Perfil productivo insuficiente
Una sociedad más igualitaria
Claudio Lozano (*)
Al motor de crecimiento de los últimos años basado en la sojización, los hidrocarburos y la megaminería a cielo abierto que permitieron sostener una armaduría industrial que demanda no menos de US$ 30.000 millones anuales para funcionar, se le agrega como novedad en el horizonte de los próximos años un nuevo motor: el de la explotación de los hidrocarburos no convencionales.
Sin embargo este perfil productivo es insuficiente para garantizar elevados volúmenes de empleo con ingresos suficientes para reproducir adecuadamente la fuerza laboral (como lo da cuenta el hecho de que un tercio de la población se encuentra por debajo de los umbrales de pobreza). De este modo, los motores del crecimiento económico sustentado solo en la extracción de los recursos naturales resultan incompatibles con una sociedad que pretenda mejorar significativamente los niveles de vida de su población y que al mismo tiempo esté en capacidad de superar el estrangulamiento externo histórico que agobia al funcionamiento de nuestra economía.
De lo que se trata entonces es de reflexionar como sociedad de qué modo modificamos estos motores para darnos la posibilidad de convivir en una sociedad más igualitaria y que ella pueda sostenerse en el tiempo sin tropezar periódicamente con la restricción externa. Con este objetivo, urge replantear el rumbo productivo existente y ubicar como motor principal del crecimiento en los próximos años a las condiciones de vida de nuestra población, situando al extractivismo de los recursos naturales como puente de transición hacia una reconversión productiva que compatibilice una fuerza laboral con creciente calificación en el marco de un tejido productivo que recupere la diversidad agropecuaria, avance hacia la fábrica biológica, extreme la agregación de valor en las cadenas existentes, reabra nuevos sectores hoy abandonados (caso de la industria ferroviaria, naval, etc.) promoviendo la incorporación del cambio tecnológico y que permita minimizar la demanda de divisas por vía de una profunda sustitución de importaciones. La Argentina necesita un acuerdo social que termine con la pobreza y relance un proceso de inversión, incorporación de progreso técnico y cambio productivo.
(*) Economista y político argentino, actual diputado de la Nación por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires del partido Unidad Popular.
Un cambio estructural fundamental
Retorno, por fin, a los mercados financieros
Ricardo Rotsztein (*)
Responder cual será el motor de crecimiento de la Argentina es un desafío interesante. La tentación es optar por algún sector en particular, la soja, el petróleo shale, la biotecnología, etc. Sin embargo, no voy a caer en ella. Los próximos años serán de continuidad y cambio con las características estructurales de esta última década.
Hay elementos fundamentales que llegaron para quedarse. Los precios de los commodities seguirán favoreciendo al país, el crecimiento de India y China podrá desacelerarse momentáneamente pero ambos países han impulsado un cambio fundamental en su política económica. Dicho cambio es un giro desde un modelo “export-led”, es decir liderado por las exportaciones, hacia un modelo que priorice el desarrollo del mercado interno. Esta política implicará necesariamente un fortalecimiento de los salarios de los trabajadores de dichos países y por lo tanto un incremento en su demanda de más y mejores alimentos.
Sin embargo, la próxima década tendrá una característica distintiva respecto a estos años. La resolución final del tema de la deuda y el default permitirá por fin el regreso del país a los mercados financieros internacionales. Estos años de crecimiento fueron impulsados a partir de inversiones autofinanciadas por las empresas y el Estado Nacional. Sin embargo, el reingreso de la Argentina a los mercados financieros es un cambio estructural fundamental para entender cuáles serán los motores del crecimiento.
Esta situación generará un flujo de inversiones en todos los sectores de la economía, es decir, seguramente la soja y el petróleo serán fuertes atractores de capitales, pero no serán los únicos sectores. La biotecnología, la industria del software, las industrias metalmecánicas y el complejo automotor también serán beneficiadas por esta nueva situación.
El modelo de crecimiento del país seguirá siendo un mix de impulso del mercado interno y las exportaciones, pero las empresas estarán en mejores condiciones competitivas porque lograrán tener acceso a financiamiento barato.
(*) Director Ejecutivo Finanzas Públicas – Centro de Estudios e Instituto de Formación en Políticas Pública. Universidad de Buenos Aires, profesor adjunto de Finanzas Públicas.
Desarrollo con equidad
Gravitación de la restricción externa
Ernesto A. O’Connor (*)
Una vez más, como desde hace unos 70 años, la economía argentina se enfrenta al problema de la restricción externa, originada por una tendencia de la política económica a apropiarse de la renta de los principales productos de exportación: recursos naturales con agregación de valor, como trigo, maíz, soja y sus derivados, carnes vacunas, y petróleo y gas.
Desde 2016, la resolución de la restricción externa estará íntimamente ligada al tema del desarrollo con equidad. Claramente, las cadenas agroalimenticias y el sector de petróleo y gas serán los líderes de la recuperación.
El agro y sus cadenas son generadores netos de divisas. Para el MinAgri, la producción agraria 2013/14 sería de 107 millones de toneladas, un nuevo récord. Así, el agro y sus cadenas aportarían US$ 52.000 millones por exportaciones.
Si la política económica cambiara el actual sesgo anti-exportador, en materia de trigo, maíz y carne vacuna se podrían generar como mínimo, solo en el primer año, US$ 4.500 millones anuales adicionales por exportaciones. Suficientes para más que suavizar la restricción externa y dinamizar las economías de todo el interior. Si la política pro-competitividad y pro-empleo en el interior se profundiza, los resultados en materia de desarrollo con equidad pueden ser sorprendentes.
Esto será fundamental en los primeros años, antes de que las inversiones en Vaca Muerta transformen a la Argentina en un líder mundial en hidrocarburos. Para que estas inversiones se realicen, es menester optimizar el marco institucional. Esto puede hacer que la Argentina adopte políticas de Estado de largo plazo. Por el contrario, si el sector público tiene la tentación de apropiarse de parte de esta renta, el crecimiento sería mucho menor, y los impactos en el desarrollo, también.
(*) Economista. Director de la Maestría en Economía Aplicada. Escuela de Economía. Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica Argentina.
Atacar los desequilibrios
Ventajas del “doble bono”
Dante Sica (*)
En 2015, la economía podría lograr una breve recuperación, impulsada por una baja base de comparación interanual y cierto acceso al financiamiento externo. Los principales motores del crecimiento serían aquellos sectores que se contraerían este año, como la construcción y la industria, mientras que el agro también podría dar cierto aporte positivo, aunque este efecto se verá en parte compensado por una baja en los precios.
Mientras tanto, en el mediano plazo la Argentina tiene la oportunidad de iniciar un ciclo de crecimiento sostenible, dado que en un escenario global que seguirá dominado por la creciente demanda emergente de bienes básicos, cuenta con un “doble bono”. Por un lado, el bono de recursos naturales: el país puede consolidarse como uno de los principales proveedores de commodities a escala global dado que posee las condiciones naturales para tener una oferta excedente de alimentos, recursos energéticos no convencionales, y minerales.
Además, la Argentina posee el bono demográfico: hasta mediados de 2030 se encontrará en una “ventana demográfica”, puesto que contará con una mayor cantidad de personas en edad de trabajar en relación a aquellos que no trabajan. Esto es muy beneficioso porque aumenta el ahorro y, con ello, la capacidad de acumular capital para invertir, crecer e incrementar la productividad.
Así, los motores del crecimiento en los próximos años serían principalmente los sectores en los que el país posee ventajas comparativas como el agro, la minería, y la energía no convencional. Sin embargo, no hay que descuidar que retomar una senda de crecimiento sostenible no será sencillo, dado que para ello habrá que sortear importantes desafíos, tanto a nivel macroeconómico como sectorial. En particular, sobresalen la elevada inflación, la distorsión de precios relativos (principalmente tipo de cambio real y precio de la energía), el rojo fiscal, y el déficit en materia de infraestructura (no solo energética, sino también vial, ferroviaria y de telecomunicaciones). Atacar estos desequilibrios será clave para poder aprovechar el “doble bono”.
(*) Economista. Director de abeceb.com. Fue secretario de Industria, Comercio y Minería de la Argentina.
Enormes ventajas comparativas
Solo el agro tiene reacción inmediata
Guillermo Sabbioni (*)
Si las decisiones de política económica del próximo Gobierno tienen como objetivo lograr una rápida recuperación del crecimiento económico, el motor debe ser sin dudas el sector agropecuario. Esto no significa que no haya otros sectores con grandes posibilidades, como el shale oil o la minería, pero el sector agropecuario es el más capacitado para reaccionar de inmediato, en la medida que variables como inflación, tasa de interés y tipo de cambio adquieran valores más compatibles entre sí.
Esta afirmación no contiene juicios de valor en términos de si esto es lo más deseable, sino que simplemente se apoya en un hecho incuestionable: nuestro país ha tenido y sigue teniendo enormes ventajas comparativas en agricultura y ganadería, por decisión de la naturaleza. Por lo tanto, al ser esto un dato que no va a cambiar en el corto plazo, la mejor estrategia es considerarlo como un parámetro y actuar en consecuencia.
Esto tampoco significa que debemos olvidarnos de, por ejemplo, la educación como un motor del crecimiento. Todo lo contrario. Invertir en educación es lo que puede ayudarnos a reducir a largo plazo nuestra dependencia del sector agropecuario. Más y mejores profesionales mejorarían la productividad en todos los sectores. Sin embargo, esto requiere décadas, y mientras no se materialice, la alta productividad del sector agropecuario lo convierte en el candidato con más posibilidades de tener impacto inmediatamente.
Para lograr un efecto a corto plazo, el resto de los sectores de la economía requieren de la intervención del gobierno. Es así como transitoriamente sería posible, por ejemplo, imaginar al sector automotor cumpliendo un rol protagónico, siempre que existan medidas que colaboren en este sentido. Sin embargo, el impulso no perdurará sin la acción del gobierno, a diferencia de lo que sucede con la agricultura y la ganadería, que no necesitan del intervencionismo para ser competitivas a escala mundial.
(*) Director de la Licenciatura en Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la UCA.
Tamaño de la inversión extranjera
Solo hace falta volver al mapa
Osvaldo Cado (*)
A pesar de haber tenido algunos aciertos durante los 12 años de gestión, la actual administración se ha convertido en una carga muy pesada para una economía que está dando señales claras de necesitar un poco de “aire fresco”. Aquellos que tomen las riendas del país en 2015 estarán frente a una gran oportunidad, que es crecer en base a recursos ajenos, lo que permitirá soltar algunas fuerzas productivas actualmente contenidas, consecuencia de la imposibilidad de poder planificar a plazos superiores a cinco años.
Cuando observamos datos de Inversión Extranjera Directa en algunos países latinoamericanos y los relacionamos con los tamaños de sus economías, vemos con claridad que países como Brasil, Colombia, Chile, México, Perú, Uruguay, por mencionar algunos, han recibido sustanciales recursos que han dinamizado la actividad, generado empleo y ayudado a reducir su pobreza.
Paralelamente, del lado más financiero, el riesgo país de todas estas economías muestra valores significativamente más bajos que los de la Argentina. Chile tiene tan solo 85 puntos de riesgo país, mientras que el peorcito del grupo es Brasil con 215. La Argentina se encuentra hoy en torno a los 600 puntos, aunque supo estar alrededor de los 1.000 hace tan solo unos meses. Esto no solo implica que el endeudamiento soberano y para empresas argentinas es más alto, sino que es una clara señal de que los capitales financieros eligen otras jurisdicciones por sobre la nuestra. Reducir el riesgo país lleva implícito la entrada de capitales que de manera más o menos directa dinamizan la economía.
En este contexto, es muchísimo lo que la Argentina debe hacer en términos de inversión en infraestructura (comunicaciones, transporte y energía). Esto representa una oportunidad enorme no solo para aquellos que apuesten por invertir aquí, sino también para quien tome las riendas de la administración a partir de 2015. Si son lo suficientemente inteligentes y capaces de generar un ambiente más amigable para los que deseen invertir en la Argentina, disfrutarán de un contexto inmejorable en el corto plazo del cual se beneficiarán todos los argentinos.
Luego y sobre la marcha, podremos revisar cuestiones fundamentales de largo plazo.
(*) Economista. Analista Senior en Finanzas Corporativas Impsa.
Lograr atraer capitales
Con el foco en el sector energético
Germán Coloma (*)
En mi opinión, el motor del crecimiento económico argentino para los próximos años será el sector energético (básicamente, el gas y el petróleo). Esto dependerá, sin embargo, de que la Argentina sea capaz de aprovechar la oportunidad que se le abre en este campo. Para ello va a tener importancia, por un lado, la forma en la cual se va a organizar para explotar los mencionados recursos naturales y, por otro, el uso que hará de la renta que obtenga de ellos. Si logra atraer capitales que le permitan explotar sus reservas de gas y petróleo, eso permitirá generar una renta muy importante (mayor que la que obtuvo a través de la soja en la última década).
Pero por otro lado, es también importante que sea capaz de organizarse para poder aprovechar el uso de esa renta en la mejora de su infraestructura (tanto de servicios públicos como de otros servicios esenciales como la salud y la educación), que es lo que permitirá que ese crecimiento pueda mantenerse en el tiempo.
Si no logra atraer capitales para la explotación de sus recursos, la Argentina verá seguramente limitado su crecimiento al que pueda generarle su sector agropecuario (que sospecho que va a ser bastante menor al que se generó en la última década). Si logra atraer dichos capitales pero no aprovechar la renta generada en mejorar su infraestructura, entrará nuevamente en un ciclo en el cual logrará tener una alta tasa de crecimiento durante un período corto, pero que luego no podrá sostener a lo largo del tiempo.
(*) Profesor de Ucema.
Un marco previsible
Habrá que desatar el proceso creativo
Jorge Miguel Streb (*)
Hay que integrarse al mundo para alcanzar las economías avanzadas. Nuestro deporte lo muestra: después de los penales, el arquero Sergio Romero agradecía en el mundial de fútbol de Brasil lo aprendido de Van Gaal, el director técnico de Holanda. El éxito deportivo de la Argentina se debe justamente a seguir las reglas del juego, no a aislarnos como en los mundiales del 50 y 54.
Es imposible sostener sectores de punta con nuestra reducida escala. En ese sentido, desde 2011 el cepo cambiario potencia las trabas, como una empresa productora de componentes de electrónica industrial que exportaba a mercados como Alemania hasta que no pudo importar los insumos necesarios ni resolver las demoras en aduana. Las meras ensambladoras domésticas, con empleos poco calificados y bajos salarios, son menos afectadas por estas intervenciones poco lúcidas.
Desde al menos la nacionalización de los ferrocarriles, la dirigencia argentina trata a menudo al crecimiento como la administración de riquezas dadas. “Riquezas” que de pronto se esfuman en nuestras manos, como la producción de carne desde las vedas a la exportación en 2006. Sin embargo, la característica de las economías dinámicas modernas no es la administración de estructuras económicas dadas, sino lo que Schumpeter llama el “proceso de destrucción creativa”.
Como el proceso de innovación es descentralizado, es imposible definir de antemano exactamente donde van a surgir las nuevas contribuciones. Pero se pueden apoyar las actividades más dinámicas, removiendo las barreras que nos impiden integrarnos al mundo moderno. Las naciones avanzadas son justamente las que concentran el empleo en las ocupaciones más creativas como ciencia, tecnología, entretenimiento, deportes, diseño y servicios de salud y educación. Como los padres que buscan que sus hijos crezcan y sean independientes, el Estado necesita ofrecer un marco previsible para que florezca esta innovación.
(*) Director de Investigaciones de Ucema.
Gastar más es sinónimo de progresismo
Tras el equilibrio macroeconómico
Jorge Todesca (*)
Nuestro país experimenta aproximadamente cada diez años episodios de crisis que producen retrocesos en el proceso de crecimiento cada vez más difíciles de recuperar, especialmente en el plano social y tienen de una u otra forma como denominadores comunes, situaciones de desequilibrio fiscal, monetario y en el sector externo de la economía.
Mirando en perspectiva estos acontecimientos, pareciera que se ha desarrollado en parte de nuestra sociedad y de nuestra dirigencia una suerte de “cultura económica” que subestima el equilibrio fiscal y que –aún peor– justifica permanentemente cualquier expansión del gasto público y etiqueta duramente toda visión crítica al respecto. Gastar más es sinónimo de progresismo para muchos sectores de nuestra sociedad.
Es una idea tan falsa como, en el otro extremo, la “teoría del derrame” que pregonaba que el crecimiento finalmente derramaba automáticamente sus beneficios hacia toda la población. Una cuestión que la crisis internacional y los estudios más recientes y con más sólidas bases estadísticas se han encargado de desmentir.
Indudablemente, el gasto público y su contraparte, el sistema tributario, son las herramientas más poderosas que provee el sistema de economía de mercado para impulsar una distribución más equitativa del ingreso.
Pero el uso de esas herramientas requiere un debate intenso que en nuestro país no existe y un control sobre el destino de los recursos que tampoco se realiza.
La conducta reincidente de desequilibrios fiscales crecientes a lo largo del tiempo, se vincula íntimamente a un financiamiento monetario de esos desbalances. Cuánta expansión monetaria tolera una economía sin provocar inflación puede discutirse infinitamente. Pero la respuesta contemporánea es que depende de la confianza de su población en la moneda nacional, lo que, a su vez, se vincula estrechamente con la propia historia económica del país. En la Argentina, por lo tanto, ese límite es estrecho y cuando se traspasa, no solo sobreviene un proceso inflacionario, sino que también se inicia un vuelo hacia el dólar y la crisis se extiende al sistema cambiario.
En tales condiciones, ningún proceso de crecimiento sostenido es posible, por eso las políticas específicas orientadas a ese fin necesitan el basamento sólido de una macroeconomía estable.
(*) Economista. Director de Finsoport Consultores Económicos.
Cuellos de botella
Energía y transporte merecen atención
Gabriel Caamaño Gomez (*)
Por las características, potencial e, incluso, necesidades de nuestro país, todo indica que el motor del crecimiento durante la próxima década tendrá que ver con dos sectores clave: los bienes energéticos y la infraestructura de transporte.
Respecto de los primeros, creemos que es importante resaltar el caso de la explotación de los yacimientos no convencionales de petróleo y gas. Los cuales, por ejemplo, le han permitido a EE.UU. reducir drásticamente su dependencia en la materia respecto del resto del mundo. También juegan un papel relevante, los biocombustibles, a base de maíz y soja, respecto de los cuales, el potencial local es aún mayor.
En el caso de la infraestructura de transporte, altamente congestionada en la actualidad, como resultado de la combinación de una década de relativamente alto crecimiento y baja inversión en la materia, resalta el caso de la infraestructura vial, ferroviaria, fluvial e, incluso, marítima necesaria para incrementar el potencial exportador de la economía local.
Obsérvese que, estamos hablando de dos sectores íntimamente relacionados en más de un aspecto y que, por similares razones, se han convertido en cuellos de botella importantes para el proceso de crecimiento local.
En el primer caso, presionando directamente sobre la balanza de pagos, al incrementar las importaciones de energía y, consecuentemente, las necesidades de divisas. En el segundo, indirectamente, al incrementar los costos de transporte y, consecuentemente, reducir la capacidad de generación de divisas de los grandes bloques exportadores y las economías regionales.
(*) Economista. Director de Consultora Ledesma.
La crisis sistemática
Lo que falta es respeto por la ley
Julio J. Nogués (*)
¿Por qué estamos nuevamente en una crisis económica y social profunda? La respuesta está frente a nuestros ojos y en nuestra historia pero no la vemos. En 1870 la Argentina tenía un ingreso per cápita equivalente a 40% del de Australia y luego fuimos partícipes de un período pujante con economía abierta y competitiva y hacia 1930 casi igualamos el ingreso per cápita de Australia.
Desde entonces, llevamos 80 años protegiendo industrias oligopólicas e ineficientes (1). En el proceso, nuestra joven democracia que nació deliberativa se ha transformado en discrecional. Las actuales políticas no son sustancialmente distintas a las de hace 80 años. Desde entonces hemos pasado unas 10 veces por ciclos de auge y decadencia impulsados por políticas similares. Resultado: en 2013 tuvimos la misma relación de ingresos con Australia que la que teníamos en 1870 (40%) es decir, llevamos 144 años sin convergencia.
¿Cómo es que una sociedad relativamente educada ha sido avasallada tan arbitrariamente? ¿De dónde nace ese poder del Estado para decidir que máquinas o insumos industriales se pueden importar y cuales empresas ganarán y sobrevivirán y cuales se hundirán? ¿Por qué hemos dejado que el Estado se transforme en el gerente general de nuestra economía y de cada uno de nuestros emprendimientos productivos?
Carlos Nino en su libro Un país al margen de la ley ofrece parte de la respuesta: “una Corte Suprema que con el tiempo fue delegando su rol en el Poder Ejecutivo lo que fue transformando a nuestro país en una democracia hiperpresidencialista”. Mientras esto ocurría, los ciudadanos vimos nuestros derechos debilitados frente a la arbitrariedad del Estado. Entonces, bajo la actual estructura de reglas y valores, solo los proyectos monopólicos protegidos tendrán éxito.
En resumen, a menos que la sociedad reclame para sí los derechos legales que de una manera u otra manera le dejamos asumir al Poder Ejecutivo, nuestras posibilidades de lograr un crecimiento sostenido y una sociedad más homogénea seguirán escapándose de nuestras manos. Para reclamar este poder perdido, tenemos que dejar de ser pequeños robots y actuar con decisión.
(*) Miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas.