El fin de la exuberancia china

    Para controlar la demanda de inversiones, el Gobierno echa mano de varios instrumentos, incluida la disciplina crediticia del sector financiero. Entre otras cosas, retira la garantía del Gobierno que va asociada al financiamiento de la inversión pública.
    Sin embargo, como se ha desarrollado un sistema bancario paralelo para eludir las restricciones del sistema financiero que domina el Estado, aparecen riesgos nuevos: distorsiones económicas; dependencia de demasiadas ventajas para generar crecimiento inmobiliario, corporativo, público y de consumo; y los peligros asociados a una reglamentación inadecuada.
    Con respecto al tan mentado consumo interno como motor del futuro crecimiento chino, el premio Nobel en economía Michael Spence cita a Justin Lin, un ex economista del Banco Mundial, quien cree que el motor esencial del crecimiento debe ser siempre la inversión: el consumo interno no debe presionarse más allá de sus límites naturales para que no se convierta en un modelo basado en el endeudamiento de los consumidores.
    Spence teme, sin embargo, que la advertencia de Lin se interprete como argumento para conservar un modelo impulsado por la inversión, lo que significaría más proyectos públicos de bajos rendimiento y exceso de capacidad en algunas industrias. La meta adecuada para generar crecimiento, dice, es la demanda agregada basada en una adecuada combinación de consumo e inversión de alto rendimiento.
    Los inversionistas internacionales se inquietan porque no ven claro el futuro camino del crecimiento en China. Solo el tiempo y la aplicación de reformas políticas y sistémicas que se anunciarán en los próximos meses podrán eliminar esas preocupaciones. El cambio de patrón de crecimiento, si se logra, necesitará varios años. Por eso habrá que prestar atención a los movimientos en la dirección correcta.

     

    Ingresos y productividad
    Uno es un cambio en la ventaja comparativa. Subir los ingresos exige subir la productividad. Eso significa incrementar la intensidad de capital y de capital humano en los sectores de bienes transables y no transables de la economía.
    Del lado transable, deben buscarse cambios estructurales y una reorientación de la producción hacia componentes de mayor valor agregado de las cadenas globales de suministro. En esto, la innovación y las condiciones que la favorecen –incluidas la competencia y la libre entrada y salida del mercado– desempeñan un papel importante. Si los encargados del diseño de políticas eligen un modelo basado en un sector amplio dominado por el Estado y protegido de la competencia interna y externa, es poco probable que se alcancen los objetivos de innovación, lo que afectaría negativamente el crecimiento futuro.
    Mientras tanto, el sector no transable debe crecer. A medida que China se enriquece, sus clases medias ya no comprarán únicamente más bienes de consumo como autos, productos electrónicos y electrodomésticos; adquirirán también viviendas y toda una serie de servicios. Una respuesta eficiente del lado de la oferta a esta grande y creciente demanda exige reformas regulatorias en los servicios.

    El nuevo orden económico
    Durante más de tres décadas, el PBI chino creció a un promedio superior a 10% anual. Pero el ex primer ministro Wen Jiabao definió este impresionante crecimiento como “inestable, desequilibrado, descoordinado e insostenible” refiriéndose a los muchos costos económicos, sociales y ambientales que lo acompañan. Ahora China debe elegir entre un modelo de crecimiento orientado a las exportaciones como en el pasado y un nuevo orden económico más viable.
    El crédito barato y los perversos incentivos, como promover a los funcionarios que más aportaran al crecimiento del PBI, llevaron a una inversión masiva y redundante que, a su vez, contribuyó a un exceso de capacidad en la manufactura y la infraestructura. Este modelo, además de ineficiente, debilita el desarrollo social del país al canalizar los recursos del gobierno a sostener la inversión.
    Por este motivo, las autoridades chinas han decidido abandonar el crecimiento del PBI como primer criterio para evaluar el desempeño de los funcionarios. El plan quinquenal número 12, que se extiende hasta 2015, propone virar la economía nacional hacia un nuevo modelo de crecimiento, más sostenible, basado en calidad e innovación y acepta que el crecimiento del PBI probablemente caiga a 7% durante la transición.
    Los debates actuales sobre modelos de crecimiento se basan casi siempre en el trabajo del premio Nobel Robert Solow. Para él, el crecimiento del PBI está determinado por el aporte de tierra, trabajo y capital, junto al factor total de productividad de la economía (FTP, o el cambio en la producción que no se debe a cambios en el volumen de los aportes sino a factores como innovación tecnológica y reforma institucional).
    Desde 1978, China, al implementar grandes reformas, logró tres períodos de alto crecimiento de FTP, cada uno con una duración entre cinco y siete años. El primero, en los inicios de los 80, aumentó la productividad agrícola y dejó en libertad a gran cantidad de trabajadores no especializados para ir a buscar trabajo en los sectores urbanos e industriales con mayor productividad. El FTP anual aceleró a 3-4%.
    El segundo período fue a partir de 1992 cuando Deng Xiaoping enfatizó la necesidad de cambiar hacia un sistema basado en el mercado pero controlado por el Estado. Esa vez el FTP creció a 5-6%.
    En el tercer caso, luego de grandes reformas en las empresas estatales y el sistema impositivo, China accedió a la Organización Mundial del Comercio en 2001. Con el país totalmente integrado a las cadenas globales de suministro, el crecimiento del FTP tocó 4%, donde quedó hasta 2007. Desde entonces, la tasa de crecimiento del FTP cayó casi a la mitad.
    Para lograr un crecimiento más equilibrado y sostenible del PBI, el Gobierno chino debe implementar un conjunto de reformas institucionales, profundas, amplias y duraderas, tendientes a aumentar el FTP.
    En realidad, el crecimiento del PBI podría estar cayendo precisamente porque la inversión existente en manufactura e infraestructura no coinciden con el patrón de la demanda interna. En consecuencia, China ahora sufre el problema de exceso de capacidad.
    Mejorar la calidad del crecimiento del PBI dependerá de la voluntad de los líderes chinos para implementar reformas orientadas al mercado En lugar de impulsar la inversión, el Estado debe poner el énfasis en sus funciones regulatorias y de control, como fijar y supervisar estándares, crear una buena infraestructura de derechos de propiedad y administrar las condiciones macroeconómicas. Al mismo tiempo, el Estado debe mejorar la calidad de la educación, salud, seguridad y reducir la corrupción y los abusos administrativos.
    En síntesis, China debe cambiar el foco: dejar de cumplir con las metas de crecimiento del PBI y comenzar a crear un entorno que favorezca la innovación y la competencia para permitir que las fuerzas del mercado fijen precios y asignen recursos con más eficacia. El Estado se convertiría, así, en un agente intermediario que facilita el desarrollo de un orden económico sostenible en el cual menos es más, o sea, un sistema donde menos intervención crea más oportunidades para la creatividad.

     

    Se desacelera el crecimiento

    Dificultades que aquejan a mercados emergentes

    Un argumento con gran difusión en las últimas semanas dice que los famosos BRICS –Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica– que generaran tantas expectativas por sus grandes poblaciones y rápido crecimiento sufren ahora una desaceleración que mueve a pensar si no se habrá terminado la luna de miel.


    Nouriel Roubini

    El principal impulsor de este debate es el economista Nouriel Roubini, quien para sostener su afirmación da cifras: el PBI brasileño creció 1% el año pasado y su crecimiento potencial no supera 3%. Rusia crecerá apenas 2% este año y su crecimiento potencial también ronda 3%, a pesar de su petróleo. India creció 11,2% en 2010 y 7,7% en 2011, pero bajó a 4% en 2012. China creció 10% anual en los últimos 30 años, pero el año pasado bajó a 7,8% y las perspectivas no son buenas. Sudáfrica creció apenas 2,5% el año pasado y este año podría llegar a solo 2%.
    Luego de remarcar que se desacelera el gran crecimiento que en años anteriores mostraron los demás mercados emergentes, como Turquía, la Argentina, Polonia, Hungría y muchas naciones en Europa central y del este, Roubini pasa a enumerar los problemas que aquejan a todo el mundo en desarrollo.
    En primer lugar, dice, esas economías se recalentaron en 2010-2011, con altas tasas de crecimiento y de inflación. En 2011 muchas ajustaron su política monetaria y eso afectó el crecimiento en 2012 y en lo que va de 2013.
    Además, en aquellos años de crecimiento se creía en el desacople, o sea en la posibilidad de que los países emergentes pudieran desvincularse de la crisis en las economías avanzadas. Una idea exagerada, dice Roubini, porque nunca desapareció la probabilidad de que la recesión en la eurozona, la cuasi recesión en Gran Bretaña y Japón y el lento crecimiento en Estados Unidos repercutieran en los mercados emergentes, sea a través del comercio, de los vínculos financieros o de la confianza de los inversores.
    En tercer lugar, la mayoría de los BRICS y otros mercados emergentes han ido virando hacia una variante de capitalismo de Estado. Esto implica menos reformas que aumentan la productividad y participación del sector privado en la economía y dar más peso a las empresas estatales; también aparecen el nacionalismo en recursos, el proteccionismo comercial, la sustitución de importaciones industriales y la imposición de controles al capital.
    Este modelo puede haber funcionado en etapas anteriores de desarrollo y cuando la crisis financiera mundial produjo el desplome del gasto privado; pero ahora distorsiona la actividad económica y deprime la posibilidad de crecimiento. Roubini cree que el riesgo de que China experimente un aterrizaje forzoso en los próximos dos años puede dañar aún más a muchas economías emergentes.

     

    Valor de las commodities
    El cuarto problema que aqueja al mundo emergente es la posibilidad de que se haya acabado el superciclo de commodities que tanto ayudó a Brasil, Rusia, Sudáfrica y muchos otros exportadores de productos básicos. Sería difícil poder mantener el boom en un mundo en que se desacelera la economía china, se aumenta la inversión en tecnologías verdes y el aumento de la demanda no termina de producirse.
    El quinto y más reciente problema es las señales de la Reserva Federal estadounidense sobre la posibilidad de poner fin a su política de flexibilización cuantitativa antes de lo previsto y los indicios de un posible abandono de la tasa de interés cero, dos temas que afectan directamente a los mercados financieros de las economías emergentes.
    Finalmente, si bien muchas economías emergentes tienden a mostrar superávits en sus cuentas corrientes, son cada vez más las que presentan déficits. Y esos déficits ahora se financian con métodos más peligrosos: más deuda que capital accionario; más deuda de corto que de largo plazo; más deuda en divisas que en moneda local y más financiamiento proveniente de flujos interbancarios transfronterizos volubles.
    Esos países tienen otras debilidades: excesivo déficit fiscal, inflación alta y riesgo de inestabilidad. La necesidad de financiar el déficit externo, evitar la depreciación y mayor inflación requiere aumentar las tasas de interés o mantenerlas fijas y altas. Pero el endurecimiento de la política monetaria debilitaría al ya lento crecimiento. Por lo tanto, las economías emergentes con grandes déficits y otras fragilidades macroeconómicas podrían experimentar mayor depresión en sus mercados financieros y tasas de crecimiento.
    Estos factores explican por qué el crecimiento en la mayoría de los BRICS y muchos otros mercados emergentes se ha reducido bruscamente. Algunos factores son cíclicos, pero otros –el capitalismo estatal, el riesgo de un aterrizaje forzoso en China y el fin del superciclo de los productos básicos– son más estructurales. Por lo tanto, las tasas de crecimiento de muchos mercados emergentes durante la próxima década pueden resultar menores que en la pasada.