Siempre, desde que existió la actividad del periodismo, desde que lectores y escritores establecieron mecanismos de contacto entre los que proveen información y entre quienes la consumen, hubo dos cuestiones esenciales que no han desaparecido, por más que la tecnología haya producido cambios asombrosos a lo largo de dos siglos.
Esos dos grandes “argumentos” son lo que hoy un gerente moderno llamaría “monetización” y “contenidos”. La primera pretende responder a estos interrogantes: ¿cómo hacen las organizaciones que reúnen y procesan noticias, análisis, interpretaciones y opiniones de la realidad, para pagar al personal que contratan, las instalaciones en las que operan, las materias primas que consumen, la inversión en tecnología y en maquinaria como rotativas o computadoras, pagar a una red de corresponsales en todo el país, y a veces, en todo el mundo? O dicho de otro modo: ¿de dónde provienen los ingresos para hacer frente a todos estos egresos –y además generar alguna utilidad–?
En cuanto a contenidos, la contienda cotidiana es entre la materia noticiable y el entretenimiento. Lo que son estrictamente noticias, el relato del acontecer cotidiano, versus la necesidad de atraer y divertir a lectores o espectadores, a los que consumen esos contenidos. El equilibrio entre lo esencial, lo imposible de ignorar, las cuestiones centrales, y del otro lado, la necesidad de divertir, entretener y evitar el aburrimiento.
En esa transacción permanente se salda a cada momento toda la actividad periodística sea en medios gráficos convencionales, en radio o en TV, en las redes sociales o en cualquier otro formato online.
El caso es que ambas cuestiones son inextricables. Con una adecuada solución del segundo factor, hay posibilidad cierta de resolver el primero. Es seguramente el tema central del periodismo, cómo garantizar acceso a lo que es importante y verdadero.
Sin embargo, la venta de publicidad continuará siendo la principal fuente de ingresos y se orientará progresivamente hacia la promoción de los valores de marca, con lo que aumentará el poder de las grandes marcas sobre los medios, los cuales apuntan a diversificar sus fuentes de ingresos mediante la prestación de diferentes servicios.
Los nuevos problemas
No hay dudas que toda la cuestión se vio impregnada por el auge de Internet y de los llamados medios sociales, en la década pasada.
Lo que plantea algunos problemas sobre los que no es fácil llegar a un acuerdo. Probablemente no es cierto que un diario popular con mucho de espectáculos, chismes y farándula, sea mejor que un matutino que se dedica a registrar la realidad y dentro de ella los acontecimientos relevantes. Aunque el primero venda 30 veces más que el segundo. Algo parecido ocurre con las revistas. A veces las más divertidas venden más ejemplares que las más rigurosas en su materia. Pero una cosa es la calidad y otra muy distinta la circulación. Algo que se advierte todavía con mayor frecuencia con los programas de radio y televisión. Lo mismo pasa en el vasto mundo online. Sería muy tranquilizador si valiosos ensayos tuvieran más clics que los últimos chimentos del mundo del espectáculo o –como viene la cosa– de la política.
Este debate incesante sobre cómo se garantiza la viabilidad e independencia de un medio, merced al adecuado ingreso publicitario, y cómo incide en ese resultado la política de contenidos, se ha trasladado ahora –con mayor fuerza todavía– a los medios sociales o a los portales de noticias en Internet.
Sobrevivir, perecer, o adaptarse de algún modo parecen ser las alternativas de los medios convencionales frente a las nuevas realidades en la Web.
Para entender el esfuerzo de estos medios, baste reparar en algunas tendencias perceptibles que insinúan un nuevo escenario, como el acceso masivo a la banda ancha, la integración vertical de las empresas de contenidos, y la globalización de las audiencias. Los cambios serán muy perceptibles en los próximos años. Por ejemplo, hay modificaciones significativas en el trabajo interno dentro de los medios, en la recolección y procesamiento de la información.
En cuanto a tendencias, se intensifica el proceso de concentración en grandes grupos multimedia. Pero los pequeños logran resistir si tienen una marca poderosa, que puede operar en plataformas múltiples. Pese a todos los vaticinios agoreros, no se prevé, al menos a medio plazo, una canibalización drástica de la prensa escrita por parte de los nuevos medios online, aunque resultará perjudicada en su actual situación.