Gabriel Caamaño y Evelin Dorsch
“Si haces siempre lo mismo, no esperes resultados diferentes”
Albert Einstein.
Por Gabriel Caamaño
y Evelin Dorsch (*)
Esta no fue la primera interrupción que sufrió el proceso de crecimiento local durante la última década. La anterior se remonta a fines de 2008 y casi todo el año 2009, con un episodio recesivo entre el último trimestre del primer año y el tercero del segundo.
La forma que tomó el proceso de enfriamiento y, posterior contracción del nivel de actividad económica local, lo asimiló a los clásicos procesos de “estrangulamiento externo”. Pues, básicamente, fue el brusco desequilibrio al que convergió repentinamente la balanza de pagos lo que forzó el ajuste.
Ante esa situación, el discurso oficial sostuvo, como diagnóstico simplificado, que “el mundo se nos había caído encima”. Planteando un importante paralelismo con parte de lo ocurrido en 2009. En realidad, se repetía, con las mismas deficiencias, el mismo diagnóstico que se había utilizado en aquel entonces.
A partir de ese momento, ese argumento fue utilizado, explícita e implícitamente, para justificar buena parte de las medidas antipopulares o, al menos, controvertidas que se implementaron a lo largo del año pasado.
Y es esa aseveración la que justifica este artículo. Pues, lo que nos interesa es determinar hasta qué punto el deterioro de la economía local registrado durante el año pasado fue resultado de factores exógenos o endógenos. De allí un concepto para titular: ¿Contagio o mala praxis?
Es decir, el objetivo es lograr un diagnóstico consistente que nos permita entender la mecánica y dinámica de la crisis recesiva que afectó el desempeño de la economía local durante el año pasado, de forma que podamos delinear las expectativas de cara a los próximos años.
Con ese plan de trabajo en mente, en los próximos capítulos se irá profundizando sobre muchas de las ideas, procesos y cuestiones que en este artículo inicial, solo se presentan a través de una simple mención o, a lo sumo, de una explicación sintética.
Finalmente, en el último capítulo, tomando en cuenta el diagnóstico al que hayamos arribado en general y para cada mercado particular, plantearemos las perspectivas para 2013.
Empecemos por el análisis de los factores exógenos, dentro de los cuales no solo incluiremos el mencionado deterioro del contexto internacional, sino también la sequía.
Profundizando sobre el análisis del contexto internacional, lo primero que hay que resaltar es que el mundo no se nos cayó encima. Aunque sí es cierto que existió cierto deterioro de los términos de intercambio, devaluaciones y desaceleración de nuestros mercados destino. Pero, aun así, pocas veces el contexto internacional fue tan favorable para nuestro país.
Términos de intercambio
De acuerdo a las propias cifras de Indec, durante 2012 los términos de intercambio (precios exportación vs precios importación) se deterioraron en promedio cerca de 3,8% con respecto al año anterior, pero aun así continuaron ubicándose en un nivel que resultó más de 35% superior al promedio histórico e, incluso, a los niveles registrados para todos lo años que van desde 1948 a la fecha, con la única excepción hecha por 2011.
Es decir, el valor alcanzado por nuestros términos de intercambio durante 2012 se convirtió en la segunda marca más alta de los últimos 64 años, ubicándose solo por detrás del nivel alcanzado durante al año anterior. Más aún, se ubicó en la séptima posición más elevada desde que se llevan registros de esta variable (últimos 112 años).
Relación con otras monedas
Ponderando las cotizaciones en pesos de las monedas de nuestros socios comerciales por su peso en nuestra canasta de mercados de exportación podemos construir un índice de Tipo de Cambio Nominal Multilateral.
El mismo indica que durante todo 2012 el peso acumuló en promedio una depreciación nominal superior a 12% respecto de las divisas de sus socios comerciales. En tanto, si se comparan los niveles promedios anuales, la tasa de depreciación nominal se reduce a poco menos de 5%.
Asimismo, un análisis más detallado en este sentido nos indica que, entre puntas del año pasado, el peso se depreció en términos nominales respecto de todos los mercados destino. En tanto, en el caso de los promedios anuales, solo se apreció contra el real brasileño (5%).
Dinamismo de mercados destino
Si realizamos un cálculo de ponderación similar al realizado en el apartado anterior, pero respecto del dinamismo de los mercados destino de nuestras exportaciones, llegaremos a la conclusión de que, en promedio, no hubo contracción, aunque sí desaceleración.
Aun más, hay que resaltar que, por un lado, la tasa de crecimiento promedio continuó ubicándose en torno a 3% real anual y, por el otro, el único que entró en zona recesiva fue la zona del euro.
Efectos de la sequía
Las condiciones climáticas adversas durante buena parte de la temporada estival pasada (desarrollo granos gruesos) se tradujeron en un ritmo de contracción real en torno a 10,4% para el sector agrícola en su conjunto.
En el caso de la soja el nivel de producción alcanzó las 40,1 millones de toneladas, cifra que resultó inferior en 18% u 8,8 millones de toneladas a la producción de la campaña anterior. Pero que, aun así, continúo ubicándose dentro del lote de los máximos históricos.
En el caso del maíz, el segundo grano grueso en relevancia, el nivel de producción cayó 12%. Los otros dos granos gruesos con peso relativo elevado, girasol y sorgo, redujeron considerablemente sus niveles de producción. A saber: -9% y -14%; respectivamente.
Buena parte de esas reducciones por el lado de la producción, fueron compensadas por alzas en los precios internacionales de los productos afectados y la utilización de granos acopiados de campañas previas. En particular, el precio FOB promedio de cosecha del grano de soja experimentó un alza interanual en torno a 8% durante 2012.
En consecuencia, y al contrario de los que podría suponerse inicialmente, los datos oficiales disponibles al cierre de la edición indican que las exportaciones del principal complejo exportador local, el sojero, se redujeron en unos US$ 2.500 millones durante los primeros 11 meses de 2012 (-13%). Bastante menos que lo que se esperaba inicialmente.
El análisis previo indica que el deterioro del contexto internacional y la sequía no tuvieron una magnitud lo suficientemente importante para explicar por sí mismos la crisis recesiva de 2012. Pues ninguno de esos factores tuvo la fuerza necesaria como para poner en jaque a la balanza de pagos local.
A menos que, durante todo el período previo, la macroeconomía local hubiera incrementando particularmente su nivel de vulnerabilidad a los shocks externos hasta un extremo particularmente elevado.
Con lo cual, para que eso sea cierto, debía existir proceso de deterioro preexistente y persistente que, en todo caso, fue “amortiguado” durante los años previos por ese contexto internacional ampliamente favorable.
En ese sentido, la alta tasa de inflación local es, al mismo tiempo, la causa y el síntoma más evidente del progresivo deterioro del esquema de política económica local durante todo el período previo.
Vale la pena resaltar que en 2012, cerramos el tercer año consecutivo con una tasa de inflación al consumidor en torno a 25%. Situación que implicó casi duplicar el nivel promedio de precios al consumidor en los últimos tres años.
Las inconsistencias
La causa última de ese fenómeno económico son las inconsistencias profundas del esquema, que pueden ser sintetizadas en la combinación de una política fiscal y monetaria excesivamente expansivas, en un contexto de escasa capacidad ociosa y relativamente baja capacidad de reacción de la inversión privada en activos productivos a la expansión de la demanda.
Surgió, por lo tanto, una persistente divergencia entre el ritmo de crecimiento de la oferta interna (producto) y la demanda interna que se resolvió, por un lado, con altas y sostenidas presiones inflacionarias y, por el otro, con un alto dinamismo de las importaciones y su pérdida en el caso de las exportaciones (reducción saldo comercial).
Es decir, lo que podría identificarse como los efectos no deseados de un fallido “big push” (tirón de demanda inducido por el esquema de política económica).
La disponibilidad nula de financiamiento internacional a un costo financiero aceptable, por un lado, y una presión tributaria excesivamente alta e, incluso, asimétricamente distribuida, pusieron un límite claro a esa política fiscal expansiva.
Pero el elevado dinamismo del gasto público nacional y su financiamiento casi directo del boom de consumo local vía subsidios en un contexto de alta inflación hacían que cualquier desaceleración tuviera un impacto perceptible sobre las posibilidades políticas del oficialismo.
Desde el punto de vista de la oportunidad política, esas decisiones solo podían ser tomadas en el tramo inicial de una administración y no en el final de una con aspiraciones reeleccionistas. Como era este caso.
En consecuencia, se optó por retrasar nuevamente el ajuste, permitiendo la profundización del deterioro del resultado fiscal y adoptándose una estrategia de tipo de cambio casi fijo como mecanismo de cuasi-estabilización de las expectativas inflacionarias.
En ese contexto, el profundo y sostenido proceso de atraso de la paridad cambiaria surgió como un daño colateral aceptable, que, incluso, tuvo un efecto inicial expansivo, al impulsar un boom de consumo durable.
Pero que, lamentablemente y en última instancia, terminó profundizando progresivamente el desequilibrio de la balanza de pagos. Desequilibrio que mientras tanto estaba siendo financiado por un contexto internacional ampliamente favorable por el lado de los términos de intercambio.
Dada la restricción que imponía el agotamiento de las fuentes genuinas de recursos corrientes, la política monetaria directamente se subordinó al financiamiento del Tesoro nacional, cebándose aún más los desequilibrios de base.
Tres vías de financiamiento
Básicamente hubo y hay tres vías principales de financiamiento monetario del déficit fiscal. Dos que implican emisión en forma directa: los adelantos transitorios y el giro de utilidades devengadas. Y una que termina haciéndolo en forma indirecta: el uso de reservas internacionales para el pago de deuda en moneda extranjera.
El uso sostenido de las tres durante los últimos tres años derivó en un profundo deterioro de los niveles de solvencia y liquidez de la autoridad monetaria, reduciendo su potencial de fuego ante una corrida cambiaria sostenida.
En ese contexto, se insinuó el deterioro del escenario externo y, en consecuencia, los agentes económicos privados, vía la aceleración de una de fuga de capitales que también era preexistente y persistente, precipitaron un ajuste que ya se venía insinuando, pero que ahora les resultaba particularmente evidente en su magnitud y efectos negativos.
El desequilibro de la balanza de pagos se profundizó y crecieron las presiones sobre el tipo de cambio nominal, precipitando las decisiones de política local que, en última instancia, si bien impidieron el ajuste de la paridad cambiaria nominal, resultaron contraproducentes desde el punto de vista de la economía real (ajuste por cantidades) y las institucionalidad económica (surgimiento y profundización de mercados negros).
Esas medidas de política fueron contraproducentes, pero no accidentales. Pues fueron el resultado esperable de varios años consecutivos de deterioro fiscal, financiamiento monetario, deterioro patrimonial del BCRA y alta inflación.
Factores de deterioro que derivaban de una gestión macroeconómica inadecuada (extremadamente pro-cíclica) durante los años previos de auge y que, en consecuencia, al cebar desequilibrios de base, incrementaron considerablemente el riesgo de que la economía local ingresara en una espiral tipo de cambios–precios–salarios ante un ajuste significativo del tipo de cambio nominal.
En síntesis, los factores exógenos fueron relevantes a la hora de explicar el proceso recesivo que afectó a la economía argentina durante 2012, pero no como las causas últimas, sino más bien como factores de profundización y aceleración de un proceso de franco deterioro del andamiaje económico local que ya era preexistente e insostenible.
Más allá de la mecánica de la crisis recesiva de 2012 y la clara responsabilidad que tuvo el deterioro del esquema de política económica local en su génesis, no puede pasar desapercibido que la economía argentina continúa desaprovechando un contexto internacional excepcionalmente favorable en términos históricos, no solo por los valores alcanzados por las variables relevantes, sino también por la persistencia de las mismas en esos niveles. Uno que las estadísticas sugieren que se da una vez cada 50 o 60 años.
A tal punto es cierto el desaprovechamiento, que aun en su contexto, nos hemos sumergido por segunda vez en la última década en una crisis recesiva por estrangulamiento externo.
(*) Los licenciados Gabriel Caamaño y Evelin Dorsch son economistas, directores de Consultora Ledesma.