Estado de situación de la educación en la Argentina – parte 2

    2. La percepción de la situación actual

    El sistema educativo tiene, en la percepción de padres, alumnos y docentes, rasgos inmutables en su estructura y organización, aunque no en su calidad.
    Hoy, igual que cuatro décadas atrás hay doce años de escolaridad primaria y secundaria, hiper valoración del ciclo universitario, escasa orientación hacia los oficios o las carreras técnicas, escuela secundaria compuesta por múltiples materias con ambiciosos programas sin conexión con la realidad circundante, aulas y cursos “separados”, baja integración departamental, etc.
    Esta percepción de “inmovilidad”, a los ojos de los no expertos en educación, contribuye a tomar como natural el sistema. Se favorece así una actitud de aceptación acrítica de la oferta educativa.
    A pesar que la educación es globalmente conmocionada por la pérdida de certezas de la post-modernidad y las fragmentaciones de la “sociedad líquida” (al decir de Zygmunt Bauman), algunas naciones construyen y sostienen sistemas educativos eficientes.
    Modelos educativos a veces opuestos (Finlandia y Corea), que responden a diferentes concepciones sobre el desarrollo de la persona y el ciudadano, resultan exitosos en tanto están sólidamente integrados al conjunto de valores de sus sociedades.
    Acuerdan sobre la importancia neurálgica de la educación, no en un plano discursivo sino vital, basado en creencias tan profundas que logran consenso en los comportamientos de políticos, gobernantes, funcionarios y actores de la comunidad educativa.
    Analizando el sistema argentino versus el de otras naciones las ventajas locales son:
    • La condición gratuita y pública de la educación argentina (incluyendo la universidad) que no todas las naciones comparten.
    • La obligatoriedad mínima de 13 años de escolaridad, exigencia superior a la de muchos países europeos altamente desarrollados.
    Los rasgos negativos comparados con sistemas de otros países son:
    • El menor desarrollo de oficios y carreras técnicas y la pobre correspondencia entre el universo del estudio y el mundo laboral.
    • La desvinculación entre los proyectos políticos de país y de cada provincia respecto a las orientaciones universitarias.
    • La falta de participación de los estudiantes y la comunidad en los sistemas de gobierno de las escuelas medias.


    Norah Schmeichel
    Foto: Gabriel Reig

    Back to basics: finalidad de la educación
    El foco cambia según la estrategia política, las circunstancias sociales y las metas definidas por cada comunidad.
    Algunos sectores de la sociedad privilegian el desarrollo del individuo, otros ponen énfasis en su integración social y la construcción del ciudadano, unos focalizan el output educativo como gestión de recursos humanos para determinados perfiles productivos.
    Y para cualquiera de estas orientaciones: ¿Qué desarrollar: conocimiento enciclopédico, habilidades instrumentales, competencias, valores? El ranking de prioridades y la armonización es parte de un debate siempre vigente.
    La educación formal no puede “aislarse” del conjunto de fenómenos y desarrollos de la sociedad. Es síntoma y causa. Es, además, intersección entre lo macro social y lo micro individual.
    En el plano macro la educación es influenciada por la sociedad al mismo tiempo que también la expresa. Es, además, afectada directamente por la política y por las disposiciones y omisiones del Estado administrado por su Gobierno.
    En el plano micro, la educación es condicionada por la familia y el entorno comunitario del estudiante y sus metas personales, aunque éstas parezcan ser poco conscientes o racionalizadas.
    La percepción espontánea no se somete a juicios exhaustivos ni necesariamente coincide con las evaluaciones formales de la educación. Refiere a las impresiones y opiniones que la gente formula, a veces, contradictorias entre sí.
    Las percepciones revelan el clima social y emocional en el que se desenvuelve el proceso educativo y anticipan la buena o mala disposición con la que se encontrarán propuestas concretas o mensajes sobre educación.
    Tales percepciones fueron recogidas como respuesta a una sencilla y amplia pregunta:
    “Según Ud. ¿cómo está la educación en la Argentina, hoy?”
    Se identifican al menos tres nítidas posturas.

    Las tres posturas
    Las familias más humildes, los hogares donde se registra menor nivel educativo de los padres son quienes más esperanzas tienen depositadas en la educación. Ponderan, aún, su capacidad socialmente movilizadora.
    Agradecen que la generación joven tenga la oportunidad de alcanzar superior nivel educativo que sus mayores. Valoran, sobre todo en el interior del país, el recurso de la educación para “salir” de trabajos y vínculos sociales poco dignos.
    No se hacen interrogantes pedagógicos (currículo ni didáctica). Asumen el formato clásico como único imaginable.
    También la orientación política de un sector de la población, afín a la gestión inaugurada en 2003, influye decididamente en la valoración positiva de logros recientes: aumento de inversión, la LEN (Ley de Educación Nacional) de 2006, los objetivos de inclusión y equidad. Entienden que se asume y revierte parcialmente la deuda social.
    Subrayan la existencia de sectores pioneros o creativos de la enseñanza que generan innovación pedagógica y resultados de calidad y destacan escuelas públicas estatales de alto desempeño. También hay estudiantes y padres que valoran sus experiencias educativas.
    Los cuestionamientos son variados, y a excepción de los expertos que pueden analizar la problemática en su complejidad y múltiples facetas, los restantes actores apuntan a una o dos debilidades, no recorren el arco completo.
    Observan la decadencia en: falencias de las políticas públicas, problemas sindicales, ausentismo docente, desapego de los padres, falta de motivación de estudiantes, violencia escolar, desajuste con las demandas laborales, etc.
    Un sector, además, subraya los pobres logros de aprendizaje.
    Cada actor cuestiona a los restantes y recibe críticas cruzadas de los demás.
    Suele observarse auto-indulgencia o victimización, mientras “el resto del mundo” sería copartícipe solidario del naufragio.

    Núcleo del sistema
    En la escuela es donde se realiza y concreta el proceso de enseñanza y el aprendizaje. Sin la interrelación generada en el aula entre maestros y alumnos, nada cobra sentido.
    Los objetivos de socialización y de desarrollo ciudadano se despliegan en múltiples ámbitos, pero la construcción de conocimiento orgánico y con matriz unificadora dentro del territorio nacional solo se produce en la escuela.
    Los saberes logrados en forma autónoma (vía Wikipedia, formación extra-escolar, experimentando, etc.) responden a intereses absolutamente personales. Al desarrollarse sin un plan de evolución ni una organización de los mismos, no construyen el entramado necesario para garantizar el objetivo máximo del sistema: aprender a aprender.
    La necesaria escuela es simultáneamente objeto de idealización y crítica, de añoranza nostálgica (para algunos) y cuestionamientos presentes, para muchos.
    En consonancia con la postura de que la educación pública va para atrás, es muy crítica la percepción de la escuela pública de gestión estatal.
    La “devaluación simbólica” de la educación afecta a todos los sectores sociales e impacta en todas las escuelas. Sumado a esto, la mutación del entorno social provoca que la escuela absorba problemáticas tales como violencia, droga-dependencia, familias disfuncionales, carencias económicas, inserción social, etc. lo cual la torna más asistencial, sin estar preparada ni contar con los recursos necesarios.

    Gestión estatal versus gestión privada
    ¿Qué provoca la transferencia progresiva de estudiantes a la escuela de gestión privada?
    La creencia de que la mayoría de escuelas de gestión estatal desmejoró por huelgas, deterioro edilicio, falta de equipamiento, docentes desmotivados, directores abrumados.
    Aunque se reconoce que algunas escuelas de gestión pública logran excelente desempeño por la actitud “quijotesca” de director y docentes, enfrentados a los “molinos de viento”, esto no alcanza para revertir la pobre imagen.
    Comienza además a producirse un fenómeno de discriminación social (que no se expresa directamente sino que se deduce por el comportamiento y comentarios) dado que un sector de la sociedad vincula la escuela de gestión estatal a población de menores recursos, vulnerable y jóvenes potencialmente “peligrosos”.
    Consecuentemente, algunos eligen la escuela de gestión privada para reforzar la pertenencia o exclusividad.
    Coinciden los padres en que es la única garantía de dictado de clases frente a los paros docentes (consenso absoluto). Y se le atribuye (no siempre con fundamento), superior nivel de enseñanza.
    La escuela es una organización muy compleja de escasa autonomía, estructurada por cuestiones institucionales (políticas públicas nacionales y definiciones de Gobiernos locales) desconocidas por padres y alumnos.
    Directores y docentes tienen enorme trascendencia en los logros de aprendizaje, pero su fuerte rotación en algunas jurisdicciones dificulta consolidar una cultura institucional y traba proyectos de mejoras.
    La organización burocratizada de escuelas, inspectores, supervisores, distritos escolares, genera estancamiento, restringe la adaptación a la “revolución silenciosa” generada por nuevas tecnologías y cambios en el estilo de vida de los estudiantes y limita la consolidación de líderes que podrían motorizar la necesaria actualización.
    Así, la escuela “atrasa” respecto del presente de sus alumnos y la sociedad.
    Sin actualización del currículo sobrevive un enfoque “fraccionado” y “abstracto”, distante del entorno vivencial de los estudiantes. En las provincias se suma el déficit de contenidos locales.
    Padres y alumnos señalan que se imparten contenidos socialmente poco relevantes o significativos. En algunos casos, las materias de interés actual se ofrecen como “extra-curriculares”.
    Desactualizado también el enfoque pedagógico, no solo por el grado de aplicación de tecnología, sino por ausencia de dinamismo y adecuación al “mundo actual”. El nativo digital requiere abordajes diferentes, lo cual maximiza su desencanto con la escuela media.

    La secundaria en el ojo de la tormenta
    Es innegable: baja calidad de aprendizaje, fuerte deserción, repitencia, sobre-edad, desmotivación. Pretende inclusión y genera exclusión.
    Estos fenómenos se incrementaron a partir de la masificación, de la incorporación de sectores sociales desfavorecidos al sistema escolar, que ingresan con:
    1-Escasa herencia cultural (capital formativo). 2-Lenguaje pobre que inhibe la comprensión y diálogo. 3-Ausencia de pautas referenciales de comportamiento. 4- Baja motivación.
    La positiva ampliación de la escolarización sin la implementación de mecanismos ni recursos suficientes para atender la nueva población de estudiantes deterioró aún más la calidad educativa. En consecuencia, el loable objetivo de la escolarización plena hasta terminar la escuela media estimulado por la Asignación Universal por Hijo (AUH) en población de menores recursos se alcanzó parcialmente.
    Esto generó la desafortunada antítesis: “escolarización versus aprendizaje” que debería saldarse con “escolarización con aprendizaje de calidad”.
    A los cambios introducidos por un escenario global en constante transformación se suma otro nuevo paradigma, la valoración de la diversidad y de la inclusión enriquecedora de personas de diferentes orígenes o distintas capacidades. En la escuela se integran niños y jóvenes de distintas procedencias y condiciones sociales, sin embargo solo parcialmente se aplican los recursos para integrar eficazmente tal diversidad.
    Se aspira a que los estudiantes respondan de forma homogénea cuando sus circunstancias no lo hacen viable.
    No alcanzan las políticas formales contra la discriminación, es un ejercicio constante que debe ser abonado con el ejemplo de líderes y, en la escuela, con la preparación de los padres y el cuidado de los docentes.

    Los actores: directores y docentes
    En la escuela, el país, las empresas, el buen liderazgo potencia al equipo, optimiza, incluso, los recursos escasos; un pobre liderazgo lo malogra.
    Las investigaciones internacionales subrayan que los buenos directores son la clave de la calidad educativa de una institución.
    Efectivamente, los directores más entusiastas y dedicados, que se capacitan y generan equipos de docentes a los que apoyan y orientan, marcan gran diferencia en sus logros.
    Pero en general, trabajan un solo turno, lo cual genera una perspectiva “parcial” de lo que ocurre con alumnos y docentes y soportan una carga extraordinaria de trabajo y presiones; tienen escasa formación para la gestión de la institución que los distrae y poco tiempo para la orientación pedagógica, didáctica. En muchos casos enfrentan, además, “desautorizaciones” de padres y conflictos laborales de docentes.
    En cuanto a los docentes, se estableció la formación de cuatro años para afianzar el desarrollo profesional, pero tal extensión provoca una barrera de ingreso pues la relación años de estudio/remuneración esperada/prestigio social es deficitaria.
    El insuficiente número de graduados en años recientes llevó a incorporar en la escuela secundaria a estudiantes del profesorado y universitarios sin formación didáctica incapaces de garantizar un alto nivel enseñanza.
    Se cuestiona la gran dispersión y heterogeneidad de la formación diseñada por cada jurisdicción y la mediocre calidad de la enseñanza impartida, en muchos casos, por los formadores de los futuros docentes.
    La capacitación continua actual es pobre o insuficiente. No solo hay que incorporar las TIC a las prácticas de enseñanza, también hay que integrar aportes de las neurociencias, la psicología cognitiva, temáticas relevantes y novedosas (la biodiversidad, la cultura ambiental, el desarrollo sustentable, etc.) sino también prepararse para enfrentar nuevos escenarios sociales y vinculares.
    Hay consenso sobre la invalidez del sistema vigente de “cursillos con puntaje” para efectuar la capacitación continua.
    Las expectativas están puestas en el Acuerdo Nacional entre los Ministerios de Educación y Trabajo y los sindicatos docentes, firmado en 2013, para desarrollar la formación permanente, gratuita, universal y en servicio, que alcanzará a un millón de educadores de los distintos niveles y modalidades de gestión estatal y privada, con implementación gradual y progresiva en un lapso de tres años.
    Esta favorable iniciativa requerirá el diseño de programas, la selección de los mejores capacitadores y el permanente monitoreo de los máximos expertos para evitar que sea un mero maquillaje.

    Diferencias actitudinales
    En el pasado era corriente hablar del maestro o profesor como de un sujeto abnegado, que actuaba básicamente por vocación. Pero hay que reconocer que es un profesional, con estudios terciarios, con una adscripción laboral que lo involucra como a cualquier otro profesional.
    La imagen mítica del docente habría que confrontarla con algunos perfiles más realistas que hoy pueden identificarse:
    Heroicos: enseñan a pesar de condiciones adversas, trascienden el ejercicio de su rol y se transforman en dinamizadores sociales.
    Motivados: aman su tarea, se entregan a ella con entusiasmo y dedicación, superan los obstáculos cotidianos.
    Correctos pero desapasionados: lo asumen como un trabajo cualquiera, cumplen, no enamoran a sus alumnos.
    Distantes, burocratizados: no se esmeran por sintonizar las nuevas tendencias sociales.
    Desmotivados: desanimados por un entorno social que los desmerece, por el escaso prestigio social de la profesión e insuficientes remuneraciones.
    Frustrados: afectados por el sistema burocrático y las orientaciones ministeriales que han relajado los criterios de enseñanza y evaluación.
    Desgastados: solo esperan la jubilación, no soportan más a los estudiantes ni a las autoridades.

    La brecha tecnológica
    Una porción relevante de los docentes expresa resistencia al cambio, ya sea por prejuicios o escasa afinidad personal con la tecnología o desinterés provocado por excesiva carga de trabajo o sus condiciones laborales.
    Los docentes analfabetos digitales tampoco han podido compartir el modo de procesar la información y el lenguaje de las redes sociales propio de su alumnado. Muchos de ellos han desaprovechado los aportes pedagógicos que introduce la plataforma de Conectar Igualdad y los múltiples portales free access de Internet (ejemplo: Khan Academy) que disponen de extraordinaria variedad de recursos.
    La desmotivación de algunos docentes no se resuelve con incremento salarial. Son necesarios procesos de counselling (diagnósticos organizacionales y procesos de soporte personal) para recuperar el entusiasmo y dedicación de aquellos que aún valoran la profesión.
    En cuanto a la cuestión sindical, ¿quién podría objetar la defensa sindical de remuneraciones docentes? Pero son masivas las críticas a las huelgas como principal método de protesta pues descalabran la organización familiar y debilitan el aprendizaje.
    Un tema que tiende a eludirse en público (o se dice en voz baja) por temor a la reacción sindical es el ausentismo docente crónico. Sin mediciones claras, se estima que en algunos distritos llega a 25%. Las licencias por enfermedad, de las que se abusa para encubrir el desgano, deberían ser un capítulo de la necesaria revisión del Estatuto del Docente.

    Otros actores: los padres
    Es autocomplaciente pensar que la mayoría de los padres se ocupa responsablemente del cuidado de sus hijos. Docentes y directores mencionan distintos perfiles de padres/madres con los que se encuentran cotidianamente:
    Los proactivos
    Dedicados: apoyan, hacen un seguimiento cercano de las actividades de sus hijos. Estimulan.
    Exigentes: presionan a sus hijos con logros o metas altas (deporte, arte, etc.).
    Los desentendidos
    Laissez faire: los hijos marcan la tónica, optan por la comodidad de no confrontar.
    Negligentes: descuidados, no fomentan el desarrollo de sus hijos, no los ayudan. Sin contenido afectivo.
    Irresponsables: viven en “su” mundo, no se anotician de las necesidades del chico. Ausentes, distantes.
    Rendidos: no han sido capaces de conducirlos u orientarlos. Se dan por perdidos.
    La percepción vigente es que crecen los segmentos de padres laissez faire y negligentes, transversalmente, en los distintos sectores sociales.
    En consecuencia, la escuela es conmocionada por las transformaciones de los vínculos familiares y, en muchos casos, por la inmadurez de los adultos que le delegan la fijación de normas y límites en la conducta de sus hijos.
    Según los propios padres la merma en el ejercicio de su rol de primer educador obedece a dificultades económicas o laborales, el estrés por el exigente ritmo de vida, la búsqueda de aparente armonía y de evitar conflictos.
    Pero desde la perspectiva de estudios sociales se podría hablar de su propia adolescentización, el deseo de eternizar su juventud, congelar el tiempo, la priorización del consumo sobre el encuentro y el diálogo, los intereses personales por encima de los familiares.
    Hay una ruptura de la alianza familia-escuela. Creció el sector de padres que dejó de respetar la institución escolar. Se identifica con los chicos, cuestiona acríticamente sanciones o bajas calificaciones, niega eventuales falencias de sus hijos.
    Esa indulgencia genera desautorización y conduce a la ruptura de la alianza padres, alumnos, escuela (docentes/directivos).
    La autoridad escolar es necesaria en tanto los niños y jóvenes, hasta los 18 años, son responsabilidad de los adultos. No significa ejercicio arbitrario de la autoridad, pero sí respeto a quienes lideran el proceso de construcción de conocimiento. Muchos padres han minado ese modelo y no se hacen cargo de sus consecuencias.
    ¿Qué piensan los padres de las escuelas? ¿Reclaman?
    La evaluación de la escuela “propia” a la que concurren sus hijos tiende a ser más benévola que la de otras escuelas. Individualmente, la mayoría de los padres no lo registra como un problema personal: 70% está satisfecho con la escuela a la que van sus hijos. De ese modo los problemas de la educación son de los otros y no reclaman su solución.
    Quienes eligen instituciones privadas de rango económico superior creen haber resuelto la cuestión (“Compramos lo mejor”) y aceptan pasivamente la “privatización” como ya ocurre en los servicios de salud.
    Quienes se hallan francamente disconformes no suelen organizarse para reclamar. Se instala y finalmente se admite la impotencia frente a las deficiencias del sistema. La impotencia crónica genera la naturalización del fenómeno y la consecuente indiferencia.
    Aunque la mayoría hable desfavorablemente de la educación pública, hay escasa reacción ciudadana. Aunque la gente bien educada manifieste que “la educación es máxima prioridad”, el comportamiento sugiere indiferencia.