Isla Demarchi necesita un plan

    Por Mauro Maciel

    La historia política argentina reúne una fascinante colección de anuncios de proyectos monumentales, hechos por el Poder Ejecutivo de turno, con resultados que en el mejor de los casos apenas alcanzaron la instancia de representación en pequeña escala. Promesas que en la imaginación inmediata poseen un atractivo fenomenal, y sin embargo, media hora más tarde, en el plano de la realidad, sufren del desencanto al descubrir que su ejecución es poco menos que una utopía. Por allí pasaron el traslado de la Capital Federal a la ciudad de Viedma, la construcción de una isla en el Río de la Plata para levantar un aeropuerto metropolitano o el vuelo espacial de dos horas a Japón.
    El tren de alta velocidad, o tren bala, que enlazaría las ciudades de Rosario y Córdoba, prometido por Cristina Fernández de Kirchner a poco de asumir en 2008, sea tal vez el más emblemático a la vez que paradójico, dado que durante su propia administración, cuatro años después, 51 personas murieron en los primeros vagones de un ferrocarril que se estrelló en la estación terminal de Once a una velocidad de 20 kilómetros por hora.
    El Polo Audiovisual Isla Demarchi es la última promesa de dimensión faraónica. Una torre de 67 pisos, en sus 355 metros de alto y 216.000 m2 de superficie construidos, en los que se han imaginado 13 plantas destinadas a servicios de hotelería; nueve plantas para usos complementarios, 31 plantas para oficinas, casas y productoras; y 11 plantas para estudios y oficinas de canales de televisión, más un anfiteatro con capacidad para recibir hasta 15.000 personas.
    “Amo construir, debo ser la reencarnación de algún gran arquitecto egipcio”, dijo Fernández de Kirchner el 29 de agosto de 2012, el día que dio a conocer el proyecto que se alzaría en la isla Demarchi, el último sector de Puerto Madero, en el extremo sur, donde hoy hay depósitos portuarios, astilleros y una central térmica. 11 días y 2 años más tarde, el 9 de septiembre de 2014, la Presidenta volvió a sacar a la luz el proyecto prometido. Allí explicó que se trata de una licitación, en la que el Estado pone el bien material, es decir, el terreno, tasado en $620 millones, y que el capital para la inversión será introducido por la empresa adjudicataria, el privado.

    Las razones del mercado


    De acuerdo a los datos difundidos por la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca) y el Instituto Nacional de Artes Audiovisuales (Incaa) existen razones para entender al mercado de producción audiovisual como generador de empleo y exportador de contenidos: desde 2009, hubo en el sector 100.000 puestos de trabajo nuevos, 2.300 proyectos presentados en concursos de fomento, 2.000 productoras de cine y televisión, un promedio anual de 150 largometrajes, 5.900 horas más de contenido promovido por el Estado, y 940 producciones de ficción y documentales. Además, en los últimos cuatro años, se obtuvieron más de 290 premios internacionales, y, entre 1996 y 2010, el sector audiovisual creció 128%.
    En agosto de 2012 Fernández de Kirchner se refirió a la Argentina como el cuarto exportador del mundo en contenidos audiovisuales, lo que podría considerarse una media verdad. Según estadísticas desarrolladas por la Organización Mundial del Comercio (OMC), las exportaciones locales representan 1,3%, detrás del 53,5% de Estados Unidos, 34% del bloque conformado por la Unión Europea y 7,2% de Canadá.
    No obstante, es innegable que la Argentina ha avanzado unos cuantos casilleros en la materia y es oportuno el apoyo desde el Estado. Desarrollar infraestructura para el mejor de­sem­peño de la creación de valor que favorezca a la generación de trabajo para profesionales calificados es una medida bienvenida. En el caso de la Isla Demarchi es deseable, además, que la infraestructura exceda las necesidades que tiene el proyecto puntual y comprenda las necesidades insatisfechas que posee la región.

    La falta de un plan


    La tierra elegida para el desarrollo del Polo Audiovisual supone cierto privilegio de ubicación. Basta con apreciarlo en cualquier programa de imágenes satelitales, para darse cuenta bien pronto del atractivo potencial que puede llegar a alcanzar una torre de casi 70 pisos en ese espacio exclusivo de la ciudad de Buenos Aires. También la zona cuenta con unos cuantos puntos en contra que posiblemente se agudizarían con el proyecto y transformarían sus aparentes ventajas en una debilidad.
    La autopista Buenos Aires-La Plata casi de­sem­boca en la isla Demarchi, pero no hay ferrocarriles, colectivos, ni subtes que lleguen hasta allí pese a estar relativamente cerca de Plaza de Mayo o del Obelisco, por citar algunos puntos de mayor referencia porteña, en términos geográficos. Tampoco el sistema de autopistas cuenta con una conexión fluida entre el Sur y el Norte de la ciudad. Es decir, que ante la falta de conexión, desde la salida de la autopista Sur hasta la autopista Illia, al Norte, se haría necesario pasar por la ciudad y ocasionaría un enorme caudal de circulación vial a una metrópoli con una densidad vehicular que se encuentra prácticamente colapsada.
    Próxima al Riachuelo, la cuenca está rodeada por la propia isla Demarchi, una dársena de depósitos de inflamables y empresas que realizan acopios de productos petroquímicos y una terminal de contenedores. Un área muy contaminada en el que un proyecto inmobiliario de la envergadura del Polo Audiovisual debería merecer un plan de estudios ambientales del cual se desconoce su existencia.
    La Autoridad de Cuenca Matanza-Riachuelo (Acumar) fue creada en diciembre de 2006 por la presión de la Suprema Corte de Justicia ante los Estados nacional, provincial y municipal para que dieran cuenta de sus acciones en materia de saneamiento. Un desafío inmenso, dada la extensión de 2.238 km2 correspondiente a la cuenca hidrográfica, un volumen poblacional de 5 millones de habitantes, la variedad de complejos industriales que la rodean y la presencia del Gobierno nacional, los Gobiernos de la provincia de Buenos Aires y de la Ciudad de Buenos Aires y 14 distritos municipales.
    “La estructura urbana de la cuenca es el resultado del crecimiento radial de la ciudad, sobre un territorio que no ofrece más resistencia que la aparición de zonas bajas, desechadas inicialmente para el asentamiento humano a partir de la lógica física marcada por el curso de agua y sus afluentes”, dice un estudio encomendado en el mismo año por la Cámara Argentina de la Construcción (CAC) para contribuir al saneamiento y desarrollo de la región.
    En su estructura urbana la cuenca está conformada por el puerto de Dock Sud, en la de­sem­bocadura del Riachuelo; un mallado de vías férreas, en su mayoría subutilizadas; y una trama urbana con un tejido desestructurado que responde al fraccionamiento ortogonal típico. En términos demográficos, la cuenca se divide en tres zonas: la cuenca baja, es una zona con un nivel alto de urbanización; la cuenca media, que representa la zona periurbana o urbana en vías de expansión; y cuenca alta, a la que pertenece el área rural.
    A los fines del desarrollo del Polo Audiovisual en la Isla Demarchi, tener un estuario contaminado atenta contra el éxito del proyecto. En parte, en virtud de la existencia de los pasivos ambientales. Pese a que el área no ha tenido una actividad contaminante, como la de Dock Sud, donde hay tanques de químicos y petroquímicos que favorecen a las contaminaciones de las napas y los suelos, el estacionamiento de dragas y el movimiento de productos peligrosos obligan a la realización de un examen serio.
    Un proyecto de carácter público-privado, que deberá acudir a la búsqueda de una corriente de financiamiento, va a exigir el cumplimiento de algunos prerrequisitos ineludibles, tales como el estado de la cuestión ambiental que brinde un panorama de cuán contaminado se encuentra el suelo, como consecuencia del movimiento de hidrocarburos y que permita estimar cuánto seguirá contaminando en el futuro.

    Estado de situación


    Según el estudio referido de la CAC, se estima que las descargas cloacales significan aproximadamente 120.000 m3 diarios, con tratamiento previo de desinfección, provenientes de las plantas industriales, y 85.000 m3 diarios sin tratamiento. Las aguas cloacales domiciliarias incluyen componentes fecales, residuos de la preparación de alimentos y el uso de productos de limpieza, y son las fuentes más importantes de contaminación, junto a las industrias, las aguas pluviales y los basurales presentes en las zonas más vulnerables a las lluvias.
    Los residuos domiciliarios son recogidos en una gran parte de la cuenca hídrica del río Matanza-Riachuelo y transportados a los cuatro rellenos sanitarios controlados de Ceamse en la zona de Buenos Aires, donde son compactados. A ello habría que sumarle los residuos domiciliarios que terminan, según cálculos, en más de 100 basurales informales de la cuenca.
    Otro factor crítico en la contaminación de la cuenca son los vertidos industriales, compuestos de sustancias consumidoras de oxígeno que evitan el acceso de la hoy extinta fauna ictícola. A su vez, aparecen entre los vertidos sustancias inorgánicas tóxicas y peligrosas, en especial metales pesados. Por otra parte, existe contaminación del aire y se debe en mayor medida a las emisiones de gases industriales, vapores o partículas sólidas capaces de mantenerse en suspensión y con valores superiores a los normales, que se liberan a la atmósfera y causan perjuicios en la salud de la población.
    Pero no solo el agua de la cuenca se encuentra contaminada, sino también los sedimentos del tramo inferior del río Matanza-Riachuelo y el canal sud de acceso portuario. Estudios realizados por el Servicio de Hidrografía Naval han detectado la presencia de compuestos organoclorados, tanto en los sedimentos como en los porcentajes de materia seca y materia orgánica.

    Modelos a imitar


    Amberes, en Bélgica; Eagle Harbor, en EE.UU.; Rotterdam, en Holanda; y Hamburgo y Bremen, en Alemania, son antecedentes internacionales de puertos que supieron estar contaminados bajo agua a causa de la disposición de sedimentos. El Bilbao Metropolitano, en España, el río Támesis, en Inglaterra, y el Comité de la Cuenca Hidrográfica del Alto Tietê, en la región de San Pablo, Brasil, son modelos de gestión de acciones de saneamiento ambiental. En muchos de ellos, la utilización de recintos estancos para la disposición de sedimentos contaminados ha sido una solución de gran ayuda.
    Los recintos estancos son espacios profundos y cerrados por un cerco de hormigón en medio del agua, llamado tablestacado. Su misión es impedir la salida de la tierra, o los barros, y permitir el egreso de las aguas. Así, la existencia de recintos eliminaría el problema de los barros, que en fondos muy blandos se mueven con suma facilidad. Aún ante la existencia de un tope de capacidad, hay una posibilidad de desarrollar nuevas áreas de recintos en la zona donde disponer de los barros contaminados.
    El Polo Audiovisual Isla Demarchi ha sido pensado para su desarrollo en un área cuya contaminación es conocida por todos. Puede resultar una oportunidad para que el Estado sea el responsable de gerenciar un proyecto de suma visibilidad. Una oportunidad para despejar todas las incógnitas que el área ya posee por naturaleza.

    El origen de la isla

    Marcos, Demetrio y Antonio fueron tres hermanos que dieron su apellido al nombre de la isla Demarchi cuando se la compraron al General Juan Lavalle. Miembros de una familia noble suiza del Piamonte que llegó al país en la primera mitad del siglo 19 cuando el padre, el Barón Silvestre Demarchi, se convirtió en el primer cónsul italiano de la Argentina.
    Los tres muchachos incursionaron en los negocios, en especial el mercado farmacéutico, y juntos adquirieron la Farmacia La Estrella, de la que Bernardino Rivadavia fue el primer propietario. También fundaron y fueron accionistas del Banco de Italia y Río de la Plata. Luego emprendieron en el negocio del algodón y lograron desarrollar el primer proceso de producción industrial del algodón en el país.
    Los Demarchi, lógicamente, formaban parte de la clase alta de la sociedad. El hijo de Marcos, llamado Antonio II, se casó con María Mercedes Roca Funes, hija del general Julio Argentino Roca. Por su parte, Antonio I, el mayor de los tres hermanos, fue el primer cónsul suizo en el país y fundador de la Sociedad Filantrópica Suiza. Al igual que su sobrino, también eligió como esposa a una mujer de nombre Mercedes, pero de apellido Quiroga, hija del caudillo riojano Facundo Quiroga. Al morir su suegro, Antonio I encargó al prestigioso escultor milanés Antonio Tardini que esculpiera en la tumba de La Recoleta a la Dolorosa en mármol de Carrara.
    “¿Sabías vos Beder, de La Rioja, quién era Antonio Demarchi, el que le da el nombre a la isla? Estaba casado con Mercedes Quiroga, la hija del Tigre de los Llanos, de Facundo Quiroga. Mirá qué historia”, resumió Cristina Fernández de Kirchner en su primera anuncio del proyecto del Polo Audiovisual.

    Podría ser una oportunidad

    Por Horacio Escofet (*)

    Se acepta a priori que el proyecto de asociación público – privado a erigirse en la isla Demarchi concentrará las inversiones de este origen en los segmentos dirigidos a captar el interés del mercado inversor: oficinas, estudios, anfiteatro, canales de televisión, hotelería y actividades recreativas y complementarias, en una superficie cubierta de un par de centenares de miles de metros cuadrados.
    Una de las condiciones de éxito de un plan de negocios de esta envergadura es que la localización esté dotada de los atributos apropiados. Particularmente de las condiciones medioambientales y de conectividad que disipen las incógnitas que hoy existen sobre el emplazamiento seleccionado. La provisión efectiva de las soluciones debería ser el objetivo central de las inversiones públicas a estos fines, lo que constituiría una señalada contribución al proyecto y también al país.
    En primer término, existe la oportunidad de ejecutar las obras destinadas a remover y confinar los barros contaminados del canal de acceso al Puerto de Dock Sud, la boca misma del Riachuelo en la que está situada la isla Demarchi. Los beneficios sociales de esta inversión estatal serán enormes por cuanto hoy los perjuicios afectan a toda actividad humana que allí se realiza. También es una oportunidad el dotar al área de la infraestructura de conectividad de la que hoy adolece, orientándola de tal modo de realizar una contribución efectiva para disipar las tensiones de tránsito que se generan (y se seguirán generando), en la confluencia de los sistemas de autopistas y avenidas urbanas en la zona.
    Igualmente se está frente a la oportunidad de consolidar una vinculación operativa entre el Gobierno Nacional, el de la Ciudad de Buenos Aires y el de la Provincia de Buenos Aires aprovechando el inmejorable antecedente institucional de la constitución de la Corporación Antiguo Puerto Madero. Una asociación ejecutiva entre las tres jurisdicciones es imprescindible para elaborar y ejecutar un plan realista y ambicioso, que debería ser elaborado previamente como condición ineludible. Y esta es, también, una buena oportunidad.
    En este caso, de canalizar la capacidad instalada de consultoría técnica, jurídica y organizacional de la que dispone el país para la preparación del programa, su seguimiento, control y ajustes. Y, finalmente, con un Plan en la mano y los acuerdos institucionales debidos, se está frente a la oportunidad de gestionar el financiamiento del proyecto ante las instituciones multilaterales de crédito las que, seguramente, acogerán favorablemente la iniciativa.

    (*) Horacio Escofet es ingeniero (Universidad Nacional de La Plata). Ha sido director del Consejo Federal de Inversiones y subsecretario del ministerio de Obras y Servicios Públicos de la Nación. Actualmente es consultor.