Nadie lo discute ya; el crecimiento económico y la protección del ambiente pueden y deben ir de la mano. Pero no se trata solamente del cuidado del ambiente y el uso eficiente de los recursos. El debate intenso del momento es si además las empresas deben cambiar el modelo de negocios para lograr crecimiento global con desarrollo sustentable, sostenible en el tiempo.
Sobre eso trata la versión anual del informe anual que Mercado publica cada año, en el mes de julio, donde se analizan los términos de la discusión teórica y de los experimentos reales, y donde se pasa revista a las palabras y los hechos producidos por los actores empresariales más relevantes en este campo en nuestro país.
Con sus más y sus menos, en todo el mundo los agentes económicos ponen foco en el crecimiento. No es solamente una mejoría circunstancial o un afán de revancha de todos los que sobrevivieron a la tremenda recesión global de 2008/9. Ahora hay fuerzas externas de enorme importancia que están transformando el mundo de los negocios y la sociedad global.
Hay cinco grandes fuerzas transformadoras: los avances tecnológicos, los cambios demográficos, el proceso acelerado de urbanización, la escasez de recursos y los cambios climáticos.
Las consecuencias y efectos de estas fuerzas se aprecian por doquier. El nuevo poder de compra de los países emergentes es una novedad singular, pero lo mismo los efectos colaterales como el desempleo agudo, inquietud social y escasez de recursos.
El impacto de estas fuerzas transforma de modo radical las expectativas y las conductas de las empresas. Ética y reputación se convierten en conceptos vitales en cada mercado y en cada relación comercial. Por lo tanto, además de crecimiento económico debe haber un crecimiento inclusivo, responsable y sostenible.
También hay un cambio relevante en las convicciones de los empresarios. Hace una década, la inquietud era conseguir una póliza de seguro contra los riesgos ambientales que podían dañar la reputación de una firma. Hoy campean otras ideas: no solamente prevenir daños y asumir responsabilidades; también ingresar en otras áreas de actividad económica que prometen buenas ventas y mejores ganancias a quienes se dediquen a producir bienes y servicios “verdes”. Ha comenzado una nueva era de transparencia para las empresas que se decidan a ser “ciudadanos globales”.
Nuevo capitalismo
No solamente eso. El impacto de big data y otros avances tecnológicos revelan la posibilidad de ser más eficientes en el uso de los recursos.
En la manera de concebir la actividad industrial y las tareas productivas se está experimentando un cambio revolucionario. Mientras el capitalismo se aleja cada día más de la época en que se hacían cosas que dañaban la naturaleza, el mantenimiento del medio ambiente va adquiriendo la misma importancia que la producción. Estos cambios van encaminados hacia lograr una nueva economía donde el concepto de crecimiento se despegue de las limitaciones de recursos.
Casi 20 años después de que los pioneros hablaran del “factor cuatro” –que alude a una hipotética multiplicación por cuatro en la eficiencia de los recursos– el lenguaje de una “economía circular” y tecnología limpia se ha vuelto moneda corriente. Y también las regulaciones que obligan a las firmas a cambiar conductas, aunque los volúmenes de desperdicio no logran descender.
Las patentes para productos renovables, autos híbridos, luz y edificios que ahorran energía, células combustibles bioquímicas y plásticos verdes se multiplicaron a una velocidad dos o tres veces superior a la de las patentes en general.
Todo el proceso industrial en gran escala está entrando en una nueva era de capacidad que no se caracteriza por la mejora de procesos conocidos sino por una serie de nuevos sistemas de producción alimentados por software que son cualitativamente diferentes de los anteriores. Los cambios van a aumentar productividad, eficiencia en innovación, velocidad al mercado y flexibilidad, que a su vez conducirán a un ciclo más poderoso de crecimiento y creación de valor.