidades que viven en los cerros con el resto de la ciudad se convirtió en modelo de inclusión y de tránsito inteligente. Amplió su sistema de subterráneos más que cualquier otra ciudad de su tamaño y trabajó mucho para crear infraestructura de calidad.

    Montevideo
    Con menos de 2 millones de habitantes, Montevideo es una capital mucho más compacta, menos apresurada y de mayor calidad de vida que las demás. Tiene un buen centro tecnológico y cultura emprendedora. Pero está lejos de ser una ciudad inteligente. El escaso compromiso con el tránsito público, edificios verdes y gobierno digital sugieren que esta ciudad tiene mucho que avanzar para ascender en los rankings anuales de Fast Company.