¿Cuál podría ser el motor del crecimiento en 10 años?

    Ahora, si quisiéramos hacer el experimento con foco en el futuro próximo, y manteniendo la misma restricción (una sola respuesta), puede haber sorpresas. Los economistas consultados han hecho gala de originalidad de pensamiento en todos los casos, tanto por el tema elegido como por el enfoque preferido.

    Ciertamente están los que insistieron con la soja, o los que pusieron foco en el shale oil & gas, o un mix de cereales y granos (soja, maíz, etc.), e incluso alguno más audaz que se inclinó por determinada producción industrial. Pero tal vez lo más sorprendente es ver cómo algunos economistas plantearon respuestas poco vinculadas en forma directa con la economía, y en cambio más vinculadas con la calidad institucional, capacidad de gestión de los Gobiernos y mejor formación de nuestra sociedad.

    Abandonar el populismo
    El capital institucional

    Carlos Alfredo Rodríguez (*)

    En el último siglo la Argentina ha demostrado ser incapaz de crecer sostenidamente. No participamos de ninguna guerra, no tenemos conflictos raciales o religiosos, y nos sobran recursos naturales con una población escasa. Sin embargo, nuestra evolución económica es cíclica: crecemos, luego llega una crisis y caemos, revirtiendo casi todas las ganancias del período anterior.
    Algo crecemos, también lo hace el mundo, pero mucho más, por lo que en términos relativos decrecemos casi sistemáticamente.
    En años recientes se ha mencionado como motores de crecimiento los buenos términos de intercambio y el fortalecimiento del consumo generado por políticas gubernamentales. Ambos factores continúan en 2014 y sin embargo el país está en franca recesión, a pesar que no tenemos un estrangulamiento de la balanza de pagos.
    En mi opinión hay cuatro factores que explican el crecimiento económico sostenible: el capital físico, las rentas de los recursos naturales, el capital humano y el capital institucional.
    Las rentas ya las gastamos en la gesta populista reciente por lo que no serán un factor adicional de crecimiento.
    El principal déficit de la Argentina es el capital institucional. El régimen populista ha erosionado las instituciones necesarias para el normal funcionamiento de una sociedad capitalista moderna. La justicia, los derechos de propiedad, la seguridad, la información pública son algunas de las instituciones básicas que han quedado seriamente debilitadas. La debilidad institucional implica que los resultados de las decisiones quedan librados al capricho del gobernante de turno, la arbitrariedad y la incertidumbre.
    Sin capital institucional, el capital humano se fuga y el capital físico productivo no viene. Es notorio que actualmente buena parte de la juventud se educa para emigrar y los que pueden, sacan la doble nacionalidad. Por lo tanto el país no avanza.
    La solución no pasa por incentivar al capital físico para que venga a través de mecanismos cambiarios, crediticios o fiscales. Solo se obtendrían inversiones temporarias, de baja calidad y de alto costo.
    La única solución sostenible es abandonar el populismo para así recuperar el capital institucional y, por ende, el capital humano. Detrás de ambos vendrá el capital físico genuino. Los recursos naturales ya los tenemos. La decisión es política y está en nuestras manos.

    (*) Rector Universidad del CEMA.

    Recuperar la competitividad
    La cadena agroindustrial

    Ernesto Ambrosetti (*)

    En los próximos años el motor de crecimiento será la cadena agroindustrial debido a su gran potencial para abastecer a los argentinos y al mundo de alimentos, seguros, confiables, de alta calidad a precios competitivos, y además podrá aportar al sector energético energía renovable.
    La demanda de alimentos y energía renovable a escala mundial seguirá en aumento, desde hoy hasta 2020 el mundo necesitara más de seis veces lo que producimos de trigo; 38 veces lo que ofrecemos de carne de cerdo; cinco veces más de lo que hacemos de granos forrajeros y leche; casi ocho veces nuestra producción de carne de aves; y más de tres veces lo que producimos en aceites vegetales, entre otros productos que ofrecemos.
    El agro es el único sector de la economía que invierte más de US$ 32.000 millones todos los años con el objetivo de generar alimentos para más de 440 millones de personas, es decir, suficiente para alimentar a 11 Argentinas.
    Además, 35% del empleo es generado por la cadena agroindustrial que a su vez genera alrededor de 60% de las divisas que ingresan al país.
    El gran desafío no es producir más y mejores alimentos, ya que el productor argentino es sumamente dinámico y veloz en adaptarse a nuevos escenarios y adquirir los avances tecnológicos disponibles para mejorar su productividad en forma sustentable y sostenible, en una relación muy amigable con el medio ambiente.
    El gran desafío es que se creen las condiciones para mejorar la productividad y recuperar la competitividad de la Argentina en general y en particular del sector, ya que hoy se carece de una visión de largo plazo y de un ambiente amigable para invertir y mejorar la productividad.

    (*) Economista jefe de la Sociedad Rural Argentina.

    La industria del futuro
    El motor será la innovación

    Miguel Braun (*)

    Cuando en la Argentina logremos bajar la inflación, quitar el cepo, recuperar la credibilidad, retomar el vínculo con el exterior, por nombrar algunos de los errores de esta época, habremos quitado el freno de mano a la economía. Todo eso permitirá que sectores con potencial, como el agro, el shale y la minería, despeguen. Ese será un gran empujón, pero el verdadero motor de crecimiento de la Argentina que de una vez por todas se disponga a transitar el siglo 21 será la innovación. ¿Por qué?
    En primer lugar, porque la innovación no es exclusiva de un sector sino transversal a todos y potencia a todos. Es el motor que nos permitirá complementar estratégicamente los sectores tradicionales (agro, energía, minería) con las industrias creativas (software, moda, diseño, contenidos), las industrias del futuro, y en el marco de una agenda verde que es cada vez más central. La innovación es el motor que nos permitirá llegar más lejos: abrirá las puertas de un mundo cada vez más globalizado y exigente y que ofrece oportunidades únicas para un país con nuestros talentos y recursos naturales.
    En segundo lugar, porque la innovación es el único motor capaz de hacer que el país crezca y que a la vez se desarrolle. A partir de ella podrán generarse empleos de calidad, los empleos que motivan y hacen crecer a quienes trabajan en ellos. Ni la economía ni el crecimiento tienen sentido si no sirven para que más y más personas tengan vidas laborales interesantes. 
    En definitiva, arreglando lo básico, después de 2015 el país se recuperará y crecerá, pero ese crecimiento será efímero si no se enciende el motor de la innovación. Para que eso ocurra no alcanza con resolver los errores groseros, hay que solucionar los problemas de fondo: instituciones, infraestructura, educación del futuro, crédito. Esas cuestiones claves son condiciones necesarias para que pueda existir innovación. Son condiciones necesarias para que podamos estar hablando de crecimiento real y sostenible en los próximos años.

    (*) Economista por la Universidad de San Andrés y doctor en Economía (Universidad de Harvard). Fue co-fundador y director ejecutivo de CIPPEC y es actualmente director ejecutivo de Fundación Pensar, y director en el Banco Ciudad. 

    Nuevos liderazgos
    Recuperación de las instituciones

    Mariano Tommasi (*)

    Creo que el motor del crecimiento económico argentino en la próxima década va a ser la recuperación institucional en el post-kirchnerismo. La economía real nos irá indicando qué sectores crecen más y cuáles tienen mayores externalidades. Pero yo no quiero hacer futurología respecto a eso; no es mi ventaja comparativa. Lo que sí sé es lo que nos enseña el estado internacional del conocimiento sobre el desarrollo económico.
    El crecimiento económico de largo plazo de los países no está ligado a ningún recurso o producto en particular (distintos países producen distintas cosas, y algunos crecen más que otros independientemente de los productos. Pero son las instituciones, al dar un marco de previsibilidad para la inversión las que influencian el crecimiento económico en el largo plazo, más allá de las coyunturas tales como los precios relativos internacionales y los rebotes post-crisis.
    En la última década y pico las autoridades políticas se han dedicado casi sistemáticamente a debilitar, en aras de su beneficio político, a todas las instituciones que dan previsibilidad de largo plazo al accionar económico. Más allá de los matices, es claro que el nuevo gobierno que asuma a fines de 2015 va a tener una impronta más respetuosa de las instituciones (en algunos casos por convicción, en otros por necesidad) que el Gobierno actual. Y eso de por sí solo, en la medida que se vayan logrando los acuerdos necesarios entre distintos actores políticos y sociales, va a ir llevando a un alargamiento de los horizontes de los actores económicos. Es casi impensable imaginar un Gobierno que no trate de bajar la inflación, de reconstruir la confiabilidad de la información pública, y de lograr ciertos acuerdos de gobernabilidad. La herencia es pesada, tanto en término de reales problemas económicos y sociales, como del debilitamiento de los ámbitos de discusión pública y construcción de consensos, y en términos del tipo de mensaje que el liderazgo a transmitido a la sociedad. Hacerle creer a la gente que existen soluciones fáciles a problemas complejos, y con solo “quitarle a los malos” hay suficientes recursos para redistribuir. Creo que el crecimiento económico de la próxima década va a depender de la medida en que los nuevos liderazgos puedan reconstruir el esfuerzo colectivo basado en la verdad.

    (*) Profesor y director del Departamento de Economía de la Universidad de San Andrés.

    Los empresarios, principal reserva de Argentina
    El voto, factor de crecimiento

    Roque B. Fernández (*)

    ¿Por qué la Argentina no pudo sostener un crecimiento en base a su potencial de recursos? ¿Por qué a principios del siglo 20 estábamos entre las primeras 10 naciones del mundo y ahora estamos en el puesto 55? La repuesta no es fácil, y en mi interpretación no hay que buscarla en el proceso de inversión o en la asignación óptima de recursos. Creo que, dada las restricciones con las que se encontró el sector privado, la inversión ha sido razonablemente aceptable en las últimas décadas.
    El atraso en el crecimiento relativo de la Argentina se debe que el stock de capital en todos los frentes ha sido predado por un sistema que busca la captura del voto en base al aumento transitorio del consumo. Esto ocurre en todos los sectores, desde el energético donde se consumen las reservas y no se exploran nuevas fuentes de energía, hasta el sector ganadero donde el consumo se satisface mandando a faena los vientres que servirían para aumentar la producción y el consumo futuro. El populismo argentino se caracteriza por la acción predatoria de la política sobre los recursos disponibles; nos encontramos encerrados en un modelo presa-predador similar al que frecuentemente se utiliza para analizar los desequilibrios ecológicos que en muchas circunstancias llevan a la extinción de las especies.
    Afortunadamente, el esforzado empresario argentino no es una especie en extinción. Ha conseguido sobrevivir a décadas de acción predatoria, y es el principal factor de crecimiento que tenemos disponible para el futuro. Su capacidad de adaptación y de reproducirse en nuevas generaciones es encomiable. Algunos emigraron y triunfaron en el mundo. Otros sobrevivieron aliándose al predador mediante un capitalismo de amigos que aceleró la acción predatoria. Pero muchos otros empresarios continuaron en la saga de la supervivencia, y constituyen la principal reserva de la Argentina. El crecimiento solo será posible si conseguimos liberar su ingenio, su voluntad de trabajo y su ambición de crecer.
    Este grupo de esforzados argentinos son una pequeña minoría de la población. Pero necesita el apoyo de las grandes mayorías que sobreviven gracias a sus esfuerzos. Sin las Pyme, sin los comercios, sin la fábricas, sin capitales de riesgo, y en general sin los empresarios que gerencian grandes y pequeñas empresas no habría puestos de trabajo, ni consumo, ni recaudación para mantener al Estado necesario, y menos para mantener al Estado predador.
    Este es aquel que piensa que lo político tiene la naturaleza de un bien público especial, y que solo un líder iluminado puede generar tal bien público. Es el concepto de la democracia acaudillada por un líder. Max Weber acuñó la palabra Fuhrerdemokratie como un orden social posible con un dictador benevolente. El error de Max Weber es que la búsqueda del dictador benevolente ha resultado en una frustración tras otra. En mi opinión, el “dictador – benevolente” es un oxímoron. Y también es un oxímoron el “el líder político benevolente” que los argentinos buscamos sin cesar. Al pensar que la solución argentina pasa votando a un “líder” nos venimos equivocando desde la sanción de la Ley Sáenz Peña. Y no es culpa de la ley, porque el voto universal es la única herramienta que disponemos para vivir en una democracia liberal.
    Escribo estas nota en las vísperas de la final de football, donde los medios hacen referencia al medio campista de la selección argentina, Javier Mascherano, como el “El liderazgo de la humildad, el trabajo y el sacrificio” (Francisco Juegen, La Nación, Julio 11, 2014). No son estos los atributos que caracterizan a la mayoría de nuestros políticos. Mascherano no “articula discursos” para explicarnos la realidad, es el jugador que mayor sacrificio hace por su equipo para brindar el resultado del juego como única realidad. Mascherano no piensa en jugar eternamente, sabe que es reemplazable y que en ciertas oportunidades su posición en el equipo es en el banco de suplentes. Finalmente, Mascherano no usa su liderazgo para enriquecerse, su riqueza la logra traspirando la camiseta.

    (*) Economista, es director del Fondo para la Promoción de la Investigación de la Universidad del CEMA. Fue ministro de Economía durante la presidencia de Carlos Menem. Ex presidente del Banco Central.

    Expansión del comercio internacional
    Nuevas formas de creación de valor

    Martín Tetaz (*)

    Aunque el bono demográfico chino ya llegó a su punto de mayor rendimiento y la tasa de dependencia (adultos mayores / PEA) pasará según Cepal, del 11% actual al 20% en 2025, la misma institución estima que la clase media asiática se duplicará en los próximos 10 años, y de acuerdo a las estimaciones de TheChinaObserver.com, el consumo de ese segmento socioeconómico representará 45% del total mundial para 2025.
    Esto implica que la demanda de commodities y manufacturas de origen agropecuario continuará en aumento, al menos hasta que el fenómeno sociodemográfico se estabilice, lo cual ocurrirá en torno a 2035.
    La expansión económica del comercio internacional argentino de esos productos choca sin embargo con la limitación de recursos existente en nuestro país, porque incluso cuando el avance tecnológico es notable, no es posible sembrar más de unas 35 millones de hectáreas, del mismo modo que nuestra dotación de capital nos impediría abastecer una orden de 1.000 millones de botellas de vino.
    El crecimiento del comercio de servicios, de la venta de marcas, diseños e innovaciones, por el otro lado, no tiene límites, porque una vez descubiertos, y desarrollados, pueden ser replicados a costo despreciable una enésima cantidad de veces, lo que potencialmente nos permitiría alcanzar un nivel de alto desarrollo económico en muy poco tiempo.
    Pero claro, para aprovechar las nuevas formas de creación de valor y subirnos a la ola de la globalización, necesitamos salirnos del modelo educativo instaurado por la revolución industrial hace 250 años atrás. Es preciso desarmar la línea de montaje que fabrica graduados en serie porque no hay fabricas para emplearlos, ni burocracia para contenerlos. Necesitamos en cambio creativos, de­sa­rrolladores, diseñadores, artistas, programadores, investigadores medicinales, y en general cualquier tipo de trabajador cuya virtud sea crear valor en áreas en las que ese producto o servicio puede ser copiado sin costo.
    Resulta fundamental que la nueva escuela sea lo suficientemente flexible como para garantizar que los jóvenes no se sientan encorsetados ni pre formateados en sus posibilidades creativas, porque a medida que el mundo (y sobre todo Asia) vaya creciendo más, los consumidores habrán satisfecho las necesidades de primer y segundo orden en la pirámide de Maslow (fisiológicas y de seguridad) y se abocarán a la búsqueda de bienes y servicios que les permitan cubrir los niveles superiores de la pirámide asociados al reconocimiento social, la autoestima y la realización espiritual.

    (*) Especialista en la Economía del Comportamiento; la mezcla entre la Psicología y la Economía.